miércoles, 24 de julio de 2013

Rosa Luxemburg o la libertad de los y las que piensan distinto


Rosa Luxemburg o la libertad de los y las que piensan distinto

rosaluxemburg_manifestacionpor Jörn Schütrumpfhttp://www.rosalux.org.ec/es/rosa-luxemburg/obras/215-rosa-luxemburg-o-la-libertad-de-los-y-las-que-piensan-distinto.html

¿Quién le teme a Rosa Luxemburg?


Hay pocas cosas con las que se puede contar tan fielmente como con el miedo de los leninistas −y sus sucesores declarados y clandestinos− al pensamiento de Rosa Luxemburg. El presidente de la Internacional Comunista, Grigori Zinoviev, inventó en 1924 incluso una Escuela del Pensamiento Luxemburguista, para empujar lejos de sí toda crítica de la exportación fracasada a Alemania de la revolución proletaria en otoño del 1923: el así llamado Luxemburguismo. 

De esta flor de pantano hizo uso su posterior torturador y asesino Iósif Stalin, cuando en 1931 −luego de los asesinatos en masa de campesinos ucranianos y rusos y de la resultante hambruna "hecha en casa"− temía su propia caída. Nunca más, en su esfera de poder, debería referirse sin peligro alguien a las demandas de democracia y libertad del movimiento obrero internacional.
Y ya que Rosa Luxemburg, como nadie más, defendía tan intransigentemente estas demandas, esta mujer significó un peligro para Stalin aún después de haber muerto.
Tanto empeño, más allá de ella, los estalinistas sólo emplearon con Trotsky, al que también se le concedía un propio "ismo": el trotskismo –término que, sin embargo, los seguidores de Trotsky tornaron positivo más adelante y enarbolaron su bandera.
Los "científicos" de Stalin realmente se esforzaron con Rosa Luxemburg. Revolvían los escritos suyos y de Lenin para encontrar pronunciamientos sobre diversas temáticas, filtraban las diferencias y declaraban - canonizando las opiniones de Lenin −"errores" a todas las ideas divergentes de Rosa Luxemburg. Luego, en una última fase de trabajo, esos "errores" fueron sistematizados. Y así fabricaron el “Luxemburguismo”− un "esquema utópico y mediohumanista", según el líder de los proletarios del mundo. La cortina de neblina, detrás de la cual escondían la obra y el deseo de Rosa Luxemburg, se densificó a partir de ese momento.
El presidente del Partido Comunista de Alemania (KPD), Ernst Thaelmann, un sucesor de Rosa Luxemburg, no tenía nada más importante que hacer en febrero de 1932 que dedicar una plenaria del comité central para enfrentarse al pensamiento de Rosa Luxemburg.[3] El peligro de ser borrado de su puesto por sus adversarios partidarios que se remitían a Rosa Luxemburg fue para él en aquel tiempo −once meses antes de la toma del poder de los nazis por causa de las élites fracasadas de la República de Weimar− no mucho menor que para Stalin. La reversión de este peligro le pareció más importante que un acercamiento a la socialdemocracia, que, si bien había caído en la falta de principios, seguía siendo sin embargo, la fuerza de izquierda más importante de Alemania.
Se concluyó la denostación de Rosa Luxemburg después de 1948, como parte constituyente de la estalinización del Partido Socialista Unificado (SED), que definitivamente reducía el interés oficial en esta mujer a su cadáver.[4] El libro de Fred Oelssner sobre el “luxemburguismo” influye hasta hoy fundamentalmente en la imagen de Rosa Luxemburg.[5] Este lado del estalinismo sobrevive, y no sólo en Alemania oriental, casi indiscutidamente. El enfoque democrático de Rosa Luxemburg se ha olvidado.
Pero también se puede observar un miedo a Rosa Luxemburg dentro de su partido de antaño, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD).[6] Especialmente Heinrich August Winkler (el Hans Heinz Holz de la socialdemocracia alemana, como un ser profundamente dividido entre un científico serio, por un lado, y un buen soldado del partido por otro), no se cansa de reducir a lo más mínimo que le es posible, las diferencias entre los leninistas y Rosa Luxemburg.[7] Sin la alfombra roja que se le ha puesto con la construcción del “luxemburguismo”, tendría que actuar de forma más prudente.
Desde los tiempos de Rosa Luxemburg −ella combatió durante largos años tanto a unos como a otros− no ha cambiado prácticamente nada.

“La libertad solamente para seguidores del gobierno, solamente para miembros de un partido - por más numeroso que fuere - no es libertad. La libertad siempre es libertad de quienes piensan distinto. No por el fanatismo de la 'justicia', sino porque todo lo vital, lo curativo y depurativo de la libertad política depende de este carácter, y su efecto falla cuando la 'libertad' se convierte en un privilegio” [1] --Rosa Luxemburg
“...y esta palabra de la libertad de quienes piensan distinto se refiere al pluralismo socialista, a la diversidad de opiniones del bando revolucionario. No alude a la libertad para los adversarios de la revolución, a los - así llamados por Rosa Luxemburg - ladrones de la socialdemocracia por mayoría. No, éste no es un pluralismo ni liberal ni democrático al que se aspira con esta palabra, es un alegato contra la dictadura de la dirección del partido o también de una autodenominada vanguardia, pero no es más que eso. Y en este sentido, muchas veces se malinterpreta esta palabra maravillosa que en todo caso suena muy familiar.” [2] --Heinrich August Winkler
¿De qué se trata realmente?
Rosa Luxemburg fue, como muchos revolucionarios de su tiempo, una niña de la Ilustración. Sabía cómo la Ilustración europea, en el siglo XVIII había prácticamente eliminado en las mentes de la burguesía francesa toda idea de predestinación divina de la señoría feudal, y había liberado en ellos una voluntad difícilmente modificable de tomar el poder político. De esta manera, la revolución francesa, que para Europa abrió el paso a la época burguesa, no hubiera sido posible sin la Ilustración.
El poder moderno, que hace hincapié en el modo de producción capitalista, fue para Rosa Luxemburg un poder por encima de las cabezas de la gente, una interacción entre la iglesia, el estado, la escuela, el ejército y la opinión pública. La emancipación de cualquier tipo de dominación y explotación empezaba para ella con la emancipación de este poder. En eso consistía el primer paso, de ninguna manera sustituible, hacia una revolución con condiciones de vida sin opresión ni falta de libertades. Su política no estaba guiada en el crecimiento numérico permanente de los miembros de las organizaciones proletarias y de los votantes, sino en un crecimiento de autoestima y de capacidad para la acción política.
A lo largo de su vida, Rosa Luxemburg fue cada vez más consciente de que la lucha por el esclarecimiento siempre iba acompañada de retrocesos provocados, por un lado, por la extensión del nacionalismo, y por otro lado, irónicamente, justamente por las concesiones que se podía arrancar a las fuerzas imperantes. El centro de su actuar político, por ello, fue revelar las contradicciones reales existentes que se agudizaban cada vez más. Intentaba constantemente sacar a la luz a quienes pensaban distinto, sus verdaderas intenciones y acciones, y así obligarlos a defenderse públicamente; es decir, enfrentaba a los poderosos, algo que éstos odian como el diablo al agua bendita hasta el día de hoy.
Rosa Luxemburg para eso seguía la máxima: quien no ataca será atacado. Para ella existía una guerra permanente en el ámbito público del poder imperante contra "el resto de la sociedad", camuflada, satanizadora de los adversarios, con métodos pacíficos, e incluso por medio del terror. Le interesaba que los hombres y las mujeres aprendieran a superar su parálisis con acciones asociativas, que llegaran a tomar conciencia de su propia fuerza por medio de su participación en el movimiento, y que en las luchas de cada día tomaran conciencia de sus propios intereses no enajenados.
El movimiento obrero socialista no fue para ella primariamente una lucha llevada por los sindicatos por mejoras en las condiciones de vida −aunque supiera de esta lucha y la valorara− sino una lucha por la ampliación de los derechos políticos a los que quería agregar los derechos sociales.
En 1918 se pronunció en contra de las prácticas de los bolcheviques que proclamaban los derechos sociales y que, sin embargo, sólo llegaban al desmantelamiento de la propiedad privada de los medios de producción, no pocas veces con el asesinato de sus propietarios:
“Nunca hemos sido idólatras de la democracia formal, distinguimos constantemente el núcleo social de la forma política de la democracia burguesa. Ponemos al descubierto la desigualdad social y la ausencia de libertad, ese amargo carozo que se esconde bajo la dulce cáscara de la igualdad y la democracia formales. Y no para desecharlas, sino para instigar a la clase obrera a no conformarse con la cáscara, a conquistar el poder político para luego llenarlo con un nuevo contenido social. Es la tarea histórica del proletariado, cuando llegue al poder, crear una democracia socialista en lugar de la democracia burguesa, no suprimir la democracia en sí. Pero esta democracia no debe empezar en la tierra prometida, cuando ya se haya construido el fundamento de la economía socialista. No debe ser como un regalo de Navidad acabado, que reciba el pueblo bueno por haber apoyado fielmente y sin reparo a la manada de dictadores socialistas.
La democracia socialista comienza, al mismo tiempo, con el desmantelamiento del dominio de clase y con la construcción del Socialismo. Comienza en el momento de la conquista del poder por el partido socialista. No es otra cosa que la dictadura del proletariado. Sí: ¡dictadura! Pero esta dictadura consiste en la ampliación de la democracia, no en su supresión; a través de intervenciones decididas y enérgicas de los tan bien adquiridos derechos y condiciones económicas de la sociedad burguesa, que son imprescindibles para un cambio al Socialismo. Pero esta dictadura tiene que ser obra de la clase, y no la de una pequeña minoría dirigente en nombre de la clase, es decir, tiene que surgir a cada paso de la participación activa de las masas, estar bajo su influencia inmediata y subordinada al control de todo lo público; surgir de la formación política creciente de las masas populares.” [8]
El camino hacia esta revolución la llevaba hacia una ampliación de los derechos políticos que había que arrebatar de las fuerzas imperantes, y por ende, a través de una toma de poder por mano propia - con el fin de que las correlaciones de fuerza se alteraran, de tal manera que, el lado imperante pudiera imponerse cada vez menos con sus cábalas y perdiera tanto poder que cada vez le resultaría más difícil el empleo de la violencia.
Rosa Luxemburg sabía que la violencia sólo funciona cuando la mayoría está paralizada o es indiferente ante los hechos, sea por miedo, sea por pan y diversión. La ofensiva inteligente y pública con un reagrupamiento constante de las propias fuerzas, significaba para ella la única forma sustentable para la formación y autoformación de los movimientos −algo completamente distinto a la usual política de representación dentro de la izquierda hasta el día de hoy.
Al final de su vida casi odiaba a la izquierda que únicamente sabía usar las condiciones medianamente libertarias, tan duramente alcanzadas, para hacer lo que todos los demás políticos hacen: política de trastienda. Para Rosa Luxemburg se trataba de salir del circo político burgués y de llevar −paso por paso y cada vez con más efecto, de manera completamente pública, en todo momento comprobable, y por supuesto convirtiéndose ella misma en el centro de los ataques− al conocimiento público la animosidad social y humana de esta sociedad dominada por el modo de producción capitalista.
La "libertad para quienes piensan distinto" que ella exigía y tomaba muy en serio, y que fue denunciada frecuentemente como "paquete trucho" por las fuerzas imperantes y sus ideólogos, no fue por motivos insípidamente moralistas o por defender una justicia tontamente suicida. Como científica que también fue, entendía a la sociedad como algo orgánico, como organismo viviente. La sociedad sólo se podría transformar de forma permanente si todas las batallas se daban abiertamente, y para eso todo actor necesitaría de su libertad. Cualquier cosa contraria a esto le parecía absurdo. Superaba a la mayoría de los políticos de izquierda con la convicción de que tan sólo la libertad de quienes piensan distinto posibilitaría una política emancipatoria, y que veía amenazada por ninguna otra causa tanto como por la restricción de esta libertad. Una emancipación con medios y métodos antiemancipatorios, es decir, como el concepto político leninista que bajo los comunistas posteriores muchas veces fue justificado por “condiciones inadecuadas” y, especialmente, por con “las masas mal preparadas” y que para Rosa Luxemburg hubiera significado el abandono de sus principios políticos. Tenía claro que sólo a través de la disputa de las contradicciones, el "resto de la sociedad" puede darse cuenta de su propia opresión y explotación y liberarse así del poder ejercido por encima de sus cabezas. Estaba profundamente convencida de que todo lo artificial, todas las condiciones creadas desde arriba, desembocan en un régimen de terror −porque las condiciones creadas de esta manera sólo pueden mantenerse con opresión y finalmente con terror− y que dichas condiciones no son viables, para las que no valía la pena arriesgarse.
La historia del socialismo del siglo XX ha mostrado que no hay un tercer camino entre estos dos polos ; los años posteriores a la desaparición del socialismo real han enseñado cuan “sustentablemente” anclado estaba éste en la sociedad, y esto después de su existencia por décadas. Rosa Luxemburg defendía los cambios profundos:
“El sistema de la sociedad socialista sólo debe y puede ser un producto histórico, nacido de la propia escuela de las experiencias, a la hora de su cumplimiento, del será de la historia viviente, que, al igual que la naturaleza orgánica −de la cual es parte finalmente− tiene la buena costumbre de producir, junto a una necesidad real de la sociedad y los medios de su satisfacción, con la tarea, al mismo tiempo de su respuesta.
Pero si esto es así, entonces está claro que el socialismo, según su naturaleza, no se deja otorgar, imponer por Ucase. Tiene como condición una serie de medidas por la fuerza - contra la propiedad privada, etc. Lo negativo, la reducción, se puede decretar; la construcción, lo positivo, no. Tierra nueva. Miles de problemas. Sólo la experiencia es capaz de corregir y abrir nuevos caminos. Solamente la vida desenfrenada, desbordante cae en miles de nuevas formas, improvisaciones, recibe fuerza creadora, se corrige ella misma todas sus equivocaciones. La vida pública de los estados con libertad restringida es justamente por eso tan indigente, tan pobre, tan esquemática, tan infecunda, porque a través de la exclusión de la democracia se cortan las fuentes vitales de toda la riqueza espiritual y del progreso.” [9]
La libertad es siempre la libertad de los que piensan diferente de todos los que piensan diferente. Eso había sido la “última razón” de su concepto político. Paulo Levi se lo resumió, hablando de su concepto de revolución y de su rechazo a la práctica revolucionaria de terror aplicado por Lenin y Trotsky:
“Ella sabía llevar la lucha como lucha, la guerra como guerra, la guerra civil como guerra civil. Pero a la guerra civil se la podía imaginar únicamente como juego libre de fuerzas, en el que incluso la burguesía no es desterrada a los sótanos por medidas de fuerza policial, ya que sólo en la lucha abierta de masas, éstas pueden crecer, reconocer su grandeza y el peso de su lucha. No quería la erradicación de la burguesía mediante el árido terrorismo, así como un cazador no quiere erradicar a las aves de rapiña de su bosque. En la lucha, el venado debe hacerse más grande y fuerte. Para ella, la erradicación de la burguesía –hecho que también deseaba– era producto de la transformación social, que significa la revolución.”
Tomar el poder por cuenta propia, actuando del todo públicamente, yendo a la ofensiva, reparando y aprendiendo - de eso se trataba, pues creía que de los retrocesos era de donde más se aprendía. Por supuesto únicamente si no se los ocultaba, porque el encubrimiento de las propias debilidades y errores llevaría a la pérdida del poder por mano propia. Respecto a la educación, que también para Rosa Luxemburg era de central importancia −no por último inició, junto a Franz Mehring, la escuela partidaria del SPD y enseñó en ella− entendía que, al contrario de Lenin y Kautsky, no podía ser un medio para "imponer una conciencia que faltaba", es decir, imponer algo por la fuerza. Entendía en su oferta de educación como una ayuda para que las masas se ayudaran a sí mismas.
Por eso mismo asignó otra función al partido que el que le dio la vieja socialdemocracia alemana por un lado, y los bolcheviques rusos por otro. Cuando para unos, el partido se conmutaba cada vez más en una “asociación de votantes” que debía conquistar la mayor cantidad posible de bancas en el parlamento y, luego del fracaso electoral de 1907, estaban dispuestos a más y más concesiones de chauvinismo y militarismo en Alemania; para los otros el partido debía ser una maquinaria con la que, a través de un revolución, se conquistaría el poder para la liquidación de todos los males de la historia hasta ahora. Finalmente ambos tendrían una relación con la clase, para la cual actuaban, un tanto más instrumentalizada y tutelar cuanto más éxito tuvieran.
Para Rosa Luxemburg, las dos variantes significaban un horror. El partido debía hacerles propuestas a los trabajadores y darles el poder de la decisión, aún con el peligro de un rechazo que había que aceptar en cualquier caso, también y especialmente después de una revolución exitosa:
“Un control público incondicional es necesario. Si no, el intercambio de experiencias se queda solamente en el circuito cerrado de los funcionarios del nuevo gobierno. La corrupción se vuelve inevitable… La práctica del socialismo requiere una revolución intelectual entera de las masas degradadas durante centenares de años por el poder clasista burgués. Instintos sociales en lugar de egoístas; iniciativas de masas en lugar de inercia; idealismo que sobrelleva todo el sufrimiento, etc., etc.… El único camino hacia ese nuevo nacer: la escuela de la vida pública misma, democracia ilimitada y amplia, opinión pública. Justamente los regímenes de terror desmoralizan.
¿Qué queda, si dejamos todo esto de lado? …Sin elecciones generales, libertad de prensa y libertad reunión incondicionada, libre lucha de opiniones, se extingue la vida en toda institución pública, se convierte en una vida de apariencias, en la que sólo la burocracia permanece como elemento en funcionamiento. La vida pública se dormita de a poco, quedan algunos líderes del partido incansables, entre los cuales en el fondo manda una docena de cabezas destacadas, y reúnen cada tanto a una élite de trabajadores para aplaudir los discursos de los líderes, aprobar unánimemente resoluciones hechas desde arriba; en el fondo se trata de un poder nepotista –una dictadura, sin embargo, que no es la dictadura del proletariado, sino la dictadura de un puñado de políticos, es decir, dictadura en el sentido burgués de la palabra, en el sentido del poder jacobino... Y aún más, estos regímenes necesariamente producen un embrutecimiento de la vida pública: atentados, asesinatos de rehenes etc. Es una ley objetiva, omnipotente, de la cual no se puede deshacer ningún partido.” [10]
Un problema que la mantenía en vilo, naturalmente, siendo una partidaria de cambios revolucionarios en una sociedad, fue la cuestión misma de la revolución. Especialmente en este punto, hasta el día de hoy se escuchan comúnmente difamaciones. Una particularmente pérfida dice que Rosa Luxemburg le hubiera apostado al terror, cuando sucedía todo lo contrario:
“En las revoluciones burguesas, el derrame de sangre, el terror, el asesinato por motivos políticos fueron las armas entrañables en manos de las clases ascendentes. La revolución proletaria no necesita del terror para cumplir sus objetivos, odia y detesta los asesinatos. No necesita de estos métodos de lucha, porque no combate a individuos, sino a instituciones, porque no pisa la arena con ilusiones ingenuas, cuya desilusión tendría que vengar sangrientamente. No es un intento desesperado de una minoría de moldear por la fuerza al mundo según sus ideales, sino que la acción de una gran masa popular...” [11]
Y también en otro aspecto sabía exactamente lo que no quería: cualquier forma de blanquismo. Louis Auguste Blanqui (1805-1881), quien pasó la mayor parte de su vida en prisión, había desarrollado la idea de una unión secreta férreamente organizada que, a través de un golpe de estado, debía tomar el poder, y luego introducir el socialismo.
En 1904, por primera vez acusó a Lenin y a los bolcheviques de esta intención: de que el “partido de nuevo tipo” de Lenin, el partido bolchevique de los revolucionarios profesionales, fuera más un partido blanquista que un partido obrero y que, cuando les pareciera oportuno políticamente, no se ocuparían de los intereses obreros. Con esta afirmación acertaba de tal manera que ni ella misma se lo imaginaba. Lenin no pudo disculparle sus “desviaciones”; también a él lo empujaba el miedo. Aun años después de su muerte proclamó cual ritual jesuita cinco veces: “ella erró...”, hasta que se dignó a un “pero...” sin contenido. [12]
El pensamiento de Rosa Luxemburg fue orgánico. Si Lenin planificaba y organizaba el éxito, Rosa Luxemburg más bien seguía los pasos de transformaciones profundas que no se podían revertir tan fácilmente como con una toma del poder político. No quería que un grupo pequeño tomara el poder, no quería el poder de una minoría sobre una mayoría. Quería madurar a la clase trabajadora y verla emanciparse, hasta que llegara al poder. Esto sólo podría funcionar si todas las partes de la sociedad pudieran actuar con libertad ilimitada.
En la práctica política, esta idea nunca fue tomada en cuenta.
Traducción: Lisa Buhl

[1]  Luxemburg, Rosa. “Sobre la Revolución rusa” en Obras Completas (OC), tomo 4, p. 359.
[2]  Winkler, Heinrich August. "Ausdruck von Lernverweigerung?" En: Deutschlandradio Kultur, 6 de enero de 2010 (véase: http://www.dradio.de/dkultur/sendungen/thema/1358976/).
[3]  Partido Comunista de Alemania. Hoy DKP. (nota de la traductora, n.t.)
[4]  Partido Socialista Unificado. Partido oficial de la República Democrática de Alemania, después de la caída del muro se fue renombrado PDS (Partido del Socialismo Democrático). Hoy en día es el partido “Die Linke” (La Izquierda). (n.t.)
[5]  Oelßner, Fred. Rosa Luxemburg. Eine kritische biographische Skizze, (Dietz Verlag) Berlin 1951. En esa biografía el autor enfatiza autor, correspondiendo a la línea estalinista impuesta por la RDA, los errores y desvíos de Rosa Luxemburg en relación a la concepción de Lenin.
[6]  Antes de que fundara el Partido Comunista (KPD) junto a Karl Liebknecht. El SPD apoyó activamente la primera guerra mundial y excluyó luego a los pocos miembros que se mantenían firmes en contra de la guerra (nota de la traductora) (n.t.)
[7]  Véase nota 2. Lo mismo declaró últimamente en el programa de televisión “Los alemanes – Rosa Luxemburg” (canal ZDF, primera emisión el 12 de diciembre de 2010, 19:30 hrs): “Esta cita famosa que no fue publicada en vida de Rosa Luxemburg, no fue una declaración a favor de la idea de libertad occidental. No pensaba en la libertad para los demócratas burgueses o en la de los socialdemócratas derechistas. Fue un pluralismo socialista lo que se imaginaba. Libertad para los seguidores de la revolución, pero sí más libertad que sólo para un partido o de su  autodenominada vanguardia.”
[8]  Luxemburg, Rosa. “Sobre la revolución rusa” en: OC, tomo 4, p. 363 y siguientes.
[9]  Ob.cit, p. 360
[10] Luxemburg, Rosa. “Sobre la revolución rusa” en: OC, tomo 4, p. 360 y siguientes.
[11]   Luxemburg, Rosa “¿Qué quiere la Liga Espartaquista?” (1918) en OC, tomo 4, p. 443
[12]   “Si bien el vuelo del águila lo llevaba más abajo de lo que vuelan las gallinas, las gallinas nunca vuelan de por las alturas del águila. Rosa Luxemburg erró en la cuestión de la independencia de Polonia; erró en 1903 en la evaluación del menchevismo; erró en la teoría de acumulación del capital; erró, cuando en julio de 1914, junto a Plechanow, Vandervelde, Kautsky y otros, defendía la unión de los bolchevique con los mencheviques; erró en sus escritos desde la cárcel a fines de 1918 (aunque ella misma, al salir de la cárcel a fines del 1918, y a principios de 1919 corrigió la mayoría de sus errores [lo cual no es cierto, J.S.]). Pero a pesar de todos sus errores fue y es un águila...” V. I. Lenin: Noticias de un publicista (1922), en: Obras, tomo 33, p. 195.
 

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