Arriesgada
reflexión sobre la mujer
Fuente:
conoce.com/2007,
Todos los
hombres inteligentes de todos los tiempos han sido feministas
Quizás uno
de los asuntos más graves de la actualidad sea el que concierne a la mujer ante
sí misma y ante la sociedad y la cultura. Hace ya mucho tiempo que resulta
patente la incomodidad de la mujer para vivir su vida con naturalidad y
serenamente, sin tener que esforzarse para reclamar un espacio que echa de
menos y del que parece haber fuerzas que la alejan.
Para dar con
la condición de la mujer, a algunos les parece necesaria una comparación con el
hombre, con lo que, en su mismo arranque, la indagación adquiere un tono
reivindicativo: ¿Quién es más inteligente o más sensible o más noble? Y ¿la
intuición? ¿Quién anda mejor de intuición?, porque la intuición femenina es
siempre muy alabada. Se ve que hay mujeres que triunfan como jefes de recursos
humanos y de política presupuestaria de empresas multinacionales y el éxito de
la mujer cuando dirige un Ayuntamiento se ha hecho proverbial.
Pero si
ponemos la atención en la Historia y queremos encontrar mujeres famosas por su
aportación a la Arquitectura o a la Música, a la Filosofía o a las
Matemáticas... entonces un silencio y una oscuridad notables parecen el
resultado del balance.
Pero, ¿es
posible que la mujer no haya sobresalido por sus aportaciones a la cultura en
el pasado? Esto mismo pregunté en clase, hace años, a un público en el que
había más mujeres que hombres y en el que, además, las mujeres aportaban los
mejores expedientes. Y di una pauta que podía orientar en la búsqueda; Gertrud
von Le Fort sugiere que el hombre, a las realidades que ama más y las necesita
de modo mas hondo y vital, les pone nombre femenino, aún inconscientemente: la
Arquitectura, la Música, la Filosofía... La intuición de la escritora alemana
ayuda a encontrar una cierta confirmación en algo más cotidiano y cercano:
lugares y ocasiones en que el hombre compromete su familia y su vida, llevan,
con frecuencia, nombre de mujer: minas María Luisa o Conchita, y para la mar
los vaporcitos se llaman muchas veces Carmen, Juanita o Miren Itziar y los
conductores de los más pesados camiones suelen poner en la delantera de la
cabina: Lucía, Antonia, María como una referencia o como una necesidad.
Comenté con Álvaro
D'Ors la observación de la escritora alemana y de entrada mostró su desacuerdo,
porque el árbol de las Ciencias del que dependen los nombres citados, en griego
es femenino, pero luego un poco pensativo añadió: "Espera, que para los
griegos el mar era un camino abierto a la aventura y a la vida, el horizonte de
un misterio atrayente y mar en griego es femenino y en cambio para los romanos
el mar era una pared, un constante obstáculo, que hay que superar
pacientemente, y mar, en latín es neutro».
¿Es fácil
saber, en general, quién es más inteligente y quién aporta más a la cultura?
Chesterton, quizás viendo venir la discusión y anticipándose a las
comparaciones sumarias escribió: «El hombre aventaja sin duda a la mujer en
virilidad y la mujer al hombre, en femineidad».
EL
pensamiento de G. von Le Fort, recogido sobre todo en su libro La mujer eterna,
se orienta a profundizar en la condición femenina no desde una psicología
comparativa, si no desde su profundo misterio personal de mujer y entonces la
que triunfa como directora de recursos humanos o como asesora financiera o como
excepcional investigadora de biología molecular no sorprende a ninguno de los
feministas de todos los tiempos; porque la mujer, además de triunfar en
cualquier ocupación laboral o política habitualmente masculina, retiene un
misterio profundo que puede generar sus largos silencios históricos. La mujer
hace e inspira al hombre. Existen países del Tercer Mundo que van poco a poco
incorporándose a una vida algo más actual, impulsados por mujeres, porque sus
maridos son casi inoperantes, y quizás la fuerza principal que les ayuda a
luchar tan tenazmente venga de su condición de madres. La intelectual alemana
contempla el misterio de la mujer con sus raíces plantadas en lo más profundo de
la realidad humana, al señalar que la mujer puede ser virgen, esposa y madre.
La virgen manifiesta el valor de un hombre, al margen de sus rendimientos y de
su eficacia en asuntos materiales; la virginidad y la contemplación enseñan la
grandeza del ser humano en sí mismo. La esposa sin abandonar su vivir
independiente ni su progresiva integración en los afanes generales, alumbra
fuerzas que su marido no contaba poseer; el misterio esponsal que algunos
quieren reducir al sexo y a la psicología, ha inspirado las páginas más
elevadas de la literatura y de la mística e incluso la Revelación recurre a la
«Esposa» para enseñarnos aspectos muy importantes del Amor, que es la plenitud
de toda Ley.
Y para von
le Fort, si no recuerdo mal, la maternidad representa una categoría aparte en
la Creación, mostrando, en muchísimas especies animales, comportamientos
admirables. La madre es una referencia para el hombre en peligro y se puede
decir que una Civilización está en el ocaso cuando para la mujer ser madre deja
de ser una meta atrayente: cuando una mujer desdeña, lamenta o teme ser madre
los niños están desamparados y los hombres también.
Pero ¿quién
tiene la culpa de que tantas mujeres no estén abiertas a la maternidad?, ¿sólo
ellas? Ahora que es raro escuchar afirmaciones explícitas contundentes voy a
hacer una que es como un homenaje. Todos los hombres inteligentes de todos los
tiempos han sido feministas; no sólo partidarios de que las mujeres tengan los
mismos derechos que los hombres, sino que en cuanto haga falta tengan más.
CON la mujer
fuera de su sitio, se tambalea una sociedad. Estaban las alumnas muy serias
tratando de encontrar en el pasado alguna arquitecto famosa o alguna
compositora universal, cuando nos preguntamos: ¿qué prefiere una mujer?, ¿haber
realizado el Partenón o habérselo inspirado a Fidias?, ¿haber escrito la Divina
Comedia o ser la luz que conducía al Dante? Unas cuantas contestaron sin
ninguna vacilación que haber inspirado esas maravillas.
A algunos
estas ideas les parecen de «derechas»; pero cuando la distinción
«izquierda-derecha" o «progresismo-conservadurismo» no apunte a la verdad
de nada, el misterio de la mujer orientará, respaldará y sostendrá a la
civilización; porque cuando los hombres ya no pueden más, siempre salvan a la civilización
las mujeres y me congratula citar a mi amigo, con el que estoy en contacto y a
quien —a pesar de las discrepancias— leo con mucho gusto, José Vidal-Beneyto,
quien en un reciente artículo pide a las mujeres que salven a la democracia en
Europa, porque los hombres necesitan su ayuda para que la política no se ahogue
sin aire, en los zulos asfixiantes de los partidos (la redacción es mía pero la
idea suya); y Vidal es un expertísimo politólogo tanto teórico como práctico,
añadiendo además él, un hombre con tantísima experiencia, que el político no
escucha y la mujer que hace política sí.
Mi
inexperiencia política hacía que no contase yo con ese dato tan alentador,
porque fuera de la política las cosas están más igualadas.
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