Nagasaki: la historia de una explosión nuclear a la sombra de la de Hiroshima
Las
nubes se abrieron poco antes de las 11:02 de la mañana del 9 de agosto
de 1945 y eso le permitió al bombardero de a bordo fijar visualmente el
blanco.
Fue 500 metros encima de una cancha de tenis, a medio
camino entre un arsenal y una fábrica de acero, que se produjo la
detonación.
Unas 74.000 personas, en su mayoría civiles, murieron como resultado del acto.
Era el segundo ataque nuclear de la historia. El primero con una bomba de plutonio. Era Nagasaki.
Una explosión que le agregó una nueva y dolorosa herida a la conciencia de la humanidad.
Pero, 70 años después, el evento a menudo es visto nada más como un apéndice de otro evento terrible que se produjo tres días antes.
El 6 de agosto EE.UU. había lanzado el primer ataque nuclear de la historia, contra otra ciudad japonesa: Hiroshima.
Y
desde entonces lo que hizo la "Fat Man" –como habían bautizado a la
bomba de Nagasaki– ha estado un poco la sombra de lo que hizo su hermana
de Hiroshima: la "Little Boy".
Una sombra que tiene forma de hongo nuclear.
"Bockscar"
Una prueba de ese olvido es que muchos saben que "Enola Gay" era el nombre del avión que dejó caer la bomba sobre Hiroshima.
Pero muy pocos han oído hablar de aquel que lanzó su carga mortal sobre Nagasaki.
Le decían "Bockscar".
El artefacto nuclear, por su
parte, medía poco menos de 3,5 metros de largo, pesaba 4.050 kilogramos
(unas 9.000 libras) y un poder equivalente a 22 kilotones de TNT, más
poderoso que el de Hiroshima.
Pero lo de "Fat Man" ("Hombre Gordo") era también una referencia a Winston Churchill, en ese entonces el primer ministro inglés.
Advertencia
El
mundo apenas empezaba a tratar de asimilar lo de Hiroshima, cuando supo
que un segundo artefacto nuclear había sido detonado encima de otra
ciudad japonesa.
"Fuerzas estadounidenses lanzaron una bomba atómica sobre Nagasaki, el segundo ataque de este tipo contra Japón en tres días", informó, hace 70 años, la BBC.
"La bomba fue lanzada en paracaídas desde un bombardero estadounidense B29 a las 1102 hora local", decía el reporte.
"Explotó a una altura de aproximadamente 1.625 pies (500 metros) sobre el suelo y se cree que destruyó completamente la ciudad, ubicada en el lado oeste de la isla japonesa de Kyushu", se informó.
En realidad, la bomba destruyó
aproximadamente el 30% de la ciudad, sede del conglomerado empresarial
Mitsubishi y uno de los principales puertos del país.
Y ese mismo 9 de agosto, el presidente estadounidense Harry S. Truman también habló por radio.
Pero no mencionó directamente la bomba de Nagasaki.
"Los gobiernos británico, chino y de Estados Unidos le dieron al pueblo japonés suficiente advertencia de lo que le esperaba. Especificamos las condiciones generales para su rendición", empezó el mandatario su mensaje.
"Nuestra advertencia fue desatendida, nuestros términos rechazados. Desde entonces los japoneses han visto lo que nuestra bomba atómica puede hacer. Pueden adivinar lo que hará en el futuro", advirtió.
Para
mientras, aviones estadounidenses dejaban caer más de tres millones de
panfletos advirtiendo a los japoneses que las bombas atómicas serían
empleadas "una y otra vez" a menos que dejaran de combatir.
Y cinco días después Japón se rindió incondicionalmente.
Rendición
Hay sin embargo historiadores que sostienen que, más que la amenaza de nuevas bombas atómicas, fue la declaración de guerra de la Unión Soviética –que envió tropas a Manchuria un día antes del ataque contra Nagasaki– la que aceleró la decisión.
"Era bastante obvio que los
japoneses estaban listos para rendirse", le dijo a BBC Mundo el profesor
de la Universidad de California en Santa Bárbara, Tsuyoshi Hasegawa,
quien suscribe esta tesis.
Y a muchos –incluyendo algunos que
justifican el lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima como una forma de
forzar el fin de la guerra– les cuesta entender por qué EE.UU. no esperó un poco más antes de lanzar un segundo artefacto nuclear.
"No fue una estrategia militar, sino simplemente un experimento", dijo en 2005 uno de los sobrevivientes, Teruo Ideguchi.
Y no es el único que piensa que si EE.UU. decidió seguir adelante, fue para poder probar una bomba de plutonio y compararla con el efecto del artefacto alimentado con uranio empleado en Hiroshima tres días atrás.
Una forma todavía más terrible de estar a la sombra de aquella primera explosión.
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