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domingo, 20 de julio de 2014
Francisco Macías, el Hitler africano
Una aproximación a la figura de uno de los dictadores más sanguinarios
de la historia contemporánea: Francisco Macías Nguema, que rigió los
destinos de Guinea Ecuatorial entre 1968 y 1979
![Francisco Macías Nguema](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_shGHe923dpck8Tk1lHrYClRd_5mHb6Zx8-C1y2BgLJf5KFndJc9ydHr-lZ2Rygrf65N9xzEG2qch0E-jOT-nCTjlXPr3oui0oF06hJHp8JIeKvdNXHiWJZWbHe0jyhkd0KmGdmaoOoxb6gnf0dlTbq7HfgBycBsylEez9YZgDH-PqJb5UAmh2O0e9CVu9cc8-uYU9-95AJ=s0-d)
La noche del 29 de septiembre de 1979, un fuerte temporal asoló Malabo,
capital de la joven República de Guinea Ecuatorial, de cuya
independencia de España no se habían cumplido todavía los diez años.
Vientos huracanados y lluvias torrenciales provocaron graves y
cuantiosos destrozos materiales. Sin embargo, aquélla fue, tal vez, la
catástrofe natural más ignorada de la historia. Nadie en el país pareció
darse cuenta de su existencia, como si todos los ecuatoguineanos se
hubieran conjurado para hacerle el vacío a cierto dios de las
inclemencias a fin de obligarle a dejarles en paz. Había un buen motivo:
los doscientos mil habitantes del país estaban pendientes de otro
temporal, éste político, que iba a tener lugar al día siguiente en la
cárcel principal de la capital. En una pequeña y sucia celda en su
interior, un hombre aguardaba su destino, que iba a sellarse la tarde
del 30 después de un breve juicio de resultado cantado. Tenía cincuenta y
cinco años y había sido alto, fuerte, apuesto y propietario de una
mirada fría y penetrante, capaz de infundir auténtico terror a sus
semejantes, pero los meses pasados escondido en la selva, las torturas
sufridas después de su captura y el miedo que todo ser humano padece
cuando siente el aliento de la muerte en el cogote lo habían envejecido y
como empequeñecido. Ahora, solo en la celda, con la frente perlada de
un sudor helado, temblaba y lloriqueaba. En sus últimas horas, Francisco Macías Nguema no
contempló su vida corriendo ante sus ojos como un cañonazo de
diapositivas. Ni siquiera las dedicó a martirizarse con un pensamiento
recurrente, con una idea fija del tipo de qué rápido había sido todo o
cómo diablos pudo no darse cuenta de que la traición, que siempre había
esperado y perseguido, no se agazapaba en ninguna callejuela de Malabo o
de Bata, ni en ninguna remota plantación de cacaoteros, sino tan cerca y
tan a la vista como en su propia familia. La mente de Francisco Macías,
anegada por un pánico elemental, sencillamente, no pensaba en nada.
Tampoco pensó en nada al día siguiente, cuando el juez decretó la
condena a muerte ante los cientos de jolgoriosos ecuatoguineanos que
abarrotaron la sala en la cual tuvo lugar el juicio sumarísimo, ni
cuando la condena fue hecha efectiva y el tirano más loco y sanguinario
de la no precisamente poco loca y sanguinaria historia reciente de
África, el émulo ecuatorial de Pol Pot, fue fusilado a las cuatro de la tarde de aquel nuboso domingo de 1979.
Admiraba a Gandhi, a Franco y a Mao Tse-Tung, pero su bien más preciado era un ejemplar delMein KampfHabía
prohibido los zapatos, la pesca, los médicos, el cultivo del que era el
mejor cacao del mundo, los profesores, pronunciar en voz alta la
palabra "intelectual" y la palabra "Jesucristo" —que debía ser referido
como El Hijo Bastardo De Una Puta Blanca Barata Con Un Coño Pestilente—,
el pan, del que decía que era un producto imperialista. Mató a un
tercio del país y exilió a otro. Los ecuatoguineanos le llamaban Masie.
Él se hacía llamar Milagro Único. Admiraba a Gandhi, a Franco y aMao Tse-Tung, pero su bien más preciado era un ejemplar del Mein Kampfdel cual nunca se separaba. A Masie le gustaba aferrarlo, como Moisés las
Tablas de la Alianza en la cima del Monte Sinaí, cuando, desde el
balcón del palacio presidencial de Malabo, aún recién llegado al
Gobierno —democráticamente, como Hitler—
y en la cúspide de su popularidad, instaba a las muchedumbres a matar a
los blancos y violar a sus mujeres. "¡Violad a sus mujeres!", bramaba
con un énfasis especial, los ojos muy abiertos, las venas del cuello muy
hinchadas, y sus fieles cachorros, sus Jóvenes en Marcha con Macías,
entraban en un éxtasis guerrero, aullaban como lobos, exclamaban "¡Nada
sin Macías, todo por Macías!" y corrían resueltos a cumplir a rajatabla
las órdenes del Jefe. También lo harán y también lo harán resueltos
cuando el Jefe, más tarde, cuando ya no queden blancos que matar, les
inste a matar y violar negros. Alguno especialmente obediente violará a
su propia madre después de sorprenderla rezándole al dios equivocado, y
mientras la acometa le hará repetir la delirante shahada que
se obliga a pronunciar a los católicos —Macías también prohibió el
catolicismo— mientras se los tortura u obliga a defecar sobre sus santos
y sus biblias: "Dios no existe, Macías es el único Dios; Dios no
existe, Macías es el único Dios; Dios no existe, Macías es el único
Dios".
Masie. Masie, que había heredado de su padre hechicero el secreto del evú,
la misteriosa Sustancia del Mal de la cual sólo se sabe que es de tipo
reptiliano y que en ella se deslíen todos los arcanos de la magia de los
fang. Masie, que por su padre también conocía las bondades de la dieta
caníbal y los mejores despieces: las lenguas, que otorgan a quien las
come el poder de la palabra; las mamas femeninas, que otorgan a quien
las come el poder de la seducción; los órganos genitales, masculinos o
femeninos, que otorgan a quien los come el vigor sexual. Masie, que
coleccionaba cráneos humanos, que etiquetaba sus cráneos y los
clasificaba por sexos, por fechas, por suculencia, por grado de placer
auditivo del ruido que habían hecho al ser cascados en vivo con el
bastón de caoba y cabeza de marfil del dictador, al cual le gustaba que
le mandaran de vez en cuando al palacio a algún preso político a fin de
matarlo y degustarlo él mismo.
¿Cuándo se vuelven futuros dictadores los dictadores? Siempre parece
haber un momento fundacional, un difuso episodio de la infancia o la
adolescencia que, como un siniestro efecto mariposa, provoca años más
tarde las tempestades de muerte que embadurnan las páginas de los libros
de historia. ¿Cuándo se volvió futuro dictador el dictador Macías?
Dictador de facto se volvió el 5 de marzo de 1969, cuando, tras un golpe de Estado encabezado por Atanasio Ndongo, asumió todos los poderes. Dictador de iure,
en agosto de 1973, cuando fue promulgada una Constitución que fue
aprobada por un aplastante 100% de los ecuatoguineanos, y en la cual,
"en reconocimiento a las altas virtudes y excelsas realizaciones en
beneficio de la Patria" se proclamaba "Presidente Vitalicio al Honorable
y Gran Camarada Francisco Macías". Si Juan Carlos de Borbóniba
a proclamarse rey de España "por derecho", ¿por qué no iba él a
proclamarse por derecho presidente vitalicio de Guinea Ecuatorial?,
solía decir con un característico fulgor sarcástico en los ojos, que
sólo le abandona en esas últimas horas, un mes después de que su propio
sobrino, un tal Teodoro Obiang, le traicione.
Pero, ¿cuándo se volvió Francisco Macías dictador en potencia? ¿Cuál fue
el relámpago de ira adolescente y deseo de venganza que marcó su
destino y el del pueblo guineano? Parece que aquél en que el evú,
que otorga a quien lo tiene grandes poderes, pero también el temor y la
envidia de los vecinos, llegó a la humilde casa de los Nguema a cobrar
su contrapartida. A Masie Milagro Único, además del Mein Kampf,
siempre lo acompaña siendo gobernante una antigua rabia: la de la
expulsión de su aldea natal, vivida cuando niño, de su clan, el clan de
los gorilas, al cual se acusaba de las malas cosechas, de las
enfermedades, de todas las desgracias en general. En la marcha penosa
que el clan emprende desde la aldea natal, en el actual Gabón, hasta la
actual Guinea, con la espalda encorvada por el peso de los bártulos, el
joven Macías rumia como un pedazo de carne correosa la firme decisión de
consagrar su vida a dar la razón retroactiva a sus vecinos
convirtiéndose precisamente en eso: un dios maligno capaz de arruinar
cosechas, enfermar a la gente y causar en general cualquier desgracia.
Ésa es la base del recipiente, la apertura de una cuenta corriente de
truculencias que Francisco Macías irá llenando en los años subsiguientes
con ideas tomadas de aquí y de allá. Dos misioneros panyale (es decir, españoles), Tomás Buiza yJulián Ayala,
le dan, sin saberlo, las primeras en los años treinta: Buiza y Ayala,
seguidores entusiastas de los métodos de sus compadres belgas en el
Congo, rastrean la selva, capturan a los fang que encuentran y les
amputan los miembros como castigo ejemplar por su antropofagia, real o
presupuesta, y a los que mueren les arrancan los cráneos, que luego
envían a España a fin de que científicos y antropólogos los comparen con
osamentas de monos, gorilas y chimpancés.
Es poco después de aquella huida cuando, siendo criado de unos españoles
pudientes, Francisco Macías, que hasta entonces no se llamaba así, sino
Masie me Ngueme, es bautizado y adopta el nombre con el cual se hará
famoso. Su condición de servicial y obediente boy —así
se llamaba en la colonia española a los criados, siempre hombres, que
lavaban la ropa y cocinaban— provoca las burlas de otros fang no
cristianizados. Francisco Macías tampoco olvidará los dedos apuntándole,
las risotadas aparatosas y las palizas de aquellos compatriotas:
"¡Akié! (Dios mío) —recordará que decían— ¡Mirad cómo Masie me Ngueme,
el feroz y temible guerrero fang del clan de los gorilas, se comporta
como una mujer y lava la ropa sucia de sus varios maridos, los soldados
blancos!".
Macías prohíbe los zapatos, la pesca, los médicos, el cacao, pronunciar el voz alta la palabra 'intelectual'Aquellos
maridos blancos sientan sin saberlo otros dos cimientos del Francisco
Macías dictador: por ellos descubre a Hitler el jovenboy;
a ellos debe el nombramiento como ordenanza del Ministerio de Obras
Públicas en Bata, del cual saltará, siendo servicial y obediente, a un
bien pagado puesto de intérprete, del cual saltará, siendo servicial y
obediente, al puesto de alcalde del remoto distrito de Mongomo, del cual
saltará, siendo servicial y obediente y teniendo un padrino poderoso
—el abogado español Antonio García-Trevijano—,
al puesto de vicepresidente de la recién creada comunidad autónoma de
Guinea, en 1964, del cual saltará al puesto de candidato de uno de los
cuatro partidos que se presentan a las primeras, y hasta la fecha
únicas, elecciones democráticas celebradas en la nueva República. Las
gana con el eslogan "Unidad, paz y prosperidad", y entonces el servicial
y obediente Macías deja de ser servicial y obediente. La locura
aplacada durante décadas a fin de alcanzar sin despertar sospechas la
cúspide del poder, la locura aplacada incluso cuando, siendo alcalde de
Mongomo, sorprende a su primera mujer en pleno acto sexual con un
adolescente español, esa locura subterránea y palpitante, estalla como
el agua de una presa rota. Francisco Macías prohíbe los zapatos, la
pesca, los médicos, el cultivo del que era el mejor cacao del mundo, los
profesores, pronunciar el voz alta la palabra "intelectual" y la
palabra "Jesucristo" —que debe ser referido como El Hijo Bastardo De Una
Puta Blanca Barata Con Un Coño Pestilente—, el pan, del que decía que
era un producto imperialista; mata a un tercio del país y exilia al otro
y la nueva República pasa a ser llamada en los medios occidentales "el
Auschwitz africano".
Todos los dictadores tienen también una forma preferida de matar, un
estilo propio de ejercer la violencia, un instrumento o técnica fetiche
de tortura. Para Hitler fue la cámara de gas; para Augusto Pinochet,
la cama electrificada. ¿Cuál fue la de Macías? Es largo de explicar.
Así la recordaba un testigo anónimo, que vio cómo unos Jóvenes en Marcha
con Macías llevaban a unos presos a una zona pantanosa, donde los
obligaban a excavar una larga zanja: "La milicia popular cogió palas,
picos y mazas y comenzó en ese momento uno de los más tétricos y
espantosos espectáculos. Empezaron a golpear a los prisioneros, que por
otro lado se ahogaban en aquella viscosa agua en estado de
descomposición, y que se agarraban a los bordes de la excavación con los
dedos sangrando y las uñas astilladas. Cada vez que alguno de ellos
intentaba respirar aquel aire saturado y cargado de violencia y de
silencio, las Juventudes en Marcha con Macías golpeaban con sus palas o
sus picos las cabezas de aquellas amorfas figuras humanas rebozadas de
fango y de sangre en las cuales difícilmente se podía apreciar dónde
estaban los ojos y la boca". Era un procedimiento muy habitual. También
la crucifixión y el ahorcamiento. Incluso el cólera: cuando sobrevenía
una epidemia, Macías premiaba a los amigos y castigaba a los enemigos
enviando medicamentos a las regiones de los primeros y privando de ellos
a las regiones de los segundos, a las cuales trasladaba, además, a los
leprosos de las otras. Macías, sí, no sólo cumplió la profecía
arruinando cosechas y siendo capaz de provocar desgracias generales:
también fue capaz de enfermar a la gente a voluntad.
El fin fue, efectivamente, muy rápido. El 3 de agosto de 1979 su sobrino
Teodoro Obiang, que había estado a cargo de las cárceles, da un golpe
de Estado al que suceden unas pocas refriegas que no tardan en sofocarse
y derroca a Macías, que huye a las selvas de la zona de Mongomo, donde
es encontrado y apresado.
Un pelotón de soldados marroquíes debe ser traído desde Marruecos a fin
de fusilar al tirano. Ningún guineano se atrevió a hacerlo: todos temían
que el fantasma de Macías los persiguiese. Muchos acudieron, eso sí, al
cementerio a contemplar el cadáver del dictador cantando alegres
canciones en lengua bubi y en lengua fang. "Es como si acabaran de matar
a una serpiente que hubiera devorado a millares de personas", decía
Carlos, un joven de veinticinco años que había pasado cuatro en la
cárcel de Black Beach. "Por fin somos libres", decía otro, de nombre
Pedro, al cual el dictador había matado a siete familiares.
No lo eran. Teodoro Obiang tampoco tardó mucho en erigirse como nuevo dictador arbitrario y sanguinario. Hasta hoy.
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