martes, 17 de junio de 2014

El retratro de un héroe

 
Leopoldo Jiménez Nouel
Héroe de la Historia Dominicana
Gesta Gloriosa de Constanza, Maimón y Estero Hondo

 
 
Cuando la República toda se estremecía de emoción ante la hazaña de tres puñados de valientes que con ejemplar desprecio de sus vidas herían de muerte, en Constanza, Maimón y Estero Hondo al tirano que felizmente cayera ajusticiado el 30 de mayo de 1961, el 25 de Junio de 1959 fueron llevados prisioneros al entonces Palacio del mal recordado Partido Dominicano en Jarabacoa, 5 de los legendarios invasores que 11 días antes habían llegado a Constanza destruyendo, en gesta inmortal el mito de la invulnerabilidad del poderío totalitario del déspota.

El pueblo los vio entrar esposados de dos en dos con sus rostros de Apóstoles de la Libertad, conscientes de que iban al martirio, pero convencidos de que esa era la única forma de redimir al pueblo, a su pueblo, de las garra de la bestia. Detrás, el quinto de los nobles guerrilleros, era LEOPOLDO.

Caminando, alto, fuerte, erguido y ágil en la punta de los pies, con el mismo ritmo atlético que lo habían visto en Jarabacoa en 1956 año en que se fue a Caracas con sus padres; Ahora, con su barba, su uniforme de guerrillero empolvado, sus manos esposadas y el cansancio a sus espaldas, lucía alegre, seguro de que sus labores estaban concluidas y que sus semillas regadas con sangre y sudor en las lomas Constanza, en la Cordillera Central, ahora Cordillera de la Libertad  prendería maravillosamente en multitud de jóvenes honestos e inspirados como él, lo que significaría, como significó realmente, el desplome de la sangrienta y proterva tiranía.

LEOPOLDO JIMÉNEZ NOUEL nació en SANTO DOMINGO el 31 de marzo de 1941, es decir, cumplió sus 18 años en el Campamento "Mil Cumbres", en Cuba, donde se entrenaron los héroes y mártires de la triple invasión libertadora. Hijo de Juan Jiménez de la Rosa, nacido en Jarabacoa, y de Doña Luz Nouel de Jiménez, miembro de una virtuosa y apreciada familia puertoplateña. Probablemente DON AMÉRICO LUGO, el día que bautizó a Leopoldo,  no pensó que en esa criatura se iba más tarde a proyectar toda la inquietud de un héroe auténtico. Don Américo no pensó jamás que su ahijado sería un miembro de la RAZA INMORTAL.

El 21 de septiembre de 1956, cuando llegó a Caracas, no contaba 16 años de edad; había cursado sus estudios de primera enseñanza en el Instituto Escuela y los primeros años de bachillerato De La Salle en Santo Domingo y a su salida de Caracas para el campamento el 1° de marzo de 1959 cursaba estudios en el Liceo Andrés Bello a la par que desplegaba un sin número de actividades. De espíritu inquieto, nunca se conformó con llevar vida monótona y rutinaria del estudiante común; siempre andaba a la carrera porque tenía varios compromisos por cumplir, sociales, comerciales y políticos, como presintiendo quizás que su vida iba a ser corta y tuviera que ganar tiempo. En la Unión Patriótica Dominicana, organización gestora del Movimiento de Liberación Dominicana, fue uno de los principales coordinadores de la sección Unión Patriótica Juvenil. Desde que se inició el reclutamiento lo vimos siempre acompañado de un grupo de jóvenes dominicanos y venezolanos, entusiastas y apresurados que, como él, habíanse propuesto, cual David modernos multiplicados, a derribar al gigante del Goliat sanguinario del Caribe.

Como notaba a su madre preocupada le prometió no irse al campamento sin su consentimiento y, frente a los preparativos de partida del primer grupo, no quiso ser de los últimos, y se enfrentó al dolor inefable de Doña Luz con estas palabras: -"Mamá, quiero que admitas que me vaya, no quiero irme escondido, quiero irme con tu bendición".

En un viaje que hiciera más tarde a Caracas el Comandante ENRIQUE JIMENES MOYA, le comunicó por teléfono a la madre de Leopoldo que estaba satisfecho con su hijo y que contara con que en la invasión permanecería siempre a su lado.

En efecto, después de la llegada exitosa a Constanza, El magnífico ejército revolucionario se dividió en dos grupos y Leopoldo se adentró en la cordillera de la libertad con los valientes del mando de Jiménez Moya cumpliendo el insurgente la palabra dada a la madre del héroe.

Cuando Leopoldo fue hecho prisionero con cuatro compañeros en los alrededores de Jarabacoa, ya le habían asestado al trujillato el golpe de muerte en Constanza, Maimón y Estero Hondo puesto que la dictadura no se repuso jamás de este certero golpe, que indiscutiblemente fue la explosión que encendió la rebeldía en todo el país, asentó las bases para el descrédito internacional y culminó con la balacera salvadora del 30 de mayo y la fuga de su familia despreciable y los principales adláteres del dictador.

Allí, en el entonces palacio del partido trujillista, en Jarabacoa, vieron sus amigos por última vez a Leopoldo. Allí se dice, que respondió valientemente en nombre del grupo y en el suyo propio los interrogatorios que le hicieron y cuentan que el entonces general Juan Tomás Díaz y Jefe de Operaciones destacado en Jarabacoa a la sazón confesó a alguien mas tarde en Constanza, que la valentía de esos muchachos lo habían conmovido, asegurándose que su traslado se debió al buen trato que dispensó a los invasores capturados que sólo pasaron unas dos horas en su poder, teniendo que ser enviados luego a Mélido Marte, en Constanza, donde se les esperaba para trasladarlos en avión para San Isidro, al infierno de San Isidro donde fueron fusilados sin piedad.

Los cadáveres de estos cinco mártires ni de ningún otro de los muchachos prisioneros que llevaron a San Isidro de la triple invasión libertadora han podido ser recuperado por sus familiares, no obstante los esfuerzos que éstos han realizado para obtenerlos (*), presumiblemente por negligencia inexplicable de las actuales esferas gubernamentales...
 
La historia fijará detalles del martirio de la liberación de los titanes de la revolución dominicana. Aún existen aspectos que permanecen dominados por el imperio del misterio.
 
Algo está claro: y es que el pueblo reconoce sus verdaderos Libertadores y calibrando el coraje de sus hazañas y el desprendimiento colectivo de que hicieron ostentación y ejemplo, le tributa un homenaje póstumo: en Jarabacoa una calle lleva el nombre de LEOPOLDO JIMÉNEZ NOUEL, y ciudadanos de ese poblado tienen lista una tarja para colocarlo hoy 14 de junio de 1962 a la entrada del edificio donde lo llevaron como prisionero que ahora se usará para hospital. En esta tarja, confeccionada en la marmolería nacional se recuerda al héroe y se perpetua su memoria en una oración que reza así:
 
"EN ESTE LOCAL VIO JARABACOA POR ÚLTIMA VEZ A SU HIJO LEOPOLDO JIMÉNEZ NOUEL, MÁRTIR DE LA GLORIOSA GESTA DE CONSTANZA, ESTERO HONDO Y MAIMÓN"

(*) Se aclara que este artículo fue escrito antes de que se autorizaran las excavaciones en la base aérea de San Isidro. Ver capítulo "Inhumación"

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