El Día D El desembarco de Normandía pudo acabar en desastre
Día 06/06/2014 - 21.41h
Eisenhower ya tenía preparado el discurso del «mea culpa» para anunciar el fracaso de una operación cuya preparación duró dos años e implicó a 175.00 soldados
Cuando en la madrugada del 6 de junio de 1944 los 20.000
paracaidistas aliados lanzados la noche anterior consiguieron colocarse
detrás de la primera línea defensiva nazi,
con el objetivo de asegurar las vías de comunicación, impedir la
llegada de refuerzos alemanes y provocar sabotajes, el general Eisenhower
ya
tenía preparado un breve discurso para anunciar que la batalla para
salvar al mundo había fracasado. Era el «mea culpa» ante las más que
probable posibilidad de que la mayor operación de invasión por mar de la
historia –con la movilización de 175.000 soldados, 50.000 vehículos,
más de 5.000 buques y 15.000 aviones en apenas 24 horas– hubiera acabado
en desastre [fotogalería con las impresionantes imágenes del desembarco de Normandía].
ABC
«Por fin ha llegado el día D y la hora H. La invasión era inevitable», comenzaba la crónica de ABC sobre el desembarco de Normandía,
hace hoy 70 años. Una operación que había costado a los aliados dos
largos años de minuciosas y secretas preparaciones. Dos años de nervios,
tensiones e incertidumbres, de ingenio, esfuerzo, experimentación,
confidencialidad y planes de engaño de amplio alcance, en el que
estuvieron involucrados decenas de miles de hombres y mujeres de las
profesiones más variopintas: obreros industriales, ingenieros,
constructores, técnicos, espías, militares, funcionarios, profesores,
miembros de la resistencia en la clandestinidad o inventores, entre
otros. A estos había que sumar la participación de un centenar de
empresas y organizaciones especiales, que proveyeron todo el
equipamiento necesario.
Un dispositivo sin precedentes en la historia militar en el
que el más mínimo fallo de coordinación habría significado una derrota
de dimensiones históricas que habría concedido a Hitler la posibilidad
de una victoria final en la Segunda Guerra Mundial.
«No estaba convencido de que ese fuera el único modo de ganar la
guerra», declaraba un Churchill que, durante la noche del 6 de junio de
1944, estaba convencido de que lo despertarían de madrugada para
comunicarle el desastre.
Las dudas en el desembarco
Franklin Delano Roosevelt, que tuvo que superar sus reticencias y las discrepancias mantenidas con Churchill acerca
de tamaña operación durante dos años, fue despertado por su esposa
Eleanor en la Casa Blanca, a las 3 de la madrugada, con las primeras
noticias del desembarco. Ese fantasma del fracaso siempre estuvo
presente, a pesar de la energía y el ingenio desplegados en la
planificación de la operación «Overlord», como fue bautizada.
ABC
Durante los meses precedentes se había librado un largo y
tenso debate sobre si aquel desembarco era el mejor modo de acabar con
el dominio nazi en Europa. El mismo Churchill tenía serias dudas, que
mantuvo en las primeras y en las últimas fases de la preparación.
Incluso después de que hubiese tomado la decisión de emprender un
desembarco a través del Canal de la Mancha, el primer ministro británico apostó por otras iniciativas militares que finalmente fueron descartadas.
No era para menos. El fracaso del desembarco habría sido un desastre para la causa aliada, ya que Hitler habría
tenido oportunidad de recuperar su influencia. De hecho, disponía de
los recursos necesarios para ello: bombas nuevas y misiles de gran
fuerza destructiva, con cargas de una tonelada; submarinos de larga
distancia que podían haber llegado a la costa oriental de Estados Unidos
sin necesidad de repostar, y minas contra las que no existía defensa
conocida, cuya fabricación estaba a punto de concluirse (las primeras
muestras se emplearon, precisamente, el Día D). Y además, un enorme
contingente de aviones, tanques, tropas y armamento –un tercio de las
fuerzas de combate de la primera línea alemanas– habría podido hacer
frente a la ofensiva oriental soviética, planificada por los aliados
como continuación del desembarco normando.
Paul Verlaine, en la guerra
Quienes planificaron la operación –los generales George C. Marshall y sir Allan Brooke,
cabezas visibles de las organizaciones militares de Estados Unidos y
Gran Bretaña, respectivamente; y los comandantes en jefe de ambos
ejércitos, Bernard Montgomery y Eisenhower–
contaron con una gran ventaja obtenida gracias al ingenio: confundieron
al mando alemán haciéndole creer que el desembarco se realizaría en Pas de Calais,
mediante multitud de maniobras de contraespionaje y lanzando papeles de
aluminio al este de donde se iba a realizar realmente, para confundir a
los radares nazis.
ABC
Pero no fue así. El 5 de junio, la BBC retransmitió el segundo verso de un poema de Paul Verlaine:
«Los largos sollozos de los violines del otoño / hieren mi corazón con
una monótona languidez». Era la señal. La tormenta aliada estaba
preparada para lanzarse sobre los 70.000 soldados alemanes que
aguardaban cerca de las costas francesas. Los ciudadanos de los pueblos
normandos de Sante Mère Eglise y Sante Marie du Mont abrazaron con esperanza y temor la lluvia de los 20.000 paracaidistas durante la noche anterior. Pero ya no había marcha atrás.
«Las primeras tropas de asalto han desembarcado a las
7.50», podía leerse en la nota de la paloma mensajera que al día
siguiente un corresponsal de Reuters envió desde Francia a Gran Bretaña.
Los soldados, procedentes de diversas localidades costeras británicas,
tocaron las orillas de cinco playas distintas, cuyos códigos respondían a
los nombres de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. El desembarco se realizó en un área de 90 kilómetros de costa, entre Cherburgo y Le Havre.
Atrás, en Gran Bretaña, esperaban otros tres millones de soldados que
irían cruzando el Canal de la Mancha entre el 6 de junio y el 25 de
agosto.
Un millón de judíos
Durante el Día D se produjeron más de 11.000 bajas, de las cuales 2.500 fueron muertos.
Un cifra inferior a la esperada, pero lo suficientemente grave y con
progresos tan acotados, que el Alto Mando aliado llegó a creer que
estaban perdiendo la batalla. Pero se equivocaban. El avance en los
meses siguientes fue imparable. Europa comenzaba a soñar con la
liberación.
Si el desembarco hubiera fracasado, los trenes y cámaras de
gas nazis habrían quedado disponibles para la deportación,
internamiento y asesinato de un último contingente de judíos europeos
que estaban en lista de espera. El número: más de un millón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario