Corrupción, impunidad sistémica y poder de la educación
“Llegará
un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos
días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de
coraje.”
Yevgeny Yevtushenko.- Poeta y pensador.
Existe en
gran parte de la sociedad española un profundo sentimiento de
frustración derivado de la creencia, la sospecha y hasta la certeza, de
que tras varios años de crisis generalizada nada se ha aprendido desde
el PODER con mayúsculas y poco se ha hecho realmente para que
comportamientos vergonzosos y poco éticos se dejen de producir (al
menos) en nuestras instituciones públicas. Utilizo un término que creo
representa la opinión de gran parte de la sociedad española: los
causantes de la crisis del sistema gozarán a la larga de total
IMPUNIDAD.
Que
padecemos una situación de pérdida generalizada de confianza en el
actual sistema no es nada novedoso, la crisis empezó siendo económica,
para pasar a ser posteriormente de una dimensión social y terminar
destapando las carencias éticas y la falta de MORALIDAD PÚBLICA,
atributo este indispensable en una sociedad democrática que se precie de
serlo. Cuando invoco el concepto de moralidad, no me refiero a una
moralidad de índole religiosa, me refiero a una moral laica en la línea
de las tesis de Emile Durkheim “Es
esta moral la que permitirá el funcionamiento de las sociedades
internamente diferenciadas, ya que a la particularidad de cada sujeto se
le antepondrá siempre un objetivo social que dé sentido a la propia
vida individual” La
situación actual debe ser analizada con una amplia perspectiva
histórica, ya que la vida democrática del país y el futuro de todos
nosotros como ciudadanos, no está (sólo) en los juzgados, ni en las
sentencias ejemplarizantes que el Estado de Derecho nos pueda aportar.
Los
condenados, los imputados y las empresas, partidos políticos,
sindicatos, diputaciones, ayuntamientos o cualquier otra organización
que dan cobertura a alguno de los corruptos, no están haciendo
nada para que el sistema institucional cambie las reglas del juego y
aporte control y claridad. Realmente no creo que exista un
reconocimiento de conducta deshonesta, ni siquiera de mala praxis
profesional. Existe un reconocimiento formal de las sentencias y
un repetido y rutinario respeto a las decisiones de los tribunales, que
luego se matizan de tal manera que o bien terminan siendo manipuladas, o
vaciadas de todos sentido ejemplarizante y reparador.
Sí el
concepto de moral pública no se convierte en un valor en alza, sí la
honestidad no se interioriza como parte de la escala de valores que nos
debe representar a todos, repito, si esto no ocurre, vaticino que muchos
de los implicados en casos de corrupción y que han realizado prácticas
deshonestas como servidores públicos, o como responsables de empresas,
aparecerán de nuevo integrados de una u otra manera en el “Sistema” y
gestionando fondos públicos con total IMPUNIDAD. La mayoría de ellos no
lamentan lo que hicieron, sólo lamentan que los “pillaran”. Así es
difícil una regeneración democrática y ética como la que nuestro país
necesita.
Por otra parte, no es cierto que España tenga en su estructura social connotaciones negativas que impidan “per se” que la democracia se desarrolle como en otros países de probada y dilatada experiencia democrática. No es una cuestión cuasi-genética o de talante lo que impide el desarrollo normalizado de un Estado de Derecho.
El problema
de nuestro país tiene distintas vertientes a cuestionar; desde el modelo
económico, hasta el papel que jugamos en la UE, pasando por la
necesidad de analizar con la perspectiva que da el tiempo, una
sobrevalorada TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA que a fuerza de buscar el consenso a
toda costa, impidió cierta ruptura cultural con determinados vicios y
carencias propios de la España franquista y autocrática. Uno de los
déficits que más daño está haciendo a la verdadera modernización de
nuestro país es la falta de una educación con sentido de Estado.
No ha
existido en España como tal, una educación integral que desarrollara al
individuo como ciudadano y que diera la importancia que requiere a la
capacidad de reflexión, la disciplina, el trabajo bien hecho y el
respeto por todo lo público y solidario. Esa carencia ha dado lugar a la
formación de individuos sin un verdadero espíritu crítico, más
preocupados muchos de ellos, como es normal, por instalarse en el mundo
del trabajo, el consumo y los mercados y menos por entender el
importante papel que juega cada persona como ciudadano de pleno derecho.
Por tanto, parte de los problemas referentes a comportamientos poco
éticos de nuestros dirigentes y la manera patrimonialista en que
entienden el servicio a la comunidad, emana de una deficiencia
estructural de índole educativa que no impide pero sí dificulta,
socializarse en la buena praxis como servidor público y en cualquier
faceta de nuestro desarrollo personal público o privado.
Insisto en
que la educación es un elemento de máxima importancia en la conformación
del carácter respetuoso de una nación por sus instituciones y
viceversa. Países como Francia o Inglaterra (con sus deficiencias, por
supuesto) son ejemplos clásicos que han definido un sistema
característico de enseñanza que hace hincapié en el papel de la
ciudadanía y donde los valores democráticos forman parte del itinerario
curricular de sus jóvenes. Es cierto que se trata de países con sistemas
democráticos muy experimentados y dinámicos, lo que es siempre una
circunstancia a tener en cuenta en el tratamiento de cuestiones de
Estado. Estas sociedades no son ni mejores ni peores que la española,
pero mantienen la ventaja de haber comprendido la importancia
estratégica de la educación y de haber dedicado tiempo y recursos a
consolidar un sistema eficiente, estable y con sentido institucional.
Puede que cuenten con la ¿ventaja? añadida de ser sociedades
cultural e históricamente más homogéneas que la nuestra y aunque no
deben ser idealizadas, (comparten, aunque en menor medida, corrupción y
deficiencias de la actual crisis de representatividad del sistema
político de la UE), son sociedades que nos superan en conciencia
ciudadana debido a una amplia y consolidada base en cuestiones de
ciudadanía y valoración del interés general.
El
problema de corrupción es España no es coyuntural, es algo más serio, se
centra en deficiencias estructurales que necesitan respuestas desde
dentro del aparato del Estado. Para ello debemos decir claramente que
(con ser grave), la dificultad no está en la imputación de tal o cual
presidente de una caja de ahorros, del presidente de una comunidad
autónoma, del presidente de una patronal, ni tampoco de un líder
sindical con nombre y apellidos. El problema de la corrupción deviene de
la descomposición y falta de control democrático que ejercen
determinadas instituciones del Estado y que crean el contexto adecuado
para que se respire IMPUNIDAD sistémica y para que dichas conductas
individuales sean posibles.
En el diseño
de la Constitución Española de 1976 se tomaron como punto de referencia
para articular la vertebración del nuevo Estado de Derecho, la
Constitución Alemana de 1949, la Constitución Italiana de 1947 y la
portuguesa de 1976. La estructura institucional o territorial de un
Estado se puede emular, sus instituciones de control y desarrollo
democrático se pueden imitar, (no somos tan distintos), pero no es tan
fácil como “cortar y pegar”,
hace falta que de dichas instituciones emanen los elementos éticos que
garanticen su funcionamiento. Por el contrario, en España la falta de
rigor y la estructura deficiente de algunos Organismos Públicos son la
punta de lanza del nepotismo y de muchas de las ineficiencias y
corruptelas. No existe en nuestra sociedad de manera generalizada un
ETHOS MORAL que se interiorice y que suponga una pauta de conducta
indispensable para cualquier ciudadano. Estas carencias y disfunciones
penalizan el correcto trabajo de muchas Instituciones. A modo de
ejemplo:
- Tribunal de Cuentas (TC): obsoleto, falto de medios y sobrado de componentes partidistas.
- Banco de España (BE): inoperante como supervisor bancario, permisivo y politizado.
- Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV): ineficaz, lenta, subjetiva.
- Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC): permite oligopolios encubiertos.
- Sistema de Justicia (TS y TC) lentitud, falta de medios y contaminado por el poder político.
- Sistema Político: inoperante, contaminado por el poder económico y la desafección.
- Partidos Políticos: estructuras obsoletas, corrupción y alejamiento de la base social.
- Patronales y Sindicatos: burocratizados, faltos de representatividad, corruptelas.
- Ley de Bases de Régimen Local:(LBRL) inoperante, inconclusa, impide el rigor.
Añadiré
también el cambio de rol de unos medios de comunicación victimas de
procesos de fusión y luchas empresariales que han abandonado o
malinterpretado (salvo honrosas excepciones) su papel como contrapoder, o
al menos como elemento coadyuvante a la buena salud del sistema
democrático.
Nada está
perdido, debemos ponemos en marcha hoy, debemos modificar hábitos y
retomar nuestra conciencia ciudadana. Exigir la honradez como un
requisito irrenunciable en la vida pública y como patrimonio social de
nuestras instituciones, y por encima de todo, educar a las próximas
cohortes de españoles en el respeto a la comunidad y en la gestión
escrupulosa de los recursos públicos.
Columnista Guillermo Garoz Lópe
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