lunes, 17 de febrero de 2014

Estrategia y realidad

Estrategia y realidad

ARMEN IMBERT BRUGAL
http://hoy.com.do/estrategia-y-realidad/autor/hoy/
La dirigencia criolla agotó la cuota de corrección cuando incorporó a su discurso el artículo femenino. Continuó sexista pero exhibía “ellos y ellas” como el súmmum de la vanguardia. Ocurrió también con términos como gobernabilidad, globalización, transparencia. La contemporaneidad exige algo más que un teléfono inteligente o la urgente afición por la enología que exige el cambio de estatus. Algunos evitan términos que aparejan desglose o respuesta. Existe un lenguaje internacional, un léxico de agencia financiadora que obliga. Desde el desusado y ya costumbre “justiciable”, hasta el neologismo “feminicidio”. A partir de ahí, el pasmo. Es más complicado para cualquier político, funcionario o aspirante a serlo, incluir en su repertorio: familia monoparental, comunidad GLTB, aborto.
A pesar del intento para lucir avantgarde y complacer minorías, la intención contradice la actitud de algunos protagonistas. Como si las estrategias se desempolvaran para usarlas, no importa el tiempo ni el público a convencer, recurren a fórmulas que funcionaron en otro momento y esperan éxito.
Para la población votante, con menos de 40 años, Balaguer, Bosch y Peña Gómez, son referentes míticos. Ese grupo no vivió, y tal vez no le interese conocer, el estremecimiento de los 12 años. Su memoria no tiene asomo de las alocuciones de Juan Bosch, menos de la proeza, truncada siete meses después, que significó lograr el 59% de los votos, en las elecciones del 1962. Desconoce el arrobamiento que provocaba, en la multitud, un Peña Gómez tonante. El eslogan válido otrora ahora puede ser huero. Choteo. Repetir “Vuelvo y Vuelvo”, “A Paso de Vencedores”, “Manos Limpias”, es tan insulso y erróneo, como pretender suceder a los caudillos que determinaron el decurso de la política nacional, después del tiranicidio.
La adscripción a un partido político no tiene la impronta que tuvo antes. El color, los símbolos, los líderes, de cada agrupación nacional, definían. Ser de uno o de otro, establecía el objetivo. El origen y el ideal de los veintiséis partidos que sucedieron al Partido Dominicano, marcaba la simpatía. No era lo mismo ser cívico que catorcista, tampoco igual pertenecer al PRD que a Vanguardia o al Partido Social Cristiano.
Seducir a posibles simpatizantes o forzar la permanencia de militantes apelando a “memorias venerandas de otros días” es desacertado. Como mencionar aquel tableteo de las ametralladoras, el camino malo o el río de sangre. Los dirigentes no cambian y la estrategia tampoco.
En una norteña provincia del país, la muchachada se encantaba con la erudición de una munícipe. Sin necesidad de travesía, sin el mareo del barco o el susto del despegue, conocía rincones y desvíos. Describía con precisión cartográfica una cuesta lisboeta, un escondrijo parisino, la puerta de Brandemburgo, un callejón de Barcelona. La lectura y el radio la ayudaban. Las cartas de familiares con las descripciones que solicitaba, también.
Jamás visitó las ciudades imaginadas, ni pisó los adoquines detallados, no vio la obra de Miguel Ángel ni los capiteles de la Alhambra. Recomendaba el cochinillo que nunca probó, como si hubiera degustado el manjar segoviano. Antes de la creación del internet, de ese instrumento para acechar el universo tocando una tecla o acariciando una pantalla, vivió disfrutando de manera virtual. Astuta, apostaba a lo clásico, a la permanencia, para no fallar: la ubicación de la Mona Lisa, los relieves de Florencia.
Hasta el inicio de la década de los 70, sugería lugares sin reparar en la transformación urbana, la quiebra, la ruina. El bistró, la churrasquería, los bohemios de Montmartre, no estaban o tenían otro nombre y otras características. Imposible imaginar, verbigracia, la pirámide enfrente del Louvre, sus raídas enciclopedias no alcanzaron el acontecimiento. Sin abandonar su barriada ni su casa, soñabacon un mundo de belleza inacabable, que supuso inmutable. Algunos políticos y estrategas, piensan y actúan como la cosmopolita provinciana. No cambian el libreto. Más que de nostalgias y de la candidez estratégica, la política se nutre de la realidad

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