Autor(es): Alejandria
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Hoy
viajamos ligeritos de equipaje, solamente una mochila con el pijama y
la bolsa de aseo. Anoche se llevaron el equipaje para en la mañana
temprano embarcarlo en el furgón de carga. Y es que viajamos desde Agra a
Jhansi en tren, concretamente en el Shatabdi Express. El tren pasa a
las 8 h. pero se detiene sólo unos minutos. La estación de Agra ya bulle
a estas horas y decenas de limpiabotas se empeñan en guarrearte los
zapatos, porque realmente no hacen otra cosa. Cuando se acerca la hora
de llegada del tren aquello es un pequeño caos, los de tal a cual número
en el andén X, los otros en el andén Y. Luego cambian los andenes y al
final tuvimos que salir corriendo para alcanzar el vagón que nos
correspondía. El tren debe ser primera clase porque está bastante bien,
sillones cómodos, aire acondicionado (que no necesitamos), te sirven
desayuno, que rechazamos porque ya hemos comido en el hotel, y no
demasiado sucio. Ahora bien, los baños son ya otro cantar, si se puede
evitar, mejor, y sino pues intentar no rozarse con nada. En el trayecto
hay varios apeaderos, uno de ellos Gwalior. Por los cristales vamos
viendo la vida pasar, campos de cultivo, algún santuario, alguna
fortaleza, poblados .. como si de un documental se tratara. En dos horas y media nos plantamos en Jhansi en dónde nos está esperando otro autobús distinto con otro conductor y asistente que no conocemos. El trayecto de los andenes al autobús es corto pero vienen multitudes de mujeres y niños a la búsqueda de todos los turistas que escupe este tren, casi todos mendigando. Se conocen al dedillo todos los usos horarios y turísticos. Se asoman a la puerta del autobús, llaman por las ventanillas, mientras esperamos que las maletas salgan de su compartimento de carga y las pongan en el autobús. Orchha no se encuentra lejos, como a unos 16 km. por lo que no tardamos en llegar. Pese a que hay bastante circulación y autobuses de turistas (se nota más porque Orcha es pequeña) no tienes la sensación de caos que te abruma como en las ciudades que hemos estado. Vamos primero al Hotel Amar Mahal, cerca del centro, no para hospedarnos sino para hacer una parada técnica decente. Es el hotel dónde luego comeremos. Como este hotel se encuentra a la espalda de los cenotafios lo primero que hacemos es acercarnos a ellos, pero solamente para hacer unas cuantas fotos ya que nuestra visita se centrará en la fortaleza palaciega que se encuentra en una isla que se forma en el río Betwa a la que se accede por un puente de piedra con arcos y que se encuentra repleto de tenderetes de todo tipo, restaurantes, y un shadu a la espera de la foto y la propina. Orchha fue fundada en el año 1501 por el príncipe de la dinastía Bundela, Rudra Pratap Singh, convirtiéndose así en el primer rajá de Orchha. Alcanzó su mayor apogeo en la época de Bir Singh Deo coincidente con el dominio del emperador mogol Jahangir. Y fue Shah Jahan quien devastó y ocupó el principado de Orchha ante la rebelión de su rajá Jujhar Singh. Entramos en la isla pasando por delante del Raj Mahal, palacio real, al que volveríamos después. Comenzamos por el Jahangir Mahal mandado construir por Bir Singh Deo en honor de Jahangir quien había visitado Orchha en 1606, realmente este palacio fue utilizado plenamente solo en ésa ocasión. Se había construido con un objetivo diplomático. Los rajá hinduistas de Orchha solían invitar a los poderosos emperadores mogoles, musulmanes, que gustaban de estos ambientes en donde abundaban los placeres sensuales, de este modo el pequeño, aunque rico, estado de Orchha mantenía su amistad con sus rivales. Y en concreto a Jahangir, cuya fama de mujeriego y alcohólico ha trascendido hasta nuestros días. Con el fin de hacer edificios del gusto de los mogoles musulmanes se produjo en Orchha una lograda síntesis de estilos artísticos, la del islámico-mogol con la del arte tradicional hindú. El Jahangir Mahal está construido sobre una base rectangular destacando en cada esquina sendos bastiones rematados en cúpulas, en la parte central dos líneas de elegantes balcones señalan la división de los pisos. El techo de todo el edificio está coronado por ocho grandes cúpulas bulbiformes con otras pequeñas cúpulas entre ellas estando todas ellas conectadas por balaustradas ornamentales. El palacio tenía unas 236 habitaciones, unas 100 en el sótano para uso de los militares, otras 136 para nobles y cortesanos y unas pocas en el tercer piso para el rey, la reina y las concubinas. La fachada principal es una síntesis de este estilo arquitectónico. En la puerta principal hay dos elefantes como símbolo de bienvenida, uno con una campana y otro una guirnalda, desde los pequeños balcones tiraban flores como parte de esta ceremonia de bienvenida. En su día tenían un revestimiento como azulejos en motivos azules del que queda poco y unas pinturas cercanas a los aleros de estos balcones. Justamente dónde quedan restos de estas pinturas ahora hay unos panales de abejas, señal esta de que, junto con las yerbas que crecen en los tejados, no se tiene demasiada labor de conservación de este rico patrimonio. Frente a esta portada se encuentran las ruinas de un palacio construido por Indrajit Sing en honor de su amante Praveen Rai que además de ser muy bonita era bailarina, cantante y poetisa. El guía nos cuenta una leyenda sobre los amores de ella y el emperador mogol. En una de sus visitas el emperador (unos dicen que Akbar, otros que Jahangir) se enamora de ella y quiere llevarla a su harén, pero ella con sutileza y a través de una canción le dio a entender al emperador que él, por la categoría que tenía, no debía conformarse con plato de segunda mano. Con ello logró que el emperador no se enfadara por su negativa y este palacio representa por tanto no sólo el amor del rajá por ella sino también la lealtad de ella misma a su rajá. Para entrar al Jahangir Mahal se atraviesan puertas de madera de teca, con grabados hinduistas mezclados con mogol, que son originales. Se accede a un patio con piscina al que vuelcan las habitaciones de los tres pisos. Unas escaleras muy pendientes suben hasta esto pisos desde dónde se pueden ver las cúpulas y balcones de cerca además de unas vistas preciosas de Orchha, el rio Betwa y sus contornos. El Raj Mahal fue construido por el tercer rajá Madhukar Shah, que era muy religioso, adoradores del dios Rama, la séptima reencarnación de Visnhú. Este palacio tiene un exterior casi liso, solamente roto por la proyección de ventanas y una línea de cúpulas en lo alto. Su arquitectura es mucho más simple que la de su palacio vecino, también es anterior casi en cincuenta años al mismo. Es un cuadrado con dos patios interiores rectangulares en los que había piscinas que se llenaban de agua y con la brisa refrescaban las habitaciones, una de ellas hoy día tapada. Consta de su sala de audiencia privada, otra de audiencia pública, con arcadas muy bonitas, algo deterioradas, en cuyo techo quedan restos del esplendor de la pintura bundela que en este palacio alcanzó su mayor expresión. Precisamente este palacio es famoso por estas pinturas de tema religioso. En otra habitación hay una serie de pinturas en buen estado de conservación que representan las nueve reencarnaciones del dios Visnhu: pez, tortuga, jabalí, mitad hombre y mitad león, enano, guerrero brahmán, Rama, héroe del Ramayana, Krishna y Buda y en otra habitación, el dormitorio, bonitas escenas de la vida del rey. Volvemos a atravesar el puente que une la isla con la parte firme de la ciudad y siguiendo camino llegamos a una plaza en la que nos encontramos un templo de frente, es un templo relativamente moderno y sin encanto dedicado al dios Rama y luego torcemos a la izquierda para encontrarnos con el templo Chaturbhuj, dedicado al dios Visnhu. Tiene unas torres bellamente labradas en forma cónica, de shikaras, y unas altas escaleras que conducen al santuario. Proseguimos por esta calle con un gran ambiente, parece como si fuera un día de fiesta para ellos, hay gran trasiego de gente, no turistas, que va aumentando conforme avanzamos. Volvemos otra vez a la izquierda y aquí el tumulto es mayoritario. Parece ser la comitiva de invitados a una boda que, en este momento, están acompañando al novio que se encuentra a lomos de un caballo blanco, acompañado de una nena pequeña que suele ser familiar suyo, quizá una hermana, y que se dirige al lugar de celebración de la ceremonia de la boda. Había en el tumulto un grupo de niñas, una de las cuales, con una cara preciosa, nos regaló, a algunas mujeres, una pulsera de hilo de colores con unos dijes a modo de cencerro pequeño, colgados. Es una gran sorpresa que en la India se acerquen a regalarte algo y no a vender o pedir. Comimos en el hotel Amar Mahal que tiene una estructura como estos palacios de la India, en una terraza que da al patio central, con una leve brisa que nos hizo sentirnos, en este momento, como perfectos maharajás. Hay otro patio en el hotel que tiene unas vistas muy bonitas de la parte posterior de los cenotafios. Al lado de sus muros hay como un pequeña huerta y una chabola, más allá trapos tendidos. En la huerta una mujer con sari de vivos colores agachada quitando hierbas, un niño correteando. Después la mujer se acercó al muro y me permitió hacerle una foto. La opulencia y la pobreza viven juntas sin mezclarse. El autobús que habíamos cogido en Jahnsi era más pequeño que el que tuvimos en las otras ciudades y no entrábamos todo el grupo por lo que hubo que añadir una furgoneta. Me parece que no he mencionado a nuestro guía en todo el viaje de la India, se llama Sing (león) y es de la casta de los guerreros. Era nuestro guía en todas las ciudades anteriores pero en Orchha y Khajuraho además teníamos un guía local cuyo nombre no recuerdo, pero que significaba “alegría”. Orchha nos estaba encantando, en los circuitos no se para mucho en ella, pero sin duda es un lugar para recrearse. No sólo por la cantidad de monumentos que tiene, habíamos visto sólo los que parecían los más importantes, sino porque hay como algo amable, plácido y tranquilo en la ciudad y su paisaje, y sus gentes muestran una sencillez, que contrasta con las ciudades masificadas que habíamos visitado. Como el resto del día sólo nos restaba llegar a Khajuraho, un grupo le propusimos a Sing, la mayoría ocupantes de la furgoneta, quedarnos algún tiempo más en Orchha y disfrutar de sus paisajes. Se propuso en votación a los ocupantes del autobús pero ellos, en mayoría, preferían seguir camino. Así que nos quedamos el grupo ocupante de la furgoneta en Orchha con el Sr. Alegría. Teníamos en mente hacer una foto de los cenotafios con el río por medio y creía saber desde dónde poder hacerla, en la otra margen del río Betwa, frente a los cenotafios. La furgoneta nos bajó hasta casi la ribera del río y desde allí nos dedicamos a hacerle fotos al río y sus orillas. El río por aquí tenía un recorrido de aguas rápidas y estaba limpio, sus aguas eran claras y transparentes. También nos dedicamos a subirnos a las rocas que estaban junto al río para obtener algunas buenas fotos de los cenotafios. Observamos en el suelo pelos humanos, como si un barbero tuviera allí su tenderete. El Sr. Alegría nos dijo que eran los pelos de los familiares de una señora viuda que habían incinerado allí mismo, pero no vimos restos de hoguera ni de cenizas. Y es que estábamos ya en los Kanchana Ghats, aunque este tramo no tuviera escaleras. Desde aquí y andando nos dirigimos hacia los cenotafios por rocas y veredas que no tenían nada de turístico, de hecho no había nadie más que nosotros. Los cenotafios se alzan en número de 14 en esta orilla del río Betwa, junto al Kanchana Ghat y son monumentos funerarios de los gobernantes de la dinastía Bundela. Se yerguen sobre una plataforma cuadrada, tienen dos pisos con paredes talladas y el tercer y último piso se remata con cúpulas con columnas cuadradas y rotundas, de aquí el nombre de Chattris que tienen también estas edificaciones, y con alguna torre de forma cónica del tipo sikhara. Algunos otros son solamente cuadrados, rematados con una cúpula grande central, pero son los menos. Pasamos por la terraza de algunos de ellos, (la parte de la base cuadrada que sobresale de la edificación del cenotafio) con vistas muy bonitas del río. Se respira por todo este recorrido un aire de melancolía, de tranquilidad. Al final de estos cenotafios ya sí se ven las escaleras propias de un Ghat, y había alguna gente lavando la ropa y observando el transcurso del río. Desde hace ya rato se ve un puente de piedra con arcos que es de tipo raso, sin barandas, ni muro, ni quitamiedos alguno. A partir de este puente el río se divide en dos ramales que forman la isla en donde se ubica la fortaleza que habíamos visitado con anterioridad. Se suponía que era peatonal pero por allí pasan toda clase de vehículos, menos los grandes que el puente es estrecho, si bien nuestra furgoneta pasó. En la otra orilla del río no se puede pasar a la misma ribera del río porque lo impiden unas alambradas que rodean toda la vegetación de esta zona, parece ser que es un espacio protegido. Camino arriba se llega a una especie de monasterio. Pero no necesitamos ir más lejos, desde este extremo del puente se ve el paisaje que queríamos ver, los cenotafios de fondo, recortados contra el cielo azul y en medio el río. Esta era la foto que había querido conseguir durante todo el día. Atravesamos el puente de vuelta y desde el mismo se puede bajar hasta las rocas, gente tomando el sol con los pies en el agua, niños bañándose, algunos del grupo se descalzaron y metieron los pies en el agua, fresquita pero no fría. Después de algún paseo más nos decidimos a marcharnos ya que hay un largo camino a Khajuraho, 170 km. por una carretera estrecha y con asfalto defectuoso en más de un tramo. La gente en esta carretera conducen de una forma extraña pero que al final ves que es la más lógica. Al ser tan estrecha y estar plagada de motos, bicicletas, carros, (sobre todo cuando atraviesas alguna población o en sus cercanías) para no llevarse por delante estos vehículos menores conducen por el centro de la calzada, los que van y los que vienen, cuando están cercanos se esquivan mutuamente, pasan y otra vez al centro. Cuando se hizo de noche, aquí conducen siempre con la luz larga, al principio creíamos que nos la pegábamos ya que veíamos los faros deslumbrantes del que venía en la otra dirección, totalmente de frente. Este trayecto se hace algo pesado, pero bueno, al menos íbamos la mar de entretenidos con las historias que nos contaba el Sr. Alegría, sobre todo las referentes a su boda y cómo fueron las negociaciones para la misma. |
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