EL GOBIERNO DEL VIRREY
DIEGO COLON, EN LA ISLA DE SANTO DOMINGO Y LA CÉDULA REAL DEL 5 DE OCTUBRE DE 1511
Ante las innumerables denuncias
llegada a la Metrópolis al rey Fernando por casi dos años, de los atropellos,
vejámenes y corrupción, y nepotismo de la administración del virrey Diego
Colón, en la isla de Santo Domingo. Ya que
en virtud de las Capitulaciones de Santa Fe, a la muerte del descubridor
del Nuevo Mundo, los títulos, privilegios y propiedades que su padre había
obtenido en América, este fue designado,
mediante la Declaración Real de La
Coruña, Almirante de Indias y
Gobernador de la isla Española, como en
las otras islas descubierta por Cristóbal Colón.
Diego Colón estaba casado con
María de Toledo y Rojas, hija de
Fernando de Toledo, Comendador Mayor de León,
hermano de Radique de Toledo, Duque de Alba, primo hermano e íntimo del
Rey, todo esto influyo notoriamente para
que se le concediera todos los privilegios señalados.
La Cédula Real que designa a Don
Diego Colón, a todos los acordados en la declaración de La Coruña, fue firmando
el 9 de agosto de 1508, personalmente el Rey
instruyo al primogénito de Colón.
Las instrucciones dadas al virrey
Diego Colón, como gobernador de la Isla Española por el Rey Fernando, fueron; activar las
construcciones de más iglesias, fomentar la población, la industria, la ganadería, y el comercio, y que
permitiera a los habitantes construir
carabelas para el descubrimiento de nuevas tierras.
Como también; que
diera a cada uno de sus oficiales reales y alcaldes, cien indios
y a los labradores solteros, solteros, treinta, y si estaban casados, sesenta.
Le indicaba además, que cuidaran que
los dueños instruyeran a los indios en los
principios de la fe cristiana.
Con todas estas instrucciones y cédulas reales, se embarco hacia nuevas tierras descubierta por
su padre, partiendo de Sevilla en una
flota, y una linajuda y abigarrada comitiva donde estaba; su esposa María de
Toledo, su hermano Fernando, sus tíos Bartolomé y Diego, don Francisco de Tapia
y su hermano Cristóbal, varias doncellas cortesanas casaderas, numerosos
caballeros e hijos, como también los conquistadores Hernán Cortes Briones, Juan
de Grijalva, llegaron al puerto de Santo
Domingo el 10 de julio de 1509.
Su primera
ejecutoria fue la designación de
un nuevo gobernador a Fernando de Tapia,
en sustitución de Diego López de Salcedo, sobrino de Ovando.
Las dificultades de don Diego, se
iniciaron con el Alcalde destituido
Francisco Tapia, ya que este tenía
notables influencia en la Corte y era protegido del obispo Fonseca, y
esta intrigas motivaron una Orden Real
solicitando a Diego Colón que entregara
su vivienda, la fortaleza, y fuera entregado el edificio al Tesorero Miguel de Pasamonte. A causa de
esto, don Diego y su mujer pasaron a vivir a la casa de don Francisco de Garey, Alguacil Mayor,
muy amigo de su padre.
La situación le condujo a la construcción de un hogar
propio, hecho que originó nuevas
dificultades, llegando denuncias a la corona que indicaban que lo que se construyo fue un castillo, con
la intención de alzarse con el Poder, romper con el rey Fernando. Y colocar la
isla bajo el mando del Rey d Nápoles.
A pesar de todas estas
dificultades don Diego, continuo la política de Ovando, dedicándose a construir
la ciudad de Santo Domingo, que hasta ese momento solo tenía cuatro pequeñas
calles, fue ampliada. Terminando de
Monasterio e Iglesia de San Francisco, la Casa del Cabildo, el fuerte y puerta
de San Diego, muchas casas en las calles
Las Damas, y ampliando la Torre del Homenaje.
En el interior sobre todo en La Vega y Santiago, se
hicieron importantes construcciones, que
luego fueron destruidas por un terremoto.
A pesar de la dinámica política
constructiva, las dificultades, en la isla como en España nunca acabaron, de todo esto se desprendía que el rey Fernando jamás le tuvo confianza.
En la Corte se tenía a don Diego como
ambicioso, ya que se había adueñado de grande cantidades de tierra y de indios, haciendo distribución de tierras e indios entre los familiares suyos y
de su mejer como también de amigos.
Estos llevo al rey Fernando llamar a su tío Bartolomé a España, con el
propósito de darle instrucciones para poner fin a las dificultades y llevar
tranquilidad a la isla.
Pues la población había precisado
mucho y el ambiente social había
entrado en un franco proceso de
descomposición moral y los pleitos y diferencias entre los colonos por cuestiones
de posesión de indios, por mujeres, herencias, deudas, y transacciones comerciales, eran voluminosa,
superando la capacidad del trabajo de los funcionarios encargados de hacer
justicia.
La ostentación, el lujo y el
despilfarro de los pobladores españoles de la ciudad eral
tal, que rivalizaban con las normas y costumbres de la propia Corte de
España. Esto dio origen al dictamen de
una orden prohibiendo el uso del oro, la seda,
el brocado, y otras cosas de lujos en los vestidos, por ser considerados
perjudiciales a la efectiva y real prosperidad.
Este conjunto de hechos escalonados
fue el motivo de la expedición de la cédula real del 5 de octubre de 1511,
mediante la cual se creó la Real Audiencia
de Santo Domingo, primera institución judicial creada en el Nuevo Mundo.
Esta acción de la monarquía limitó el Poder
del Gobernador, ya que la Real Audiencia, debía conocer de todos los
recursos de alzada que se interpusiesen contra las providencias dictadas por
las autoridades coloniales. La creación de la Real Audiencia, puso fin a la
centralización gubernamental. Fueron
designados para componerla
tres jueces o oidores y un fiscal.
Fueron estos; los licenciados Alarco Marcelo de Villalobos
y Juan Ortiz Matienzo, residente en Sevilla, Lucas Vásquez de Ayllón, en ese
momento Alcalde de La Vega. El licenciado Sandro de Velásquez, antiguo Juez de Resistencia,
fue designado Fiscal. Se concedieron a cada miembro, además de su sueldo,
doscientos indios.
La Real Audiencia, además de sus funciones judiciales, fue creada
también con suficiente poder como para dar cuentas al Consejo de Indias de las
providencias de las cuestiones administrativas de la colonia, del Real Fisco y
de las Reales Ordenas.
Fuente
consultada; Franklin
Franco Pichardo. Historia del Pueblo Dominicano. Tomo I. año 1992. Ediciones
del Instituto del Libro, Santo Domingo. Cap. V. Pág. 45/48
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