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En
el sepelio del Gran Eugenio María de Hostos, un día domo hoy, 12 de
Agosto de 1903, el panegírico fue pronunciado por el doctor Federico
Henríquez y Carvajal, ocasión en la que acuñó esta célebre frase: “¡OH,
AMÉRICA INFELIZ, QUE SOLO SABES DE TUS GRANDES VIVOS, CUANDO YA SON TUS
GRANDES MUERTOS"
Federico Henríquez y Carvajal, refiere que el fallecimiento de Hostos se produjo en el momento que en la Capital dominicana se sentían los efectos de una perturbación atmosférica. “¡La tarde era triste…muy triste! Llovía. La lluvia caía como lágrimas del cielo. El sol, envuelto en una clámide de nieblas, se hundía en el ocaso como si se extinguiese para siempre. ¡La tarde era triste…muy triste! El silencio reinaba en el cementerio…Mudo, con el mutismo de la Esfinge, el cadáver de fisonomía socrática, yacía en el féretro. Mudo estaba el séquito bajo la pesadumbre del gran duelo. Muda la ciudad doliente. Muda la Naturaleza”.
El abatimiento que sufría Eugenio María de Hostos lo atribuían “a la desesperanza de la redención de su patria nativa, Puerto Rico y al rumbo proceloso y torpe por el cual impulsó la angustiosa vida de su patria adoptiva, la República Dominicana, la irreflexiva y funesta división de los elementos que dirigían el Estado a partir de la caída del Gobierno de Heureaux”.
Texto: Hector Tineo
Foto: Federico Henríquez y Eugenio M.de Hostos
Federico Henríquez y Carvajal, refiere que el fallecimiento de Hostos se produjo en el momento que en la Capital dominicana se sentían los efectos de una perturbación atmosférica. “¡La tarde era triste…muy triste! Llovía. La lluvia caía como lágrimas del cielo. El sol, envuelto en una clámide de nieblas, se hundía en el ocaso como si se extinguiese para siempre. ¡La tarde era triste…muy triste! El silencio reinaba en el cementerio…Mudo, con el mutismo de la Esfinge, el cadáver de fisonomía socrática, yacía en el féretro. Mudo estaba el séquito bajo la pesadumbre del gran duelo. Muda la ciudad doliente. Muda la Naturaleza”.
El abatimiento que sufría Eugenio María de Hostos lo atribuían “a la desesperanza de la redención de su patria nativa, Puerto Rico y al rumbo proceloso y torpe por el cual impulsó la angustiosa vida de su patria adoptiva, la República Dominicana, la irreflexiva y funesta división de los elementos que dirigían el Estado a partir de la caída del Gobierno de Heureaux”.
Texto: Hector Tineo
Foto: Federico Henríquez y Eugenio M.de Hostos
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