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Las increíbles mentiras históricas sobre las «promiscuas guerreras» vikingas
Día 18/05/2015 - 14.09h
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A pesar de lo que dice la leyenda, no solían combatir junto a sus maridos y eran sumamente respetadas por los hombres
Sanguinarias, ávidas de darse de hachazos contra el enemigo y algo promiscuas. La imagen que nos ha llegado a día de hoy de las vikingas es la de unas rudas mujeres
que combatían en gran número junto a sus esposos y no respetaban el
matrimonio. No obstante, estas teorías se dan de bruces con la verdad,
pues la Historia nos dice que no solían participar en los famosos viajes de saqueo representados recurrentemente en el cine y que –aunque disfrutaban de la misma libertad sexual que
los hombres- no yacían con todo aquel que se cruzaba en su camino. Con
todo, sí eran de suma importancia en la sociedad escandinava y gozaban
de un inmenso respeto por parte de los hombres, quienes podían meterse
en serios problemas legales si cometían la imprudencia de mantener
relaciones sexuales con ellas sin su consentimiento o las maltrataban.
Estos curiosos datos, así como otras tantas historias relacionadas con «los crueles asesinos del norte», forman parte de «Quiénes fueron realmente los vikingos», una nueva guía histórica sobre este pueblo escrita por la historiadora española Laia San José Beltrán. Editado por «Quarentena Ediciones»,
el libro cuenta con más de 400 páginas (unas 60 de ellas, fotografías e
ilustraciones a todo color) y muestra detalles tan desconocidos en
nuestro país sobre esta civilización como su escrupulosa higiene o su
armamento. A su vez, la obra viene a completar el primer libro de la
autora («Vikingos, una guía histórica de la serie de History Channel») y su propio blog personal («The Valkyrie’s Vigil»), uno de los más completos en nuestro idioma sobre temática nórdica.
«Con este libro trato de llenar un hueco. A día de hoy es muy difícil encontrar bibliografía sobre los vikingos
en España. En primer lugar, porque los ensayos históricos sobre esta
época son algo antiguos, pues se escribieron fuera de nuestro país en
los años 60 (una época en la que muchos expertos buscaban separar la
cultura nórdica del nazismo, que se había apropiado de varios de sus
elementos durante la Segunda Guerra Mundial).
La mayoría suelen estar además en otros idiomas y tienen un estilo
pesado que puede echar para atrás a algunos lectores. Por ello, “Quiénes
fueron realmente los vikingos” está escrito de forma amena –aunque con
total rigor histórico-. El objetivo es que se lo puedan leer cómodamente
desde los expertos, hasta aquellos que no sepan nada del tema»,
explica, en declaraciones a ABC, San José Beltrán.
Las mujeres vikingas no solían combatir
De entre todas las mentiras que se han dado a conocer en
los últimos años sobre las escandinavas, la historiadora destaca una por
encima del resto: la que afirma que un 50% de los vikingos que viajaban
a lo largo y ancho de Europa saqueando
a otras culturas eran mujeres. Nada más lejos de la realidad, pues la
sociedad les tenía reservado otro rol diferente al de ser fieras
guerreras. «A día de hoy se ha tergiversado absolutamente cómo eran las
vikingas de aquella época. Es increíble la degeneración que gira en
torno a su imagen y a su rol en la sociedad. A pesar de lo que nos dicen
las series y las películas, eran más granjeras y madres que guerreras.
Es probable que alguna luchara, pero es imposible que la mitad de los
que viajaban a saquear fueran mujeres», determina la experta.
Ladgerda, una vikinga que, según la serie «Vikingos», solía acudir a la batalla junto a su esposo
aRCHIVO abc
Esta modificación de la verdadera imagen de las vikingas
empezó hace 100 años, un momento de la historia en el que en la pintura y
en las óperas afloró la idea romántica (y errónea) de que las mujeres escandinavas iban
armadas hasta las cejas y repartían hachazos junto a sus maridos.
Parece que la falsedad caló hasta lo más profundo de la sociedad, pues
desde entonces la mentira no ha parado de repetirse y se ha extendido de
una forma increíble hasta llegar a la actualidad. De hecho, hoy en día
también se alimenta gracias a series como «Vikingos», donde se muestra a Ladgerda (mujer de Ragnar Lodbrok) como una luchadora sedienta de sangre.
«Parece que hay que poner a las mujeres en el papel de hombres para que sean reconocidas. Parece que una vikinga solo impresiona si combate,
y no si decide ser madre. Hoy en día somos una sociedad bastante
igualitaria, pero en su momento había roles y cada género tenía una
función igual de válida. Tendemos a mirar el pasado desde una
perspectiva actual, y eso es algo totalmente erróneo. Las mujeres
vikingas eran lo suficientemente importantes en la época como para que no haga falta masculinizarlas,
pero como gusta más decir que combaten, así se las representa»,
determina la historiadora. Con todo, San José Beltrán también señala que
nunca se puede generalizar y que es muy probable que algunas lucharan en las expediciones de saqueo que sus maridos realizaban para conseguir riquezas a cambio de muerte y extorsión:
El verdadero rol de las vikingas
Puede que no se dedicasen a la guerrera, pero el cometido de la mayoría de las mujeres escandinavas casadas
de clase media (las «húsfreyja») de aquella época era tan importante
como el de los hombres. Y es que, además de ser las encargadas de
transmitir oralmente todas las enseñanzas a sus hijos (pues los vikingos
apenas escribían), también dirigían y hacían las labores de la granja
cuando sus maridos estaban saqueando. Esta labor era de suma
importancia, pues el trabajo en el campo era el que daba sustento y
alimento durante el año a todos sus seres queridos y, si era mal
gestionado, toda la economía familiar se podía ir al garete.
Por su parte, los varones no desdeñaban –ni mucho menos- esta tarea,
sino que la consideraban indispensable y respetaban sumamente a sus
esposas por llevarla a cabo.
A su vez, las mujeres también aprovisionaban la granja de comida y cocinaban. «Es muy curioso porque, en las sagas (la historia escandinava), se cuenta que las mujeres eran las dueñas de “la viga hacia dentro” de la casa (para lo que tenían incluso un término: “innan húss”) y el hombre lo era de “la viga hacia fuera”.
Dentro del hogar, por tanto, la que mandaba era la mujer. No sólo
tenían roles asociados actualmente al mundo femenino, sino que sobre
ellas recaía toda la gestión de los campos. Si ellas hacían una mala
gestión de sus bienes, era muy probable que en invierno toda la familia
se muriese de hambre. Además hay que tener una cosa en cuenta: Si todas
las mujeres se hubiesen marchado a la guerra ¿quién hubiese cuidado del
hogar y organizado la economía?», completa San José Beltrán.
No obstante, el que no solieran hacer el petate y dedicarse
a darse de mandoblazos contra los cristianos no implica que no supiesen
usar armas. De hecho, solían dominar en el manejo de hachas y arcos; y
no era para menos, pues los usaban a diario para cortar leña y cazar.
Estas habilidades servían a las «húsfreyja»
para defender su hogar de todo aquel desaprensivo que tratase de causar
problemas cuando sus esposos estaban fuera. «Hay que tener en cuenta
que las vikingas pasaban mucho tiempo solas cuando el grueso de los
varones se encontraba en una expedición de saqueo, y en ese tiempo eran las encargadas de defender el hogar, a los ancianos y los niños», completa la historiadora.
Aquella tarea, por entonces, no era ni mejor ni peor
considerada que las de los hombres. Simplemente era diferente. «El hecho
de que en una sociedad como la vikinga cada uno tuviera una función
distinta no era algo malo. El problema es que lo vemos desde una perspectiva actual.
Simplemente eran roles naturales que venían desde la prehistoria.
Entonces había religiones en las que las mujeres estaban relegadas a un
segundo plano y no eran importantes, pero no era el caso de la sociedad
vikinga, donde la mujer tenía una gran importancia. En las series se sacrifica la realidad en favor de una imagen idílica que a todos gusta y se acaba tergiversando la historia», explica la experta.
El infanticidio, la primera prueba
Pero, ¿existen datos que nos corroboren que las vikingas no
combatieron junto a los hombres? Determinadas costumbres de la época
hacen pensar que hubiera sido una práctica extraña. Entre ellas destaca
el infanticidio (el
asesinato selectivo de niños recién nacidos con malformaciones o
enfermedades y, en muchos casos, niñas). En palabras de San José
Beltrán, en la actualidad se han encontrado restos óseos de neonatas en
las afueras de determinadas granjas escandinavas, lo que hace pensar que
acababan con sus vidas de forma intencionada. Además de ser una
práctica bárbara –utilizada, entre otros, por los espartanos- esta forma
de proceder reducía radicalmente el número de mujeres, lo que hacía
que, una vez adultas, fuesen muy apreciadas entre los varones de la
región. La lógica por tanto, hace pensar que los hombres no querrían que
falleciesen en combate.
Las vikingas podian solicitar el divorcio
Curiosamente, esta escasez de mujeres para contraer
matrimonio y formar una familia pudo ser la que provocó que los vikingos
se hicieran a la mar para conseguir riquezas. Y es que, en aquellos
años valía más tener una bolsa bien llena de monedas que una cara bonita
para interesar a una chica. «Algunos historiadores sostienen que, en un
determinado momento, hubo exceso de hombres para muy pocas mujeres.
Por ello, los varones se veían obligados a salir de saqueo para
conseguir riquezas y que una mujer les eligiese. Es lógico si se piensa
que, en esa época, no se casaba un hombre con una mujer, se casaba una
familia con otra. Por ello, interesaba tener dinero. Las riquezas
adquiridas fuera permitían a los vikingos convertirse en líderes, contratar un grupo de hombres para que salieran con ellos de saqueo, construir un barco etc. Es un círculo vicioso. A más dinero, más posibilidades de ganar más», añade la española.
La discusión de las tumbas
Otro de los elementos que ha contribuido a sembrar el
desconcierto sobre este tema es que, como se ha podido descubrir
actualmente, muchas vikingas fueron enterradas con armas y escudos.
No son pocos los que afirman que estos arsenales habrían sido
utilizados por la mujer para ir a la guerra. Sin embargo, no es de la
misma opinión San José Beltrán, quien señala que los escandinavos solían
inhumar a sus muertos (ya fuesen hombres o mujeres) con todo tipo de
ofrendas tales como hachas y espadas a modo de ofrenda.
«Aunque nos encontrásemos un yacimiento en el que
apareciese una mujer o un hombre rodeado de armas no podríamos asegurar
que fuese un guerrero. Suponemos que el fallecido era un combatiente en
base a una serie de datos, pero también existe la posibilidad de que las
armas fueran un regalo de su familia.
Además, que un vikingo apareciese en un yacimiento con un arco y un
hacha no es esclarecedor, pues eran objetos que se usaban también en
tareas de granja. Podría haber sido un guerrero, un hombre o una mujer
que salió a saquear un par de veces en su vida, o un campesino o
campesina», determina la experta.
En este sentido, la historiadora también señala que, si las
mujeres encontradas hubiesen combatido, habrían sufrido heridas en los
huesos que, posteriormente, habrían sanado. Sin embargo, no es habitual
encontrar restos óseos femeninos de
la época vikinga con marcas que se puedan relacionar con largas
jornadas combatiendo de sol a sol contra el enemigo. Una nueva prueba
que desmonta la teoría de que las féminas lucharon en masa junto a sus
maridos contra media Europa.
«Los huesos nos pueden desvelar cómo murió una persona y
qué heridas sufrió lo largo de su vida. Gracias a pequeñas
características se pueden reconocer heridas de espada o hacha,
malformaciones provocadas por las armas, ver si los restos óseos se
dañaron y se volvieron a recuperar etc. Estas marcas se han encontrado
en algunos guerreros vikingos hallados a día de hoy, pero no en los
yacimientos de mujeres vikingas.
En definitiva, es seguro que hubo mujeres que lucharon, pero no es algo
que sucediera, ni mucho menos, de forma generalizada. Era algo muy
puntual», determina San José Beltrán en declaraciones a ABC.
Por otro lado, en las tumbas vikingas también se han encontrado varios tipos de estatuillas con forma de mujer. Muchas de ellas, de hecho, «valkirias» (las guerreras mitológicas que, según la mitología,
bajaban a recoger a una parte de los fallecidos tras la batalla para
llevarlos junto a los dioses). Esto ha desconcertado en cierto modo a
los expertos, pues se desconoce si las efigies se corresponden con un mero ritual o si, por el contrario, representan a combatientes femeninas que cabalgaron junto a los hombres en algún momento.
Violaciones y armas
Si algo está claro es que las escandinavas eran sumamente
respetadas por los hombres, y eso quedaba además demostrado en su
legislación. Así pues, estos rudos asesinos que llevaron a cabo todo
tipo de tropelías fuera de sus hogares (entre ellas abusar de las
esposas de sus enemigos), tenían prohibido por ley violar a las vikingas. Dicha norma tenía tal relevancia que, aquel que la incumplía, era condenado a muerte.
Este castigo era totalmente excepcional para ellos, pues no solían
tirar de verdugo en ningún ámbito más de su vida. De hecho, cuando se
cometían otro tipo de delitos de suma importancia, únicamente expulsaban
al delincuente de la colonia.
Tal era el respeto que sentían por las mujeres que la ley
no permitía a éstas llevar armas. «Los hombres libres vikingos, que eran
el grueso de la población, tenían el derecho de portar armas.
Ese privilegio no era extensible a las mujeres, pero por una cuestión
de seguridad y honor, pues para ellos herir a una dama era una gran
deshonra. Cómo no querían verse obligados a defenderse del posible
ataque de una mujer y dañarla (algo que les provocaría problemas
legales), preferían evitar esa situación», completa San José Beltrán.
Libertad sexual
Por otro lado, las escandinavas no eran consideradas meros objetos sexuales que
debían estar al servicio del hombre. De hecho, en este sentido gozaban
de una libertad similar a la de sus esposos. Las vikingas eran también
de las pocas mujeres de la época podían solicitar el divorcio por varias
causas. En el caso de que les fuese concedido, tenían derecho también a
recuperar toda su dote.
Además, si se demostraba que la culpa de la separación había sido del
esposo, podían reclamarle una parte de las riquezas que había aportado
al matrimonio.
«El divorcio en la sociedad vikinga podía solicitarlo
cualquiera de las dos partes. El “juicio” se hacía mediante testigos,
que hablaban en favor del esposo o a la esposa. Solo hay una salvedad:
los malos tratos. En ese caso, el divorcio era automático. También se
podía solicitar porque el cónyuge fuese un despilfarrador y no supiese administrar bien la granja. Otra causa era la impotencia,
algo que hay que entender, pues en la época uno de los objetivos del
matrimonio era tener descendencia. Finalmente, cualquiera de las dos
partes podía separarse si su pareja no vestía acorde a su sexo. Es
decir, si un hombre se vestía de mujer o viceversa», destaca la experta
española.
Día 18/05/2015 - 14.09h
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