domingo, 7 de junio de 2015

Desaparición y naufragio del Valbanera

Ya no hay horizonte ni mar, ni cielo. El espacio se ha convertido en una masa difusa de color blanco grisáceo que parece haberse apoderado del buque, lo sacude, lo levanta y lo deja caer. Hay pasajeros gravemente heridos. Los salones, cámaras y corredores aparecen desiertos. Muchas piezas de mobiliario y restos de loza rota recorren la cubierta al compás de los balances y el movimiento de cabeceo del buque como animados por un siniestro soplo de vida.

El calor en los camarotes es insoportable. Supera los cuarenta grados centígrados y la humedad opresiva hace que las pocas personas que no se han mareado apenas si puedan moverse. Los tanques sépticos han rebosado por los inodoros y un olor nauseabundo a excrementos, orina, vómitos y carbón inunda toda la habilitación. El vapor casi no avanza rodeado y sacudido por olas de doce metros de altura. En el puente de mando enfundados en pesados impermeables de lona encerada, trece hombres luchan desesperados por mantener el gobierno de la nave. El capitán, los tres pilotos, los dos agregados, el timonel de combate y su ayudante que llevan horas colgados de la caña del timón, los dos contramaestres, el carpintero, el bombero y un serviola en la bacalada de babor (la de estribor casi ha desaparecido destrozada por una gigantesca ola). Algunos de ellos han tenido que atarse a los mamparos ya que les resulta imposible mantener el equilibrio debido a los balances (muchos, superiores a los treinta grados) de los que cada vez el vapor tarda más en recuperarse. El salitre del agua de mar y el viento hacen que a los hombres les lloren continuamente los ojos, la única defensa que les queda para evitar embarrancar en uno de los muchos bajíos que existen en la zona. El ruido ensordecedor del viento y el mar estrellándose repetidamente contra el casco de la nave les impediría oír el ruido de una rompiente. ¡Y que más da! Piensa el amargamente el capitán. Todo el mar es una inmensa rompiente.

Ha pasado más de una hora en la caseta de derrota estudiando la carta de la zona. Va navegando hacia el norte en demanda de uno de los puertos del Oeste de la Península. Tiene tres derrotas posibles; la primera le llevaría por el Oeste de la Tortuga dando un rodeo a la línea de Cayos. Imposible. Tendría que navegar proa al mar y al viento con el riesgo de entrar par ojo en el seno de una ola y nunca más volver a salir a la superficie. La otras dos derrotas varían entre si en unos pocos grados de rumbo. Una les llevaría a pasar entre Tortuga y el Bajo de Rebeca y la otra por el canal existente entre el Bajo de Rebeca y la multitud de bajíos occidentales de las Marquesas. Demasiado riesgo. Llevan 48 horas navegando por estima y suponiendo que siguen un rumbo norte mas o menos constante y una velocidad media de 1,5 nudos la posibilidad de clavarse en uno de los bajos o incluso de colisionar contra el faro de Rebeca es demasiado grande. El mar sigue castigando al trasatlántico por su amura de babor incesantemente, sin piedad.

Una nueva ola barre la cubierta del castillo de proa y los rociones de agua de mar, los "salseiros" como dice el timonel gallego, inundan el puente de mando descubierto. El segundo piloto tarda casi cinco minutos en cubrir los escasos cuatro metros que hay entre su puesto junto a la rueda del timón y la caseta de derrota. Va agarrándose a sus compañeros, resbalando y levantándose hasta que consigue asirse al picaporte de la puerta de la caseta, entrar y cerrarla a toda prisa. Solo puede permanecer unos minutos dentro. El calor, la humedad, el espantoso movimiento del buque y sobre todo el cansancio que se ha apoderado de todos hacen que los primeros síntomas del mareo aparezcan de inmediato hasta en el más veterano de los marinos. Con rapidez efectúa los cálculos de estima sobre la carta.

Ahora deben encontrarse en un punto situado aproximadamente a ocho millas al Oeste de Rebeca, justo en el centro del canal existente entre el Bajo y Tortugas. Es el momento de alterar ligeramente el rumbo cinco grados a estribor para mantener los bajíos de Tortugas siempre a una distancia constante por su través de babor. En el momento en el que dejen el Bajo de Rebeca a popa podrán relajarse un poco. El mar les hará abatir siempre al este, lejos del Banco de las Tortugas. Bastara con ir corrigiendo de cuando en cuando a babor para llevar una derrota efectiva hacia el norte. Las nauseas comienzan a aparecer y el piloto reinicia el tortuoso camino hacia el puente para dar la novedad al capitán. Cuando se dispone a abrir la puerta de la derrota una fuerza monstruosa le lanza de cabeza contra los portillos de cristal. Es el primero en morir aquella noche. Y en cierto modo tiene suerte; la muerte le sobreviene de manera instantánea.

Todo el personal de guardia en el puente cae sobre cubierta. El capitán consigue agarrarse al tobillo del timonel de combate con su mano derecha y con la izquierda se impulsa sobre una de las cabillas del timón para levantarse. Por el rabillo del ojo puede ver que algunos de sus hombres han salido despedidos hacia proa y caen sobre la cubierta principal seis metros mas abajo. La escena se desarrolla tan solo en unos segundos. El capitán grita desesperadamente órdenes al timonel y a los agregados "Todo a Babor, Todo a Babor". "Atrás toda". Al incorporarse sobre la amurada del puente no puede dar crédito a sus ojos; la proa de su buque ha desaparecido bajo el mar. Una altísima columna de agua y arena se desploma sobre ellos. El barco vibra de proa popa. Un ruido similar al que emite un cajón de madera al ser arrastrado sobre un terreno de grava inunda el espacio.

Los dos timoneles permanecen colgados de la caña intentando virar a babor mientras el gigantesco casco de acero va enterrándose en la arena y escorando a estribor. Gritos confusión, dolor. Uno a uno los hombres van siendo barridos de la cubierta ¡Don Ramón, el barco no responde al timón! grita el timonel de combate segundos antes de desaparecer en la oscuridad arrastrado por una cascada de agua y arena. Antes de que el capitán siga el mismo camino, puede comprender en un instante final de lucidez que el temporal les ha abatido tanto hacia al este que están embarrancando en algún bajo de las Marquesas. El último en ser engullido por el mar es el serviola de babor. Desesperado puede ver como el buque se va hundiendo con una escora hacía estribor de cuarenta y cinco grados y comprobar como las arenas movedizas comienzan a hacer su trabajo. Muchos pasajeros aún tardarán varios minutos en perecer. El tiempo que tarde el mar en apoderarse de todo el buque. Pudo ocurrir así.

La desaparición del Valbanera movilizó de inmediato a la Marina de Guerra Nacional de Cuba. La estación radiotelegráfica de La Habana había captado también la llamada efectuada por el vapor español a Key West. Varios buques que habían arribado al puerto de La Habana después del ciclón declararon que habían captado débiles llamadas del Valbanera. Esto desató un sinfín de rumores en toda la isla.El día 16, una semana después de la supuesta aparición del buque ante el castillo del Morro, la prensa cubana comenzó a preguntarse por qué el Valbanera no daba señales de vida. Dos días antes, una flotilla de cañoneros cubanos había zarpado de sus bases para evaluar los daños causados por el ciclón en la costa y para buscar al Valbanera. Los cañoneros Yara, Patria, Martí y Maceo barrieron la costa Norte de Cuba y todos los cayos de la zona. También el US Coast Guard y unidades navales estacionadas en Key West iniciaron la búsqueda del vapor español. Desde la Gran Inagua hasta Cabo San Antonio. Desde La Habana a Cabo Sable. Toda la línea de los cayos de Florida, desde Cayo Matecumbe hasta Key West o Cayo Hueso, si se prefiere. Y el Valbanera no aparecía. Finalmente se rastreó el área de los cayos más accidentales; el canal del suroeste situado entre Man Woman Key y el Bajo de Satán, los Cayos Marquesas, Coalbin Rock, Cosgrove ShoaL…, todo sin resultado. A unas cinco millas al Oeste de los Cayos Marquesas comienza una zona denominada the quicksands, Las Arenas Movedizas. Se trata de una serie de dunas en el fondo del mar compuestas por arena coralífera. Esta arena fluye con las corrientes de forma continua alternado la profundidad de la zona y no superando nunca éstas los doce metros. Cualquier objeto que cae al fondo el mar es inmediatamente sepultado por la arena cuyo poder de succión es notable.El barco corre entre las Marquesas y el Bajo de Rebecca con una extensión de Oeste a Este de unas 10 millas y de Norte a Sur unas cinco. El límite occidental del banco de arena, a unas cinco millas al Este del Bajo de Rebbeca, recibe el nombre de Half Moon Shoal, el Bajo de la Media Luna.

Hacia el Bajo de La Media Luna navegaba el cazasubmarinos de la US Navy US SC203 el 19 de septiembre de 1919, diez días después de la desaparición del Valbanera y una semana después de que en Key West se hubieran captado sus llamadas telegráficas. El pequeño cazasubmarinos está finalizando su labor de rastreo en busca del trasatlántico. Los hombres están cansados y tienen los ojos inyectados en sangre de tanto otear el horizonte con los prismáticos. En el puente, junto al timonel, el Alférez de Fragata L.B. Roberts, comandante del buque, bebe la enésima taza de café del día. Está muy cansado y tiene la intención de regresar a Key West en cuanto cubra el área de búsqueda. De repente, uno de sus hombres le informa de que a proa sobresale algo del agua. De un salto coge sus prismáticos enfocándolos hacia donde le señala su marinero y lo que ve le deja atónito. Al final de Half Moon Shoal, justo en el límite de las arenas movedizas, un palo sobresale del agua.

El alférez Roberts ordena máquina avante toda y el pequeño buque de guerra da un salto en el agua aproximándose a toda velocidad al lugar en el que sobresale el palo. Según se van acercando pueden distinguir bajo las cristalinas aguas del Caribe una enorme sombra negra, los restos sumergidos de un gran vapor. Roberts detiene su buque a unos doscientos metros del barco hundido. Hay muy poca profundidad y destrozaría el casco de su barco contra los restos del naufragio si se acerca más. En realidad son dos los palos que sobresalen del agua. Uno de ellos el más corto bien podría ser el palo de proa del buque, el trinquete. Junto al otro, el primero en ser divisado, sobresale del agua una pequeña estructura con algo parecido a grúas o pescantes para botes salvavidas. Entre ambos palos puede haber casi cien metros de distancia. Es un barco muy grande, piensa Roberts mientras se equipa con el pesado traje de buzo. Con un pequeño bote auxiliar se acercan y fondean sobre lo que parece la proa del vapor. Roberts se coloca la pesada escafandra de bronce y salta sobre la borda de su bote. Rápidamente se agarra al pasamanos de la cubierta de proa del buque hundido. Apenas si hay dos metros de profundidad. Es un trasatlántico de mediano porte. Hacia popa puede distinguir la superestructura de la cámara de pasaje. Lentamente se va deslizando sobre la barandilla del castillo de proa. Apenas ha avanzado cinco metros cuando distingue el brillo de unas grandes letras de bronce perfectamente pulido. El joven oficial suelta una de sus manos de la barandilla y se deja caer un poco hacia atrás sin soltar la otra, para intentar leer la inscripción. Claramente puede leer la palabra Valbanera. Roberts sabe que el buque llevaba cerca de quinientas personas abordo. Está sobrecogido. Vuelve al cabo de fondeo de su bote y sus hombres le ayudan a subir a bordo.

Abordo del pequeño chinchorro Roberts cuenta a sus compañeros que acaban de descubrir los restos del vapor español Valbanera. Lentamente comienzan a remar sobre el gigantesco casco hundido en dirección al palo de popa, junto al cual se distingue ya de forma muy clara una pequeña cubierta de botes. Durante el corto trayecto los marinos americanos comprueban extrañados y sobrecogidos que nada flota en la superficie. No hay trozos de madera o restos de la carga u otros objetos que suelen quedar flotando en torno a los buques hundidos. Tampoco flota ningún cuerpo. El mar está absolutamente limpio, solo oscurecido por la sombra del trasatlántico hundido. Por fin llegan a la cubierta de botes de popa que sobresale un metro por encima del agua.
Roberts vuelve a saltar y se sumerge en el mar mientras sus hombres bombean aire en el bote auxiliar. Los pescantes de los botes salvavidas del trasatlántico están perfectamente trincados. Aún se ven restos de los botes en la toldilla.!No ha sido hecho el más mínimo esfuerzo por arriar los botes salvavidas. El hundimiento debió producirse de forma casi instantánea. Roberts piensa que el buque pudo embarrancar en las arenas movedizas y que en pocos minutos la succión acabó de hundirlo. Debió ser un auténtico horror, piensa Roberts mientras contempla la gigantesca mole de acero sumergida. El Valbanera está escorado casi 50 grados a su banda de estribor. El casco está entero, no hay roturas ni daños estructurales. Todas las escotillas, puertas y portillos están perfectamente cerrados. Una corriente de agua zarandea al Alférez de Fragata Roberts. Mira hacia arriba y comprueba que se está empezando a levantar marejada. Puede ver el casco del bote, que ha sido amarrado a la cubierta de botes de popa, dando saltos entrando y saliendo en el mar. Se apresura a regresar. Lo único que faltaba es que el oleaje destrozase su botecillo contra el casco del Valbanera y pereciesen ahogados él y sus hombres.

Uno de los golpes de mar hace que el bote golpee contra el casco del Valbanera y corte la manguera de suministro de aire que permite al marino americano respirar. El traje se le pega al cuerpo de forma inmediata y una sensación de ahogo se apodera de él.Rápidamente consigue deshacerse de la escafandra y arrojar los pesados lastres que cuelgan de sus hombros. Casi de milagro consigue alcanzar la superficie del mar y sus hombres le izan abordo. Ha tenido suerte de estar trabajando a poca profundidad. Si hubiera estado en un lugar con más fondo, la diferencia de presiones entre la escafandra metálica y el traje que bruscamente deja de recibir aire le hubiese destrozado. Es lo que en la jerga profesional de los buzos se denomina como golpe de ventosa. Mientras Roberts ha estado inspeccionando los restos del Valbanera, otro buque ha llegado al lugar del siniestro. Es el cutter Tuscarosa del US Coast Guard, que también se encuentra de patrulla en busca de los restos del Valbanera. Ambos buques regresan a su base en Key West para dar cuenta de su hallazgo.
En el Diario de Navegación del US SC 203, conservado hoy en día en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, el Alférez de Navío Roberts hace el siguiente asiento: “19 de septiembre. Nos topamos con un naufragio. Buceamos hacia lo que parece la proa y el buque resulta ser el desaparecido vapor español de pasajeros Valbanera“. 

Rápidamente se telegrafía a todos los rincones del mundo la noticia. En la Lloyd's List del día 20 puede leerse el siguiente párrafo: "Key West 20 de septiembre. Buceadores han encontrado el casco de un buque que se cree es el vapor español Valbanera que había desaparecido durante el huracán del Golfo hace diez días. Los buzos han informado que el nombre Valbanera es perfectamente visible. No hay rastro de los 300 pasajeros. Nada se ha sabido del Valbanera desde que apareció frente al Castillo del Morro en La Habana el nueve de septiembre y puso rumbo a altamar para capear el temporal.

El Alférez de Fragata Roberts de la US Navy vio perfectamente el nombre Valbanera en el casco de un buque que yace en el Bajo de Rebeca. El Alférez de Fragata Roberts no vio cadáveres". Los días 20 y 21, el Cónsul de Cuba en Key West, Domingo Milord, y el Comandante del Séptimo Distrito Naval, Contraalmirante Decker, regresan con el US SC 203 para inspeccionar los restos del Valbanera. El tiempo no es bueno y la inspección se realiza de forma muy superficial. Según declararán más tarde a la prensa los buzos, el agua emana un desagradable hedor a descomposición. El cónsul cubano toma una foto de los restos del buque (la única que se conoce) y recoge algunos restos de botes salvavidas con los que días después se haría un túmulo funerario en La Habana durante los funerales de los desaparecidos. Si hemos de hacer caso a la poca documentación que queda sobre esta inspección, prácticamente lo único que se consiguió fue corroborar el informe inicial de Roberts. El día 21 a las 06:00 de la mañana, el contralmirante Decker telegrafía al Departamento de Marina en Washinton el resultado de inspección realizada. Aunque el mensaje es telegrafiado a las 06:00 de la mañana, ha sido redactado más de tres horas antes a las 02:45 A.M. El texto del telegrama es estremecedor y como más adelante veremos lo único que hace es acentuar el misterio en torno al hundimiento del Valbanera. La traducción de dicho documento es la siguiente:
"El naufragio en Half Moon Shoal a 06 14 millas al 94 verdadero del faro del Bajo de Rebeca fue este día identificado sin ninguna duda como el vapor español Babanero (SIC) de la línea Pinillos (SIC) - Pausa.
El casco esta bajo el agua con el extremo de babor de la cubierta de botes sobre la superficie - Pausa.
Los pescantes indican que no se hizo ningún esfuerzo para arriar los botes de babor - Pausa. 
El naufragio esta orientado casi al Oeste a una profundidad de tres o cuatro brazas excepto una cabeza - Pausa.
No hay rastros de cuerpos o restos de naufragio durante días cuando los cazasubmarinos han pasado cerca - Pausa.
Los registros de radio muestran que a las 11:15 PM del día 12 el Valbanero (SIC) llamó y preguntó si teníamos algo para él, nuestra estación incapaz de comunicar con él diez minutos después - Pausa.
Sin respuesta desde entonces - Pausa.

El capitán de un cazasubmarinos declara que vio el naugrafio a las 23:00 PM del mismo día. Parece probable que el buque naufragase durante el huracán de la noche del nueve al diez por lo que el registro de radio es contradictorio y todo rastro del buque desapareció antes del día 12.

Comandante del Séptimo distrito Naval. 6 AM. En el noveno renglón del telegrama aparece la expresión "excepto una cabeza" e inmediatamente después hay una pausa. Se refiere a una cabeza humana, ¿ Por qué la prensa repitió una y otra vez que los buzos no vieron cadáveres ? si seguimos hojeando el Diario de Navegación del US SC 203 veremos que el día 23 de septiembre hay un nuevo asiento de Roberts, Dice así: "Llegamos a Half Moon Shoal a las 05:00. Arriamos bote para que el contraalmirante pueda inspeccionar el naufragio del Valbanera". ¿Por qué no se dijo nada a la prensa de esta segunda inspección? ¿Qué fue lo que vieron los hombres del almirante dentro del casco del Valbanera que le hizo regresar al lugar de la tragedia días después? ¿Dónde está el informe oficial que el contralmirante Decker debió emitir después de realizar las diversas inspecciones? Años de investigación nos han hecho chocar contra un muro una y otra vez.

Tom Hambrigth, historiador oficial de Key West y director de la Biblioteca Pública del Condado de Monroe nos comentó en 1995 que los daños causados por el huracán en la Florida y otros estados sureños fueron tan importantes que la tragedia del Valbanera quedó en un segundo plano. Cuando le comentamos que habíamos encontrado el telegrama de Decker al departamento de Defensa nos preguntó si también habiamos encontrado el informe oficial de la US Navy. Al contestar negativamente Hambrigth sonrió irónicamente y nos enseñó cartas y documentos en los que se reflejaban los esfuerzos de su departamento por encontrar el mencionado infome.

Tal vez lo más fácil sea pensar que el informe no fue emitido nunca. Los daños en la Estación Naval de Key West habían sido muy importantes, rebasaban el medio millón de dólares de la época, y Decker ya debía tener suficientes problemas como para profundizar en la investigación del naufragio de un vapor extranjero cuyas causas parecían más que claras. O tal vez lo que vieron los hombres del almirante los días 19 y 20 a través de los portillos cerrados del Valbanera fue demasiado horrible como para darlo a conocer a una opinión pública aún conmocionada por los devastadores efectos del ciclón. Observe el lector que ni el detalle de la cabeza aparece en el telegrama fue dado a conocer a la prensa de la época. No obstante, todas estas suposiciones no son más que meras especulaciones. Las 4888 personas que viajaban en el Valbanera desaparecieron. No hubo testigos ni supervivientes. Solo el silencio. El silencio del mar y la muerte.

Aparte de la cuestión de los cadáveres y suponiendo que Decker diese por concluida su investigación con la hipótesis de que el Valbanera fue hundido por el ciclón tropical sin más, existen otras muchas cuestiones que quedan envueltas en el más impenetrable de los misterios y que parecen no tener explicación lógica. Si el Valbanera se hundió en la noche del 9 al 10 como parece concluir el contralmirante Decker en el telegrama, y asumiendo que el vapor que apreció frente al Castillo de los Tres Reyes fuera el Valbanera, ¿Cómo pudo cubrir el vapor las más de 100 millas que separan La Habana del Bajo de La Media Luna en apenas unas horas? Con semejante tiempo, la velocidad del buque sería como mucho de dos nudos, es decir, hubiera necesitado casi 50 horas para cubrir esta distancia. Si se hundió el día 12, tal y como parecen apuntar los registros de radio ¿Dónde estuvo el Valbanera durante esos tres días? ¿Por qué no telegrafió? No es lógico que un trasatlántico con casi 500 personas abordo y atrapado por uno de los mayores huracanes de la historia, no telegrafíe al nenos para conocer datos de la evolución del ciclón.

En el hipotético caso de que hubiese sufrido una avería en sus antenas o equipo radiotelegráfico, cuando comunicó el día doce con Key West habría lanzado una llamada informando de la avería sufrida y no una simple llamada de rutina preguntando si había mensajes para él. No obstante, con los pocos datos disponibles vamos a intentar reconstruir que es lo que pudo ocurrir con el Valbanera. Para ello estableceremos dos hipótesis distintas. En la primera consideraremos que el Valbanera se hundió en la noche del nueve al diez y la segunda que el Valbanera se hundió el día 12.

Si el buque se hundió en la noche del 9 al 10 de septiembre, obviamente no pudo se el que se vio desde La Habana durante la noche del nueve intentando entrar en el puerto de la capital cubana. El Valbanera es visto el día ocho por un vapor inglés frente a Caibarien. Ya se encuentra en el área de influencia del ciclón y presenta una fuerte escora. Es razonable pensar que el capitán Martín Cordero, al comprobar que no iba a poder llegar a tiempo a La Habana pusiera rumbo al norte para capear el temporal mar adentro y acabara embarrancado en Half Moon Shoal. La violencia del temporal le habría hecho perder las antenas de telegrafía y no pudo comunicar con La Habana para explicar su retraso. Pero si esta versión es cierta, ¿Cuál fue el barco visto desde La Habana en la noche del 9? ¿Fue una broma macabra la comunicación recibida en Key West el día 12?.

También es razonable pensar en que el Valbanera estuvo tres días luchando contra el huracán mientras seguía rumbo al norte. Probablemente el Capitán Martín Cordero intentaba pasar entre Dry Tortugas y el Bajo de Rebecca para poder alcanzar Tampa o algún refugio en el Oeste de la Península de Florida. La cerrazón y el abatiemiento le hicieron embarrancar en el Bajo de La Media Luna. Desde luego es posible, aunque no es lógico que en todo este tiempo el Valbanera no se comunicase con Key West ni con La Habana, a no ser, claro está, que hubiera sufrido una avería en su equipo telegráfico.

 A pesar de todas estas preguntas sin responder, el contenido del telegrama, las declaraciones que hiceron los buzos a la prensa y la naturaleza del lugar en que se hundió el Valbanera, pueden darnos una idea de cómo fueron los últimos minutos del buque. El capitán y los oficiales debieron darse perfecta cuenta de lo que iba a suceder. Prueba de ello es la orientación que presentaba el buque ( y que sus restos presentan en la actualidad) cuando fue encontrado. La proa del Valbanera estaba orienta al Oeste. Es imposible que el vapor navegase a este rumbo por la simple razón de que el Bajo de La Media Luna no había fondo suficiente para ser atravesado por un vapor con el calado el Valbanera en dirección Este-Oeste. El Valbanera estaría navegando rumbo al norte o probablemente al sur, intentado regresar a La Habana ya que las condiciones meteorológicas estaban mejorando, cuando se percataron desde el puente que estaban entrando en un bajo. El no haberlo detectado antes fue probablemente debido al terrible esta que presentaba el mar. Al notar que estaban comenzando a embarrancar en las arenas movedizas el capitán Martín ordenó poner todo el timón a la banda para evitar el bajo. El Valbanera comenzó a virar pero ya no pudo zafarse. Quedó clavado en las arenas movedizas, atravesado al mar y recibiendo todo el oleaje de costado. En el momento de producirse la varada había en el bajo una profundidad de 18 pies ( algo más de seis metros ). El fuerte oleaje causado por el huracán habría convertido el bajo en un rompeolas llegando incluso a veces a quedar descubierto el fondo. Se podría decir que el vapor cayó directamente sobre las arenas movedizas del fondo. La arrancada avante que el buque llevaba, el fuerte golpe sobre el fondo y el movimiento de giro de la virada hundieron profundamente al buque en las arenas movedizas. Gran parte de la superestructura debieron quedar fuera del agua. Las toneladas de agua que caían sobre el Valbanera y la succión de las arenas lo fueron escorando y sepultando más y más. Probablemente muchos portillos y ventanales de la banda de estribor de la superestructura debieron resultar rotos y las arenas movedizas pronto ivandieron las cámaras del trasatlántico. Minutos después, cuando todo acabó, el Valbanera se había hundido a algo más de doce metros en un fondo de arenas movedizas cuyas sonda inicial era de seis.

Las declaraciones de los buzos que inspeccionaron el casco corroboraron este extremo. Todos coincidieron en que el buque parecía mucho más pequeño de lo que realmente era, probablemente debido a que gran parte del mismo estaba enterrado. Cuando se refieren a los pescantes y a los botes salvavidas solo se refieren a los de babor. En un lugar donde la visibilidad bajo el mar puede ser mayor de 25 metros, forzosamente tendrían que verse los de estribor también. Sin embargo, nunca fueron mencionados. Cuando Roberts y sus hombres bajaron a inspeccionar los restos, más de la mitad del Valbanera debía estar bajo la arena.

Tal vez sea ésta la razón de que nunca aparecieron ni un solo cadáver. Si la arena comenzó de inmediato a penetrar en el caso, debió sepultar los cuerpos de los tripulantes y pasajeros. No cabe otra explicación lógica. No tuvieron la menor opción de salvarse. El naufragio se produjo a tal velocidad que no dio tiempo a arriar ni uno solo de los botes salvavidas.

A no ser que por razones que desconocemos hayan sido ocultados los resultados de la investigación oficial, podemos afirmar que las inspecciones que se realizaron en los restos del buque fueron muy superficiales. Los medios técnicos de la época eran muy limitados, la zona en la que se hundió el barco muy peligrosa y el tiempo no acompañó.

El Gobierno Español no realizó ninguna investigación oficial. Incluso el Cónsul de España en La Habana protestó airadamente a la prensa cubana porque alguien dijo que Domingo Milord había realizado las investigaciones sobre el naufragio del Valbanera en calidad de Vicecónsul de España en Key West. Ya el 28 de septiembre, diez días después del descubrimiento de los restos, se decía a la prensa cubana que el buque estaba casi completamente enterrado en las arnas movedizas del Bajo de La Media Luna y que nunca se sabría la suerte corrida por sus 488 pasajeros y tripulantes.

En españa, las noticias llegaron con cuentagotas y muchas veces de forma contradictoria. El pais entero se sumió en el dolor. Hubo familias que recibieron la noticia de la muerte de sus parientes para más tarde ser informados de que habían desembarcado en Santiago y por lo tanto estaban aún con vida. En Santa Cruz de Tenerife el Cónsul de los Estados Unidos, Sr. Styles, organizó la primera colecta por los damnificados de la catástofre. En La Habana, a pesar de los terribles daños que el ciclón había originado, el centro Andaluz organizó una colecta benéfica para las familias de los desaparecidos en el Valbanera. A primeros de octubre se organizaron en la ciudad solemnes funerales por las víctimas. Las honras fúnebres fueron costeadas por el Centro Andaluz de la capital cubana y se celebraron en la iglesia de La Merced. Frente al túmulo funerario se colocaron diversos objetos procedentes del naufragio y que habían sido recogidos por el director del diario El Imparcial durante la expedición de Milord. Dichos objetos fueron posteriormente donados al Centro Andaluz.

Pinillos por su parte, inició gestiones para intentar el reflotamiento del Valbanera. Varias fueron las empresas consultadas y no hubo acuerdo. Se habló incluso de intentar la recuperación de los cadáveres para sepultarlos en La Habana. Parece ser que la operación era técnicamente muy complicada y por tanto muy cara. Había que desguazar grandes zonas del casco del Valbanera y posteriormente excavar en la arena para ir extrayendo los cuerpos. Las compañías aseguradoras pagaban por la pérdida del buque, pero no por la recuperación de los cuerpos. Tal vez fue eso, la operación era demasiado cara. O tal vez los que habían desaparecido con el Valbanera fueran demasiados pobres como para preocuparse por sus funerales.

 La mayor parte de las familias de los tripulantes del Valbanera quedaron en la miseria. Al no tener ningún tipo de seguros sociales, las viudas quedaron sin pensiones y sin indemnización alguna por la pérdida de sus maridos.

Se puede afirmar que con la desaparición del Valbanera despareció también Pinillos Izquierdo y Compañía. La Compañía Transoceánica se hizo cargo de la gerencia y liquidación de la flota de Pinillos en 1921. Aunque la compañía reaparecería en 1923 como Líneas Pinillos, la era de los grandes trasatlánticos había finalizado para ellos.

Y el Valbanera se fue sepultando en el tiempo y en el olvido, a la vez que las arenas movedizas del Bajo de La Media Luna iban cubriendo sus restos. Los palos del viejo trasatlántico sobresalieron de la superficie del mar durante años marcando el límite occidental de las Arenas Movedizas. En abril del 1924, casi cinco años después de la tragedia, el key West Citizen, periódico local de Cayo Hueso publicó la noticia de que el palo de mesana del Valbanera había desaparecido bajo el mar.

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