LA
RELIGION EN LOS TAINOS. Creían en un Dios Omnipotente autor
de la creación
La
religión de los taínos es uno de los fenómenos
más curiosos de la cuasi civilización americana, en su periodo. Se
escapa a la sagacidad de los historiadores. Porque es muy difícil establecer
un sistema religioso en el piélago turbio de tan opuestas corrientes
que empujaron la vida indígena, medio absurda y medio
reflexiva. Presenta el aspecto de
creencias de comunidades evolucionadas y
bárbaras al mismo tiempo. De ahí la
confusión que reina entre los
intérpretes en cuanto a su ideolismo,
antropomorfismo y cuasi positivismo con un Dios único verdadero.
Y
es que la religión de estos autónomos había cambiado, en los tiempo del
descubrimiento, de la idolatría a dicho antropomorfismo, o sea, que la divinidad adquiere naturaleza humana,
tal como lo demuestra la colección de Cemís que se conservan en el Museo
Nacional, < La Religión
del Taíno había evolucionado ya de la
zoolatría al antropomorfismo, esto
es, a ese género de idolatría en el que la divinidad adquiere, completamente
naturaleza humana, Padilla, Prehistoria>
No
se puede atender a un sistema de Religión bien definido por una nación como la Taína tampoco
acostumbrada a reflexionar y que carecía
de las dotes mismas de la razón natural, ha dicho Charlevoix, y asegura este
antiguo relator de la
Historia de la Isla Española o de Santo Domingo, < se
encuentran entremezclada en sus
creencias un aborto de las más groseras supersticiones en las cuales no
era difícil reconocer que el
Demonio la inspiraba, y crasos errores
que inducían a los aborígenes a rendir honores a los hombres mismos como seres
divinos, y a su lado por contraste encontramos en sus almas intuitivas la idea
de un espíritu superior o Dios omnipotente
e impenetrable autor de la creación.
Si
se puede dar crédito a autores
contemporáneos, próximo al descubrimiento del Nuevo Mundo, el Demonio apareció
a nuestros insulares vaticinando por medio del oráculo que serían regidos por
otro pueblo extranjero con una dura y absoluta tiranía. Se ha llegado decir que
estos aborígenes no tenían un sentido exacto de las ideas religiosas. En
cuanto a su creencias religiosas, escribe Del Monte y Tejada, < no se puede comprender
claramente las que tenían, ni el verdadero sentido de sus ceremonias y ritos.
Los Cemis y sus divinidades. Cuando los caciques consultaban a los semes
del resultado de la guerra, de los comestibles, de la salud, se entran en la
casa dedicada al zemo, y allí, absorbiendo por las narices la cohobba, que así
se llamaba a la hierba que embriagaba, con la cual también los boicios se ponen furiosos al punto, de
seguida dicen que comienzan a ver que la
casa se mueve, poniéndose lo de arriba
abajo, y que los hombres andan al revés, tanta es la
eficiencia de aquel polvo mojado de la
cobobba, que al que lo toma luego le quita todo el sentido ( Anglería,
Décadas del Nuevo Mundo, pág. 101, cap.
XVII)
Estos
aborígenes creían que la muerte era
transitoria y que sus cemís los
encaminaban a una región de felicidad y deleite. Es posible que sacaran
de tan profunda fe y de la aberración de
este optimismo confiado, su sentido
fatalista filosófico y cierto inerte practicismo
en el orden material. Protegían los cemís
el parto de las madres y las cosechas; preservaban les, estos dioses
lares, del fuego, del mar, de la guerra,
de las enfermedades y de los malos espíritus. Un cemí reguardaba a los
aborígenes de ofender al Gran Dios.
Estos
cemís se adoraban en las casas, en el Cu,
que se alzaba en el bohío, en el Caney sagrado o en las grutas
convertidas en templos para la celebración de sus ritos. Tenían en sus casas
estatuas, más o menos grandes, agrega
Del Montes, que llamaban cemís a quienes encomendaban sus ruegos y peticiones, adorándolos, como lo
hacían los romanos con sus dioses de Lares. A esta estatuas ponían les los
nombres de sus abuelos, y era grande la
estimación que de ellas hacían los mismos caciques y la gentes del poblado se apreciaba de tener
unos mejores cemís que otros, y siempre procuraban ocultarlos de los
españoles.
Creían
que sus cemís eran inmortales, como se
lo habían transmitido sus abuelos; pero
estos cemís eran ídolos o estatuas que
representaban a aquellos a quienes
adoraban. De aquí puede deducirse el
principio fundamental de su religión. Los caciques tenían hasta seis cemís, los
nitaínos cuatro y los naboríes dos. En las cuevas estaban estos cemís
distribuidos por jerarquías, y en el
centro se hallaba el cemí principal, con el rostro cubierto por su máscara de
oro, para indicar que el dios no tenía
fisionomía humana.
Unos eran de barro, otros de piedra, y de madera
o de oro como refiere Fernando Colón, Vida del Almirante, edi. 1947,
cap. LXII, donde copia las palabras del Almirante < la idolatría u otra
secta no se ha pedido averiguar en ellos, aunque todos sus reyes que eran mucho
tanto en la Española
como en la demás isla, y en tierra firme, tienen una casa para cada uno,
separada del poblado, en la que no hay más que imágenes de madera, hechas en
relieve a la que llamaban cemís. Ponen un nombre a dicha estatua, yo creo que
será del padre, del abuelo o de los dos, porque tienen más de una y otros más de
diez, en memoria, como ya he dicho de
alguno de sus antecesores. Igualmente, la mayor parte de los caciques
tienen tres piedras a las cuales ellos y
su pueblo muestran gran devoción. Una
dicen es buena para los cereales y las legumbres que han sembrado. Otra, para
parir las mujeres sin dolor. Y la tercera, para el agua y el sol cuando hacen falta…
La
manera de sepultar a sus caciques son
las siguientes: a) abren el cadáver del cacique y lo secan al fuego, para que
se conserve entero. b) a otros solamente le toman la cabeza. c) a otros los
sepultan en una gruta y ponen encima de la cabeza pan y una calabaza llena de agua. d) unos los
queman en la casa y cuando los ven en el
último extremo, antes de que se mueran los estrangulan, estos se hace con los
caciques. e) algunos los hechan de la casa cuando están muy enfermo. f)
también a muchos los ponen en una
hamaca, que se ha hecho de red, le ponen agua y pan al lado de la cabeza, lo dejan
solo y no vuelven a verlos más. g) mientras que
una parte considerable de la población cuando están enfermos gravemente
los llevan donde que cacique, éste dice se deben estrangularlo o no y hacen lo que él mande.
Los
Cemís de Algodón, estos abundaban por toda la población Taina. Estos ídolos
de algodón pudo haber tenido su origen en el culto del cráneos y, con
motivo a la muerte de algún jefe behiche
(hechicero o curandero) notable. La variedad de figuras que veneraban
habían persuadido a estos pueblos que
existían muchos dioses. Creían que ellos
eran capaces de hacer el mal que el bien, no concebían casi que pudieran
aplacar du furor, le hacían sacrificios constantes…
El culto de los cráneos. Unos de los
ritos más consagrado entre los indios de la isla, era el conocido como el culto de los cráneos. El alma del difunto,
según lo expresa Kriekeberg. Mora en los huesos, estas ceremonia da motivo al
sepultamiento secundario de los huesos descarnados y no poca veces pintados,
depositados en canastas y vasija de
barro, es esta una costumbre que predominaba en tiempos antiguos en la
región del Amanzanas inferior, entres los araws, (guajiro, irupiná, mojo) y algunas tribus tupí (
maguá, oyumpí). La conservación de los cráneos de los antepasados, es para Fernando Royo Guardis,
indiscutible. Este culto al cráneo
comprobado ya que, de acuerdo a Gusinde,
“en los casos de reuniones de asociaciones secretas de hombres se acostumbra a
guardar considerable número de cráneos,
con frecuencia aparecen huesos largos (tibia, fémur, humero y otros), hay que
recordar que la cabeza es la porción más importante del cuerpo, y no menos las
extremidades superiores e interiores sirven al hombre para moverse, atacar y accionar en la diferentes
actividades que realiza,
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