lunes, 23 de junio de 2014

La historia no contada del 1ro. de mayo

La historia no contada del 1ro. de mayo

Por Dálida Acosta.
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En 1889, por acuerdo del Congreso Internacional Obrero Socialista se instauró el 1ro de mayo como el “Día Internacional de los Trabajadores”.

Hoy, 1ro de mayo, conmemoramos las luchas que desde hace aproximadamente dos siglos han realizado y siguen realizando los trabajadores y trabajadoras del mundo en contra de la explotación a la cual el sistema capitalista les somete.

Desde Justicia Global hacemos un llamado a rescatar la memoria histórica de la lucha organizada de los trabajadores y trabajadoras del mundo; y a que conmemoremos este día luchando con la misma rabia e indignación con la que nuestros predecesores se opusieron a este sistema de explotación y dominación, que enriquece a unos cuantos a costa de los trabajadores y trabajadoras.

Te invitamos a leer “La Historia no contada del 1ro. de mayo”….


LA HISTORIA NO CONTADA DEL 1RO DE MAYO

A principios del siglo XIX, tanto en Europa como en Estados el proceso de revolución industrial, que se había iniciado a mitad del siglo anterior, había tenido como consecuencia el nacimiento del capitalismo industrial, que propiciaba la emergencia fábricas y que multiplicaba sus ganancias a partir de la extensión de la jornada laboral. En estas fábricas se les exigía trabajar hasta dieciséis horas diarias, durante seis días a la semana, incluso a niños y niñas, la mayoría de las veces en jornadas de trabajo muy pesadas, y precarias condiciones de salubridad.

Ya para mediados del siglo XIX, se había intensificado la lucha de la clase trabajadora por la reducción de la jornada laboral. En Europa, la I Internacional había acordado en el Congreso de Ginebra, en 1866, agitar mundialmente por la jornada de trabajo de 8 horas. Además, en Estados Unidos en 1867, en el Congreso Obrero de los Estados de Este se dedicó gran parte de los debates a la jornada de 8 horas.

En varios países de Europa se empezaban a ceder ante las demandas de los trabajadores y trabajadoras. Sin embargo en Estados Unidos, la reivindicación de las 8 horas llevó más tiempo. No fue hasta 1868 que la clase obrera estadounidense logró que el gobierno aceptara la reducción de la jornada laboral cuando el presidente de ese entonces Andrew Johnson dictó la Ley Ingersoll, que estableció la jornada laboral de 8 horas para los empleados de las oficinas federales y a los trabajadores de obras públicas. Pero a pesar de esto, dicha ley no era cumplida al 100% debido a que había fuertes oposiciones, y los empresarios privados seguían sometiendo a sus empleados a jornadas laborales de 12 y 14 horas diarias.

Para 1873, la crisis pegó a la economía estadounidense, provocando masivos despidos y empeorando las condiciones para los trabajadores. En esos momentos, la demanda por una reducción de la jornada de trabajo se volvió más fuerte, y se presentó como una alternativa de aumentar la demanda de trabajo.

En 1877, se dio una gran huelga ferroviaria, cuando los dueños de los ferrocarriles en Pittsburgh comunicaron a los trabajadores una reducción en su salario de un 10% con el argumento de que las empresas estaban perdiendo dinero por la crisis. Los propietarios ya les habían reducido el salario en un 25% desde hacía 4 años atrás a estos trabajadores para salvar sus ganancias. Por lo que este comunicado provocó el levantamiento de una huelga general que se extendió a 17 estados.

Los dueños de los ferrocarriles consiguieron el apoyo del gobierno para que el Ejército reprimiera a los huelguistas, que tenían como una de sus demandas la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas. Trabajadores en Pittsburgh, Saint Lous, Mississippi y otras ciudades fueron sangrientamente reprimidos.
Para este momento la lucha se había vuelto tan violenta, que la burguesía contrató grupo de civiles armado para proteger sus bienes, las llamadas bandas armadas anti-obreras. Una de las más famosas de estas bandas fue la de los hermanos Pinkerton, estos proporcionaban bandas armadas, espías, provocadores y asesinos a sueldo. Las autoridades hicieron caso omiso de la existencia de estas bandas criminales, y hasta borraban los antecedentes penales de sus integrantes.

En 1881 se funda la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL, por sus siglas en inglés), que reunía varias organizaciones sindicales, y a través de la cual se exigía un cumplimiento riguroso de la jornada de 8 horas para los trabajadores de obras públicas, y que se extendiera el beneficio de las 8 horas a todos los trabajadores, sin distinción de sexo o edad.

En noviembre de 1884, se reúne en Chicago el IV Congreso de la AFL, y se propone iniciar los preparativos para una huelga general el 1ro de mayo de 1886, esta decisión estaba fortalecida por la experiencia internacional del movimiento obrero en aquella época, sobre todo del movimiento sindicalista inglés.

Es en ese momento, cuando el movimiento sindicalista que antes había estado fragmentado, acuerda llevar como demanda única y concertada la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas a través de una huelga general. El 1ro de mayo de 1886 estalló en Estados Unidos la huelga general por la jornada de 8 horas, según algunas fuentes, más de 5,000 fábricas fueron cerradas y 340,000 trabajadores salieron a las calles a manifestarse.

También señala que alrededor de 125.000 obreros conquistaron la jornada de 8 horas el mismo 1° de mayo, a final de mes fueron unos 200.000, y antes que terminara el año, un millón.

Sin embargo, en Chicago, los acontecimientos tomaron otro giro. En este estado las condiciones de pobreza de los trabajadores y trabajadoras eran peores; trabajaban 13 y 14 horas diarias. Allí la empresa McCormik, había estado reprimiendo, a través de rompehuelgas contratados, a sus trabajadores, quienes se habían levantado en huelga desde febrero de ese mismo año. Con el estallido de la huelga general el 1ro de mayo, la fábrica McCormik seguía funcionando con la ayuda de los rompehuelgas, provocando choques entre los demás trabajadores de la ciudad y estos. Al día siguiente, el ambiente se había encendido cuando 50,000 huelguistas que se habían manifestado en el centro de Chicago, fueron violentamente reprimidos por la policía. El 3 de mayo, se realizó una nueva manifestación, ahora frente a la fábrica McCormik, esta fue organizada por la Unión de los Trabajadores de la Madera, la manifestación fue reprimida por los rompehuelgas y por la policía, esta última disparó sobre la multitud dejando 6 muertos y varios heridos.

A raíz de este suceso, varios dirigentes socialistas y anarquistas convocaron a una gran concentración de protesta el 4 de mayo en la Plaza Haymarket a las 4 de la tarde. Ese día se reunieron alrededor de 15 mil personas para manifestarse en contra de la represión brutal hacia los trabajadores en McCormik. Antes que terminara el mitín, cuando ya quedaban unos miles, debido a que se habían retirado algunos por la lluvia, 180 policías avanzaron sobre los manifestantes, ordenando terminar el mitin de inmediato, y cuando los policías habían tomado posición para disparar, de la muchedumbre alguien lanzó una bomba del tamaño de una naranja hacia los policías. Luego del estruendo, los policías se reorganizaron y dispararon contra la multitud, matando 38 obreros y dejando otros 115 heridos. Mientras que la explosión solo dejó un saldo de 7 muertos en la policía.

Los grupos empresariales utilizaron este hecho, y movieron sus influencias en la policía y en los departamentos de justicia para implicar en un juicio de “conspiración de homicidio” a 8 dirigentes y/o miembros de organizaciones socialistas y anarquistas quiénes habían participado en la convocatoria al mitin. Estos eran: August Spies, Michael Shwab, Oscar Neebe, Adolf Fischer, Louis Lingg, George Engel, Samuel Fielden y Albert Parsons.

El juicio a estos 8 hombres estuvo viciado por la selección de un jurado que diera garantía de tener prejuicios anti-socialistas, anti-anarquistas, anti-obreros, además de la fabricación de pruebas, la compra de testigos, entre otras acciones corruptas.

El fiscal representante del Estado de Illinois, el Sr. Grinnel no pudo probar la participación directa en el delito que se les imputó, sin embargo se sentenciaron injustamente a los acusados. El 20 de agosto de 1886 se dictó el veredicto del jurado, se condeno a muerte a Spies, Shwab, Lingg, Engel, Fielden, Parsons y Fischer, y a 15 años de trabajos forzados a Oscar Neebe.

Luego de la sentencia se produjeron grandes movilizaciones populares en todos los Estados Unidos, y en algunos países de Europa, con el objetivo de lograr anular la sentencia. La noche antes de la ejecución, Lingg se suicidó, y el gobernador de Illinois substituyó la pena de muerte de Schwab y Fielden por la de cadena perpetua.

El 11 de noviembre de 1887 fueron ejecutados en la horca, Engel, Spies, Parsons y Fischer. Las últimas palabras de Spies fueron: “La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.

En 1889, por acuerdo del Congreso Internacional Obrero Socialista se instauró el 1ro de mayo como el “Día Internacional de los Trabajadores”.

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