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La Isabela, ciudad fantasma
Cuando
el 1 de enero de 1494 fondeaban las diecisiete naves del segundo viaje
colombino y desembarcaban ansiosas las cerca de 1.500 personas, junto
con el ganado, plantas, semillas y las restantes provisiones, se
iniciaba de forma definitiva el proceso de conquista y colonización del
continente americano. La llegada del segundo contingente castellano a la
Española representó el primer esfuerzo de transplantar el modo de vida
peninsular a los espacios americanos y la primera experiencia de un
poblamiento efectivo.
Fundada a primeros de enero de 1494 por el propio Almirante, reflejaba
la idea dominante en aquellos primeros años de establecer una relación
comercial beneficiosa en base al establecimiento de factorías al estilo
portugués. La Isabela nacía como una mezcla de almacén,
puerto y fortaleza que asegurase la presencia estable de los pobladores
y permitiese una política de intercambios comerciales ventajosos y la
explotación de lavaderos de oro.
"dióse grandísima priesa y puso suma diligencia en edificar luego casa para los bastimentos y municiones del armada, e iglesia y hospital, y para su morada casa fuerte, según se pudo hacer. Y repartió solares, ordenando sus calles y plaza y avecindáronse las personas principales y manda que cada uno haga su casa como mejor pudiese. Las casas públicas se hicieron de piedra; las demás, cada uno hacía de madera y paja y como hacerse podía".
Las Casas nos da
los ingredientes esenciales de toda fundación; reparto de solares,
ordenación del espacio, construcción de edificaciones y ocupación del
mismo por los nuevos vecinos.
La construcción de la ciudad exigió un considerable esfuerzo físico,
movimiento de tierras incluido, que los nuevos colonos no estuvieron
nunca en condiciones óptimas de afrontar, y ahí empezaron los problemas
para Colón. La consecuencia inmediata de un penoso viaje marítimo y los
esfuerzos iniciales en un medio tropical al que aún no se habían
aclimatado, fue la aparición de enfermedades que afectaron a la mayoría
de los recién llegados y el surgimiento de tensiones en un grupo humano,
que no consigue estabilizar su situación sanitaria y de consumo. Aunque
los nativos acudieron en los primeros días trayendo pescado fresco y
ajes, productos propios de una cultura alimentaria eminentemente
agrícola basada en el conuco, Colón en el Memorial de Antonio de Torres
especifica la falta de trigales y viñedos, ganado, puercos y animales de
tiro para que la colonia pudiera vivir al "estilo español".
Proveer los alimentos acostumbrados, es decir, evitar salirse de la
norma cultural alimentaria castellana que les debía asegurar la salud.
Objetivo que nunca se va a conseguir en función de las dificultades de
aprovisionamiento peninsular, costes económicos y necesidades diarias de
alimentar a un contingente tan numeroso. Hernando Colón deja bien
claros cuáles son los motivos de los primeros problemas que tendrá que
afrontar su padre.
"Estaban descontentos y fatigados por la construcción del nuevo pueblo y extenuados por las dolencias que les traía la calidad del país, nuevo para ellos, la del aire y de los alimentos".
Para
algunos historiadores, Colón ordenó la construcción de una ciudad
innecesaria en un lugar errado. Innecesaria porque de alguna manera se
contradecía con la práctica comercial de un sistema de factorías que no
necesitaba la presencia de tal cantidad de personas para su
funcionamiento. Si erró o no al escoger el emplazamiento, la verdad es
que la zona de La Isabela no producía demasiados excedentes agrícolas
que paliaran las carencias de los colonizadores. Aún cuando rápidamente
se comenzó a racionar los alimentos y quedó claro que el problema de
suministro alimentario era cada vez más importante, se descuidó la tarea
de producir alimentos en beneficio de objetivos como la búsqueda y
explotación de recursos auríferos, política que solamente hizo agravar
la situación de la colonia. A medida que el hambre se hacía más patente,
fue desapareciendo todo lo comestible y aumentando al mismo tiempo la
presión sobre unas comunidades taínas que no estaban dispuestas a
colaborar por más tiempo. Para los indios, los cristianos eran comedores
en exceso y no se preocupaban de cavar y trabajar con sus manos la
tierra que tenía que alimentarles. Según Las Casas, la situación que
encuentra el Almirante en la Isabela al regresar de Cibao, a fines de
marzo de 1494 es realmente preocupante.
La mala aclimatación, la escasez de víveres propios y ajenos, la nula
colaboración nativa y las propias tensiones internas llevaron al hambre,
a la enfermedad (la sífilis o "mal de Bubas" hizo verdaderos estragos) y
a la muerte de un gran número de pobladores. El abandono final del
lugar no sólo se debió a las causas mencionadas anteriormente sino
también a las mejores posibilidades que ofrecía la costa sur de la isla,
más fértil, poblada y cercana a la zona minera interior sobre la que se
volcaban todos los esfuerzos.
Abandonada por orden de Bartolomé Colón a partir de la construcción de
la ciudad de Santo Domingo en 1496, la expansión del primer núcleo
urbano castellano en América había durado poco menos de tres años. Es el
tiempo transcurrido entre su fundación en enero de 1494 y el regreso de
Colón en su tercer viaje a las Indias en 1498 cuando lo hace
directamente a Santo Domingo. Para entonces o poco después, sólo los
cerdos traídos de España paseaban por los arrabales de un núcleo donde
ya sólo se instalaría la leyenda.
Ruinas de La Isabela
Fuente consultada: Episodios de hambre urbana colonial: Las
hambrunas de La Isabela (1494), Santa María la Antigua del Darién (1514)
y Santa María del Buen Aire (1536) - Ricardo Piqueras Céspedes.
Universidad de Barcelona.
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