martes, 26 de marzo de 2013

CULTURA La americanidad de España, una civilización en común


http://www.abc.es/cultura/20130325/abci-america-201303252038.htmlCULTURA

La americanidad de España, una civilización en común

Después de tres siglos el imperio murió, pero ambos lados del Atlántico mantienen su leal hermanamiento

Quizás es parte de ese pecado nacional nuestro que es la indolencia –aquí los que más se quejan son los que menos hacen–, pero la dejación y el olvido de la preciosa herencia americana de España me parece uno de los elementos estructurales que explican nuestra crisis actual.
Precisamente porque hablamos de realidades y no de ficciones negativas, resulta tan importante valorarla y ponerla al servicio de nuestro esfuerzo cotidiano, de modo que articule estrategias y propósitos individuales y colectivos. No se trata de oponer a la leyenda negra otraleyenda rosa, sino de enfrentarnos armados de datos y cifras a los perfiles de una historia muy antigua y muy universal, que de ambas cosas se trata cuando hablamos de España.

El legado está ahí

La evaluación de su legado está ahí para quien lo quiera ver, más allá del prejuicio y la ira, que cada cual se aguante la suya, pues no somos culpables de nada acontecido en el pasado. Sí somos culpables de desconocerlo, ignorarlo o de opinar sobre él desde el desdén o la ignorancia. Porque lo cierto es que la globalización no es más que la última evolución de la imperialización del mundo, iniciada por España (y Portugal) a fines del siglo XV.
Acercarnos a la historia americana de España es por tanto entender que las fronteras del mundo occidental fueron las suyas, así como descifrar el proceso de formación de un planeta relacionado, conectado, lleno de posibilidades para el futuro.
Ya se sabe que el nacionalismo, esa fuerza destructiva, dueña y señora del pasado siglo XX, hizo de los imperios los supuestos enemigos de la libertad en la historia. Pero desde que el mundo es mundo ha habido imperios, y sabemos que estos duran sólo si construyen vinculaciones, negocios y códigos comunes entre conquistadores y conquistados. Si pasados los primeros segundos del acero y la violencia, vienen siglos de enriquecimiento y mestizaje de cuerpos, almas e ideas.

Fragmentación e independencias

Así fue el imperio americano de España, que supuso más de tres siglos de experiencia y familiaridad entre ambas orillas del Atlántico. Su final se precipita desde 1808, cuando empieza con la crisis del gobierno en el centro de la monarquía, no en la periferia, el proceso de fragmentación que llevará a las independencias.
Para entonces, la América española está habitada por más de dieciséis millones de personas. De ellas, eran peninsulares, o españoles europeos como los llamaban entonces, menos de cien mil. ¿Qué mantenía unida aquella estructura política que iba de Cádiz a San Francisco y de Manila a Buenos Aires? Sin duda una cultura política común, urbana y jurídica, una lengua –en origen el castellano, que se hizo moderno y americano para convertirse en el idioma español–, una religión católica universalista, y un estilo de vida determinado, que en términos generales subyace hoy en valores sociales identificados en el imaginario global alrededor de lo hispano o latino.

Una visión del mundo

A saber, una visión del mundo marcada por la vocación hacia la vida urbana, la importancia de las relaciones personales y de la familia extensa o ampliada, la capacidad para el equilibrio entre las esferas del trabajo y la diversión, o la vocación estética por lo barroco. Entendido como triunfo del detalle, forma y color, hasta lo ampuloso y recargado, aquello que proclama el amor a la vida y la conciencia temporal de lo efímera que esta resulta, por lo que debe ser celebrada de inmediato.
Todo ello está presente en las calles de todas las capitales iberoamericanas –y más aún en las provincias o veredas de sus montañas, llanos y selvas–. Tantas veces con nombres iguales a los de España, pues los fundadores procedían de ellas. Hay catorce Madrid en el mundo, seis de ellos en Estados Unidos. Hay Barcelonas en Bolivia, Brasil o Venezuela, Sevillas en Colombia o Guinea, Valencias en Venezuela y Arizona.
Del nombre deriva su genealogía hispánica, pero esta no es más que la puerta de entrada a una identificación civilizatoria. Los franceses, que tienden al pensamiento ordenado, llaman a sus cátedras de«estudios hispánicos» cuando se vinculan a una tradición que une lo español con lo americano. A través de los frutos más excelsos de su cultura: literatura, historia, por supuesto arte, teatro, cine y expresiones visuales, hoy incluso gastronomía, música y diseño.

Migraciones globales

Cuando hablamos de una civilización común que lee y escribe en español, nos referimos a esta trama gigantesca de vinculaciones culturales que nos hace humanos de una cierta forma. Más en estos tiempos de migraciones globales, que llevaron desde 1980 a muchos americanos a España y que llevan ahora a muchos españoles a América. Como ocurrió a nuestros abuelos, que hicieron de las Américas «un sueño continuado», vemos hoy que se tejen sueños ultramarinos para muchos españoles, jóvenes, trabajadores y capaces. En Iberoamérica al menos encuentran un reflejo de sí mismos, un idioma en el que se representan, en suma, una España del pasado que es también una identidad a la que adscribirse, que fue, es, y será de todos.

HISTORIA MILITAR / HISTORIA MILITAR

Los otros héroes anónimos de la navegación española


Travesías comerciales, científicas y por supuesto militares pudieron hacerse gracias a la labor de los marinos españoles que cartografiaron la costa para mantener la supremacía del Imperio

Corría el año 1500 cuando Cristóbal Colón regresaba al Puerto de Cádiz tras su tercer viaje triunfal por «Las Indias». Un nuevo mundo se descubría ante los pies de los enviados por la Corona y el sol ya no se pondría, al menos durante los próximos tres siglos, en el incipiente Imperio español.
Los territorios descubiertos en el continente transatlántico debían ser «oficializados» de alguna manera, delimitando ante los ojos de las potencias enemigas qué tierras estaban siendo colonizadas por Cristóbal y el resto de marinos al servicio de los Reyes. Surgen así algunos de los mapas más interesantes e importantes de la Historia de España y, por ende, de la humanidad. Losantiguos portulanos–mapas muy detallados de los puertos mediterráneos– se quedaban pequeños ante tanto territorio descubierto; era necesario plasmar la totalidad del planeta en apenas unos metros de tela. [En imágenes: Los mejores mapas del Museo Naval]
Así comienza una historia más, desconocida y olvidada como tantas otras, de éxito de nuestro país. Viajes militares, científicos, comerciales… en los que se enrolaban estos marinos para cartografiar el Nuevo Mundo, convirtiéndose por su importancia en héroes, aún más ignorados incluso que los conquistadores, pero que durante siglos lucharon por mantener a España en la vanguardia náutica mundial y que el Museo Naval lleva más de 80 años recuperando y redescubriendo a sus visitantes.
Pocos países del mundo pueden presumir de tener una cartografía como la española, donde realmente somos una potencia mundial. Apenas el británico museo de Greenwich puede hacernos sombra, pero ellos carecen de joyas como el mapa de Juan de la Cosa de 1500, el primer mapa de la historia con el continente americano cartografiado. En menos de dos metros de pergamino están representados todos los territorios conocidos en la época, con América ilustrada como un vergel culminado por una figura de San Cristóbal, que representa la puerta de entrada a las Indias. Un mapa realizado para los Reyes Católicoscon curiosidades como monstruos marinos en los mares de Asia o Misterio católico a los pies del mar Rojo.

Investigación y desarrollo

Durante los siguientes tres siglos el dominio del Imperio español se hizo patente ante sus enemigos europeos. Para seguir manteniendo su hegemonía en tierra y mar, la Corona no dudaba en reclutar cerebros de otros países, ponerlos a su servicio y, conjuntamente con las mentes más eminentes que habitaban la Península, trabajar para llevar a cabo mejoras técnicas en la Marina y en la cartografía. Así se trajeron obras de grandes cartógrafos de otras partes del Imperio, como Flandes, donde estaban los más finos autores, como Abraham Ortelius, que en 1584 hizo el importante Atlas «Theatrum Orbis Terrarum».
No solo no había fuga de cerebros, sino que además de atraer a las mejores mentes de Europa, las «creaciones» de nuestro país eran deseadas por las demás potencias. Así se demostró durante la Guerra de Independencia, cuando los británicos utilizaron y tradujeron el Atlas de Tofiño, el primero detallado de la costa de España.
Esta es otra de las joyas que integran el Museo Naval. A finales del siglo XVIII España había cartografiado prácticamente todo el mundo, pero faltaba un atlas pormenorizado de nuestra costa. Así surgió la obra de Tofiño, creada en 1789 como «Atlas marítimo de España», con un perfil pormenorizado de toda la costa. Tal era la precisión de algunas de las cartas náuticas que se incluían que muchas se siguieron utilizando durante más de 150 años, hasta bien entrado el siglo XX. La historia, la leyenda y la labor del navegante Tofiño fue homenajeada por Arturo Pérez-Reverte en su libro «La carta esférica».

Navegación y cartografía «a ojo»

Los otros héroes anónimos de la navegación española
ERNESTO AGUDO
Cuadrantes expuestos en el Museo Naval
Parece imposible pensar que con las herramientas rudimentarias de hace cuatrocientos años –astrolabios, cuadrantes, sextantes, sondas, brújulas y los cinco sentidos puestos en la mar– se pudieran hacer cartas de navegación tan sumamente precisas. Lo mismo ocurre con las de los siglos XVIII y XIX, que aunque con herramientas más evolucionadas –se viajaba buscando las mejores innovaciones– se siguieron utilizando durante años. El Museo Naval guarda planos de Puerto Rico o Montevideo con 200 años de historia que si se superponen con uno realizado por los más modernos satélites apenas variarían unos milímetros.
Los mapas también eran un buen soporte para «contar» lo que sucedía. Así las historias fascinantes de nuestros mejores militares llegaban a oídos de todos. Como la aventura del marino «Yo solo» Gálvez, que se introdujo con 4 navíos en una bahía repleta de barcos británicos durante la batalla de Pensacola (1781) al grito de «El que tenga honor y valor que me siga».

España antes que los intereses propios

Tras el declive del Imperio, esta historia se convierte más en una aventura de hombres nobles interesados en lo mejor para España que en una labor de Estado. Mientras políticos, validos, o primeros ministros se preocupaban por su puesto, por sus intereses o por mantener su estatus, un grupo de hombres tuvieron altura de miras y se centraron en honrar a España en memoria de aquellos hombres que se jugaron la vida en galeones cartografiando las costas del mundo en beneficio de la Corona.
Conseguir reunir todos los mapas bajo el techo de un museo estatal ha sido una labor de personas más que de la olvidadiza España, siempre tan proclive a despreciar su Historia. En 1792 se intentó crear un museo de la mano de José Mendoza y Rios para recopilar la documentación de Europa, pero fue destituido, quedándose el proyecto en nada. Así se estuvo hasta 1842, cuando se retomó la idea, aunque no fue hasta 1933 cuando regresó la mayoría del fondo cartográfico que compone el actual Museo Naval, donde se rememoran las grandes hazañas de todos estos héroes que contribuyeron a España.

El misterio del mapa desaparecido



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