lunes, 13 de mayo de 2013

El padre Hartley trae nuevamente los bateyes a escena en "El púlpito de la miseria", de Joana Socías


El padre Hartley trae nuevamente los bateyes a escena en "El púlpito de la miseria", de Joana Socías

El padre Hartley trae nuevamente los bateyes a escena en "El púlpito de la miseria", de Joana Socías
La autora Joana Socías y la abogada petromacorisana Noemí Méndez, sostienen un ejemplar del libro junto al padre Hartley
Casi siete años después de su salida forzosa del país, el padre anglo-español Christopher Hartley Sartorius sigue gravitando sobre la realidad social y humana de los bateyes azucareros. Ahora lo hace de la mano del libro En el púlpito de la miseria, escrito por la periodista mallorquina Joana Socías y presentado el pasado 3 de abril en Madrid.
Si acaso no corre la misma suerte de Memorias de una dama, de Santiago Roncagliolo, que no llegó a las librerías dominicanas por la supuesta y nunca desmentida oposición de la familia Barletta, En el púlpito de la miseria avivará el pasional fuego encendido por Hartley cuando siendo párroco en Los Llanos denunció entre 1997 y 2006 las infrahumanas condiciones de trabajo y vida de los cortadores de caña.
En una nota que precede al texto, la autora advierte que aunque se presente ataviada de novela, la historia que el lector tiene entre sus manos es real
En una nota que precede al texto, la autora advierte que aunque se presente ataviada de novela, la historia que el lector tiene entre sus manos es real. Bien escrito, con un notable dominio de la técnica narrativa, Socías discurre por los tortuosos caminos de una historia que a los ojos extranjeros deberá parecer ficción, de ahí la advertencia de que la viven personas, no personajes. Por momentos, también lo podrá parecer a los ojos dominicanos que nunca jamás han mirado hacia el batey o que se esconden tras el cristal de la obsecuencia del neonacionalismo antihaitiano.
En el púlpito de la miseria no es tibio sino ardiente. Inocultable es la admiración de Socías por la labor de Hartley y por el sacerdote mismo. En ocasiones parece un texto hagiográfico. Tal es la imagen de devoción y entrega que la autora presenta del sacerdote que llegó a Los Llanos desde la cosmopolita Nueva York, más aún, desde la burguesa parroquia de San Patricio, sin saber, según confiesa, cuánto cambiaría su vida para siempre. La miseria de los bateyes en los ingenios del Consorcio Vicinisobrepasaba a la que, convertido en devoto de la Madre Teresa de Calcuta y seguidor de ella por el mundo, pudo encontrar en los basureros de México, en las calles de Calcuta o, incluso, en los barrios pobres de Londres.
El libro tiene imprecisiones e incluso errores respecto a cuestiones que, sin embargo, no son fundamentales. Como el que atribuye al Partido de la Liberación Dominicana haber sido afín desde su fundación en 1973 “al poder económico que representaban los Vicini y otras grandes familias del país, como los Bonetti o los Brugal, según admitieron en su momento los padres fundadores del partido” (pág. 143). O como la historia del ingreso de Juan Pié a la República Dominicana, del que no se sabe a ciencia cierta si fue parte del contingente que todavía en esos años llegaba como parte del tráfico “legal” entre los Estados dominicanos y haitiano, o si tuvo que pagar a un buscón en la frontera (págs. 101 y 104). Pero esas son minucias.
Revivir el horror
Aunque al principio de libro Socías hace un paneo por la vida del sacerdote Hartley en Gode, Etiopía, donde ahora desarrolla su actividad misional, el libro, de 321 páginas, se centra en lo que pasó en los bateyes de los ingenios del Consorcio Vicini en Pedro de Macorís.
Socías enhebra con gran acierto narrativo la experiencia del sacerdote frente a la miseria infrahumana de los picadores de caña. Algunas de las situaciones mencionadas sobrecogen por su dramatismo; otras, quizá porque son situaciones límite, provocan la defensiva reacción de no aceptarlas como reales. Como la de Marta, comida por los ratones; o la de Roberta, la niña de mirada ausente que no podía cambiarse el raído y sucio vestido porque lo tenía adherido a las llagas. O la del cementerio particular de los matones al servicio del ingenio.
 Algunas de las situaciones mencionadas sobrecogen por su dramatismo; otras, quizá porque son situaciones límite, provocan la defensiva reacción de no aceptarlas como reales.
Decenas y decenas de páginas donde el batey, más allá de Hartley, levanta el dedo acusador.  Páginas por donde se pasean los retruécanos de abogados al servicio del consorcio alegando  la “trashumancia” de los picadores para justificar la ausencia del contrato de trabajo que amparara derechos. Las promesas incumplidas de mejorar la vida de los bateyes, la proclamada ignorancia de la familia Vicini de que en los propios predios los capataces cometían abusos inenarrables. Los tres años de relativa tregua entre Hartley y el Consorcio Vicini que terminó cuando, en un cambio de estrategia para forzar soluciones, el cura consiguió la publicación en el periódico El Mundo del reportaje “Un cura en el infierno”, calzado con la firma del periodista Idelfonso Olmedo.
“—Usted lo que quiere es hacerse famoso a costa de los pobres— dijoJuan Bautista (Vicini), que no había bajado un ápice el tono de su voz. Su semblante seguía acalorado y empezaban a brotar las primeras gotas de sudor en su rostro.
“—Yo me habré hecho famoso a su costa, pero tú te has ha hecho millonario. Ya verás, yo te haré famoso a ti muy a tu pesar— replicó el cura, de forma casi tan enigmática que solo un Vicini podía llegar a entenderlo”, escribe Socías reproduciendo un encuentro entre las partes tras la publicación del reportaje (pág. 203).
Lo que vendrá después es tratado con igual prolijidad por la autora de En el púlpito de la miseria. Cómo el batey comenzó a desperezarse; la campaña iracunda desatada contra el sacerdote, que en ocasiones intentó las vías de hecho, como cuando una turba apedreó la casa curial; las manifestaciones de neonacionalistas en “defensa” de Los Llanos y en contra del cura que quería “haitianizar” el país.
El clímax del libro corresponde a esta etapa posterior a su expulsión del país en que Hartley no ha cesado en el uso de sus contactos extranjeros para hacer conocer su visión de las cosa, llegando incluso a la radicación de una denuncia ante el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, amparada en el DR-CAFTA, que fuera admitida a trámite y produjo la visita de funcionarios estadounidenses para entrevistarse con los dueños del Consorcio Vicini.
La controversia
Repetimos: si el libro llegara a librerías dominicanas, avivará la incombustible hoguera encendida hace ya más de una década por el controversial cura católico, considerado por muchos como un intencional y gratuito difamador de la República Dominicana.
A ello contribuirá, sin duda alguna, la parcialidad del texto, en el que no aparecen las voces –salvo a través del propio Hartley— de otros protagonistas de los episodios que narra. En este aspecto, el libro cojea y se expone a ser añadido a la lista de recursos utilizados por el sacerdote para mantener su “campaña”.
No obstante estos ladeos, el libro de Socías vuelve a poner el dedo en un área neurálgica de la realidad social dominicana todavía insuficientemente debatida, pese a las alharacas que sigue provocando.

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