jueves, 9 de junio de 2016

El Mayor General Pupo Román,

Te gusta esta página · 5 de junio
 

El Mayor General Pupo Román, cuando era conducido preso y esposado, como sospechoso de haber participado en el asesinato de Trujillo. Elías Wessin y Wessin en la extrema derecha.

Cuando asesinaron al dictador Rafael L. Trujillo, el general José René Román Fernández (Pupo) tenía 56 años, de los cuales llevaba unos 30 en las filas del Ejército Nacional.


El Jefe siempre lo respaldó moral y económicamente y la última ayuda consistió en la entrega de 400 mil pesos en efectivo para que el militar saldara una deuda que tenía con el Banco Agrícola.

Pedro Livio Cedeño, uno de los participantes en el enfrentamiento con Trujillo resultó herido y desde la escena de los hechos fue trasladado a la clínica Internacional, en la avenida México, donde fue sometido a fuertes interrogatorios por miembros del temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM) donde llegó a mencionar directa o indirectamente el nombre del general Román Fernández.

Esto fue más que suficiente para que de inmediato los coroneles Roberto Figueroa Carrión y Johnny Abbes García convocaran una reunión urgente en el Palacio Nacional, que fue encabezada por los hermanos Héctor y Arismendy Trujillo, así como el alto mando militar.



Los resultados de los interrogatorios fueron entregados a Ramfis Trujillo tan pronto regresó al país procedente de Francia, quien instruyó a los servicios de investigación vigilar de manera continua los pasos del secretario de las FF.AA.

Desde que Pedro Livio habló, Román Fernández ordenó a los comandantes militares profundizar la cacería contra los conjurados en el complot y exterminarlos sin contemplación.

Al capitán Peña Rivera, jefe del SIM en Santiago, le comunico que se especulaba que Luis Amiama Tió estaba escondido en una residencia de la ciudad cibaeña y que procediera en consecuencia hasta capturarlo y eliminarlo de inmediato

El texto de la declaración de Pupo en el interrogatorio a que fue sometido por Ramfis en la base aérea de San Isidro, se reproduce a continuación:

Hace cosa de cinco meses, estando yo en mi finca, se presentó en ella Luis Amiama Tió. Me preguntó como iban las cosas del trabajo en mi propiedad. Le contesté que estaba endeudado con el Banco Agrícola, ya que había tomado prestado una gran cantidad de dinero para sembrar yerba para el ganado.

Entonces él (Amiama) me dijo que no fuera tonto, pues con el rango que yo tenía debía ser millonario.

Me dijo que tenía el encargo de participarme de parte de Juan Tomás Diaz, que un grupo estaba preparándose para secuestrar al jefe, y que yo era la persona señalada para presidir la junta civico-militar que ellos formarían.

Por otra parte, me aseguró que estaban en contacto con el gobierno norteamericano a través de un agente del CIA, quien se hacia pasar como propietario de un supermercado y que los norteamericanos habían dado su reconocimiento para que yo fuera el próximo presidente.

Le dije a Luis Amiama que necesitaba unos dias para pensarlo. Quince días más tarde, en una fiesta, me encontré con Juan Tomás Diaz, quien me dijo: te felicito.

Al preguntarle yo el por qué, me respondió que seria yo el próximo presidente del país, pues el había estado hablando con Jack Benneti, cónsul norteamericano éste le había dicho que el departamento de Estado había aceptado mi candidatura.

Cuando salí a conversar con Luis Amiama Tió, este me mencionó el plan para matar al generalísimo, a lo que yo me opuse. Me comprometí a actuar cuando me entregaran a Trujillo capturado.

Con mucho tiempo de antelación, fui realizando cambios en el seno de las Fuerzas Armadas partiendo de hombres de mi confianza en puestos claves, aunque ninguno de ellos tenía idea del por qué de los cambios.

Era algo bastante complicado y tenía que estar muy bien hecho. Sin embargo, no tenía conocimiento de cuando iba a efectuar la captura del jefe, por consiguiente, fui el primer sorprendido cuando me enteré de su muerte, pues lo que yo esperaba era su captura para expulsarlo del país, donde la situación, a causa de las sanciones diplomáticas y económicas, era ya insostenible.


La ultima vez que ví a Luis Amiama Tió fue el día de mi cumpleaños, en el cual celebré una fiesta en mi finca.

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