sábado, 11 de febrero de 2012

ASTA REGIA,LA CIUDAD EN EL CONTEXTO DE LA COLONIZACION ROMANA


SONIA BARJA

ASTA REGIA,LA CIUDAD EN EL CONTEXTO DE LA COLONIZACION ROMANA


Ara de Sicinia Tuscila (Museo Arqueológico de Jerez). Época de Augusto
 
EL reino turdetano de Asta, que había logrado la supremacía política del Bajo Guadalquivir en el siglo IV a.C. tras la descomposición de Tartessos, siempre se presentó a los ojos de Roma como un objetivo a dominar. Asta había sido una capital poderosa y controló un conjunto de tierras con importantes recursos minerales y agrícolas y con un gran potencial comercial que se canalizó a través de la vecina polis púnica de Gadir. Por eso mismo, opuso una fuerte resistencia cuando los romanos hacen acto de presencia en 206 a.C., y más teniendo en cuenta que la propia Gadir les abrió sus puertas.

Pero en 187 a.C. Roma acababa con la sublevación turdetana. Luego, como recuerda Livio (Liv. XXXIX, 42) hubo paz. El senado romano destinó a Hispania como gobernador a L. Baebius Dives (Liv. XXXVII, 50). Su cognomen, Dives, nos dice que poseía una fortuna considerable adquirida con el ejercicio de diversos cargos en el senado. L. Baebius murió en el viaje que le llevaba a Hispania, en un ataque de los piratas ligures, y Roma le reemplaza inmediatamente por C. Atinio, pero éste tampoco sobrevive ante una ciudad que, ya moribunda, se resiste a perder su independencia. 

También por entonces - hablamos de los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Púnica - Italia hace frente a una serie de transformaciones sociales que van a condicionar su historia. El enfrentamiento con Cartago durante medio siglo significó la salida de Roma al Mediterráneo, y el tener que acondicionarse a la nueva realidad del comercio marítimo. Conseguida la conquista de Italia, las viejas familias senatoriales (como las de L.Baebius y C. Atinio) ocuparon muchas de las tierras del ager publicus, que fueron transformadas en grandes latifundios esclavistas orientados a la producción de vino, aceite, ganado, etc. También los equites, centrados en actividades mercantiles, se beneficiaron en particular con la expansión de sus negocios en las provincias que Roma va incorporando a su imperio, aprovechando la coyuntura de la conquista para hacer dinero con el abastecimiento de las tropas romanas de ocupación o con el tráfico de esclavos. Y entre ellos algunos Baebios, miembros de la gens Baebia, esperan su oportunidad de hacer fortuna en el sur de Hispania. 
Pero junto a estos grupos privilegiados existía una masa notable de campesinos que habiendo acudido a las guerras regresaban ahora a casa esperando una vida retirada en una pequeña propiedad en el campo. Otros que ya eran propietarios salieron más perjudicados, pues viéndose obligados a abandonar el cultivo de sus propiedades durante su servicio en el ejército, a su regreso tuvieron que soportar la competencia de esta aristocracia que se había adueñado de las tierras del ager publicus. Por ello no tuvieron otra opción que malvender las tierras, y esta aristocracia se hizo con muchas de ellas. Su única salida fue emigrar a Roma para buscar nuevas oportunidades de vida o, en caso de mayor necesidad, fuera de Italia, en alguna de las colonias que Roma fundaba para asentar su dominio. 
Las políticas de colonización de Roma obtuvieron al final aquello que más deseaban. La paz y la progresiva integración de los pueblos dominados en las estructuras que imponía. Y desde 180 a.. C la Hispania Ulterior (y con ella el Valle del Guadalquivir) ya está pacificada: Roma renegoció el sistema de alianzas que había utilizado durante la conquista y concedió la ciudadanía romana y privilegios a las élites locales para mantener la paz, como se hizo con Gades durante la II Guerra Púnica (Liv. XXVIII, 23).

Asta habría sido castigada con la pérdida de gran parte de sus territorios. Es difícil saber cómo porque las noticias sobre Asta desaparecen en las fuentes después de 180 a.C., para no citarse más hasta la época de César, y tampoco la arqueología o la epigrafía han dado de momento respuestas plenamente satisfactorias. Pero podemos hacernos una idea a partir del desarrollo de los hechos que conocemos en otros puntos de Hispania. 

Así, en 179 a.C. el pretor Tiberio Sempronio Graco plantea la fundación de colonias en Hispania contemplándose al mismo tiempo el reparto de tierras para fijar a la población nativa (App. Ib, 43). En la Ulterior se fundan las colonias de Carteia en 171 a. c. (Liv. XLIV, 3), el primer punto para el control del territorio del antiguo reino de Asta, y Corduba en 169 a.C., ésta destinada a ser capital de la provincia Ulterior. 

Presumiblemente, por estos años la población de Asta pudo estar sometida al pago de un tributo en calidad de ciudad estipendiaria, por ser rendida por la fuerza. Además, parece claro que la afluencia de elementos itálicos en la zona fue cada vez mayor, y que esta llegada iba vinculada a programas de colonización como puede deducirse de la presencia de elementos de cerámica campaniense B del siglo II a.C. en el entorno de la costa y bahía de Cádiz. 

En Roma, mientras, los hijos del pretor, Tiberio y Cayo Graco, revolucionan el contexto político de la capital al promover su conocida reforma agraria en 133 a.C., para limitar la extensión de las propiedades de la aristocracia senatorial en beneficio de las clases populares, concediéndose lotes de tierra fuera de Italia no solo a los licenciados del ejército, sino también a los ciudadanos más pobres, alejando así de la capital los posibles efectos de una revuelta social, o incluso aliviando la presión demográfica en una Italia superpoblada a causa de la llegada masiva de esclavos. Cayo Graco promovía en 123 a.C. una ley frumentaria en la que se planificó, como complemento, la distribución mensual de trigo a los necesitados a un precio módico, haciéndose cargo el Estado de la adquisición del cereal, a partir de su servicio de abastecimiento, la annona.  
 
Ninguna de las propuestas de los Graco agradó a los senatoriales , y de hecho ambos murieron de forma violenta por ello. Pero dejaron eco en una nueva clase política, los populares, que podían incrementar su fuerza en el senado atrayéndose al pueblo con la concesión de lotes de tierra y la provisión de trigo. Y las provincias podían suministrar ambas cosas.

Valía la pena, pues, luchar por ello, como de hecho hizo Q. Sertorio frente a Sila, cuya dictadura (82-79 a.C.) fue apoyada por la aristocracia senatorial para garantizar el control de las provincias, comprometiendo de hecho a los gobernadores a la misma causa. Este hecho fue el que permitió acrecentar el poder de los gobernadores en los territorios conquistados, y en la Ulterior coincide con el desarrollo de Gades, ya ciudad romana , que se ha beneficiado de la desaparición del reino de Asta reforzando su dominio sobre los enclaves costeros bástulos (Ptol. II, 4, 6).

Sertorio consiguió dominar por cierto tiempo el espacio meridional de Hispania, y con él sus reservas agrícolas. Finalmente es asesinado en el año 72 a.C. Por entonces, encontramos que Roma ya ha extendido su influencia en el interior de la Turdetania. Además de Lascuta (liberada por L. Emilio Paulo en 189 a.C.) emiten moneda con reverso de espigas las ciudades de Baelo (Bolonia), Baesipo (Vejer?) Asido (Medina Sidonia), Iptuci (Cabezo de Hortales), Arsa (¿en la zona de Arcos de la Frontera ?) y Ceret (en Gibalbín), dato que indica que han hecho un acuerdo con Roma y que sus territorios, autónomos de Asta, deben facilitar trigo a la annona. 

La actitud de Asta en este conflicto no se menciona, pero nos movemos a pensar que sus élites prestaron su apoyo a la causa senatorial, a la autoridad 'legal' del gobernador de la Ulterior esperando con ello quizás que Roma mitigase su condición de ciudad estipendiaria y se prestase a cederle la administración de los territorios de los que fueron privadas por pasar a formar parte del ager publicus.

II


Los  programas de colonización de Roma triunfaron plenamente en Hispania en el siglo II a.C., pero dejaron abiertos varios conflictos entre la aristocracia senatorial y los populares en cuanto a sus objetivos en las provincias. El conflicto, como vimos, se hizo extensible cuando Q. Sertorio se subleva contra Sila, arrastrando a buena parte del sur de Hispania contra el gobernador de la Ulterior. 

Plutarco (Plut. Sert, XII, 3) recuerda que para solventar esta situación Roma envió en 76 a.C. a Gn. Pompeyo.
 Éste logra asegurarse mediante la concesión de ciudadanía un importante sistema de clientelas en el territorio de Turdetania, garantizando así el dominio de los senatoriales. Al final, Sertorio es asesinado (72 a.C.), y la Turdetania (luego parte de la Bética) será en el futuro una provincia senatorial. Allí el latifundismo esclavista se extenderá notablemente, y algunas familias de la aristocracia mercantil indígena, como los Balbo de Gades - en estos momentos al lado de Pompeyo- son promovidos a la ciudadanía romana.

Volviendo a Italia, otro peligro amenaza a Roma. Cuando Pompeyo accede al consulado (70 a.C.) su meta es la incorporación de los reinos de Oriente al dominio romano, pues el control de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental era vital para el tráfico de esclavos. A Pompeyo se le cedió el mando de los mares y las costas hasta 50 millas al interior con el objeto de evitar los ataques de los piratas por el daño que infligían a este tráfico. Y si pensamos que fue una ley extensible a las provincias, se incluye en este espacio las costas gaditanas y los territorios inmediatamente interiores, incluyendo Asta, durante tres años (67 - 65 a.C.). En el año 57 a.C recibe además, ya dentro de su demarcación (Hispania) y durante otros cinco años, la supervisión del abastecimiento de trigo (cura annonae). Así que podemos decir que Pompeyo tenía una enorme capacidad para ejercer un control de los recursos agrícolas y del comercio y desde luego la aplicó en Hispania de acuerdo con sus intereses. Poco después, en 56 a.C., Pompeyo está recurriendo a los Balbo, a Gades, para abastecer de trigo a la población de Roma, justo en una coyuntura de precios al alza (Cic. Pro Balbo, 40) agradeciendo este gesto con la concesión de ciudadanía al gaditano. Balbo, con ello, entra en los círculos de los negocios de la oligarquía romana.

Es entonces cuando entra en juego César. Como rival último de Pompeyo utilizará estas circunstancias para atraerse a su causa y a sus filas a un importante número de campesinos itálicos desposeídos y también a las élites locales de las ciudades. Para lo primero, impulsa la creación de colonias fuera de Italia, y la Ulterior fue uno de los espacios propicios para ello; para lo segundo, fomenta la concesión de ciudadanía o el establecimiento de clientelas, como sucedió con los Balbo desde el momento en que César actúa como propretor de la Ulterior en 62 a.C. 

Los senatoriales, que ven peligrar sus intereses en la Ulterior, confían la protección de la República a Pompeyo. Y se desata la guerra civil. César, para lograr la victoria, estimó como uno de los objetivos fundamentales el control de la annona, pues si el escenario de la guerra se ampliaba a Hispania era preciso disponer de recursos para abastecer a sus tropas y a la propia capital, pues no en vano gran parte de su apoyo político en Roma venía de las distribuciones gratuitas de trigo a 150.000 ciudadanos pobres. Por ello, ordenó de inmediato la requisa de grano en la Ulterior, empezando por Gades (que, aun en el bando de Pompeyo, preparaba una flota para enviar trigo turdetano). Las requisas que se producen durante la guerra civil, entre 49 y 45 a.C., debieron de ser grandes a juzgar por la enorme cantidad de trigo de la Ulterior que M. Varrón almacenó como legado de Pompeyo:120.000 modios, aproximadamente un millón de litros (César, BC, 2, 18).

Mientras César planificaba el desembarco en Gades y el control de las requisas, conseguía que los Balbo cambiaran de bando, acercándose a su causa (Livio, Per. 110), lo que de hecho significaba la "derrota" de Pompeyo, que perdía el control de la annona. Para ello se valió también del apoyo de los equites, y en particular de los de Asta, (Bell. Hisp. XXVI, 36), que vieron una gran oportunidad de negocio con el suministro de recursos a la annona. Entre ellos podemos identificar a un miembro de la ya mencionada gens Baebia, A. Baebius, al que bien pueden asociarse el magistrado P. Baebius que años después reconstruye las murallas de Asta (CIL II, 5405) y M. Baebius Hilarus, propietario que dejó una inscripción en el Cortijo de Espartina (AEspA, 14, 556). Los Baebios de Asta estarían vinculados con otra rama de Gades, los Baebii Claricii, posible sociedad de mercatores, dedicada a la exportación de salazones hasta, al menos, la época de Augusto, y cuyo nombre está registrado en las ánforas Dressel 7/11 del Testaccio de Roma. 

Tras vencer a los ejércitos pompeyanos en Munda (45 a.C), Asta es definitivamente sometida y pide la paz (Bell. Hisp, XXXVI). César lleva a cabo su plan de colonización y reorganización administrativa de la Ultrerior. La colonia, Asta Regia, es concebida como un asentamiento nuevo, en el que se instalan colonos itálicos pero no se extiende la ciudadanía romana al grueso de la población indígena, como si sucede en Gades, que es elevada a la categoría de municipio.
La función de la nueva colonia será la de controlar un territorio (llamémosle ager hastiensis), facilitando de este modo la progresiva integración de la población indígena en las estructuras administrativas romanas.
Como otros asentamientos coloniales planificados por César en torno al Valle del Guadalquivir, Asta Regia (Hasta) sería a su vez un punto clave de la administración provincial de la annona (aparece en los Vasos de Vicarello como estación aduanera dentro de la calzada que atravesando las capitales conventuales de la Bética de Augusto, unía Gades con Roma (CIL XI, 3281). Este "ager hastiensis" fue necesariamente un territorio reducido, porque es Gades la que administra directamente la costa, y porque Roma promocionó también otras ciudades vecinas como Asido o Ceret, limitándose así las posibilidades de expansión de la ciudad hacia el Este. Su territorio se reduciría al núcleo urbano y las tierras de los alrededores, quizás con una salida portuaria entre Rota y Sanlúcar de Barrameda.

Durante su consulado en 59 a.C., César desarrolló una lex agraria que contemplaba el reparto del ager publicus de Italia, con la concesión de 10 yugera (2´5 Htas) por cada veterano o pobre con familia de tres hijos o más. Esto no impedía la existencia de otras grandes fincas en manos de terratenientes. La ley dejaba fuera de este reparto a amplias zonas de la Campania y la Toscana, la vieja Etruria, como recuerda Cicerón (Cic. Ad. fam, XIII, 4, 2), y parece que uno de los propósitos de esta colonización fue dar tierras a colonos procedentes de esta última región. Algo que podemos rastrear a partir de una inscripción del Museo Arqueológico de Jerez (Vives, 3293) en la que se recuerda a Sicinia Tuscilla, una mujer con onomástica etrusca (Tuscilla, la "toscanita"). La inscripción se ha datado en época julio claudia (I d.C.), pero podría revelar que su padre, Quintus, también podría ser tuscus. En este sentido hay que destacar que el antropónimo Tuscus y sus derivados Tusca, Tuscillus, Tuscilla solo se han registrado en la epigrafía de Hispania, en la Lusitania - desde Lisboa hasta Badajoz - y en toda la Ulterior, espacio en el que César ha planificado colonias para asentar a parte de los 80.000 ciudadanos destinados fuera de Italia (Suet, Caes, 42). Es muy probable que este sea, como veremos, el modelo aplicado en Asta Regia: junto a los lotes cedidos a veteranos y campesinos itálicos existieron propiedades mayores que fueron pronto adquiridas por potentados equites como A. Baebius, beneficiados tras las guerras civiles.
fuente:Jesús Montero Vítores (CEHJ)

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