sábado, 19 de enero de 2013

DUARTE EN EL CIBAO.



DUARTE EN EL CIBAO.
La Junta Central Gubernativa nombra  el 15 de junio  de 1844, a Juan Pablo Duarte, como  delegado del Cibao, con amplias facultades y poderes para calmar y unir al pueblo y elegir, dentro de la Ley, municipios, terminar discordias civiles, conforme lo expresa minuciosamente el historiador Don José G. García.
El 20 de junio del 1844, salió el Patricio de la Capital, y el 24  llegó  a Cotuí, siendo  recibido con inusitado entusiasmo,  arriba a La Vega el 25 de junio, donde es recibido con grandes  demostraciones de afecto, simpatía y reconocimiento a su ilustre persona.  Y a su admirable obra. Se  aloja en la casa de las señoritas Villas del Orbe, quienes hicieron la primera  bandera  dominicana que flotó en la región del Cibao el 4 de marzo del 1844.
Permanece en La  Vega hasta  el 29 y llega a Santiago el día  30, donde estaba Mella,  y como en La Vega, recibe  elocuentes pruebas  de afectos y adhesión, y donde  observa  también una gran reacción febrerista.
Mella, le hace ver que la situación  no esta tan buena como  él  se lo  imaginaba, le hace ver el gran movimiento santanista que se originaba,  y que por tantos hacia necesario tomar una actitud decisiva. El Apóstol no contesta, medita,  piensa siempre esa actitud puede matar  la recién nacida Patria, y  el por nada  de la vida puede  permitir esa muerte.
Mella dirige  en Santiago un movimiento a favor  de Duarte, Santiago que se había  inmortalizado el 30 de marzo de 1844, heroica y digna, responde al llamamiento, y  en virtud de un patriótico pronunciamiento  proclama al Padre de la Patria, Presidente de la República el 4 de julio de 1844,  a los cuatro días de su llegada a la Capital Cibaeña.
Al presentarle el acta  de la proclamación, los altos  pensamientos de que  la guerra civil que seguramente se iba  a desencadenar mataría la República, y su absoluto respeto a la autoridad legalmente  constituida, representaba por la Junta Central Gubernativa, le hizo rechazar de primera intención ante el asombro de sus compañeros la referida proclamación, aceptándola sólo cuando fuera ratificada por la mayoría de  sus conciudadanos por  todas  estas relevantes y raras virtudes, el justo y profundo maestro Don Federico Henríquez  y Carvajal dice “ con sonada razón,  que Duarte  es entre sus compañeros, el único en la pureza absoluta de su vida”.
El 11 de julio llegó Duarte, con  varios amigos, a Puerto Plata, y allí, también  declino  en el discurso que pronunció  constatándole al General Villanueva, la  forma de la proclamación de la Presidencia  de la República de  que  había sido objeto en Santiago. Mella y los demás febreristas siguen dándole cuenta de que  el santanismo crecía rápida y  amenazantemente  en contra de las ideas del Patricio. Se  lo expresaba así,  y le ruegan en vano que  por esa  circunstancia acepte la designación hecha.
La labor santanista aumenta, y,  para  conjurarla, va  una comisión  de Santiago presidida por Mella a la Capital a obtener  de la Junta Central Gubernativa llame libremente al pueblo a elecciones, único modo  que Duarte acepta, mientras el  perínclito ciudadano espera el resultado en Puerto Plata.
A raíz de estos acontecimientos, retorna Santana de Baní a la Capital, disuelve el 13 de julio la  Junta Central Gubernativa, forma otra, y se hace proclamar Jefe Supremo por el Ejército  del Sur. De Santiago se le había comunicado la Proclamación  de Duarte.
Juan Pablo Duarte, es el símbolo de la Patria;  su vida, su palabra evangélica y su obra, son el alma nacional. Fue él quien encendió y unifica la llama sacrosanta del patriotismo en la República; él es el creador de la Nacionalidad Dominicana; fue  su espíritu quien disparó  a Mella el Trabucazo salvador  de la noche  épica de Febrero (1844).
Él es por tanto, el héroe que venció en todas  las batallas libertadoras;  era él quien,  en la batalla del 30 de marzo 1844, estaba en Fernando Valerio cuando este paladín excitando más a  los soldados con un arrojo  Córdoba  a los soldados vencedores de Ayacucho con sus marciales palabras , se lanzó fuera de la trincheras, colérico e irresistible, sable en mano, y tras él  corrió una  falange  que,  imitando, cargó  la división haitiana  al alma blanca, la llevo  retrocediendo desde  la falda del Fuerte Dios hasta las  orillas del Yaqué, cuyas aguas se enrojecieron, y  los obligó a repasar  el río que horas antes atravesaron a  tambor batiente y bandera desplegada,. Con presunción de vencedores.
En Estrelleta, en Beler,  en el Número, en Cachimán, y  en todas las gloriosas acciones en que  el alma de la Patria sucumbió el yugo de los  barbaros  opresores. Duarte fue el héroe, y fue él por tanto, también, quien estuvo en José Cabrera, Santiago Rodríguez y Benito Monción en Capotillo el 16 de agosto de 1863, y quien incendió patrióticamente a  la viril Santiago el 6 de  septiembre de 1863, y es él, por  fin, quien desde su mansión de gloria, anima, dirige y está en todos  quienes sueñan y forjan la Patria libre, prospera, grande y soberana, que  el concibió, libertó y tanto amo y ama desde su tumba inmortal.
EL DÍA QUE LA OLVIDE SERÁ EL ÚLTIMO DE MI VIDA. Dijo.
Once años pasos en la angustia de estar extrañado de su patria, envejecido, enfermo, y el 15 de septiembre del 1876,  le despertó la muerte en tierra extraña.
Tenía 63 años, y había  sido libertador a los 31 años, más  joven que  lo que fue Washington. Durmió la primera parte de su sueño eterno  en el Cementerio de  Tierra de Fuego, en Caracas-Venezuela,  y en 1884, a iniciativa y diligencia del Honorable Ayuntamiento de Santo Domingo, sus venerables  restos fueron trasladados e inhumados, con merecida apoteosis, en la Capilla  de los Próceres en la Catedral Primada de América, que era el Panteón Nacional. En medio  de un cálido homenaje en el cual el Águila Oratoria Nacional Monseñor Fernando Arturo de Meriño, pronunció una de las oraciones fúnebres más vibrantes de América.
La posteridad agradecida, reconoció sus grandes  méritos y proclamándolo al verdadero Padre  de la Patria.
 Aún  hoy  este reconocimiento al fundador de nuestra nacionalidad se ha caído y  su pueblo hoy lo ha olvidado y solo se recuerdan de él en  los estamentos de los gobiernos que hemos tenidos en nuestra era moderna para  la parafernalia política y demagógica para adormecer la población.

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