Caciques guatiaos en los
inicios de la colonización: el caso del indio Diego Colón (1492-1514)
(Publicado en Iberoamericana, Año IV, No. 16,
pp. 7-16. Berlín, Alemania, diciembre de 2004).
Por Esteban Mira
Ceballos
Doctor
en Historia de América y miembro del grupo de investigación
“Andalucía
y América: tierra y sociedad” de la Universidad de Sevilla.
Miembro
correspondiente extranjero de la Academia Dominicana de la Historia
1. Introducción
En
el presente artículo trataremos el caso del indio Diego Colón, un aborigen que
encontró Cristóbal Colón en la isla de Guanahaní el mismo día del Descubrimiento,
es decir, el 12 de octubre de 1492, y con el que entabló una sincera,
fructífera y dilatada amistad.
Antes
de comenzar el desarrollo del tema nos parece oportuno, por un lado, establecer
claramente el marco espacial y temporal del presente trabajo, y por el otro,
definir el concepto de guatiao.
Concretamente
analizaremos la vida, verdaderamente excepcional, del indio Diego Colón, desde
su encuentro con el Primer Almirante hasta 1514 en que perdemos definitivamente
todo rastro suyo en la documentación.
En
cuanto al concepto de guatiao, el afamado lingüista José Arrom, escribió que el
vocablo guatiao equivalía al compadrazgo castellano, pues, “mediante el
sacramento del bautismo, padres y padrinos quedan unidos en indisoluble
relación…” (1974: 16). Por su parte, el filólogo Emiliano
Tejera,
definió el concepto como un “cambio de nombre entre dos personas, como
prenda de amistad” (1951: 245). Y para corroborarlo citaba un texto del
padre Las Casas en el que se decía lo siguiente:
“A
éste, como a señor principal y señalado, el capitán general dio su nombre,
trocándolo por el suyo, diciendo que se llamase desde adelante Juan de
Esquivel, y que él se llamaría Cotubano, como él. Este trueque de nombres en la
lengua común de esta isla, se llamaba ser yo y fulano que trocamos los nombres,
guatiaos y así se llamaba el uno al otro…”. (Ob. cit. Tejera 1951: 245).
Las
palabras del padre Las Casas son muy clarificadoras, evidenciando que guatiaos
eran aquellos caciques que aceptaban de tal grado a los españoles que, en señal
de hermanamiento, terminaban intercambiando sus nombres (István Szászdi 1999:
15).
Los
españoles aprovecharon la existencia de este término prehispánico para establecer
lazos de hermanamiento con muchos indios, preferentemente con caciques. Pero, a
juzgar por la documentación de que disponemos, el concepto evolucionó.
Desde
un primer momento se introdujo una pequeña aunque significativa modificación,
solamente comprensible en el marco de la Conquista, donde hubo un bando ganador
y otro perdedor.
Efectivamente,
se mantuvo la primera parte del concepto y los indios guatiaos tomaron el
nombre del español, hasta el punto que no nos ha quedado constancia del nombre
indígena de muchos de ellos, pero no la segunda, pues, en ningún caso, los
españoles dejaron de usar sus nombres para adoptar el de sus guatiaos. Y son
innumerables los casos que conocemos de indios que adoptaron el patronímico de
un español, pero no casos de conquistadores que cambiaron sus nombres por los
de los indígenas. En general, si alguna vez se aplicó íntegramente el pacto
guatiao debió ser algo meramente formal y no real.
Sin
embargo, pasados los primeros años el término guatiao sirvió simplemente para
designar a los indios mansos o de paz frente a los indios de guerra,
fundamentalmente los Caribes (3De hecho
en la pregunta octava de un interrogatorio sobre los indios Caribes de las
Antillas Menores, se decía que junto a estos había otros “llamados guatiaos los
cuales son domésticos y mansos”. “Probanza sobre la captura de indios Caribes,
17 de junio de 1519”. AGI, Justicia 47, N. 1, R. 3. Pocos años después, el
padre Las Casas informaba que los indios de la isla Trinidad no eran caribes
“sino guatiaos”, aludiendo simplemente al carácter pacífico de estos
aborígenes. AGI, Justicia 45, N. 1.)
Pero,
guatiaos o no, lo cierto es que a los caciques se les brindó un trato muy
especial por parte de las autoridades españolas. De hecho, conocemos no pocos
casos de caciques que estuvieron en España, en la corte real y que gozaron de todos
los privilegios del estamento nobiliar. (4
Tenemos información de un buen número de caciques y guatiaos que estuvieron en
la Península a lo largo del siglo XVI entre ellos el de don Diego Colón, objeto
de este estudio, don Pedro Moctezuma, Francisco Tenamaztle, don Pedro de Henao y el también guatiao don Luis de
Velasco, entre otros. (Mira Caballos, 2003).
Muchos
de ellos fueron traídos con la intención de que fueran educados en las costumbres
castellanas.
2. Primer encuentro del
almirante con el indio Diego Colón
Como
ya hemos afirmado, nada más arribar Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, en la isla
de Guanahaní, encontró a este nativo del que por desgracia no ha trascendido su
nombre indígena, pues, todas las fuentes lo citan con el que adoptó en Barcelona
tras su bautizo, es decir, el de Diego Colón, en honor al padrinazgo del hijo
del Primer Almirante. (5…El padrino
debió ser el hijo del Almirante y no su hermano que, en esos momentos, no se
encontraba en España.)
Debía
ser muy joven cuando Colón se encontró con él y lo embarcó en la Santa María.
Desde el primer momento sintonizó bien con el carácter del Almirante con quien
entabló, como ya hemos afirmado, una gran amistad personal. Su gran capacidad de
aprendizaje y el azar, pues sobrevivió a las mortíferas epidemias de los
primeros años, le convirtieron en una pieza clave como guía por aguas
antillanas y, posteriormente, como lengua o traductor.
De
esta forma se iniciaba, por parte de España, toda una política de utilización
de indígenas para conocer las rutas de las canoas en el Nuevo Mundo. Se trataba
de una vieja práctica utilizada durante décadas por los portugueses a lo largo
de su proceso de expansión en el cuatrocientos. Así, pues, parece evidente que
el Primer Almirante lo aprendió de los portugueses y de éste otros descubridores
españoles, como Alonso de Ojeda. (
6…Sobre la labor de los indios de Guanahaní como guías en aguas antillanas
existe un magnífico, fundamentado y detallado trabajo de (Adam Szászdi 1995).
Sobre la utilización de las rutas indígenas por otros descubridores y en
especial por Alonso de Ojeda puede verse el reciente trabajo de István Szászdi
2001.) La ayuda que prestó este
guatiao en la arribada del Almirante a la isla de Cuba está bien fundamentada
por Adam Szászdi, pues, los indios de Guanahaní, conocían perfectamente las
aguas antillanas al practicar en canoa una navegación de cabotaje (1995: 45).
3.
Su primera estancia en España
Como
es bien sabido, Cristóbal Colón al regreso de su primer viaje decidió traerse
consigo a diez indios: Diego Colón, dos hijos del cacique Goacanagarí y otros
siete indios de La Española que “de su
voluntad quisieron ir a ver a Castilla...” (Peguero 1975, I: 49). Los objetivos
de su embarque estaban muy claros para el propio Almirante:
Primero,
debían servir de presentes para los reyes, pues, de hecho, constituyeron, junto
a los «papagayos verdes y colorados»,
una de las principales atracciones del cortejo. Y en este sentido, narraba el
cronista Antonio de Herrera que a su paso “salían
gentes por los caminos a ver los indios”. (7….Herrera 1991, I: 309. No es difícil
imaginar el interés inusitado que debió despertar Colón y su cortejo a lo largo
del recorrido, en tierras sevillanas, cordobesas, murcianas levantinas y
catalanas.)
Segundo,
tras su aprendizaje en Castilla, podrían ser utilizados como intérpretes en su
siguiente expedición descubridora.
Y
tercero, pensó, con gran lucidez por cierto, que a culturando a los reyezuelos
indígenas -en este caso caciques o hijos de ellos- y convirtiéndolos en fieles
vasallos se favorecería el sometimiento de los demás aborígenes.
Sabemos
muy poco sobre la travesía y la estancia en Castilla del guatiao Diego Colón y
de los otros indios que con él venían. Al parecer, de los diez indios
embarcados, uno debió morir en la travesía «enfermo de morbo». A decir de
Joseph Peguero, otros tres los dejó el Almirante enfermos en Sevilla, muriendo
días después, pues de hecho al regreso de Colón de Barcelona ya eran difuntos
(1975, I: 59). El resto de ellos, concretamente seis, acompañaron a Colón a la
ciudad Condal con la intención de reunirse con los Reyes Católicos.
La
llegada a Barcelona debió suceder en abril de 1493 pero la ceremonia de bautismo,
probablemente oficiada por el Cardenal Pedro González de Mendoza, debió
demorarse hasta finales de ese mismo mes o principios del siguiente (Olaechea 1998:
623). Y al parecer, todo ello motivado por el interés de los Reyes en que los
indios se preparasen adecuadamente antes de recibir las aguas bautismales
(Olaechea 1998: 627).
No
hay referencias documentales sobre dicho acontecimiento, aunque sí alusiones en
fuentes secundarias. Fernández de Oviedo identificó a dos de los bautizados,
con los nombres de don Fernando de Aragón y don Juan de Castilla, (8…El indio don Juan se quedó en
Barcelona porque el joven príncipe se encaprichó con él. No obstante, no tuvo
suerte y murió de una enfermedad poco tiempo después.) mientras que Las
Casas señaló a un tercero, llamado efectivamente Diego Colón (Olaechea 1998:
624-625).
No
se han conservado estas primeras partidas de bautismo de los indios aunque sí
una narración de Fernández de Oviedo que nos sirve para entender la solemne
pero también pintoresca situación generada:
“ (…) y ellos de su
propia voluntad y (a) consejados, pidieron el bautismo; y los católicos reyes,
por su clemencia, se lo mandaron dar; y juntamente con sus altezas, el
serenísimo príncipe don Juan, su
primogénito y heredero, fueron padrinos; y a un indio que era el más principal
de ellos, llamaron don Fernando de Aragón, el cual era natural de esta isla
española y pariente del rey o cacique Goacanagarí; y otro llamaron don Juan de
castilla; y los demás se le dieron otros nombres, como ellos los pidieron o sus
padrinos acordaron que se les diese conforme a la iglesia católica” (Fernández de Oviedo 1992,
I: 31).
Según
Peguero, estos dos indios citados por Oviedo eran los dos hijos del cacique
Goacanagarí (1975, I: 58) que de alguna forma, como indios principales, tuvieron
el privilegio de ser los primeros en recibir las aguas bautismales.
Evidentemente esta presencia regia, apadrinando incluso a los nuevos
cristianos, así como el boato que seguramente presidió la ceremonia debió ser
algo muy excepcional.
Ya
en la época se intuyó la importancia del acontecimiento, pues, no en vano, se
trataba de los primeros habitantes del Nuevo Mundo que pisaban tierras
europeas. Esos bautizos debieron simbolizar algo así como el punto de partida
de una nueva expansión de la cristiandad (9….Muchos
otros indios fueron bautizados a lo largo de la centuria decimosexta, obviamente,
sin el boato de los primeros. Y de hecho aparecen registrados en los libros de
bautismo de las parroquias como cualquier otro cristiano. Así consta en las
primeras partidas de bautismo de indios en Guadalupe así como en otras muchas
que encontramos en los libros de bautismo de muchas parroquias españolas. Así,
por ejemplo, en Sevilla se bautizaron, entre 1526 y 1550, como otros cristianos
más, cuarenta y cinco indios. (Franco 1978: 86-87; Mira 2000: 125-126).
Tras
su bautizo, comenzaron las tareas de aprendizaje de Diego Colón que debieron
ser eficaces, pues, el 26 de febrero de 1495 el Almirante escribía a Su
Majestad lo siguiente:
“(...) Y hablado que
hubo con este indio que yo traigo, que es Diego Colón, uno de los que fueron a
Castilla, el que ya sabe hablar muy bien nuestra lengua (...)” (István Szászdi
1999 : 30).
Probablemente
movido por el interés, Cristóbal Colón decidió llevar en su Segundo Viaje
descubridor a los cuatro indios supervivientes de los diez que trajo consigo a
la vuelta de su Primer Viaje. Sin embargo, salvo Diego Colón, que sorprendentemente
no desarrolló la enfermedad en la travesía, el estado de salud de los otros
tres aborígenes era muy precario.
Estaban
infectados de viruelas, enfermedad que, como es bien sabido, transmitieron en
la Española, desencadenando una de las primeras grandes epidemias que a la
postre terminaron con la población indígena de la isla. (10.. Hasta hace poco se pensaba que la gran epidemia desatada en
La Española a raíz de la arribada de Colón en su segunda travesía era la
influenza suina transmitida por la famosa cerda de la Gomera (Guerra 1985:
325-347). Estudios recientes parecen indicar que la epidemia desatada fue en
realidad la viruela que portaban algunos de los pasajeros que iban con Colón,
entre ellos tres de los cuatro indios. (Cook 2003: 57).
Así,
pues, Diego Colón fue el único que sobrevivió y gracias a su buen aprendizaje
del idioma castellano sirvió de gran ayuda al Almirante en su Segundo Viaje. Y
en este sentido, el cronista Fernández de Oviedo nos dejó constancia de la
actividad de Diego Colón como intérprete:
“E como el Almirante
volvía consigo algunos de los indios que había llevado a España, entre ellos
uno que se llamaba Diego Colón, e había mejor que los otros aprendido, y que
hablaba ya medianamente la lengua nuestra…” (1992, I: 46-46).
4.
Su regreso a La Española
La
labor del guatiao de Guanahaní comenzó nada más llegar la segunda expedición
colombina a aguas caribeñas. Al parecer, fueron sus indicaciones las que
hicieron que el Almirante pusiera rumbo a la isla de Guadalupe. De ahí le orientó
hasta Puerto Rico (Borinquén) y, posteriormente, a su regreso de la costa
meridional de Cuba, a Jamaica (Adam Szászdi 1995: 9).
Recién
llegados a La Española el Almirante lo utilizó como intérprete ante el cacique
Goacanagarí, para conocer las causas exactas de la muerte de los españoles. Una
vez averiguado el episodio del Fuerte La Navidad, Colón decidió llevárselo consigo
en su recorrido por las islas del entorno, sirviéndole nuevamente tanto de guía
como de traductor. Precisamente,
Pedro
Mártir de Anglería describió la forma en la que, a través del indio Diego, el
Almirante entró en contacto con los aborígenes de la isla de Cuba:
“Mas el Almirante, que
tenía consigo a cierto Diego Colón, educado entre los suyos, joven tomado en la
primera navegación de la isla vecina de Cuba, llamada Guanahaní, sirviendo de
intérprete Diego, cuyo idioma era casi semejante al de éstos, habló al que se
había cercado más: depuesto el miedo, se aproximó el indígena y persuadió a los
demás que se acercaran sin temor y no tuvieran miedo” (1989: 34)
Tras
regresar de su viaje descubridor, decidió quedarse en La Española y no volver a
su isla natal. Pero, ¿por qué no volvió Diego Colón a su tierra de origen? La
respuesta es obvia, pues, como afirmó acertadamente Olaechea Labayen, la isla de
Guanahaní, al ser clasificada entre las islas inútiles, no fue
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