El tiempo de la Responsabilidad Social – Desafíos del Desarrollo Sustentable
De qué hablamos, cuando hablamos de Responsabilidad Social
El
concepto de Responsabilidad Social, o la responsabilidad intrínseca de
cada individuo con su comunidad, se remontan a las bases de la filosofía
griega de Aristóteles; donde resignar la obligación a participar,
cuestionar y tomar roles de gestión pública o política, era visto de la
peor forma. Luego la noción de interrelación entre el individuo y su
comunidad fue agregando grados de complejidad y volviéndose difusa, en
un mundo que fue ganando latitudes, conocimientos, medios de producción;
desembocando en una sociedad industrial y de mercado signada por dos
rasgos característicos: la delegación o centralización del poder; y el
peso relativo de la voluntad individual en las decisiones de producción y
consumo.
Sin
desvalorizar el grado de desarrollo alcanzado, ni yendo a contramano
del proceso económico, surge la necesidad de agregar a la ecuación del
desarrollo y el crecimiento, una ética indelegable, que intente corregir
los desequilibrios a los que desembocó el escenario moderno.
El ser
humano, por necesidad, se debe relacionar con otros y para ello debe
cumplir una serie de reglas de comportamiento, dependiendo del lugar y
el tiempo en el que se encuentre; estas obligaciones que cada individuo
debe cumplir con los demás se denominan responsabilidades sociales.
En la
actualidad, la Responsabilidad Social es considerada una ley blanda, un
código no obligatorio, pero no por eso menos vinculante e influyente
sobre los propósitos que el futuro se plantea; tal es así, que dentro de
los numerosos conceptos y citas que se relacionan pueden nombrarse dos
similares, que cumplen totalmente con el fin y permiten ser
ilustrativos: La adoptada por la Unión Europea y la suscripta en el
código de Normas ISO.
La
Responsabilidad Social es la Responsabilidad de una organización por los
impactos de sus decisiones y actividades en la sociedad y en el medio
ambiente, a través de una conducta transparente y ética que:
- Contribuya con el desarrollo sostenible, incluyendo la salud y el bienestar de la sociedad;
- Tome en cuenta las expectativas de las partes interesadas.
- Cumpla con las leyes y sea compatible con las normas internacionales de conducta;
- Sea integrada en la totalidad de la organización y puesta en práctica en todas sus relaciones.
Desde esta
nueva visión plasmada en las definiciones, se pone de manifiesto que
la Responsabilidad Social es exigible, contrastable y oponible al valor
otorgado y perseguido por los demás miembros la comunidad. Superando de
esta manera una visión de Responsabilidad Social Empresaria más asociada
a lo filantrópico, que encontró en el marketing y la publicidad
material para mercantilizar; y alejó a extremos opuestos, en términos de
ética, los propósitos a los que se buscaba arribar.
Ejemplo de
lo expuesto, resulta la definición de RSE suscripta en 2001 en el Libro
Verde de la Unión Europea y que fue blanco de numerosas críticas, donde
la responsabilidad social se limitaba a un libre compromiso voluntario
más allá de toda obligación jurídica, dependiente del buen querer de las
organizaciones, sin ninguna posibilidad de exigir rendición de cuentas.
De manera
metafórica puede decirse que la Responsabilidad Social Empresaria como
concepto dominante ha sucumbido a la aparición de un nuevo concepto
superador, la Responsabilidad Social de las Organizaciones; la que busca
no delegar el rol activo en el sector empresario, sino influenciar en
todos los estamentos de la comunidad y la sociedad civil, en la búsqueda
de conseguir un mundo más solidario, comprometido y humano.
Las bases de la economía social
El
economista Argentino, Bernando Kliksberg, referente mundial en temas de
Sustentabilidad y Responsabilidad Social, pone el foco en siete
“escándalos éticos” a los que se enfrenta el mundo; asimetrías tan
grandes que obligan a repensar el compromiso de cada uno de los
habitantes con el entorno, y es ahí donde la Economía Social consigue su
sustento.
El mundo
presenta un “hambre inexplicable”, donde 1/6 de la población mundial
sufre problemas alimenticios relacionados a la desnutrición, en un mundo
con la capacidad técnica de producir alimentos para casi el doble de
sus habitantes. Exacerbado por el aumento del precio de los alimentos,
que afecta de manera directa a la mitad del mundo que gasta el 80% de su
presupuesto en alimentos.
Existe un
preocupante “déficit de agua potable e instalaciones sanitarias”. 900
millones de personas no tienen acceso al agua potable y 2.600 millones
viven en zonas sin redes de instalaciones sanitarias. Su influencia
sobre la salud pública es determinante. En América Latina, a pesar de
ser poseedora de casi la mitad de aguas limpias del mundo, 50 millones
de personas no tienen acceso al agua potable.
Se
verifican “elevadas tasas de mortalidad infantil y mortalidad materna”.
Frente a un mundo que se propuso llegar a 2015 con una tasa de 3 cada
cien niños con 5 años cumplidos, respecto a una tasa de mortalidad
infantil de 10 cada cien en 1990; aún hoy se lamentan 7 fallecimientos
de cada cien. Respecto a las madres, el panorama arroja similares
características, de 480 madres fallecidas cada 100.000 nacimientos en
1990, se propuso llegar a 2015 con una tasa de 120 cada 100.000; pero
aún hoy se evidencian 350 cada cien mil.
Los
“Déficits en Educación”, también resultan alarmantes. Mientras los
países donde se evidencian las inversiones sostenidas y de largo plazo
en la materia, como los países escandinavos, arrojan las tasas más altas
de avance tecnológico, estándar de vida e igualdad; en el mundo en
desarrollo 121 millones de habitantes no concurren a la escuela de
manera regular, con un marcado sesgo hacia las mujeres, dado que 2/3 de
los analfabetos son mujeres. En América Latina solo el 50% de la
población termina la escuela secundaria y la diferencia entre clases
sociales es apabullante.
La OIT
denomina “La generación perdida” a los jóvenes que atraviesan la crisis
económica actual; dado que no han podido insertarse en el mercado
laboral y no han terminado sus estudios secundarios. Las tasas de
desocupación joven duplican a la general en la mayoría de los países;
exacerbado por el hecho de que los jóvenes profesionales comienzan a
aceptar trabajos menos calificados, y por ende corriendo a los sectores
vulnerables a la informalidad y precarización laboral.
Persiste
la “Discriminación de Género”, a pesar del enorme avance en la materia,
ante iguales responsabilidades laborales, la remuneración del hombre es
un 30% más alta que la de la mujer. Y recae sobre las mujeres la
responsabilidad del “cuidado del hogar” por mandato cultural, aun cuando
se ha ido equiparando la carga horaria laboral de ambos miembros de una
familia. Dentro de la misma temática, la violencia de género ocupa un
lugar determinante de la agenda.
Por
último, resulta de enorme urgencia tomar conciencia del “cambio
climático”. Aun cuando se contemple el grado relativo de incidencia de
la acción del hombre respecto al ecosistema; no existe discusión
respecto al desequilibrio y daño generado por dicha acción y su
consecuencia.
En un
mundo donde la evidencia de fenómenos climatológicos potenciados,
comienza a volverse frecuente; y las zonas de mayor incidencia se
presentan en los países en desarrollo; se vuelve de primer orden
comenzar a trabajar en la tendencia que cambie este presente.
La hora de la acción
Durante
mucho tiempo, los siete “escándalos éticos” se presentaron como los
resultados del sistema económico dominante, como los desafíos
pendientes, como el costo necesario para transitar el camino al
desarrollo. Hoy la academia comienza a postular tomarlos como
objetivos, como las metas de cualquier plan de acción y como la
responsabilidad indelegable de todos los ciudadanos de un mundo con
exageradas desigualdades.
Desde este
punto de vista, se postula como primera premisa la formulación de
políticas públicas que alienten el crecimiento mediante generación de
empleo, priorizado la economía real, aún en detrimento de las políticas
que pugnan por la disciplina fiscal.
En los
últimos 50 años el sector financiero ha ganado muchísimo terreno en la
consideración de las políticas, debido a su enorme participación y su
rol crucial en la tracción de la totalidad de la economía, lo monetario
bregaba por la estabilidad general de los precios. Hoy se comienza a
pensar en políticas que desde lo monetario y lo fiscal, apunten a
generar trabajo y producción.
No es la
primera vez que se plantean ideas en esta dirección, pero esta vez tiene
la particularidad de darse en un mundo que cuenta con gran parte de los
recursos y la producción, pero sufre un enorme problema de desigualdad y
distribución.
Un eje
central de estos programas resulta el trabajo de las cooperativas, que
son las organizaciones donde el trabajo se auto gestiona de manera
democrática, presidido por un credo de valores éticos y solidarios. Y de
estos sectores es de donde ha surgido la Economía Social.
La ONU
nombró el año 2012 el año de las cooperativas, considerando su gran rol
en el tratamiento de la pobreza y bajo la estimación de que 1.000
millones de personas trabajan en alguna organización que funciona bajo
esta forma. Actualmente contribuyen en el 10% del producto mundial, pero
se busca mediante fomento crecer su participación a 25% para 2025.
En
síntesis, ésta es la perspectiva que relaciona la política activa del
estado, fomentando el crecimiento mediante generación de empleo,
priorizando lo educativo, lo cultural, la salud y lo sustentable. Y
promoviendo organizaciones comprometidas con los valores éticos,
democráticos y solidarios.
En un
mundo donde se traza como objetivo el resolver los costos de la
actualidad, comprometerse a ser parte de la solución resulta
indispensable, necesario, trascendente, y tentador…
Foto: Jobs New York
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