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El diplomático español olvidado en la película 55 días en Pekín y en la historia
La película 55 días en Pekín (1963) se basa en el levantamiento de los bóxers…
En junio de 1900, después de varios meses de creciente violencia contra la presencia extranjera y el asesinato de varios misioneros, los boxers (“boxeadores”, llamados así por los ingleses en referencia al ritual de artes marciales que practicaban) convencidos de que eran invulnerables a las armas extranjeras, se congregaron en Pekín al grito de “exterminar a los extranjeros“. Obligaron a los extranjeros y a los cristianos chinos a buscar refugio tras las murallas del Barrio de las Delegaciones donde estaban situadas las embajadas extranjeras. La emperatriz Ts’eu-Hi parecía dubitativa, pero al final decidió usar a los bóxers como instrumento para destruir toda influencia extranjera en China y asegurar su propio poder político frente a los funcionarios con ideas reformadoras. Tras el asesinato del embajador alemán, los bóxers cercaron el barrio. Unos 500 soldados con armas ligeras y un viejo cañón al que se apodó como el “Cañón Internacional” debido a que su caña era británica, la cureña italiana, los proyectiles rusos y los artilleros a cargo de su manejo estadounidenses. Aguantaron 55 días hasta que fueron liberados por las tropas de la Alianza de las ocho naciones suscrita por Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Reino de Italia, Japón, Reino Unido y el Imperio ruso.
Este sería a grandes rasgos el hecho histórico que recrea la película con algunas licencias artísticas como la de que circulase por allí una baronesa rusa (interpretada por una espectacular Ava Gardner) o el protagonismo de un Mayor del Ejército de los EEUU (Charlton Heston) en la defensa de las murallas. Sí tuvo protagonismo, en la película y en la realidad, el ministro británico para China, Claude Maxwell MacDonald (David Niven)
En este fotograma de la película se ve al fondo al protagonista de esta historia, el embajador español Bernardo J. Cólogan y Cólogan (interpretado por Alfredo Mayo) que apenas tiene algún plano más y una frase en la película. Es más, parece ser que esta referencia a Bernardo Cólogan y el plano de la compañía de infantes españoles que se ven al final de la película cuando llegan las tropas de la Alianza (este último detalle es otra licencia artística porque España no formaba parte de la Alianza), son un pequeño agradecimiento del productor Samuel Bronston por haberse rodado en España (Las Rozas – Madrid) y por los cientos de extras que participaron en ella.
Aunque España, tras el desastre del 98, no estaba en condiciones de mandar tropas al exterior ni para florituras, la labor de Bernardo Cólogan se ha ninguneado por la película y, lo que es peor, por la historia (algo muy propio de este país). Habría que recordar que el embajador español era el decano del cuerpo diplomático acreditado en Pekín. Gracias a sus buenas relaciones con la emperatriz Ts’eu-Hi tenía acceso a la Ciudad Prohibida imperial; acceso negado a los embajadores de naciones tan poderosas como Francia, Reino Unido o Estados Unidos. Y tal fue su influencia, que el diplomático español fue el personaje clave en la redacción del Tratado de Xinchou (1901) (también denominado Protocolo Bóxer) y el primero en firmarlo. En dicho tratado, firmado en la embajada española por la emperatriz y los representantes de las potencias extranjeras, China reconocía su culpa en la rebelión y sus consecuencias, admitiendo pagar compensaciones a la vez que establecer nuevos acuerdos con las potencias internacionales.
Una muestra de las buenas relaciones de Bernardo Cólogan con la emperatriz son los leones que se encuentran en la entrada de la actual embajada de España en Pekín, un regalo al diplomático español tras la firma del Protocolo Bóxer.
Fuentes e imágenes: Momentos españoles, Asociación Cultural Bernardo Gálvez y Gallardo
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