Caamaño: Héroes y antihéroes (II)
No se puede decir que Caamaño no se
detuvo a dialogar con los compañeros en Cuba, que fue un simple y brutal
guardia impositivo. Era guardia y era impositivo, pero nadie puede
negar que dedicó muchas horas en circunstancias muy duras a convencer a
la gente acerca de un proyecto titánico, demasiado grande y ambicioso
para muchos de los antihéroes que tuvimos la suerte y el privilegio de
encontrarnos con ese hombre en ese camino heroico.
Con Caamaño pasaban dos cosas. Primero, estaba consciente de su condición de héroe de la guerra de abril, lo cual le daba el derecho a encabezar la continuación de la guerra. Él no negociaba esa principalía, por eso y porque se sentía capaz de ser el líder de ese proyecto. Segundo, cuando alguien llegaba a un acuerdo con él, había que cumplirlo, no era un asunto de discutir y devolverse. Esas fueron dos cuestiones que estuvieron claras desde su llegada a Cuba en 1967.
Enero de 1968 le llegó a Caamaño acompañado de los primeros hombres que debían formar el ejército revolucionario, los compañeros que procedían de la organización 14 de junio, cuyo líder era Amaury (Germán Aristy), a quien conoció siendo apenas un mozalbete en la guerra de abril y que desde entonces apreció por su valentía, arrojo y sentido de compromiso de lucha, y que al reencontrarse en Cuba, se abrazaron evocando aquellos tiempos gloriosos y las dificultades que heredaron y que los hicieron juntarse de nuevo en tierras cubanas.
Luego, Amaury se brindó sin dificultad ninguna a participar en el proyecto revolucionario, para lo cual se había preparado en Cuba meses antes de la llegada de Caamaño junto a un grupo de catorcistas que estaba bajo su orientación y mando.
En ese grupo, además de Amaury, se destacaba Eberto Lalane José, un señor que impactó a Caamaño desde que lo vio, por su situación física y sobre todo, por la historia que tenía detrás, la cual él conocía previamente, en parte gracias a las informaciones de los cubanos, pero que conoció verdaderamente de sus propios palabras cuando le contó todo lo relacionado con la bomba que le explotó en el palacio de justicia de Ciudad Nueva y que le provocó las heridas y mutilaciones que hoy enseña como signo de un militante corajudo, decidido y dispuesto a todo lo que sea por la lucha del pueblo, como se lo manifestó cuando se entrevistó con él, poniéndose incondicionalmente al servicio de la causa a la cual Caamaño convocaba.
En ese grupo también estaba Mario Galán, un desconocido maestrito de escuela, un campesino del Cibao, pero que le impresionó tanto como Amaury y Lalané José, sobre todo por su sinceridad y humildad.
A esos tres hombres, junto a otros liderados por Amaury, llamó el grupo A y con ellos, sus primeros hombres, una escuadra apenas, se dio el primer baño de entrenamiento, en los primeros días de enero de 1968. Apoyados por los cubanos fueron numerosos los ejercicios militares que esos hombres experimentaron durante ese año, pero sobre todo, Caamaño se dedicó a conocerlos y a compenetrarse con ellos.
Con ese primer grupo se empleó mucho en el aspecto político, dándole conferencias, charlas, hablando con cada uno de ellos sobre los objetivos del movimiento y sobre la situación general del país, leyendo libros y yendo al cine a ver películas revolucionarias como una que vieron sobre los combatientes yugoeslavos durante la segunda guerra mundial.
Con una parte de ellos, meses después, se inició los preparativos para la resistencia urbana en Santo Domingo. Concretamente con Amaury, quien la encabezaría y a quien le propuso la formación de dos células, para empezar, de los Comandos de Resistencia Armada (CORA), nombre con el que bautizó esa organización, y con Ulises Cerón Polanco.
Hubo una conversación aparte con Ulises, a quien le amplió las informaciones y le hizo recomendaciones sobre los métodos organizativos, tratando todo lo relacionado con su misión, precisando claramente los objetivos de golpear al imperialismo yanqui en sus empresas y sus organismos de penetración, así como directamente a sus agentes. Para comunicarse con él desde el país, Amaury y Ulises recibieron un cursillo de dos semanas sobre escritura invisible y sobre claves.
Con el resto de ese primer grupo y otros hombres que se incorporaron, el entrenamiento efectivo, continuo y de verdad, se inició un año después ya en el campamento de Las Dolores, el veintisiete de enero de mil novecientos sesentinueve cuando se tocó diana a las cinco y cuarenticinco de la mañana, a partir de la cual comenzó una larga jornada desde las ocho a las dieciocho horas, efectuando el entrenamiento individual del combatiente, lo que traducido, quiere decir arrastrarse por el suelo, avanzar por saltos, efectuar asaltos rápidos a posición enemiga simulada etc, hasta terminar todos los ejercicios luego de lo cual regresamos al campamento con la infausta circunstancia de que el compañero Lalané José se golpeó el codo izquierdo de su brazo mutilado, los demás bien, un poco agotados o estropeados, si se quiere.
En cuanto a Caamaño, en ese primer entrenamiento le fue muy bien, tanto que le dio por recordar su ingreso a la Marina de Guerra en el año 1949, o 20 años atrás, cuando recibió ese mismo entrenamiento, que aquella vez consideró brutal y estúpida la rigidez y dureza pero que, en 1969, cada golpe, rasguño, etc., era una forma de enfrentar al enemigo con las armas en la mano y acercarse más a la liberación del pueblo.
Con los hombres de ese primer grupo, los de Amaury, todo marchó muy bien, salvo por algunos contratiempos que surgieron después con Ulises, La Chuta, Pedrito y Pablito, a pesar de que les dio tratamiento constante. En esa ocasión se deshizo de ellos, aunque luego se integraron en Santo Domingo a los Comandos de la Resistencia, porque intentaron discutir acerca de la línea política de alianza con organizaciones como el PRD y otros asuntos que solo atañían al mando.
También porque luego de comprometerse con Caamaño creyeron que estaban en un partidito de izquierda y que había que discutirlo todo, y por eso los metió preso, le dijo a los cubanos que se los llevaran y los encarcelaran hasta que él saliera del país, para que aprendieran a comportarse como hombres dando su palabra y cumpliéndola hasta el final.
Esa situación estalló el doce de octubre de mil novecientos sesentiocho cuando se hizo evidente un malestar entre los compañeros, lo cual los llevó a conspirar en contra del mando. Tuvieron la indecisión de plantear a Caamaño sus opiniones sobre las tareas a realizar y otros asuntos, se confabularon y formaron un grupo entre ellos para tratar de presionarle, lo cual él no aceptó.
Caamaño se enteró de ese hecho porque Lalane José lo puso al corriente. Lalane José le informó también que había discutido con esos compañeros y les había planteado lo negativo de su actitud por su falta de confianza en Caamaño y su forma negativa de canalizar los problemas. Caamaño a su vez conversó con ellos, con Pedro en particular, quien le planteó un conjunto de reclamos y problemas, tales como el tiempo de permanencia en Cuba.
Ese grupo estaba desesperado. Le faltaba mística, no confiaba en la organización, no había respetado las condiciones en base a las cuales el grupo de Amaury se había unido a Caamaño. Y, sobre todo, el acuerdo que Caamaño llevaba a cabo con el PCD, era inaceptable, improcedente, pues suponían que Caamaño había incurrido con ese acuerdo en una gran desviación, al tenerlo como algo fundamental.
Esa era la cara represiva y autoritaria de Caamaño, lo cual no le resta su condición heroica. No había gente más autoritaria que Fidel en la Sierra Maestra, o que cualquier héroe conocido como Máximo Gómez. Todo aquel que participe en una organización militar está expuesto a esas lamentables consecuencias.
Pero en cuanto a Amaury, a quien designó como su segundo en mando en la organización revolucionaria y que luego destinó a dirigir los trabajos de la resistencia urbana en Santo Domingo a través de los Comandos de la Resistencia, todo resultó muy bien en aquella época. Lo mismo se puede decir en relación con Lalané José y Mario Galán, quienes se quedaron en Cuba. En ellos encontró el soporte fundamental para sus planes.
En esos tres hombres tenemos a tres héroes que acompañaron a Caamaño desde el inicio, y que como él se inmolaron por los más nobles ideales. La única diferencia es, con desavenencia o no entre ellos, que Amaury cayó en Las Américas y los demás en las montañas de Ocoa.
matosmoquete@hotmail.com
En ese grupo, además de Amaury, se destacaba Eberto Lalane José, un señor que impactó a Caamaño.
Con Caamaño pasaban dos cosas. Primero, estaba consciente de su condición de héroe de la guerra de abril, lo cual le daba el derecho a encabezar la continuación de la guerra. Él no negociaba esa principalía, por eso y porque se sentía capaz de ser el líder de ese proyecto. Segundo, cuando alguien llegaba a un acuerdo con él, había que cumplirlo, no era un asunto de discutir y devolverse. Esas fueron dos cuestiones que estuvieron claras desde su llegada a Cuba en 1967.
Enero de 1968 le llegó a Caamaño acompañado de los primeros hombres que debían formar el ejército revolucionario, los compañeros que procedían de la organización 14 de junio, cuyo líder era Amaury (Germán Aristy), a quien conoció siendo apenas un mozalbete en la guerra de abril y que desde entonces apreció por su valentía, arrojo y sentido de compromiso de lucha, y que al reencontrarse en Cuba, se abrazaron evocando aquellos tiempos gloriosos y las dificultades que heredaron y que los hicieron juntarse de nuevo en tierras cubanas.
Luego, Amaury se brindó sin dificultad ninguna a participar en el proyecto revolucionario, para lo cual se había preparado en Cuba meses antes de la llegada de Caamaño junto a un grupo de catorcistas que estaba bajo su orientación y mando.
En ese grupo, además de Amaury, se destacaba Eberto Lalane José, un señor que impactó a Caamaño desde que lo vio, por su situación física y sobre todo, por la historia que tenía detrás, la cual él conocía previamente, en parte gracias a las informaciones de los cubanos, pero que conoció verdaderamente de sus propios palabras cuando le contó todo lo relacionado con la bomba que le explotó en el palacio de justicia de Ciudad Nueva y que le provocó las heridas y mutilaciones que hoy enseña como signo de un militante corajudo, decidido y dispuesto a todo lo que sea por la lucha del pueblo, como se lo manifestó cuando se entrevistó con él, poniéndose incondicionalmente al servicio de la causa a la cual Caamaño convocaba.
En ese grupo también estaba Mario Galán, un desconocido maestrito de escuela, un campesino del Cibao, pero que le impresionó tanto como Amaury y Lalané José, sobre todo por su sinceridad y humildad.
A esos tres hombres, junto a otros liderados por Amaury, llamó el grupo A y con ellos, sus primeros hombres, una escuadra apenas, se dio el primer baño de entrenamiento, en los primeros días de enero de 1968. Apoyados por los cubanos fueron numerosos los ejercicios militares que esos hombres experimentaron durante ese año, pero sobre todo, Caamaño se dedicó a conocerlos y a compenetrarse con ellos.
Con ese primer grupo se empleó mucho en el aspecto político, dándole conferencias, charlas, hablando con cada uno de ellos sobre los objetivos del movimiento y sobre la situación general del país, leyendo libros y yendo al cine a ver películas revolucionarias como una que vieron sobre los combatientes yugoeslavos durante la segunda guerra mundial.
Con una parte de ellos, meses después, se inició los preparativos para la resistencia urbana en Santo Domingo. Concretamente con Amaury, quien la encabezaría y a quien le propuso la formación de dos células, para empezar, de los Comandos de Resistencia Armada (CORA), nombre con el que bautizó esa organización, y con Ulises Cerón Polanco.
Hubo una conversación aparte con Ulises, a quien le amplió las informaciones y le hizo recomendaciones sobre los métodos organizativos, tratando todo lo relacionado con su misión, precisando claramente los objetivos de golpear al imperialismo yanqui en sus empresas y sus organismos de penetración, así como directamente a sus agentes. Para comunicarse con él desde el país, Amaury y Ulises recibieron un cursillo de dos semanas sobre escritura invisible y sobre claves.
Con el resto de ese primer grupo y otros hombres que se incorporaron, el entrenamiento efectivo, continuo y de verdad, se inició un año después ya en el campamento de Las Dolores, el veintisiete de enero de mil novecientos sesentinueve cuando se tocó diana a las cinco y cuarenticinco de la mañana, a partir de la cual comenzó una larga jornada desde las ocho a las dieciocho horas, efectuando el entrenamiento individual del combatiente, lo que traducido, quiere decir arrastrarse por el suelo, avanzar por saltos, efectuar asaltos rápidos a posición enemiga simulada etc, hasta terminar todos los ejercicios luego de lo cual regresamos al campamento con la infausta circunstancia de que el compañero Lalané José se golpeó el codo izquierdo de su brazo mutilado, los demás bien, un poco agotados o estropeados, si se quiere.
En cuanto a Caamaño, en ese primer entrenamiento le fue muy bien, tanto que le dio por recordar su ingreso a la Marina de Guerra en el año 1949, o 20 años atrás, cuando recibió ese mismo entrenamiento, que aquella vez consideró brutal y estúpida la rigidez y dureza pero que, en 1969, cada golpe, rasguño, etc., era una forma de enfrentar al enemigo con las armas en la mano y acercarse más a la liberación del pueblo.
Con los hombres de ese primer grupo, los de Amaury, todo marchó muy bien, salvo por algunos contratiempos que surgieron después con Ulises, La Chuta, Pedrito y Pablito, a pesar de que les dio tratamiento constante. En esa ocasión se deshizo de ellos, aunque luego se integraron en Santo Domingo a los Comandos de la Resistencia, porque intentaron discutir acerca de la línea política de alianza con organizaciones como el PRD y otros asuntos que solo atañían al mando.
También porque luego de comprometerse con Caamaño creyeron que estaban en un partidito de izquierda y que había que discutirlo todo, y por eso los metió preso, le dijo a los cubanos que se los llevaran y los encarcelaran hasta que él saliera del país, para que aprendieran a comportarse como hombres dando su palabra y cumpliéndola hasta el final.
Esa situación estalló el doce de octubre de mil novecientos sesentiocho cuando se hizo evidente un malestar entre los compañeros, lo cual los llevó a conspirar en contra del mando. Tuvieron la indecisión de plantear a Caamaño sus opiniones sobre las tareas a realizar y otros asuntos, se confabularon y formaron un grupo entre ellos para tratar de presionarle, lo cual él no aceptó.
Caamaño se enteró de ese hecho porque Lalane José lo puso al corriente. Lalane José le informó también que había discutido con esos compañeros y les había planteado lo negativo de su actitud por su falta de confianza en Caamaño y su forma negativa de canalizar los problemas. Caamaño a su vez conversó con ellos, con Pedro en particular, quien le planteó un conjunto de reclamos y problemas, tales como el tiempo de permanencia en Cuba.
Ese grupo estaba desesperado. Le faltaba mística, no confiaba en la organización, no había respetado las condiciones en base a las cuales el grupo de Amaury se había unido a Caamaño. Y, sobre todo, el acuerdo que Caamaño llevaba a cabo con el PCD, era inaceptable, improcedente, pues suponían que Caamaño había incurrido con ese acuerdo en una gran desviación, al tenerlo como algo fundamental.
Esa era la cara represiva y autoritaria de Caamaño, lo cual no le resta su condición heroica. No había gente más autoritaria que Fidel en la Sierra Maestra, o que cualquier héroe conocido como Máximo Gómez. Todo aquel que participe en una organización militar está expuesto a esas lamentables consecuencias.
Pero en cuanto a Amaury, a quien designó como su segundo en mando en la organización revolucionaria y que luego destinó a dirigir los trabajos de la resistencia urbana en Santo Domingo a través de los Comandos de la Resistencia, todo resultó muy bien en aquella época. Lo mismo se puede decir en relación con Lalané José y Mario Galán, quienes se quedaron en Cuba. En ellos encontró el soporte fundamental para sus planes.
En esos tres hombres tenemos a tres héroes que acompañaron a Caamaño desde el inicio, y que como él se inmolaron por los más nobles ideales. La única diferencia es, con desavenencia o no entre ellos, que Amaury cayó en Las Américas y los demás en las montañas de Ocoa.
matosmoquete@hotmail.com
En ese grupo, además de Amaury, se destacaba Eberto Lalane José, un señor que impactó a Caamaño.
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