Después de que los enormes rescates a los bancos en
Europa no hayan logrado activar el crecimiento, un nuevo sentimiento se
extiende por el continente. La marea se ha vuelto contra los excesos
corporativos. La opinión pública quiere vengarse y los banqueros son los
únicos culpables, tal y como escribe un columnista británico.
La plebe se subleva en toda Europa. Quiere la sangre de los
banqueros y está dispuesta a lograrlo. Hasta ahora, la respuesta de la
opinión pública ante la restricción crediticia ha sido de desconcierto
general y de algunos palmetazos de castigo. Los bancos convencieron al
mundo de que todo había sido fruto del destino. Al parecer, eran “too
big to fail” [demasiado grandes como para hundirse] y sus líderes
demasiado santos como para expiar los pecados. Durante cuatro años, a
los bancos británicos los han colmado con casi medio billón de libras de
dinero público e impreso. Se recuperaron debidamente y mantuvieron su
riqueza, mientras los demás se volvían pobres.
Pero se ha agotado la paciencia. Ni los bancos ni el Gobierno han
sido capaces de hacer posible la recuperación. La gente quiere venganza y
de todos los lugares posibles, la han encontrado en el
Parlamento Europeo. Ha declarado que
los banqueros de la UE no pueden recibir bonus superiores a sus salarios base,
o bien podrán recibir el doble si los accionistas lo aprueban. Esto se
aplica en cualquier lugar de la UE en el que trabajen los banqueros y
también se aplica a banqueros extranjeros que trabajen en la UE.
La causa británica está perdida de antemano
Mientras, después del resultado de un referéndum celebrado en Suiza, los ejecutivos superiores ahora necesitarán la
aprobación explícita de los accionistas
en lo que respecta a la cantidad de sus sueldos y estarán prohibidas
las indemnizaciones millonarias por contratación o despido. Países Bajos
se plantea aplicar un límite del 20% en los bonus. Incluso en Gran
Bretaña, país caracterizado por la política del "laissez-faire", la
National Association of Pension Funds [Asociación Nacional de Fondos de
Pensiones] exige que las juntas directivas limiten el aumento de los
sueldos de los ejecutivos al nivel de la inflación.
El antaño todopoderoso lobby de la banca en Europa ha quedado
neutralizado por la magnitud del escándalo. El Gobierno alemán cedió
ante el Parlamento Europeo, presionado por la oposición socialdemócrata.
Esto ocurrió después de que el escándalo del Libor revelara que el
Deutsche Bank limitó el bonus de un operador a 40 millones de euros, lo
que implica que la suma original era aún más asombrosa. La campaña suiza
[contra las remuneraciones abusivas] la desencadenó la farmacéutica
Novartis, al conceder a su presidente una bonificación de 58 millones de
euros al abandonar la empresa. Alrededor del 68% de los suizos votó a
favor de imponer límites.
Sólo los ministros británicos siguen danzando al son de los
banqueros. El mes pasado, los ejecutivos de RBS dejaron a un lado a sus
accionistas y cobraron 700 millones de euros en bonus, tras publicar una
pérdida de 6.000 millones de euros. Lloyds, que también ha registrado
pérdidas, abrió su caja registradora para darles a sus directivos
superiores un extra de 420 millones de euros. HSBC, que se enfrenta a un
escándalo de blanqueo de capitales, anunció que 78 de sus ejecutivos
londinenses se llevarían a casa más de 1 millón de euros cada uno. Todos
afirman que los bonus no están relacionados con las multas o las
pérdidas, pero es lo que dicen siempre.
George Osborne se humilló en Bruselas el martes al intentar defender su infructuosa causa.
Bonus astronómicos: ¿un robo?
El año pasado, la tan anunciada "primavera del accionista" de la City
[de Londres] no llegó a ninguna parte. Las revueltas contra los sueldos
de los ejecutivos de [el grupo de comunicación] WPP, de Barclays, de
[el grupo de prensa] Trinity Mirror y de otros lugares apenas tuvieron
un impacto visible. Mientras que los sueldos generales se congelaban, el
de los ejecutivos superiores subía un 12 %. Las encuestas de opinión
reflejaban la abrumadora hostilidad de la opinión pública ante los
cuantiosos sueldos de los directivos. Sólo el Gobierno y el alcalde de
Londres se mantienen entre los muy ricos y una opinión pública furiosa.
Con la revuelta de la plebe, ni siquiera los ministros británicos podrán
retar a la opinión pública indefinidamente.
Lo cierto es que el sector bancario ha permitido que se acumule esta
sed de venganza durante más de cuatro años y sencillamente le ha dado
igual. Desde los años ochenta y la liberalización financiera, estos
directivos se han estado llevando a casa sumas de dinero insólitas en
cualquier otra profesión.
Esto no tenía nada que ver con los mercados libres, excepto en lo que
respecta a un grupo reducido de operadores amantes del riesgo y del
lujo. Los banqueros actuales obtienen "beneficios económicos" de
explotar consorcios de servicios financieros con carácter de oligopolio,
manteniendo a un lado a los accionistas. Los astronómicos bonus de los
operadores son rendimientos asimétricos del capital que en realidad
pertenece a los depositantes y a los accionistas, cuyo dinero es el que
asume el riesgo. En cualquier otro ámbito, estos bonus se considerarían
un robo a la empresa.
Ni un ápice de arrepentimiento
No hay sindicatos más fieros a la hora de defender sus intereses que
los de las profesiones más ricas. Tal y como hemos observado esta semana
con los abogados, si les recortan sus beneficios amenazan con hacérselo
pagar a los pobres, a la economía, al Gobierno, a todos.
Los bancos gritan que con la limitación de los bonus, la codicia se
irá al extranjero. Parece exagerado. Pero las limitaciones de la UE
podrían hacer que esos operadores amantes del riesgo empezaran a salir
de esta Europa con excesivas normativas para irse hacia las Américas y
Asia.
Esto no sería una buena noticia para Gran Bretaña: las finanzas han
sido el sector más próspero de los últimos veinticinco años. Pero lo más
probable es que únicamente se deslocalicen las actividades más tóxicas,
lo que no sería una gran pérdida.
En cualquier caso, los únicos culpables son los bancos. Han volado
con sus doradas plumas demasiado cerca del sol y la ira [de la plebe] se
las ha derretido. Sólo tienen un argumento a su favor. La cultura de
avaricia de la City no tenía nada que ver con la cultura de ineptitud
del
Banco de Inglaterra y del
Ministerio de Hacienda.
Ellos les proporcionaron el dinero. En la historia económica británica
jamás se había derrochado tanto en una causa tan infructuosa. Y seguimos
sin ver ni un ápice de arrepentimiento.
Traducido por Jean-Baptiste Bor
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