El fin del proyecto euroasiático de Rusia
14 de marzo de 2014
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¿Pueden los nuevos acontecimientos en las repúblicas post-soviéticas en Europa del Este terminar con el proyecto euroasiático de Rusia ?
STR/AFP/GettyImages
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¿Qué implican los acontecimientos recientes en
Ucrania para otras repúblicas post-soviéticas en Europa del Este, el
Cáucaso y Asia Central? La invasión rusa de Crimea ha demostrado a los
vecinos del país que Moscú les ve primero como Estados post-soviéticos y
solo después como nuevos Estados independientes. Sin contar con los
tres miembros bálticos de la Unión Europea (UE) y la OTAN, el Kremlin
considera a la mayoría de las ex repúblicas soviéticas como parte de su
casi exclusiva esfera de influencia.
Ello implica que Moscú está preparado para usar la
fuerza militar para salvaguardar sus intereses esenciales en los países
vecinos y que está dispuesto a pagar por ello a nivel internacional.
Además de posibles sanciones económicas y una confrontación política
cada vez mayor con Occidente, Moscú podría pagar un precio aún más alto
por su intervención en Ucrania: el fin de los planes del presidente
Putin para crear una Unión Euroasiática.
Se esperaba que la actual Unión Aduanera entre Rusia,
Bielorrusia y Kazajistán avanzara hacia una unión política el año que
viene, con la incorporación de miembros del Cáucaso (Armenia) y Asia
Central (Kirguistán y Tayikistán). Ahora, el entusiasmo hacia el
proyecto ha disminuido aún más. El Kremlin había intentado convencer a
los países candidatos a la Unión Euroasiática de que ésta sería una
asociación entre iguales. Pero ha quedado claro que el poder se
concentrará exclusivamente en manos de Moscú y que la oferta rusa no es
una cuestión de "o lo tomas o lo dejas" sino de "o se está con nosotros o
contra nosotros".
Los países candidatos podrían percibir cada vez más
el proyecto como un acto de sumisión en lugar de integración. Armenia es
uno de los más probables a unirse a la Unión Euroasiática. El país ya
ha anunciado su incorporación a la Unión Aduanera y su seguridad depende
de la ayuda militar rusa, en especial en relación al área disputada de
Nagorno-Karabaj. Por su parte, Bielorrusia, dada su enorme dependencia
económica de Moscú, no tiene más opción que seguir con la integración
euroasiática pero podría intentar restarle importancia mientras corteja a
la UE.
Kazajistán es un centro económico exportador de
energía y podría ya haber perdido interés por una mayor integración
euroasiática puesto que ello podría perjudicar su creciente comercio e
inversiones por parte de la UE y China. Además, Astana teme que las
posibles sanciones económicas contra Rusia también podrían
indirectamente afectar al país a través de la Unión Aduanera. Asimismo,
algunos nacionalistas rusos han reivindicado partes del territorio al
norte de Kazajistán lo que podría llegar a conducir a disputas
territoriales en el futuro con Astana y tensiones con la amplia minoría
rusa en el país.
Los gobiernos autoritarios en Asia Central se
encuentran entre la espada y la pared. Sus líderes temen, por un lado,
las amenazas a la estabilidad interna provenientes del fundamentalismo
islámico y de una nueva generación desempleada y descontenta. Por otro
lado, temen a la presión externa por parte del Kremlin. La influencia
rusa sobre la región se ejercerá, sobre todo, a través de las bases
militares en Kirguistán y Tayikistán, que podrían verse reforzadas dados
los temores de Moscú con relación al creciente flujo de drogas y
radicalismo proveniente de Afganistán tras la retirada de tropas
internacionales de ese país.
Además de Ucrania, que ahora es definitivamente un
caso perdido para la Unión Euroasiática, hasta ahora Moldavia y Georgia
han seguido un camino más proeuropeo y, por tanto, es probable que
sufran una mayor presión desde Moscú. En la actualidad, la incertidumbre
reina en Moldavia. El Gobierno proeuropeo ya ha concluido las
negociaciones sobre la liberalización de visados con la Unión Europea
(el acuerdo probablemente entrará en vigor este verano) y podría firmar
un Acuerdo de Asociación con Bruselas en agosto antes de la celebración
de las elecciones parlamentarias previstas para el otoño. La sociedad
moldava está muy dividida entre los que favorecen unas relaciones más
cercanas con la Unión y los que prefieren un mayor vínculo con Rusia.
Los que favorecen un camino europeo temen que Moldavia podría ser el
próximo en la lista tras Ucrania. Moldavia tiene una gran minoría rusa
que podría ser influenciada por Moscú, lo que podría fomentar la
inestabilidad en la región separatista de Transdniester en el país, que
aun alberga 1.000 "efectivos de mantenimiento de la paz" rusos.
En Georgia, la esperanza de resolver los conflictos
congelados de Abjasia y Osetia del Sur se ha desvanecido aún más. El
nuevo Gobierno habría querido normalizar las relaciones con Rusia, pero
tras Crimea las perspectivas no son alentadoras. Algunos georgianos se
aferran al deseo de que una anexión de Crimea, por lo menos, haga que
Bruselas y Washington comprendan mejor la asertiva política exterior de
Rusia, puesto que la guerra ruso-georgiana de 2008 no lo hizo. Además,
ahora hay cada vez más esperanzas en Tbilisi de que se avance con un
proceso acelerado de afiliación a la UE que eventualmente podría
conducir a la adhesión.
Si Crimea y Ucrania son de vital importancia para
Rusia, ello también se aplica, aunque en menor medida, a otros países
post-soviéticos. Eso no quiere decir que Moscú vaya a actuar siempre que
se dé una situación de inestabilidad en su vecindad próxima. Sí lo hizo
en Georgia en 2008, pero decidió abstenerse en Kirguistán en 2010
cuando fue invitado por el Gobierno interino a ayudar a contener la
inestabilidad en ese país. La diferencia radica en que en Georgia, Rusia
había manejado la situación desde el principio tras velar
cuidadosamente por sus intereses mientras que en Kirguistán se le pidió
intervenir en una situación que ni controlaba ni había iniciado.
En 2008 ninguno de los vecinos de Rusia reconoció a
Abjasia y Osetia del Sur como Estados independientes, lo que debería
haber sido interpretado por Moscú como una señal de los límites de su
proyección de poder en su vecindad. Pero la invasión rusa de Crimea
indica que Moscú no ha aprendido la lección y, por ello, puede que el
presidente Putin nunca haga realidad sus planes de una Unión
Euroasiática.
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