lunes, 2 de febrero de 2015

LOS AREÍTOS







Historia Dominicana en Gráficas
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LOS AREÍTOS

Los areí­tos eran las ceremonias de los aborígenes antillanos en las que se conmemoraban hechos pasados de la tribu o victorias recientes, siendo un importante modo de conservar y transmitir sus propias costumbres. Eran de carácter colectivo y ceremonial y en el mismo participaban todos los integrantes de la comunidad indígena. Se podía participar de dos maneras: tan solo como observador o como participantes en las danzas rituales.

Transcribimos este escrito del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, en la cuál nos cuenta con detalle como eran estos areí­tos:

“Tenían estas gentes una buena é gentil manera de memorar las cosas pasadas y antiguas; y esto era en sus cantares y bailes, que ellos llaman areíto, que es lo mismo que nosotros llamamos bailar cantando. E igual areíto hacían de esta manera. Cuando quería tener placer, celebrando entre ellos alguna notable fiesta, o sin ella por su pasatiempo, juntábanse muchos indios e indias (algunas veces los hombres solamente, y otras veces las mujeres por sí­); y en las fiestas generales, así como por una victoria o vencimiento de los enemigos, o casándose el cacique o rey de la provincia, ó por otro caso en que el placer fuese comúnmente de todos, para que hombres y mujeres se mezclasen. Es por más extender su alegría y regocijo, tomábanse de las manos algunas veces, y también otras tratábanse brazo con brazo ensartados, o asidos muchos en rengle (o en coro así mismo), y uno de ellos tomaba el oficio de guiar (ora fuese hombre ó mujer), y aquel daba ciertos pasos adelante y atrás, a manera de un contrapás muy ordenado, y lo mismo (y en el instante) hacen todos, y así andan en torno, cantando en aquel tono alto y bajo que la guía los entones, y como lo hace y dice, muy medida y concertada la cuenta de los pasos con los versos o palabras que cantan. Y así como aquel dice, la multitud de todos responde con los mimos pasos, y palabras, y orden;y en tanto que le responden, la guía calla, aunque no cesa de andar el contrapás. Y acabada la respuesta, que es repetir o decir lo mismo que el guiador dijo, procede en continente, sin intervalo, la guía a otro verso y palabras, que el coro y todos tornan a repetir; es así, sin cesar, les dura esto tres o cuatro horas y más, hasta que el maestro o guiador de la danza acaba su historia; y a veces les dura un día hasta otro.

Algunas veces junto con el canto mezclan un alambor, que es hecho en un madero redondo, hueco, concavado, y tan grueso como un hombre y más o menos, como lo quieren hacer; é suena como los alambores sordos que hacen los negros; pero no le ponen cuero, sino unos agujeros y rayos que trascienden a lo hueco, por do rebomba de mala gracia. Es así, con aquel mal instrumento con sin él, en su cantar dicen sus memorias e historias pasadas, y en estos cantores relatan de la manera que murieron los caciques pasados, y cuántos y cuáles fueron, y otras cosas que ellos quieren que no se olviden. Algunas veces se remudan aquellas guías o maestros de la danza; y mudando el tono y el contrapase, prosigue en la misma historia, o dice otra, en el mismo son u otro.

Esta manera de baile parece algo a los cantares y danzas de los labradores, cuando en algunas partes de España en verano con los panderos hombres y mujeres se solazan; y en Flandes he yo visto la mesma forma de cantar, bailando hombres y mujeres en muchos coros, respondiendo a uno que los guía o se anticipa en el cantar, según es dicho. En el tiempo que el comendador mayor don Frey Nicolás de Ovando gobernó esta isla, hizo un areíto ante él, Anacaona, mujer que fue del cacique o rey Caonabo, la cual era gran señora; y andaban en la danza más de trescientas doncellas, todas criadas suyas, mujeres por casar; porque no quiso que hombre ni mujer casada (o que hubiese conocido varón) entrasen en la danza o areíto. Así que tornando a nuestro propósito, esta manera de cantar en esta y en las otras islas (y aun en mucha parte de la Tierra Firme) es una efigie de historia o acuerdo de las cosas pasadas, así de guerras como de paces, porque con la continuación de tales cantos no se les olviden las hazañas y acontecimientos que han pasado. Y estos cantares les quedan en la memoria, en lugar de libros de su acuerdo; y por esta forma recitan las genealogí­as de sus caciques y reyes o señores que han tenido, y las obras que hicieron, y los malos o buenos temporales que han pasado o tienen; y otras cosas que ellos quieren que a chicos y grandes se comuniquen y sean muy sabidas e fijamente esculpidas en su memoria. Y para este efecto continúan estos areítos, porque no se olviden, en especial las famosas victorias por batallas.

[…] En tanto que duran estos sus cantares y los contrapases o bailes, andan otros indios e indias dando de beber a los que danzan, sin separar alguna al beber, sino meneando siempre los pies y tragando lo que les dan. Y esto que beben son ciertos brebajes que entre ellos se usan, y quedan, acabada la fiesta, los más dellos y dellas embriagados y sin sentido, tendidos por tierra muchas horas. Y asií como alguno cae beodo, le apartan de la danza y prosiguen los demás; de forma que la misma borrachera es la que da conclusión al areíto. Esto cuando el areíto es solemne y hecho en bodas o mortuorios o por una batalla, o señalada victoria y fiesta; porque otros areítos hacen muy a menudo, sin emborracharse. Es así, unos por este vicio, otros por aprender esta manera de música, todos saben esta forma de historiar, y algunas veces se inventan otros cantares y danzas semejantes por personas que entre los indios están tenidos por discretos y de mejor ingenio en tal facultad.”

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