miércoles, 15 de febrero de 2012

Celtas: Otras cuestiones.


Afirmaba en mi anterior comentario, que el modelo de celtización (indoeuropeización) establecido se explicaría por la presencia de élites llegados a fines del Eneolítico y que originariamente podemos hacer proceder de la Cultura Yamnaia. Su relación con evidencias arqueológicas tales como las 'estelas antropomorfas', 'estatuas-menhir' y el fenómeno campaniforme parece innegable hasta el momento. De otra parte, tanto la arqueología como los más recientes estudios genéticos y antropológicos nos indican que el espacio inicial campaniforme debe señalarse en el Occidente hispánico, con una progresión continuada hacia el norte europeo, hasta conformar una extensa red de intercambio comercial, la cual, tradicionalmente, se ha etiquetado con el nombre de 'Cultura Atlántica'.
Esta vasta región, culturalmente homogénea, genética y antropológicamente afín, coincide básicamente con el territorio ocupado por aquellos pueblos conocidos históricamente como celtas. Así mismo, como consecuencia de estos intercambios comerciales y la necesidad de interrelación entre indígenas y élite se fraguaría una 'lengua franca' que posteriormente cristalizará en los diversos y variados dialectos celtas.
Durante 3000 años el área atlántica y regiones adyacentes constituyen el eje comercial de la mitad occidental de Europa, que sobrevivirá en zonas marginales hasta el siglo VI-III a.C. y en competencia con la influencia de Unetiçe en centroeuropa. La competencia comercial entre ambas se mantendrá durante aproximadamente milenio y medio. Será cuando se generalice el uso del hierro el momento en que podemos constatar el paulatino deterioro y declive de la red comercial atlántica. 
La 'cultura atlántica' se define como un modelo de cambio social en la que se observa:
1. una evolución propia de diversas comunidades locales junto a relaciones a larga distancia;
2. una confluencia en la creación de una relativa 'koiné' y 'una diversidad emparentada'.
Sin este modelo no habría continuidad atlántica de fenómenos como forma de producción predominante. Una economía mixta con tendencia al pastoreo favoreció la adaptación de las comunidades atlánticas al mal clima dominante durante la Edad del Bronce, trayendo consigo una mayor estabilidad social y cultural, muy al contrario de lo que sucede en otras regiones que entran en retroceso. La Cultura Atlántica mantiene la tendencia en el Bronce Final a una mayor sedentarización, con la aparición de sistemas de campos de cultivo cerrados ('fields system' o los clásicos 'celtic fields' característicos de la 'cultura castrexa') y asentamientos permanentes, ya frecuentemente en piedra, que se les asocian, abandonando los materiales perecedores usados antes.
Nace el concepto de 'identidad'. Se pueden mostrar similitudes y diferencias de cultura material o de tipo de asentamiento, se pueden crear afinidades o alteridades entre comunidades regionales y áreas culturales con elementos propios del complejo atlántico (casas circulares, depósitos acuáticos, ausencia de enterramientos, etc.) o con propios de la tradición 'urnenfelder'.
Los objetos que ahora circulan por el Atlántico tienen un origen inicial en Centro Europa y Oriente Próximo, pero son adaptados para crear una nueva tipología, propia y común dentro de esta área, intencionadamente distinta del modelo original. Las comunidades atlánticas siguieron exportando sus modelos de armas a las poblaciones del Rin-Suiza-Este de Francia, debido a la calidad de su fundición, además de cerámica acanalada, típicamente atlántica. En el Este de Francia y regiones renanas la cerámica acanalada son sólo prototipos avanzados del Atlántico, y no al contrario como se piensa. Pero se debe señalar también que se observa un intercambio en sentido inverso. Se muestra así la consciente alteridad de dos áreas culturales (Atlántica vs. urnenfelder) unidas por una relación de mutualidad comercial (cobre alpino y estaño atlántico), pero que se reconocen al mismo tiempo entre sí como distintas, expresándolo a través de su cultura material.
Será finalmente la decadencia de la Cultura Atlántica la que determinará su carácter periférico y marginal durante el Hierro, dando así lugar a zonas regionales con marcada personalidad, que en parte innovarán desarrollando elementos del substrato atlántico común, con la diferencia que se observa en el eje Armórica-Normandía/SE Britannia que absorbe a partir del 600 a.C. elementos del mundo centro-europeo y lateniense.
En conclusión, podemos establecer la existencia de una gran actividad comercial en ambos sentidos, pero no su difusión por la llegada de gentes.
Naturalmente, el punto de vista tradicional, especialmente dentro del ámbito lingüístico, difiere absolutamente con este modelo. Prefiere aferrarse al concepto de movimientos poblacionales continuados, que la arqueología, genética y antropología no constata en ninguna región europea, excepto en la expansión gala hacia el Este y en las incursiones esporádicas protagonizadas por tracio-cimmerios y escitas. La lingüística tradicional, receptora de estas tesis invasionistas, ha pretendido acomodar los distintos dialectos divergentes del celta (especialmente del galo y celta insular) a este proceso inexistente, para elaborar oscuros términos que puedan definirlos, entre otros, 'europeo antiguo', 'paleoeuropeo', 'precelta' o 'paracelta', ligúr, véneto-ilirio-ligúr, etc. En realidad, ninguno de estos términos llegan a definir y a concretar tales dialectos divergentes, consiguiéndose sólo rellenar páginas con opciones especulativas, como, por ejemplo, el famoso paleoitálico peninsular (un término ya de por sí terriblemente contradictorio), en la que una única sonante (*ºl) se resuelve como itálica (*ul), mientras que las restantes presentan una solución céltica o que una única consonante aspirada *bh se vea como itálica (*f), sin que se vean afectadas las demás aspiradas. También es necesario destacar que es precisamente el celtibero el que más isoglosas comparte con el itálico, y no por ello dejamos de definirlo como un dialecto celta.
Un ejemplo evidente es la voz hispánica 'páramo', constatable no sólo en el área occidental peninsular, sino también en la celtiberia (SEGONTIA PARAMICA). Siguiendo la tesis tradicional, 'páramo' nunca podría ser una voz celta ya que el fonema original indoeuropeo /p/ es inexistente en celta. Sin embargo, quienes soportan esta afirmación se olvidan de que un rasgo tan pertinente como el superlativo, y aún más cuando se trata de una innovación (compartida con el itálico: -(s)imo-), es definitorio para clasificar una determinada lengua. Efectivamente, el superlativo celta *-(s)amo- es un rasgo que caracteriza al celta, es decir, pertenece exclusivamente al ámbito del celta. Luego, ¿cómo explicar 'páramo'? Logicamente, tomando el rasgo innovador, el superlativo, como elemento clasificatorio de este ítem lexico, siendo el fonema /p/ no sólo lo esperado para una voz indoeuropea, sino que además nos permite deducir que la carencia de tal fonema es una 'anomalía' dentro del indoeuropeo, es decir, la carencia de /p/ es precisamente no indoeuropeo (por más leyes fonéticas que se quieran establecer).
Así pues, para la doctrina tradicional la celtización peninsular se representaría:
El foco de celtización peninsular se presupone en la Meseta Superior y desde allí se expande alcanzando el Occidente peninsular. Ahora bien, tal afirmación choca con la realidad lingüística Occidental, ya que el celtibero carece de arcaismos e innovaciones que se observan, al mismo tiempo, en los dialectos occidentales.  Además, tampoco explica la extremada abundancia de asentamientos occidentales terminados en *briga-, *bri(g)s y *okelo-, que representan un 2% en la celtiberia frente al aproximadamente 30% del los nombres de lugar occidentales. 
Resulta totalmente erróneo buscar un hipótético proceso de celtización alógena a partir de los estadios culturales de la 'urnenfelderkultur' o de 'Hallstatt'.
1. URNENFELDER. Surge en Europa Central bajo la influencia del comercio de ámbar con Anatolia (Cultura de Trzciniec, aprox. 1700-1200 a.C.), pasando rápidamente la moda hitita de incineración en urnas a Milavce, Knovíz, Velatice y Čaka, influyendo posteriormente de manera más dispersa, sin que se constaten movimientos demográficos, en Bohemia, Austria (con cerámicas indígenas neolíticas: cf. facies de Wölfersheim, Kressborn, Bodenseekreis, etc.) y Hungría, donde nacen las nuevas influencias artesanas de Unetiçe, claramente imitadoras de elementos hititas que se difundirán hacia el Occidente.
La Cultura urnenfelder aparece igualmente en el contexto aquitano, pirenaico, gascón y catalán. Sin embargo, estas zonas sólo son continuadoras de la facies urnenfelder del Nordeste alpino o son un simple ritual de continuidad, como se detecta en el Loira, Sena y Ródano, en el que se mezclan objetos neolíticos con las nuevas aportaciones materiales de estilo Unetiçe, o bien una evolución local desde el Bronce IIIa hasta la transición Bronce Final/Hierro Inicial, como se observa en los campos de urnas de Lot, que suele considerarse como intermedios entre Aquitania y Languedoc.
No existen indicios de población alógena sino de evolución interna y ésto, evidentemente, no significa en absoluto que los pueblos indoeuropeos fueran sus portadores. Podría tratarse de una simple adopción cultural que se sobrepone o convive a la cultura tumular, pero al mismo tiempo significa también el fin de la presencia indoeuropea en estas zonas y su sustitución por la ibero-aquitana, alcanzando en la Pen. Ibérica prácticamente toda la costa mediterránea, surgiendo así dos áreas nítidamente diferenciadas: una indoeuropea y otra ibera.
La literatura tradicional proponía como irrefutable la ecuación urnenfelder = celtas. Pero, ¿qué podemos decir, por ejemplo, con los campos de urnas de El Castillo en Navarra?, ¿los campos de urnas de los Pirineos occidentales? Ambos en territorio de lengua aquitánica y que se introducen a zonas del Ebro. ¿Dónde encajamos lo céltico si los yacimientos de referencia son la costa mediterranea y Aquitania (cerámica y fíbulas denominadas 'navarro-aquitánicas') y la culminación del proceso da lugar a la lengua ibérica? Si la urnenfelder fuese tan indoeuropea en Iberia y los celtas sus sucesores en la Meseta Superior, ¿por qué no existen registros de frecuencia genética que conlleve hg I2b2 (L38/S154+) asociado con la urnenfelderkultur en Alemania central y meridional, Austria y Bohemia?
2. HALLSTATT. Se suele asociar tradicionalmente a los celtas hispánicos como hallstátticos, que en una o varias oleadas alcanzan el solar hispánico desde algún lugar de Alemania meridional o región adyacente. Ahora bien, Hallstatt es en realidad la adopción de una moda, puesto que los acontecimientos socio-políticos y económicos están en relación a las influencias ejercidas por las dos grandes redes de intercambio comercial. Hallstatt es la difusión de objetos exóticos a larga distancia, siendo destacable, además, las rutas comerciales de la sal en los Alpes y Austria, estaño en el Atlántico, ámbar en el Mar del Norte y Báltico que provoca contactos con Grecia (por ejemplo, venta de vino en Marsella o adornos anatólicos en Dinamarca) además de con otras culturas mediterráneas cuyas influencias culminarán con La Tène. Es probable, según H. Faux, que ambrones y cimbrios fuesen inicialmente poblaciones alpinas que se habrían desplazado hacia las regiones del Mar del Norte y el Báltico occidental, dada la alta frecuencia genética de hg U106 que se registra en la actualidad en estas zonas. El Occidente queda al margen de lo hallstáttico, sin que ello signifique que no tuviesen igualmente los mismos contactos de índole comercial.
Si nos atenemos a las diferentes interpolaciones de datos que podemos realizar, resulta, por ejemplo, muy curioso que en donde se registra una elevada distribución de estelas antropomorfas y estatuas-menhir coincide con una elevada frecuencia de nombres de lugar finalizados en -briga, -bri y -ocelo, cuya celticidad es incuestionable, y que se diluyen paulatinamente hasta su desaparición a medida que avanzamos en dirección Este.
También es observable, en la zona Este de habla indoeuropea, que el contacto con poblaciones ibéricas, caracterizadas por portar la mutación genética SRY2627+ en el marcador 49f, fue relativamente importante tras su irrupción a partir del año 1200 a.C. aprox., ya que tal mutación genética, que ni es indoeuropea ni, evidentemente, celta, se data cronológicamente en unos 3.500 años, coincidiendo con la aparición del fenómeno arqueológico anindoeuropeo de la 'cultura de las urnas'. Otro haplotipo analizado es el marcador 22 con frecuencias muy altas en el País Vasco, Cataluña y zonas colindantes: Aragón, Navarra, etc.; parte meridional Francia, sin registros en Europa Central, Islas Británicas o en el Occidente peninsular (cf. por ejemplo la altísima frecuencia en Galicia del gen LDL Apo B 3500, una mutación de hace aprox. 6000 años y coincidente cronológicamente con 'el pueblo de las estelas antropomorfas', que se registra en Centro Europa e Islas Británicas, y que puede relacionarse con movimientos demográficos, mientras que el LDL catalán se relaciona con el sur de Francia .
Este contacto resulta ser irrelevante en la mitad occidental peninsular. La hipótesis de que la pérdida del fonema /p/ fuese al contacto con la lengua ibérica podría tomarse como válida si, además, añadimos la adopción del sistema de escritura, ciudades-estado, acuñación de moneda, abandono arquitectónico de estructuras circulares y ovales por la planta rectangular de origen mediterráneo o el abandono de la producción local de empuñaduras de antenas del tipo 'etxauri'. La presencia de los iberos supondrá, también, la separación del 'continuum' lingüístico indoeuropeo entre la Península y el mediodía francés.
Por último, reuniendo todos aquellos nombres de lugar considerados etimológicamente como celtas, el modelo vuelve a repetirse en cuanto a su difusión clinal Oeste-Este, siendo más abundantes cuanto más nos aproximemos al Atlántico. Se han tomado en cuenta, en el caso peninsular, el carácter céltico de algunos nombres de lugar que se habían clasificado imprecisamente como indoeuropeos, por ejemplo, TOVDE (hoy Tui, Pontevedra), perfectamente definible como celta (cf. galo TEVTATIS/TOVTATIS, celtib. TOUTIN, a.irl. tuath) el cual presenta el fenómeno innovador corriente en el Occidente hispánico de lenición, que se revierte en este caso en la sonorización de as oclusivas sordas (cf. callaeco TOVDADIGOI). Se ha añadido, además, algunos nombres de lugar no recogidos por Sims-Williams procedentes de distintas lecturas epigráfias.
Este mapa de gradientes muestra, además:
- Que quienes fueron denominados CELTAE en la Galia, ocuparon el área geográfica entre el Sena y el Marne hasta el Atlántico descrito por Julio César.
- Que en toda la extensión geográfica, los celtas ejercieron, por motivos comerciales, un importante control de los cursos fluviales navegables así como de las principales rutas marítimas en el Atlántico.
- Que la elevada frecuencia registrada en el N-NW de Galicia, como en las zonas costeras del Canal de La Mancha, obedece al tráfico comercial marítimo de oro y estaño.
- Que debamos considerar como celtas, tal como en su día concluyó en su estudio genético H. Faux, a ambrones y cimbrios, ubicados en Frisia y oeste de Dinamarca.
Seguro que cada cual sacará sus propias conclusiones, pero lo que es evidente es que la dispersión de la lengua celta es de Oeste-Este y que sus límites geográficos seguían siendo en época romana prácticamente los mismos que en el periodo campaniforme.
Alicia M. CantoComentario por Alicia M. Canto Hace 2 horas
Muy bien, Callaeca. Una pregunta: En este caso, ¿comparte, o en qué medida, lo defendido por sir Barry Cunliffe en 2001: Facing the Ocean: The Atlantic and Its Peoples, 8000 BC to AD 1500, Oxford University Press, 2001? O sea, sus prehistóricos "celtas occidentales". Más recientemente, con otros autores en Celtic From the West: Alternative Perspectives from Archeology, Genetics, Language and Literature, edd. B. Cunliffe y J. T. Koch, Oxford, 2010. Sobre todo John Koch, que ha defendido hace poco que la lengua de las estelas del Suroeste sería "celta". Caso en el que no se entiende mucho cómo los expertos filólogos que han tratado en las últimas décadas sobre estas estelas no han reconocido antes nada de ello.
Cunliffe estuvo en la UAM el pasado septiembre, y la verdad es que este concepto invertido, esta especie de "ex Occidente lux" (desde el III milenio, creo recordar), me dejó algo perpleja. Claro que, si además hay material genético por medio... Un saludo.

1 comentario:

  1. Hola Callaeca. Muy interesante artículo... pero cómo se podría explicar la ausencia de topónimos celtas en regiones tan "celtas" como Irlanda; Escocia; Valle del Po, Suiza, Bohemia... etc.? no hay topónimos célticos antiguos en esas zonas? me sorprende mucho.. un saludo!

    ResponderEliminar