Derecho: Un concepto prostituido
Porque, ¿quién tiene el derecho a vejar, humillar golpear, tirar al suelo, apalear o ahorcar a una persona, cuya única culpa es ser inmigrante en la República Dominicana, en España o en cualquier lugar del mundo?
Pareciera cosa natural magnificar derechos a favor de un determinado grupo poblacional. Y la aceptación misma de estas inconductas en nuestra realidad cotidiana, tiende a prostituir el concepto de “derecho”. El maltrato al dominicano emigrante en manos españolas, más que un llamado de atención, es un toque a la humanidad de la dominicanidad. Nos coloca frente a nuestro espejo, en tanto desnuda los hechos de Santiago y Moca.
El derecho que exhiben algunos a pisotear el derecho de otra persona por su condición de inmigrante, tiene sus fundamentos ideológicos neonazis, concepto este que ha sido comprado por ciudadanos ejemplares, en los discursos hilados con salvaje lenguaje nacionalista que más bien raya en fascismo. Ejemplo de ello es la familia Castillo, reconocido clan “por sus enrolamientos en actividades racistas que han clamado por la violencia”.Toca avergonzar socialmente a quienes asumen prácticas “patrióticas” de maltrato al inmigrante.
En este contexto, es imprescindible neutralizar a quienes promueven el desencuentro de los pueblos y esta violencia salvaje, por lo que toca la responsabilidad de develar los rostros de los fascistas que asumen un aparente “patriotismo”, para incentivar odio hacia personas inmigrantes.
Estamos en un punto peligroso. Ya no se siente ni siquiera un poco de prurito al cometer actos crueles contra semejantes; no hay sonrojo en quienes presencian impasible actos de barbarie que están supuestos a tocar profundamente nuestra humanidad. Contrario a mostrar arrepentimiento y vergüenza al maltratar a una persona inmigrante como un buen hijo de Duarte, muestran orgullosos su “calidad humana” y su compromiso con la “Patria” en la comisión de hechos violatorios de derechos.
Esta perspectiva errónea de derecho es la que lleva a conductas sociales tan reprochables, de degradación humana. Toca pues a la ciudadanía comprometida, rechazar esos actos. Debemos rescatar la capacidad de reflexión crítica en torno a lo humano. Estamos ante el desafío de redimir el valor del concepto de derecho y respeto al humano, en nuestro imaginario social; por la armonía, la convivencia y la paz social.
Toca clamar justicia para con los inmigrantes maltratados, vejados, robados, humillados y "degradados socialmente" en su condición humana. La justicia no está diseñada a la medida de la discreción viciada de prejuicio de sus administradores. No debe ser permisiva con maltrato al inmigrante y la ciudadanía no puede tolerarlo. La justicia debe actuar contra los responsables ideológicos intelectuales que alimentan este tipo de práctica. Nadie tiene derecho a pisotear los derechos de otro. No esperemos abrir rencores que razón alguna podrá curar.
Toca cuestionar al Estado por su permisividad, su dejar hacer y por la entrega de estructuras estatales de relevancia en la materia, a sujetos que responden a poderes fácticos de prácticas fascistas, racistas y de ideología trujillista, quienes estimulan los hechos de degradación humana antes señalados.
Urge humanizar la migración más allá de las leyes escritas y de los discursos. Toca avergonzar socialmente a quienes asumen prácticas “patrióticas” de maltrato al inmigrante. No podemos permanecer indiferentes. Callar, no actuar, dar la espada, es consentir.
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