sábado, 8 de noviembre de 2014

APUNTES DE UNA ÉPOCA SANGRIENTA G-2 asesinó en la fortaleza a Mario Balderas

APUNTES DE UNA ÉPOCA SANGRIENTA
G-2 asesinó en la fortaleza a Mario Balderas

Mario Balderas Mario Balderas
• Pedro Fernández
 http://www.eljaya.com/200709-2/n-epoca.php
La persecución, detención y asesinato de connotados dirigentes de izquierda, campesinos, obreros y estudiantes que se oponían al régimen del Dr. Joaquín Balaguer, comenzó a recrudecerse a final del primer período de gobierno reformista.
Una denominada “operación limpieza” iniciada por los servicios represivos del régimen, con la supervisión de prominentes miembros de la Agencia Central de Inteligencia, como Dan Mitrione, posteriormente ejecutado por el grupo revolucionario Los Tucpamaros de Uruguay, tocaba los cimientos revolucionarios, en tanto organismos como el Servicio Secreto de la Policía y el G-2 del Ejército Nacional, se encargaban de ubicar y exterminar todo signo de oposición al gobierno Balaguerista.
Esa “Operación Limpieza” buscaba eliminar físicamente los combatientes del 1965 y de paso provocar un debilitamiento de los grupos revolucionarios que se for-talecían cada día en los centros escolares, fábricas y el campo, donde eran enviados los cuadros más capaces.
Las detenciones y posteriores desapariciones de Guido Gil Díaz y Henry Segarra Santos, marcaron la política represiva del régimen que llenó las cárceles de opositores, mientras en las calles los sicarios oficiales cumplían con sus macabras funciones de ejecutar desde un simple estudiante que se movilizara por sus reivindicaciones, hasta un humilde campesino que pretendía un pedazo de tierra para su familia.
Producto del trabajo en el campo de los grupos revolucionarios, especialmente el Movimiento Popular Dominicano, entidad que logró atraer destacados campesinos que luchaban por la tenencia de la tierra, surgieron hombres como Mario Balderas, un francomacorisano que residía en la comunidad La Penda, frente a los predios de Graciano Guzmán lo que hoy es conocido como Briquetas Nacionales.
Las inquietudes de Mario Balderas fueron tomadas por el MPD que lo albergó en su seno y desde entonces se inició un plan tendente a eliminar uno de los más connotados campesinos que logró reunir en torno a sí, decenas de agricultores deseosos de poseer un pedazo de tierra.
A los cuerpos represivos del régimen se unieron terratenientes de la zona, los cuales, con el conturbenio del alcalde pedáneo de la sección Honduras, Andrés Taveras y un capitán del ejército conocido como Acosta Infante, tendieron el cerco del que nunca pudo salir el dirigente campesino.
La esposa de Mario Balderas, Rosa Mercedes Paredes García, se presentía la muerte de su pareja y por ello le aconsejaba que saliera de la comunidad hacia otro lugar para que preservara la vida, a lo que su cónyuge le respondía… “Yo no tengo que abandonar mi sitio, no soy un delincuente, solo un luchador para que todos tengamos un pedazo de tierra”.
El presentimiento de la esposa del agricultor se convirtió en realidad el 28 de junio de 1969, cuando miembros del servicio de inteligencia del ejército conocido como G-2 allanaron su residencia y cuando este fue avisado de la presencia de los militares rehusó salir huyendo por lo que fue apresado esa tarde que su familia recuerda con tristeza.
“El me dijo que no se iría del lugar y enfrentó a los militares diciéndoles que no era un delincuente, preguntándoles por qué le buscaban y por toda respuesta fue esposado y conducido a un lugar no determinado y posteriormente a la fortaleza Duarte, en una de cuyas solitarias fue asesinado”, relató la señora Paredes García.
Los esfuerzos por ver a su esposo con vida resultaron inútiles hasta que al día siguiente de su detención, el 29 de junio, le comunicaron que el mismo estaba en la morgue del hospital San Vicente luego que ¨se ahorcara¨, versión que fue rechazada por sus familiares y reclusos que atestiguaron escuchar en horas de la noche como era golpeado inmisericordemente el agricultor asesinado.
El velatorio de Mario Balderas estuvo matizado por una fuerte presencia policíaco-militar pese a lo cual decenas de personas participaron en el mismo y poste-riormente le acompañaron hasta su última morada donde fueron pronunciados encendidos discursos denunciando el asesinato del dirigente campesino.
La muerte de Balderas fue llorada por todos y el Movimiento Popular Dominicano juró que su muerte no sería en vano y que alguien pagaría por el asesinato, promesa que se cumplió a principios del año 1970 cuando un paquete enviado por correo al teniente coronel Juan de Jesús Pichardo Castillo le explotó cercenándole las manos y causando destrozos en la oficina del jefe de la policia en esta ciudad, donde también resultó herido el entonces cabo Torres Kingsley.
Al dirigente campesino le sobrevivieron tres hijos: Mario Miguel, Juan Esteban y Zoila Mercedes, quienes hoy residen en el sector 27 de Febrero, los cuales guardan gratos recuerdos de su padre y levantan orgullosos sus rostros conscientes de que su progenitor murió buscando un destino mejor para ellos y todos los dominicanos.

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