ARTE RUPESTRE EN LA REPUBLICA DOMINICANA
ARTE RUPESTRE EN LA REPUBLICA DOMINICANA
ESTE TRABAJO, ES COPIADO, PARA VEGANISIMO, POR SU IINTERES, EDUCATIVO Y CULTURAL SOBRE NUESTRO PASADO HISTORICO.
Adolfo López Belando. Es arqueólogo, licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense
La República Dominicana
es uno de los países que más muestras de arte rupestre atesoran de
todos los que componen nuestro mundo. De las innumerables cuevas que se
pueden encontrar en su territorio, básicamente calizo, alrededor del 25%
contiene alguna manifestación artística prehispánica.
Las
más frecuentes son los petroglifos, pero la abundancia de pictografías
resulta igualmente sorprendente. El estudio del arte rupestre en la República Dominicana aún está en una etapa muy primaria.
La
falta de medios de los investigadores y lo agreste de los terrenos
—todavía vírgenes— donde se pueden localizar las cuevas, ha permitido
que incluso hoy resulte sumamente fácil poder vivir la experiencia de
penetrar por primera vez en una caverna repleta de muestras artísticas
olvidadas durante siglos en sus paredes.
Los
últimos artífices de tanta riqueza artística desaparecieron por
completo hace ya casi quinientos años. Estos hombres, allá por los días
en que los españoles recalaron en las aguas de esta isla a la que
nombraron
La Española,
fueron los taínos. No se trataba del nombre que ellos se daban entre
sí, sino que cuando se presentaron ante Cristóbal Colón, se nombraron a
sí mismos como "taínos", que en su idioma significaba "hombre noble" o
"persona buena".
Los
españoles, a falta de otra denominación más precisa, les comenzaron a
nombrar como grupo étnico con esta palabra y así ha quedado hasta el día
de hoy, aunque algunos arqueólogos trabajan arduamente para tratar de
identificar con más precisión las diferentes denominaciones de los
distintos grupos que poblaban Quisqueya en el momento del contacto.
El arte rupestre en la República Dominicana
es casi tan antiguo como el poblamiento de la isla. A pesar de no tener
hasta ahora datos concretos que nos permitan fechar con exactitud las
diferentes muestras de arte rupestre que podemos encontrar en las
cuevas, abrigos y rocas dispersos por su territorio, podemos pensar, por
comparación entre éste y otros lugares del Caribe, que los más antiguos
diseños de arte parietal se podrían remontar alrededor de 6,000 años
atrás.
Estas
representaciones serían precisamente petroglifos, y se piensa que las
más sencillas, en forma de cara con dos ojos y boca, pueden ser las más
antiguas.
En
algunas cuevas podemos encontrar muchos petroglifos distintos entre los
que a veces difieren mucho, tanto la técnica de fabricación de las
piezas como el tipo de representación que se crea con ellas.
Lo
mismo se puede decir de las pinturas, que generalmente vienen
precedidas de petroglifos en la geografía de las cuevas. Hasta ahora
queda en el baúl de lo desconocido la fecha de fabricación de cada tipo
de diseño, qué grupo humano realizó cada uno de ellos y cuál era el
significado preciso de todas las imágenes inmortalizadas en la roca, ya
fueran pintadas, grabadas o incluso en algunas ocasiones, esculpidas
.
El gran reto que afrontamos los arqueólogos dedicados al estudio del
arte rupestre es, precisamente, contestar a estas preguntas básicas.
En
este libro vamos a reflejar simplemente lo que a priori, pero a lo
largo de muchos años y muchas cuevas visitadas, hemos podido observar
acerca del arte rupestre de la República Dominicana.
Además, vamos a centrarnos en una zona que destaca por la increíble
riqueza que posee en el campo artístico rupestre: el Parque Nacional del
Este y su zona de amortiguamiento.
Durante
el transcurso de estas páginas intentaremos dar al lector una visión lo
más amplia posible de la belleza de los diseños que los antiguos
habitantes de la vieja Quisqueya nos legaron en esta parte del país.
Para ello hemos reproducido centenares de fotografías y las hemos
acompañado de un texto sencillo donde modestamente pretendemos tratar de
buscar algunas respuestas a las difíciles preguntas que nos sugiere el
espectáculo del arte rupestre.
Este
trabajo no es un árido estudio científico. Es absolutamente un libro de
divulgación, pero eso sí, novedoso en su contenido y muy serio y
documentado en sus aseveraciones. En cualquier caso, como la mayor parte
de lo que se dice está relatado sobre la base de las fotografías que se
muestran reproducidas en estas páginas, cada cual puede jugar con sus
conocimientos y su imaginación, y sacar las conclusiones que más
apropiadas le parezcan.
Nadie está en posesión de la verdad absoluta y los que nos consideramos arqueólogos, tampoco. En
este libro no encontrareis notas al margen ni referencias directas
sobre muchas de las aseveraciones que se incluyen. Esto se debe al
carácter divulgativo del trabajo, ya que de estructurar el texto al modo
de los estudios científicos, se perdería el ritmo y el carácter que
mantiene el escrito. Espero contar con la confianza de quienes lo lean
para que acepten que lo que se relata cuenta con el adecuado respaldo
científico, tal como es la realidad. También
debo hacer referencia al caso de que en una buena parte de las
fotografías que se incluyen, los petroglifos están evidenciados mediante
el uso de tiza, talco o harina.
Esta
técnica, según el actual sentir de la comunidad de estudiosos del arte
rupestre, ya no se considera ortodoxa. Por ello debo advertir que la
mayoría de los petroglifos que se muestran evidenciados ya fueron
alterados en años pasados, y que otros se trabajaron en un momento en
que este sistema se consideraba aceptable por los investigadores.
Mi
opinión al respecto en la actualidad coincide con el sentir general, y
debo advertir a los lectores que si observan petroglifos no deben
alterarlos de ninguna manera, ya que se ha comprobado que en el surco de
los diseños se pueden encontrar partículas microscópicas, que son
útiles para obtener fechas y otros datos que se perderían
irremisiblemente si se remarcaran con tiza, carbón u otros métodos
similares.
Para
quienes se sientan atraídos por el arte rupestre va también la
advertencia de que las pictografías son sumamente sensibles y nunca
deben ser manipuladas. Tocar una pintura es ponerla en grave riesgo de
que desaparezca: tan frágiles son estas muestras del arte de nuestros
ancestros. Si se han conservado hasta ahora se debe a que las
condiciones de humedad y temperatura de las cavernas no han sido nunca
alteradas y a que sobre ellas, debido a su aislamiento en recónditas
paredes, no se han efectuado acciones que pudiesen destruirlas.
Por
ello es de la máxima importancia abstenerse de grabar inscripciones
cerca de las pinturas, tocarlas o mojarlas con líquidos para hacerlas
más visibles. Ni
que decir tiene que el sustrato cultural que reposa enterrado en el
suelo de las cuevas debe ser igualmente respetado, ya que es allí donde
se halla la información que nos puede ofrecer datos sobre los autores de
las
Representaciones
de arte rupestre, su forma de vida, la edad de las pinturas, la fauna
que convivía con aquellos hombres y tantas otras cosas. Solamente
arqueólogos titulados pueden realizar excavaciones que sirvan para
desvelar estos vestigios.
Desgraciadamente,
en la actualidad muchos buscadores de tesoros, extractores de
murcielaguina y, lo que es peor, aficionados intrusos en el campo de la
arqueología, destruyen con mucha frecuencia los estratos arqueológicos
de las cuevas.
Os
exhorto a respetar siempre estos templos de la cultura y el arte que
constituyen las cavernas: no hay oro en las cuevas dominicanas, ni
siquiera es frecuente encontrar piezas arqueológicas de gran valor
monetario, pero sin embargo los restos de huesos o carbón y los trocitos
de cerámica son un tesoro de incalculable valor para la ciencia, que
quedan completamente invalidados cuando se sacan de su contexto.
CONCLUSIÓN
La riqueza del arte rupestre de la República Dominicana
resulta sorprendente tanto por la cantidad de yacimientos como por su
calidad. El área del Parque Nacional del Este es una zona que representa
un estilo propio de pintura con un valor simbólico y documental bien
diferenciado del resto de los estilos con arte parietal presentes en el
país.
El
centro ritual taíno más importante conocido hasta la fecha es la cueva
de José María, la cual es, además, una de las cavernas ceremoniales con
arte rupestre más impresionantes de todo el mundo, tanto por su
simbolismo como por la cantidad de pinturas que atesora.
La
cueva de José María contiene más de 1,200 pictografías en su interior,
sin contabilizar las manchas ni los trazos que a priori puedan
corresponder al mismo diseño. Si los contabilizáramos, la cueva
contendría alrededor de 3,000 pictografías.
Los
petroglifos son quizá los motivos rupestres más misteriosos. Sabemos
que algunos de ellos pueden superar los 6,000 años de antigüedad, pues
se han encontrado grabados en paredes que posteriormente quedaron
cubiertas de sedimentos acumulados debido a la ocupación de las cuevas
por grupos humanos, fechados en épocas muy tempranas.
El
gran enigma está en conocer quién los ejecutó, si fueron los mismos
hombres que pintaron en las cuevas o si estos ya encontraron los
petroglifos en las bocas de las cavernas cuando decidieron pintar en su
interior. Probablemente se den ambos casos simultáneamente.
Parte
de los petroglifos pudieron realizarlos los mismos pintores y es fácil
que se inspiraran en petroglifos muy antiguos que encontraron cuando
llegaron a esta isla. En cualquier caso, esperamos que la dedicación de
los arqueólogos y el tiempo nos dé la clave que resuelva definitivamente
este enigma.
Aún
queda mucho por estudiar en este apasionante campo de la arqueología.
El Parque Nacional del Este se encuentra casi inexplorado, pues la
dificultad del acceso a grandes áreas en su interior ha mantenido hasta
el momento sus secretos celosamente guardados a los investigadores.
Posiblemente
conforme se avance en el conocimiento de su extensa superficie
obtendremos datos que nos sorprenderán, como los que en su día nos
ofreció la cueva de José María y más recientemente la de Ramoncito.
Adolfo López Belando es arqueólogo, licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense
de Madrid. Desde hace once años reside en República Dominicana, donde
ha realizado importantes estudios sobre la cultura taína. Sus trabajos
se han centrado principalmente en el arte rupestre localizado en las
cavernas del país y en la investigación del antiguo calendario taíno.
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