Del “Carnet fotográfico de Abigail Mejía” (IV)
4 de agosto de 2014
Abigail Mejía (1895-1941) sentía al paisaje; su vigilante
mirada salvaguarda en el tiempo lo que contempla. Durante su estancia en
Barcelona (1914-1916) “capta” a la vida en calma, y se apropia para sí
del hálito interior de las almas.De ahí, que es importante destacar -en las tres fotografías que presentamos de Villanueva y Geltrú- una luminosidad que su ojo avizor percibe con el tono de una claridad meridiana y de impecable serenidad, que da el efecto cromático de evocar felizmente la “benignidad de la luz”, y que al revelarse toman un aspecto de amarillo tenue; un amarillo que atrae hacia la meditación, y la insinuante nobleza de la naturaleza sin veladuras, percibida por el lente de la cámara como si no se alterara nada ante el parpadeo de la artista.
Abigail, no lo niego, me sorprende cada vez que vuelvo a retomar su colección de imágenes de 1914, que forman parte de su “carnet fotográfico” en el cual incluye una impresionante iconografía monumental, retratos y paisajes, como estas tres que muestran a pleno sol, temprano en la mañana, el transcurrir sencillo de una pequeña comunidad que es un puerto, donde se desplaza como viajera itinerante para conocer a sus gentes, sus riquezas, patrimonio y tradiciones culturales.
Sobre Villanueva y Geltrú, la notable intelectual Abigaíl Mejía ha escrito: “Villanueva y Geltrú, también sobre la costa catalana, fórmanla [sic] dos pequeñas ciudades, juntas tan grandes pero menos pobladas que nuestra capital. Muertas, quietas, sin autos ni camiones numerosos que la animen, tienen no obstante fábricas y además muchos chalets sobre la playa; bellísimo parque bien cuidado en forma de jardín con lindo lago; un enorme colegio pensionado y una magnifica Biblioteca Museo.
No es una ciudad para las velocidades progresistas sino un sitio de descanso y estudio, de meditación. Un hombre rico de talento y plata, el escritor Víctor Balaguer, vivía en ella entregado a los libros, a las colecciones artísticas y curiosas que se amontonaban en su casa quinta “Santa Teresa”. Cuando no le cupieron ya más dentro de la misma fabricó aparte otro edificio unido a la quinta por un jardín y puso todo a su disposición y la del público. Y hoy se enorgullece la culta y modesta villa luciendo el “Surge et ambula” que dijo Jesús a Lázaro, que dice el libro y la obra maestra a la inteligencia dormida, bajo el letrero de “Biblioteca Museo Balaguer” -donación a la ciudad natal hecha por el diputado, el político, el hombre adinerado, el escritor ilustre que fue ante todo un gran patriota”. [1]
La “Marina” de Villanueva. Esta marina me atrae a sentir la necesidad del silencio; abatidas por el viento, imaginamos la agonía de las horas; desde la orilla del mar tardíamente podemos conversar con los sueños que se desplazan en la lejanía sin rostros, sin dolientes, sólo con el firmamento como una acuarela cortante o un refugio de la soledad.
He sentido al mar, muchas veces, ordenar mi vida como un oráculo ¿no es, acaso, el mar un lecho donde la soberbia de las rocas se arrodilla ante la vastedad de ese fluctuante mundo que se pinta azul, verde-azul, o azul-oscuro? Ah, el mar que nunca es lo bello absoluto, donde las aves mojan sus alas para arrebatarle éxtasis al agua.
Cosa viva es la mar que no se extingue como la arcilla ni como el fuego que destruye a los espejos; pura agua, quizás, noble para las tormentas que trae el otoño.
Qué es una marina sino la ondulación leve, inquieta de las aguas; la gravedad moderada del instante, las olas esparcidas allá y acá, el enorme vaso del mar con sus cachorros, la redondez quebrada, la grieta de horizonte plasmada desde el litoral.
En esta cuarta tercera entrega en Acento.com.do damos a conocer tres fotografías que permanecieron inéditas en el “carnet” fotográfico de Abigail Mejía, para que los aficionados y los artistas del lente contemporáneo aprecien el legado imperecedero de esta humanista.
NOTA
[1] Abigail Mejía, “Rusiñol en Sitges y Balaguer en Villanueva”, en Blanco y Negro, Año VII, Núm. 348 (2-X-1926):26.
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