110º aniversario de la primera revolución rusa
15 de enero de 2015
El 9 de enero de 1905 (22 de enero, según el calendario gregoriano)
miles de obreros rusos se congregaron frente al Palacio de Invierno de
San Petersburgo, la residencia del zar Nicolás II, con la intención de
entregarle una misiva en que se recogían varias exigencias para mejorar
sus condiciones de vida. La respuesta de las autoridades fue masacrar a
los manifestantes, se saldó con la muerte de cientos de personas. Este
día pasó a la historia de Rusia con el nombre de “Domingo sangriento”.
El Imperio ruso acogió el siglo XX en pleno apogeo. Se produjeron campañas exitosas en Asia Central y se
liberó Bulgaria del yugo otomano. En 1897, Rusia demostró su influencia internacional, junto con Francia
y Alemania, forzando a los japoneses a devolver la península de Liaodong a
China. Daba la impresión de que Rusia se había
afianzado entre las grandes potencias mundiales.
Sin embargo, detrás de esa fachada de prosperidad se
escondía una creciente crisis política. Del mismo modo que las autoridades rusas de este
comienzo del siglo XXI protegen los intereses de las empresas de petróleo y
gas, las autoridades zaristas
defendían los intereses de los grandes terratenientes. El conflicto de intereses entre terratenientes y
partidarios de la modernización de la economía cada vez se hacía más grande.
Un ejemplo paradigmático fue la construcción de la
línea ferroviaria del Transiberiano.
El portavoz de los intereses de la clase industrial
fue el ministro de finanzas Serguéi Vitte. Subrayaba que la red
ferroviaria era insuficiente: el refuerzo de las posiciones de Rusia en
el Lejano
Oriente ruso era imprescindible para la población de esa región. Por
tanto, preparó un programa para el
reasentamiento de pequeños campesinos de las zonas occidentales de Rusia
en la
región del río Amur, que estuvo vigente en las fronteras de los siglos
XIX y
XX. Para los colonos entró en vigor una
tarifa reducida para el billete de ferrocarril y asistencia médica y
alimentaria a lo largo de todo el trayecto.
Con este programa Vitte contaba con reforzar el Lejano
Oriente ruso y rebajar la tensión social en la parte europea del país debido al
flujo de campesinos sin tierra que surgieron después de la abolición del
régimen de servidumbre en 1861.
Pero los terratenientes, cuyos representantes más
importantes eran los miembros de la familia zarista, declararon la guerra a la
migración de los campesinos.
Esta política de las autoridades zaristas condujo no
sólo al fracaso de los planes para la asimilación del Extremo Oriente ruso,
sino también a una ingente cantidad de revueltas campesinas. Por cierto tiempo los problemas internos quedaron
enmascarados con los éxitos de la política exterior, pero las derrotas del
ejército ruso en la guerra demostraron que la Rusia zarista era un coloso con
los pies de barro.
El rasgo singular de la guerra ruso-japonesa fue que, mientras ésta se libraba, la sociedad rusa simpatizaba con
el enemigo. A principios de 1905 en Rusia se
distribuyó de manera ilegal el folleto A los oficiales del ejército ruso,
que decía: “Cada una de vuestras victorias amenaza a Rusia con la reafirmación del
régimen zarista, cada derrota acerca la hora de la liberación”. El contexto dentro del país se caldeó a pasos
agigantados, hasta que estalló el Domingo sangriento.
Bajo la influencia de las crecientes agitaciones
populares, Nicolás II promulgó el Manifiesto para la mejora del orden
del
Estado, que fue el precursor de la primera constitución rusa. Pero esta
medida suscitó nuevas revueltas. En muchos puntos surgieron Soviets
(Consejos) de
diputados de los obreros y soldados y comités de huelga. Las autoridades
no consiguieron restablecer el orden
en el país hasta 1907.
Gran Bretaña y los EE UU
La actividad intensificada de Rusia en la arena
internacional hizo que a finales del siglo XIX se estrecharan las relaciones
entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
El Imperio británico fue en este período el
principal enemigo geopolítico de Rusia. Territorialmente había dos grandes
potencias mundiales, y el choque de sus intereses creó numerosos roces.
Rusia e Inglaterra sólo combatieron directamente
entre sí en la campaña de Crimea. A menudo
se encontraban en coalición pero no era sino “el abrazo de unos enemigos
a muerte”. La mayoría de las veces Gran Bretaña apoyaba a los
numerosos Estados que combatían contra Rusia.
Históricamente, estos países fueron Prusia, y luego,
Alemania, Turquía, Persia, Francia y, por último, Japón.
El Imperio ruso combatió contra Japón, pero en
realidad no se opusieron a él los nipones, sino Inglaterra y EE UU. El capital norteamericano e inglés armó al ejército
japonés con la tecnología más moderna.
En los Estados Unidos, durante la guerra
ruso-japonesa, el sentimiento antirruso alcanzó una tensión máxima. Japón, que había iniciado la guerra, fue presentada
por los medios de comunicación como una víctima de la agresión rusa. Esa retórica también era característica del
periódico japonés Yokohama shinbun: “Rusia es la deshonra de Europa; debemos vencer a
esta nación en nombre de la civilización, el mundo y la humanidad”.
El 25 de mayo de 1905 el embajador norteamericano
en
Petersburgo, George Meyer, informó de la disposición de los EE UU para
mediar
en las negociaciones para la firma del armisticio entre Rusia y Japón.
El presidente de los Estados Unidos “se situó al lado de Japón y durante
las negociaciones
en Portsmouth a veces se mostró más japonés que los japoneses”, escribió
A. Kérenski.
El 23 de agosto se firmó el Tratado de Paz de
Portsmouth: Rusia admitió las reclamaciones de Japón
con respecto a Corea, devolvió a los japoneses los derechos de arriendo de la
península de Liaodong con sus dos puertos, el de Port Arthur y el de Dalian, la
vía de ferrocarril del sur de Manchuria y la mitad meridional de la isla de
Sajalín.
Como resultado de la firma del acuerdo, Gran Bretaña
devolvió el monopolio del suministro de mercancías de China a Europa por vía
marítima. Rusia perdió la oportunidad de
convertirse en el corredor de mercancías entre Asia y Europa, y el Lejano
Oriente ruso quedó poco desarrollado en el extremo del país.
La guerra ruso-japonesa expulsó a Rusia del sistema
mundial capitalista del siglo XX. Gran Bretaña y Estados Unidos dejaron de considerarla como una
relevante potencia industrial. La guerra mostró hasta qué punto Rusia era internamente débil.
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