Las voces de la guerra: el sitio de Leningrado
27 de enero de 2014
Con motivo del 70º aniversario de la retirada del sitio de
Leningrado, Rusia Hoy publica los documentos más veraces de los hechos:
los diarios de los ciudadanos. Esta antología recoge algunas historias
sobre una de las tragedias más terribles de la Segunda Guerra Mundial
contadas por sus testigos. Algunos de ellos no consiguieron sobrevivir.
8 de septiembre. Elena Mújina,
estudiante del último curso de instituto (17 años):
Hoy han anunciado por primera vez: “Bombardeo
de aviones alemanes sobre Leningrado”. Parece ser que nos ha atacado un grupo
de aviones enemigos y en el primer bombardeo han lanzado bombas incendiarias en
varias zonas. Ha habido algunos incendios en edificios de viviendas y almacenes
que se han venido abajo rápidamente. (Bueno, “rápidamente”, han estado cinco
horas ardiendo)…
Las tropas nazis sitiaron la ciudad de
Leningrado a principios del otoño de 1941 y no se levantó completamente
hasta el 27 de enero de 1944. Durante 900 días la población civil
resistió heroicamente, en uno de los episodios más duros de la Segunda
Guerra Mundial. Murieron al menos 641.000 personas (algunas estimaciones
cifran los muertos más cerca de los 800.000). Muchos de ellos fueron
enterrados en fosas comunes en diferentes cementerios, la mayor parte de
ellos en el Cementerio de Piskariovskoye, que albergó a unas 500.000
personas y se ha convertido en un recuerdo eterno de las hazañas
heroicas de la ciudad.
Han dañado muchos edificios. Los dispositivos militares no han
sufrido ningún daño. Ahora son las 9 de la mañana. Acaba de terminar una pequeña alarma. Y es raro, hacía ya tiempo
que había sonado el toque de final de alarma y yo seguía oyendo claramente el
ruido de los aviones y algunos disparos de las baterías antiaéreas.
3 de octubre de 1941. Elena Skriábina,
profesora de Literatura rusa (35 años):
Ración de pan: 125 gramos para empleados y
dependientes, 250 gramos para los obreros. Nuestra ración (125 gramos) es una
pequeña rebanada como para un bocadillo. Ahora hemos empezado a repartir
nuestro pan con todos los vecinos, todos quieren compartir su ración. Por
ejemplo, mi madre intenta partir su mendrugo en tres partes. Yo me como mi
ración entera por la mañana con el café: por lo menos, para tener algo de
fuerza al comienzo del día e ir a hacer cola o conseguir algo intentando
cambiar alguna cosa. En la segunda mitad del día ya me quedo completamente sin
fuerzas, sólo puedo quedarme tumbada en la cama.
12 de noviembre de 1941. Skriábina:
He ido a ver a una amiga que me ha invitado a
uno de sus nuevos descubrimientos culinarios: caldo de cinturones de piel. He
aquí la receta: se hierven los cinturones de piel de cerdo y se prepara algo
parecido a una gelatina. ¡El resultado es imposible de describir! Es de un
color amarillento, huele de forma realmente asquerosa. A pesar del hambre que
tenía, no pude tragar ni una cucharada, se me atragantaba. Mis amigos se
sorprendieron de la repulsión que me provocaba, ya que ellos se alimentan de
eso todo el tiempo.
23 de diciembre de 1941. Klavdia
Naumovna, médica de un hospital de Leningrado:
Han comenzado a llegar muchos enfermos y
personas desnutridas y tenemos mucho trabajo. ¡Si supieras las terribles
escenas que nos vemos obligados a presenciar aquí! No son personas, son
esqueletos, con la piel seca, de un color horrible. Han perdido un poco el
conocimiento, algunos vienen como atontados. Y no tienen fuerza para nada. Hoy
he visitado a uno que ha llegado por sus propios medios y a las dos horas ha
muerto. Y en la ciudad mucha gente muere de hambre. Hoy una compañera ha
enterrado a su padre, también muerto de desnutrición. Me ha contado que el
cementerio y sus alrededores son un lugar horrible: ves a gente yendo y
viniendo cargando cadáveres.
25 de diciembre de 1941. Mújina:
¡Qué felicidad, qué felicidad! Quiero gritar con todas mis
fuerzas. ¡Dios mío, qué felicidad! ¡Nos han aumentado la ración de pan! Y vaya, qué diferencia: de
125 gramos a 200 gramos. Los empleados y dependientes 200 gramos y los obreros
350 gramos. Esto es la salvación, ya que estos últimos días todos nos habíamos
debilitado bastante, apenas se nos movían las piernas. Y ahora, ahora mamá y
Aka sobrevivirán. Y esto es sólo el principio. Ahora todo empezará a ir mejor.
6 de enero de 1942. Liubov Shaporina, artista fundadora del primer
Teatro de Marionetas soviético:
Esta mañana he ido al trabajo, las piernas me
temblaban. En el hospital había mucho trabajo. Cuatro inyecciones a
pacientes
moribundos que habían sido operados, he caminado arriba y abajo, tras lo
cual
me he ido a casa como he podido. Al llegar, me he metido en la cama. Se
me está
acabando la voluntad y la vida. Me duele el corazón. ¿Acaso no
aguantaré? <…> Por las calles va y viene gente con cubos de agua.
Buscan agua. En la mayoría
de los edificios no va el agua corriente, las tuberías están congeladas.
No hay
leña. Por suerte, nosotros tenemos agua bastante a menudo y ahora
tenemos hasta
electricidad. No llegan cartas de nadie. Nieva.
Vamos a morir todos, y nos cubrirá la nieve.
Miércoles, 7 de enero de 1942.
Skriábina:
Hace más o menos una hora ha venido un amigo
de mi marido, Piotr Yákovlevich Ivánov. Un joven enérgico, que siempre estaba
alegre, ahora está irreconocible: flaco, pálido y algo raro. El hambre
convierte a las personas en cosas anormales. Al parecer ha venido para saber si
había por aquí todavía un gato gris que pertenecía a una artista que vivía en
nuestro edificio. Todavía tenía esperanzas de que no se lo hubieran comido,
porque sabía que aquella artista lo quería mucho. Tuve que decepcionarlo: en
nuestro edificio no quedaba ningún ser vivo aparte de personas que apenas
podían mover sus piernas.
16 de diciembre de 1942. Skriábina:
El ambulatorio está lleno de obreros y
empleados que se han quedado sin fuerzas para seguir trabajando, pero como
tienen miedo de que les acusen de saltarse el trabajo, vienen aquí con un
volante. Tras llegar al ambulatorio, muchos de ellos mueren en la cola
esperando al médico. En este centro el suelo está literalmente cubierto de
muertos y moribundos. Ya no da tiempo ni de recogerlos.
17 de enero de 1942. Shaporina:
Ayer iba caminando junto al Jardín de Verano.
Los árboles estaban cubiertos de una nieve hermosa. Me encuentro a un hombre de
unos 40 años, flaco hasta no poder más, tenía aspecto de clase intelectual. Iba
bien vestido, llevaba un abrigo con cuello. Tenía su nariz aguileña, como
muchos ahora, de un color como morado. Los ojos bien abiertos, derramando
lágrimas. Iba caminando con dificultad, con las manos pegadas al pecho y
repitiendo con una voz sorda y temblorosa: “¡Me estoy congelando, me estoy
congelando!”.
18 de junio de 1942. Shaporina:
En estos tiempos se encuentran libros muy
interesantes en la tienda de segunda mano de la calle Simeonovska, y yo, en
lugar de ahorrar para el ataúd, me compro libros. Es divertido. Una bomba y no quedará nada. Y nadie más pensará en
ello.
15 de julio de 1942. Klavdia Naumovna:
Seguimos igual. Durante el día tiroteos
aislados… Y la vida sigue fluyendo, yo diría que avanza más rápidamente que en
invierno. La gente ha comenzado a ir mejor vestida, a arreglarse. Los tranvías
funcionan, las tiendas van abriendo. Hay colas en las perfumerías, a Leningrado
han traído perfumes.
Tania Sávicheva: diario infantil del sitio de Leningrado
Lebensborn: el programa nazi que secuestró a miles de niños eslavos
“Diario, guarda mi triste historia…”
Aunque un pequeño frasco vale 120 rublos, la gente
los
compra, a mí me han regalado uno. Me puse muy contenta. ¡Me encanta el
perfume! Me pongo un poco y me parece que he comido mucho y acabo de
volver del
teatro, de un concierto o de un café.
6 de agosto de 1942. Vladímir
Bogdánov, torneador (21 años):
Estoy harto de todo, y ya es verano. ¿Qué
pasará, vendrá de nuevo el invierno y no habrá cambiado nada? No sé cómo vamos
a salir de esta situación. Aunque, por otro lado, si llega el momento de la
evacuación estoy seguro de que papá y yo no vamos a ir a ninguna parte y nos
quedaremos aquí hasta el final. No puedo abandonar la ciudad donde nací y donde he vivido 20 años, una ciudad que me
es querida y que, aunque se ha convertido en un lugar tan duro e inhóspito
durante los días de la guerra, no puedo abandonar.
Autor de la recopilación Iliá Krol,
basándose en materiales del 'Libro del bloqueo' de Daniil Granin y Alesi
Adámovich (1977-1984)
No hay comentarios:
Publicar un comentario