lunes, 13 de junio de 2016

Sacrificio humano, mito y poder entre los mexicas


Sacrificio humano, mito y poder entre los mexicas

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Estudiar el significado de los sacrificios humanos en la cultura mexica supone asomarse a su compleja cosmogonía, tarea que emprende el antropólogo francés Guilhem Olivier en este texto. En el recuadro, otra historia: un revelador hallazgo arqueológico aclara un brutal episodio en los tiempos de la Conquista.
Enero 2010 | Tags: 
Entre las manifestaciones religiosas de los pueblos del México antiguo, la práctica del sacrificio humano es sin duda la que más ha llamado la atención tanto de los españoles en el siglo XVI (que nos dejaron numerosos testimonios) como de los especialistas modernos que estudian el pasado indígena (figura 1).1 Más aún, muchos escritos –desde obras científicas hasta folletos de promoción turística–, documentales o películas sobre México incluyen de manera casi obligada imágenes, descripciones o alguna alusión a los sacrificios humanos. Sin lugar a dudas, las inmolaciones rituales se volvieron un estereotipo aplicado al pasado indígena del país, lo cual generó numerosas controversias que siguen en pie hasta hoy.

¿Existieron los sacrificios humanos en Mesoamérica?
En efecto, frente al carácter polémico e incluso chocante de la práctica de matar de manera ritual a seres humanos, han surgido escritos cuyos autores pretenden minimizar y hasta negar la existencia de sacrificios en el México prehispánico. Los españoles hubieran atribuido a los indios tales “prácticas bárbaras” para poder justificar la legitimidad de la Conquista. Sin negar que los autores castellanos en ocasiones llegaron a exagerar, enfatizando la “crueldad” de los indios, las pruebas arqueológicas e históricas de la existencia de los sacrificios humanos en Mesoamérica son contundentes.2
Los antropólogos físicos han analizado de manera minuciosa las diversas marcas que presentan los restos óseos de las víctimas de sacrificio y han podido determinar el tipo de muerte ritual que sufrieron: extracción del corazón, decapitación, etcétera. Muchas representaciones de sacrificios humanos se han conservado en pinturas y bajorrelieves realizados mucho antes de la Conquista. En varios códices o manuscritos pictográficos prehispánicos aparecen claramente escenas de ejecución ritual en honor a los dioses del panteón mesoamericano (figura 2). Por otra parte, las fuentes escritas abundan en testimonios a veces muy precisos sobre los sacrificios humanos, tanto en los textos redactados por los españoles como en los numerosos escritos consignados en su propia lengua (náhuatl, maya, mixteco, etcétera) por los indios después de la Conquista. Cabe agregar que la amplitud y la precisión de ciertos escritos –por ejemplo las largas descripciones de las fiestas mexicas en lengua náhuatl plasmadas en el Códice Florentino por los informantes de fray Bernardino de Sahagún– obedecía a la voluntad de los misioneros de conocer mejor los rituales prehispánicos para poder erradicarlos de manera más eficiente.

El sacrificio humano: ¿una especificidad mesoamericana?
Antes de seguir con la descripción de los ritos sacrificiales prehispánicos, es necesario recalcar que de ninguna manera Mesoamérica tuvo el uso exclusivo de esta práctica ritual. Abundan los testimonios sobre sacrificios humanos realizados en las antiguas civilizaciones del Cercano Oriente, de China, de Grecia, de África, etcétera. Se mencionan sacrificios de niños en el Antiguo Testamento, el ahorcamiento de víctimas en la Suecia precristiana en honor al dios Odín y la ejecución de prisioneros de guerra en el antiguo reino de Dahomey en los siglos XVIII y XIX. Los ingleses que colonizaron la India tuvieron muchas dificultades para acabar con los sacrificios humanos dedicados a la diosa Kali, que se siguieron realizando hasta finales del siglo XIX. En efecto, los thugs, un grupo étnico del norte de la India, tenían la costumbre de estrangular ritualmente a los viajeros que transitaban por sus tierras, transformándolos en víctimas para su diosa. Se podría fácilmente aumentar esta lista que revela la amplia difusión de la práctica del sacrificio humano tanto en el espacio como en el tiempo.3

Sacrificio y guerra
El acto de sacrificar, verbo cuya etimología latina significa “hacer sagrado”, consiste en matar ritualmente a un animal o a un ser humano que se ofrecen a una deidad con la esperanza de un beneficio para el que realiza o manda realizar el sacrificio.
En Mesoamérica la práctica del sacrificio humano estaba estrechamente vinculada con la guerra, que tenía un doble objetivo: conformar grandes unidades políticas y dominar a otros pueblos, aunque también conseguir víctimas para el sacrificio. En efecto, los antiguos mexicanos no solían matar a sus enemigos en el campo de batalla, más bien procuraban capturarlos –incluso entre varios guerreros– para, después de rituales complejos, sacrificarlos a sus dioses. Los cautivos eran conducidos a la capital México-Tenochtitlán, donde desfilaban frente altlatoani o rey y luego frente a las estatuas de las deidades principales. Generalmente se quedaban en las casas de los guerreros, donde ayunaban y a veces bailaban junto con sus captores. Al día siguiente el cautivo ascendía los peldaños de una pirámide, en ocasiones por su propia voluntad o si no por la fuerza. Al llegar a la cima, unos sacerdotes lo acostaban en una piedra abombada donde un sacrificador le abría el pecho con un pedernal y luego le arrancaba el corazón para ofrecerlo a los dioses, especialmente al Sol. El cuerpo era bajado de la pirámide –en ocasiones para ser comido ritualmente– y su cabeza era colocada en una estructura de madera llamada tzompantli. Existían muchas otras maneras de ejecutar ritualmente a las víctimas, algunas de las cuales eran decapitación, flechamiento, ahogamiento, enterramiento con vida, etcétera. Los testimonios antiguos dan cuenta también de la gran variedad de individuos elegidos para el sacrificio, desde niños y jóvenes hasta ancianos, hombres o mujeres, nobles u hombres comunes; extranjeros o bien procedentes de la misma comunidad.

El papel del sacrificio en los mitos de creación
En 1977 el antropólogo norteamericano Michael Harner propuso que una supuesta carencia de proteínas en la dieta de los mesoamericanos habría llevado a estos pueblos a las prácticas sacrificiales y a la antropofagia.4 Es inútil precisar que esta propuesta desencadenó vivas reacciones por parte de destacados especialistas mexicanos o extranjeros. Obviamente el fenómeno sacrificial no se puede reducir a una explicación de tipo alimenticio. Ahora bien, sin negar las dimensiones económicas y políticas de la práctica sacrificial en Mesoamérica, la cosmovisión, es decir, la manera según la cual los pueblos indígenas concebían el cosmos y las relaciones con sus dioses, proporciona elementos valiosos para entender por qué y cómo los mesoamericanos inmolaban a diversas víctimas de maneras tan distintas.
Los mitos son particularmente elocuentes al respecto. De hecho, el acto sacrificial se presenta como un verdadero motor en la trama mítica, acto a partir del cual surgen diversas creaciones. Veamos el caso de la creación del Cielo y de la Tierra: Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, hijos de la pareja suprema, se introdujeron en forma de serpientes en el cuerpo de Tlaltéotl “Deidad Tierra” y la partieron en dos, es decir, la sacrificaron. Con una parte de su cuerpo crearon el Cielo y con la otra parte la Tierra; colocaron además postes entre la Tierra y el Cielo para evitar que Tlaltéotl recobrara su unidad. El relato añade que la deidad suprema, para compensar el ultraje sufrido por Tlaltéotl, hizo que las plantas crecieran sobre su cuerpo. Sin embargo, a cambio de dar frutos, la Tierra –que “lloraba mucho en la noche”– deseaba sangre y corazones.
Los especialistas han interpretado el sacrificio de Tlaltéotl como una verdadera fecundación, lo que confiere una función creadora al acto sacrificial que suscita el nacimiento de las plantas. Ahora bien, los hombres deben reproducir este acto sacrificial para conseguir los frutos de la Tierra. De la misma manera, otros relatos dan cuenta de la aparición del maíz o del maguey, a consecuencia del sacrificio de dioses de cuyos cuerpos proceden estas plantas.

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