viernes, 20 de junio de 2014

La Casa de Contratación

  La Casa de Contratación

Articulo enviado por Osvaldo Sidoli- Julio 2007, copiado en su totalidad del sitio Almendron.com, tomado del libro de Manuel Lucena Salmoral
© Información e Historia, S.L. Historia 16 (1996)
 http://www.histarmar.com.ar/InfGral/AASidoli/CarreraIndias-1.htm
El viaje de España a Indias y viceversa no se efectuaba libremente. Todo el tráfico comercial con América se concentró es Sevilla, dando lugar al establecimiento de un monopolio controlado en todos sus aspectos por la Casa de la Contratación, fundada en 1503, hasta que en 1543 se crea el Consulado de Mercaderes de Sevilla, que asume una serie de actividades mercantiles en relación con el comercio indiano, entre las que se cuentan: participación en el despacho de flotas, control de los seguros marítimos, salvamento de mercancías de los buques naufragados. Al monopolio que Sevilla y Cádiz detentaban en la metrópoli para el comercio con las Indias, se añadía el de unos pocos puertos americanos autorizados.
"Las flotas de Indias fueron el mecanismo de funcionamiento del monopolio comercial español con América y constituyeron la esencia de la denominada Carrera de Indias que englobaba todo el comercio y la navegación de España con sus colonias" (Manuel Lucena).
En principio, los barcos de Indias iban y venían de acuerdo con las necesidades comerciales. A raíz de las guerras entre España y Francia, el corso y la piratería hacen su aparición. En 1521 comienzan los ataques de los corsarios franceses Jean Ango y Fleury.  
Carlos V adopta medidas protectoras para el tráfico indiano, como la Real Provisión de 13 de junio de 1522. Se juzga necesario crear una armada para proteger las flotas de Indias. Un "asiento" suscrito en Sevilla con los comerciantes de esta ciudad ordena "hacer una armada contra corsarios repartiendo el gasto de la avería en lo que se truxese de las Indias y entre los moradores de los puertos interesados". Posteriormente se dictan otras normas, pero quizás la de mayor interés es una Real Cédula de 1542, por la que los buques procedentes del Caribe y Nueva España salgan de allí "viniendo en flota".
La Casa de la contratación (1503-1790), fue creada por los Reyes Católicos para estimular, encauzar y controlar el tráfico con el Nuevo Mundo. Tenía precedentes en instituciones semejantes creadas anteriormente en otros países, en especial la "Casa da India" de Lisboa. En principio se organizó como una agencia de la corona castellana, para realizar, por cuenta propia, y en régimen de monopolio, el comercio con las tierras recién descubiertas, pero la ampliación insospechada del escenario americano hizo imposible este proyecto, y la Casa de contratación se convirtió en el órgano destinado a inspeccionar y fiscalizar todo lo relativo al tráfico indiano.
La Casa conoció su mayor apogeo en el siglo XVI, a lo largo del cual fueron fijadas su organización y atribuciones en "Ordenanzas" ampliadas y rectificadas varias veces (1503, 1510, 1536, 1543, 1552, 1585, etc). Gozó de amplia autonomía hasta que se creó el Consejo de Indias (1524), del que pasó a depender, como más tarde los haría de los de Hacienda y Guerra. Su personal estaba compuesto, al principio, por
  • Un factor, a cuyo cargo estaba el aprovisionamiento y revisión de los buques y la compra y expedición de ciertas mercancías por cuenta de la Hacienda (armas y municiones, azogue para extraer la plata, etc.).
  • Un tesorero, que recibía todos los caudales procedentes de América, tanto de particulares como de la corona, y se hacía cargo de los bienes de las personas fallecidas allí, en tanto no eran entregados a sus herederos (los bienes de difuntos).
  • Un contador-secretario, encargado de la contabilidad de cuantas operaciones realizaba la Casa.
Estos tres funcionarios (oficiales reales) actuaban y eran responsables conjuntamente en ciertos trámites fiscales: registro de navíos, concesión de licencias de embarque y cobranza y administración de ciertos gravámenes sobre el tráfico (en especial la avería, fondo destinado a sufragar los gastos que originaba la protección armada de los buques mercantes). Tenían también la facultad de administrar justicia en los pleitos relativos al comercio y la navegación, previo asesoramiento de un letrado: su actividad en esta esfera provocó numerosos conflictos con otros organismos judiciales.
Cuando se creó el Consulado de Sevilla (1542), como tribunal mercantil, muchos pleitos sobre responsabilidad civil pasaron a él, pero lo criminal siguió bajo la jurisdicción de la Casa de contratación, con lo que se crearon los cargos de fiscal (1546) y juez asesor (1553). En 1583, se creó una sala de justicia dentro de la Casa de la contratación, con lo que la función judicial quedó totalmente separada de las tareas administrativas y fiscales, encomendadas a los oficiales reales. En 1596, la sala de justicia fue equiparada a una audiencia. La Casa de contratación desempeñó ciertas funciones de gobierno, como el reclutamiento de colonos para poblar las nuevas tierras, el registro y la expedición de licencias para los que querían trasladarse allí, pero sobre todo fue órgano consultivo de los reyes para todo lo referente al comercio, a través del cual se cursaban órdenes acerca del tráfico mercantil indiano.
            También fue notable su labor en lo que respecta a las técnicas de navegación y a la ciencia náutica. No sólo inspeccionaba los navíos destinados a efectuar la travesía sino que incluso creó un cargo de carácter técnico, el de piloto mayor, en que se sucedieron figuras tan destacadas como Américo Vespucio, Juan Díaz de Solís, Sebastián Caboto, etc. Bajo su dirección se desarrolló una oficina hidrográfica y una escuela de navegación que atendió a la enseñanza y examen de pilotos y a la construcción y reparación de instrumentos náuticos. En ella se registraban, sobre un mapa modelo (el padrón real), los descubrimientos que se iban realizando, y a él ajustaban los navegantes sus cartas náuticas.
La primera institución oficial creada para el conocimiento del saber náutico fue la Casa de la Contratación de Sevilla en 1503. En 1508, por cédula de Fernando el Católico, se nombra a Américo Vespuccio, Piloto Mayor de la Casa de la Contratación, para "oficio que se constituyó para examinar y graduar a los Pilotos y censurar las cartas e instrumentos necesarios para la navegación. Años después, en 1552, se crea la "Cátedra del Arte de la Navegación y la Cosmografía”. Complementando este centro dedicado a la formación de marinos y como consecuencia del interés que Felipe II sentía por la geografía y la astronomía funda en 1583 la Academia de Matemáticas de Madrid. Fue su primer director Juan de Herrera, quizás más conocido como el arquitecto del Monasterio de El Escorial, que además desarrolló otra faceta que ha trascendido menos: la de inventor de instrumentos náuticos; así nos lo relata Andrés García de Céspedes, que fue piloto mayor de la Casa de la Contratación, cosmógrafo del Consejo de Indias y también hábil constructor de instrumentos, pues como atestigua Salvador García Franco (1947), fabricó la ballestina que sirvió de "padrón" para comprobar las que llevaban los pilotos en sus navegaciones.  
Galeón español por Alberto Durero
Con el tiempo las tareas de la Casa de contratación adquirieron tal complejidad que fue preciso adjuntar a los oficiales reales una serie de ayudantes: escribanos, diputados, comisarios delegados, etc., y se crearon unos cargos con misiones concretas y específicas, como los de correo mayor, proveedor general de la armada, artillero mayor, visitadores de navíos. Para coordinar tan diversas actividades se instituyó (1557) el cargo de presidente de la Casa de contratación, que era la suprema autoridad ejecutiva dentro de ella. Al contador se le asignaron numerosos ayudantes, y se acabó creando un Tribunal de la contaduría de la avería (1596).
La Casa de contratación tenía su capilla propia y también su cárcel. Durante más de doscientos años (1503-1717), Sevilla fue sede de la Casa, debido al monopolio del tráfico con América de que gozaba. Sólo hubo un intento (1529-1573) de alterar esta situación, permitiendo a ocho puertos españoles que enviasen barcos directamente a Indias, aunque con la supervisión de delegados de la Casa, y con la obligación de terminar en Sevilla el viaje de regreso. El calado no siempre permitía a los buques navegar con toda su carga por el Guadalquivir hasta Sevilla, por lo que fue preciso autorizar que, eventualmente, pudiesen efectuar en Cádiz las operaciones de carga y descarga.
Al amparo de esta licencia se desarrolló un activo contrabando, por lo que se estableció en Cádiz un Juzgado de Indias (1535), compuesto por un juez oficial y tres delegados de la Casa de Contratación, cuya finalidad era lograr un mejor control de este tráfico. La rivalidad entre los comerciantes de Sevilla y de Cádiz fue grande, y los primeros intentaron en vano suprimir el juzgado. A lo largo del siglo XVII, la Casa de contratación se vio afectada por los defectos característicos de la administración española de esta época: estancamiento, ineficacia, venalidad de los oficios públicos. Aparecieron los jueces supernumerarios, que, habiendo obtenido por compra el derecho a ocupar algunos de los cargos de la Casa, tenían que esperar a que quedase vacante. En el siglo XVIII, la política innovadora de los Borbones trajo como consecuencia el traslado (1717) de la Casa de contratación a Cádiz y el Juzgado de Indias a Sevilla; al mismo tiempo, la nueva estructura administrativa y la progresiva descentralización del comercio le fueron mermando atribuciones, hasta que en 1790 fue definitivamente suprimida.
La ciudad de Sevilla debió aumentar su población de 60 o 70.000 habitantes en 1500 a 150.000 en 1588; esta es la época de máximo apogeo de Sevilla: en 1543 se creó el consulado y en 1624 el almirantazgo. Las posibilidades de grandes beneficios ofrecidas por los nuevos mercados americanos, así como las dificultades y el coste elevado de los transportes terrestres en la península, determinaron la creación de numerosas industrias en Sevilla por parte de mercaderes y banqueros. Entre estas industrias destacan las textiles (de larga tradición), en particular la seda, la cerámica instalada sobre todo en Triana, y el jabón, y a continuación, en un plano menor, los astilleros (siempre a remolque de los vascos), la pólvora, los bizcochos, la industria de lujo y la tonelera, etc.
Algunas de ellas (cerámica) lograron superar la crisis en que se vio sumida la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, pero la mayoría entraron pronto en una fase de decadencia. Sin embargo, incluso en la época de mayor auge, Sevilla no logró equilibrar su balanza comercial debido al déficit en las exportaciones y por ello se vio precisada a exportar gran cantidad de metales preciosos. Esto no imprimió la imposición de una tributación creciente sobre la ciudad por parte de la corona. Este hecho, unido a la competencia extranjera (los neerlandeses, genoveses y florentinos se instalaron en Sevilla poco después de la conquista de América), que llegó a arruinar a muchas industrias locales y favoreció el drenaje de moneda hacia otros países, y a la guerra de Separación de Portugal (1640), que determinó la emigración de un gran número de portugueses e impidió el tráfico comercial con Lisboa, provocó el declive de Sevilla, iniciado aproximadamente a partir de 1640.
Pero a todo ello hay que añadir la catástrofe demográfica provocada por la epidemia de 1649, que supuso la pérdida de 60.000 h, de la que Sevilla no se repuso hasta entrado el siglo XIX, y el traslado de la Casa de contratación a Cádiz en 1717. En realidad la rivalidad de ambas ciudades arrancaba del siglo XVI y el motivo que se alegaba para apoyar la necesidad del traslado era la dificultad que encontraban los buques en pasar la barra de Sanlúcar, que no había sido corregida a pesar de que en 1687 una real cédula concedía la facultad de profundizar el Guadalquivir. A finales del s.XVIII la población de Sevilla se cifraba en unos 96.000 habitantes y hasta mediados de la centuria siguiente no logró rebasar los 120.000 habitantes.

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