“Yo me siento orgulloso de haber pertenecido al CEFA”
El general José de Jesús Morillo López, quien hace la afirmación, se refiere a la intervención del presidente del triunvirato cuando él y Francisco Alberto Caamaño se rebelaron contra Belisario Peguero, jefe de la Policía Nacional, por la corrupción reinante en la institución. Es un caso con muchos incidentes que culminó trasladando al entonces coronel Morillo al CEFA, como inspector general, y a Caamaño a la Fuerza Aérea.
Estos oficiales se trataban como familia. Morillo había sido secretario de Fausto Caamaño, padre del líder de Abril, cuando este fue jefe de Estado Mayor del Ejército y ministro de las Fuerzas Armadas. Pero el “hermano” mayor no apoyó ni acompañó al menor en la guerra constitucionalista.
Dice que no podía, porque ya había dispersado y apresado rebeldes en Radio Santo Domingo y frente al Palacio Nacional cumpliendo instrucciones de Reid Cabral. Pero pudo unirse después, se le observa, y se empeña en afirmar que ya no era posible.
A pesar de su comportamiento, Caamaño lo buscó para que se integrara cuando Morillo aún no había retornado a San Isidro. Se negó. “Nos despedimos con un abrazo y le dije: si nos encontramos en la guerra nos mataremos; si salimos vivos volveremos a ser lo que somos: hermanos”.
“Ellos no me dijeron nada de eso”, exclama refiriéndose al movimiento. “El Viernes Santo se aparecieron en mi casa de la Sarasota 30, Caamaño, Montes Arache y un oficial de la Marina, jugamos una partida de dominó pero hablaron de otra cosa. Quizá fueron a tratarme el asunto pero no se atrevieron o no cogí la seña”.
Exclama con un “¡Claro!” que peleó contra el pueblo. “Yo vine al puente, era del CEFA. Cuando intervino la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), el Ejército se había dispersado”.
Reitera que después de su actuación en la emisora oficial, “ya yo no podía pensar en revolución. Si Caamaño me llama antes, me voy con él”.
Manifiesta sentirse orgulloso de su participación en el lado contrario, no le afecta ni le preocupa ni le avergüenza. “Imposible, en una contienda bélica hay dos frentes. ¿Quién ganó? Nadie. Ahí intervino Estados Unidos. Estuve en un lado y me siento orgulloso”, repite. “Accidentalmente caí en uno y ahí tenía que quedarme”.
Significa que respeta la actitud de Caamaño de irse con los constitucionalistas. “Yo me siento orgulloso de haber pertenecido al CEFA”.
Se pregunta: “¿Qué alegría puede producir una guerra donde hubo tantos muertos innecesarios? ¿Qué se logró a favor de la República? Muertos de lado y lado. Yo también pude haber resultado muerto, porque a una guerra se va a pelear”.
Sobre Caamaño expresa que “la muerte es lo que lo inmortaliza, si no lo hubiesen matado cuando regresó al país, pasa como uno más del montón”.
Para el afable y franco militar, “la guerra no terminó a favor del bando constitucionalista y no hubo un cambio en el país, ahí no hubo ganadores ni perdedores, terminó en base a un acuerdo”.
No reconoce al Presidente en armas como el adalid de abril. “Se convirtió en héroe por Balaguer cometer el error de ordenar su muerte, dijo que aquí no había cárcel para un hombre como el coronel Caamaño”.
LOS APRESAMIENTOS
José de Jesús nació en Mao el 21 de diciembre de 1923, hijo del general Francisco Morillo, desiderista, y Francisca Antonia López. A la muerte de Arias la familia fue apresada y luego deportada a Cabo Haitiano.
Está casado con Margarita Aristy Brito. Es el padre del general Nelson Morillo Rodríguez, exjefe de la Policía; del general José Osvaldo Morillo Rodríguez, José Miguel Morillo Tejada, Rosalba Teresa Morillo Rodríguez (fallecida); Iraida Morillo Tejada y Pedro José Morillo Rodríguez.
Su intervención en abril de 1965 fue una de las más comentadas, condenada por los constitucionalistas y celebrada por los contrarrevolucionarios. En las primeras horas de la tarde del 24, después que Peña Gómez anunció por radio que se había producido un Golpe de Estado contra el triunvirato, el jefe de la Policía, Hermán Despradel Brache, comunicó a Morillo que Donald Reid les ordenaba que fueran de inmediato a su despacho. Instruyó a Morillo que fuera a restablecer el orden en Radio Santo Domingo de la que se había apoderado un grupo de locutores.
Acompañado del teniente Andrés Avelino Soriano Tejeda y Julio Rocha Bello, del Cuerpo de Ayudantes de Reid Cabral, y de refuerzos del CEFA, se presentó cuando también llegaba Peña Gómez, al que detuvo. “Uno de los oficiales le propinó un culatazo en la cabeza, encañonándolo con la intención de dispararle”, lo que impidió Morillo López, que lo envió preso al destacamento situado al lado.
“Los revoltosos Tomás Pujols Sanabia, José Antonio Núñez Fernández, Mario Báez Asunción, Luis Armando Asunción, Luis Acosta Tejeda, Pedro Muñoz Batista, Miguel Soto, el primer teniente Ramón García Germán, “Nemen Yeara Naser” y otros fueron trasladados al Palacio de la Policía por una patrulla comandada por el coronel Ramón Adames Ovalles.
“El director de la emisora, Julio Félix Gimbernard, fue desarmado y golpeado por Rafael Corporán de los Santos y Tito Campusano”, quienes huyeron al ver la Policía, refiere.
Peña Gómez, aclara, “no llegó a entrar, el grupo de periodistas y locutores fue el que hizo el llamamiento. Él lanzó una proclama pero a través de Radio Comercial”.
Luego de la renuncia de Donald Reid, Morillo se marchó con soldados del CEFA al Escuadrón de Caballería, en la avenida Independencia y después se unió al Batallón de Montaña del Ejército. “Al llegar frente a la maternidad, francotiradores nos hicieron un tiroteo, detuvimos la marcha y nos refugiamos en el Palacio de la Policía”.
Ahí vivió el acoso de los agentes de Belisario. “Había un rencor, me perseguían donde quiera que me movía”. En un helicóptero casi alzando el vuelo encontró paz al treparse raudo por la escalerilla y regresó a San Isidro, “uniéndome de nuevo a mis compañeros de armas”.
En 1966 Morillo López fue designado Agregado Militar en México. Pero el 1 de agosto Balaguer lo reconoció por imponer el orden “a ese cuerpo seriamente desarticulado por los graves sucesos que desencadenó la revuelta del 24 de abril”. Lo designó jefe de la Policía. El Listín Diario escribió un editorial manifestando que el elogio de Balaguer hacia el general era justo y que este llegó “en momentos muy difíciles, con el terrorismo rampante, con desorden en las calles y la Policía bajo presiones desmoralizadoras”.
El 13 de agosto de 1966, el general Álvaro Braga, comandante de la FIP, se despidió felicitándolo por “garantizar la seguridad y tranquilidad del pueblo dominicano”.
Sobre su conducta en la revolución opina que “ser adversarios en una contienda bélica no quiere decir que necesariamente seamos enemigos al terminar la guerra”. Y agrega que en el conflicto “ninguno se casó con la gloria”.
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