“… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional”
6 de junio de 2016 - 6:00 am - 0
http://acento.com.do/2016/cultura/8354815-los-inutiles-zanganos-la-colmena-nacional/
Dicen, que no es aconsejable reñir con la “Colmena Nacional”, y menos con quienes presumen de ostentar esa conmovedora noción de ser propietarios absolutos del panal. Todo intento que lleven a cabo los “pasivos” y “los inútiles zánganos” de apropiarse de ese panal, será abortado, y sus corazones reducidos al polvo, y sus gargantas condenadas al silencio.
“Yo no creo en la riqueza, sino en la virtud. El ideal es más necesario que el pan. Pensar una cosa y disimularla deshonra […]. AMÉRICO LUGO [1]
“[… ] la ignorancia esclaviza aún más que lo que esclavizan y han esclavizado los opresores en todos los tiempos”.
“[…] sobre el dorso de la Patria geográfica echamos las bases de la Patria Moral; en contraposición con los que disocian, y en línea opuesta y perpetua riña con los inútiles zánganos de la Colmena Nacional.”
ERCILIA PEPÍN [2]
Desde la Primera República en 1844 coexisten, en torno a la “Colmena Nacional”, “inútiles zánganos”. Cuando la Tercera República se instauró a partir de 1924, abundó más aun esa especie de individuos sin valía, serviles, inauténticos, hábiles, dispuestos a hacer cualquier tipo de conjuro para considerarse “dignos” de los favores de quienes, sin el menor rubor o vergüenza, obran como amos y señores de laColmena.
“… los inútiles zánganos”, desde entonces, se prestan para hacerle compañía a las almas pueriles, sin perturbarse ni atormentarse al ser usados para dar los golpes ruines a los contrarios, y desarrollar una práctica adulatoria hacia el poder político de turno. No es sólo una cuestión de teoría o especulación hablar sobre este tema, hacer consideraciones, discusiones, contra lecturas, o atraer -francamente- pareceres inquisidores, puesto que la palabra embruja, la palabra se disfraza, la palabra se colonializa, y se convierte -a veces- en sublime demagogia, y si hace eclosión; si se rompe como un embrión, nos ahorra tiempo para los desafíos.
Cuando la Maestra Normal Ercilia Pepín (1886-1939) hace referencia a la Patria Moral que está “en contraposición con los que disocian, y en línea opuesta y perpetua riña con los inútiles zánganos de la Colmena Nacional”, ya había transcurrido una década desde que los mocanos tumbaran la “Colmena Nacional” lilisita del tirano Ulises Heureaux en 1899.
En 1910 circulaba en el Cibao una publicación semanal: LA VERDAD, que tenía como estandarte ser el “Periódico defensor de los intereses de la región”, y se imprimía en Moca. Su línea editorial seguía las enseñanzashostosianas, y sus lineamientos éticos se dejaban sentir, y su influencia se percibía en la comunidad. Los mocanos, los ajusticiadores del dictador “Lilís”, tenían metas en la incipiente democracia que lograr, pero en algo estaban bien claro: había que laborar para construir la paz y la libertad, de ahí esta contundente verdad que dejaron plasmada en una serie de editoriales antológicos titulada “LABORANDO”, de la cual vamos a extraer estos fragmentos:
“La casa del tirano es como el templo; el tirano es el ídolo; el derecho, la libertad, la justicia o en suma, las dignificaciones o atributos correspondientes a las personas humanas, son las víctimas inmoladas:
Las páginas de la historia están repletas de pruebas, como también la porosa roca humana en la obra lenta de su gestación, está ya cansada de sudores, de lágrimas y sangre.
Aún no ha sido roto el broche del ideal.
Ni el ejercicio de la fuerza bruta, ni la torpeza de la inconsciencia, harían jamás que fructificasen los ideales de vida, con los frutos sazonados de la dignificación humana; y es de afirmar, que el peso abrumador de la tiranía siempre será la obra continúa de dos miedos: del que sufre el oprimido y del que desgarra y oprime al opresor.
El oprimido sufre a diario, teme, tiembla, se agita y desespera ante los mayores sufrimientos que su fatídico mañana le reserva, en vez de sacudirse removiéndose a sí mismo para dejar de sufrir.
El opresor se desespera y agita, tiembla porque teme, porque ve que es una carga hondamente pesada la conciencia cuando ha sido inquietada, lastimada y perturbada. En presencia de ese juez implacable que lo asedia en todas partes, el miedo lo hace su víctima; y huyendo, va al crimen, en vez de volver a la realidad de la vida y a las fuerzas de la razón pura, para amortiguar el enorme peso de los remordimientos.
Con la firme resolución de no querer sufrir más, apenas se formase en el corazón de las mayorías, concluirán las penalidades sinnúmeras que afligen al oprimido; pero sucede que excesivo temor estrechan y envilecen las almas, y llegan al grado de la degradación humana, donde se deifican los tiranos, al extremo de negarle las miradas al gran Dios y de tributarles a ellos con honores más elevados, con veneraciones más suntuosas.” [3]
Tener profundas convicciones éticas -en medio de una tiranía- molesta, por lo cual, muchos optan por guardar un silencio cómplice, y guardar un silencio cómplice es una manera despreciativa de contrariar a la razón, haciéndose dócil, prohibiéndose de las fricciones, y no participar al ciento por uno de las luchas cívicas que se hacen colectividad, puesto que es necesario mostrar que se obedece como voceros del silencio cómplice.
No hay mayor amenaza para la libertad de los pueblos, que el juego del silencio cómplice, queriendo que el pensar, que la conciencia no se escuche, y, que se nombre sin contenido ideológico. En tal sentido, la fuerza más violenta que se ejerce sobre las conciencias es la complicidad, la sumisión, el miedo a diezmar los intereses de quienes sostienen a “… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional”. Ya lo decía el periódico LA VERDAD, de los mocanos en 1910:“Somos nuestros propios tiranos; porque no hay fuerza de razón suficiente para producir las armonías interiores del espíritu […] porque en nuestro propio e interior desconcierto, tememos y temblamos ante la verdad desnuda y la justicia razonante, y en cambio nos arrojamos en brazo de la esclavitud individual, doméstica, social, tradicional, religiosa, política y consuetudinaria, que ha creado el peor de todos los autócratas: la ignorancia”. [4]
¿En qué cimientos descansan las “victorias” políticas, en que armamento bélico, psicológico, material, económico, se sostienen esas “victorias”, y cómo se le coloca blindaje a una “victoria” cuya artillería pesada se estremece ante los escupitajos de los oponentes? Una “victoria” se refuerza o se disminuye dependiendo del revuelo que cause entre los grupos que miden sus fuerzas. Pero el revuelo mayor que se espera de una “victoria”, es que los individuos comprendan que hay un gigante al cual hay que temer, un gigante que trae prohibiciones, y formas de organizar aquello que se quebró o se pudo quebrar por el enfrentamiento.
Las “victorias” arrastran el fatalismo de incubar a sus propios suicidas, y el temor de no poder borrar el horror, la criminalidad, la agresividad, la demencial y hostil mirada hacia el pasado. Cuando se obtienen ferozmente, con arrebatos incontrolables, sus protagonistas no tienen otra opción que tratar de escribirla ocultando el pillaje, la mentira, y el letal desencanto que provoca en los vencidos. Las “victorias” obtenidas sobre la sangre de los sedientos de justicia, trae sus sentencias, y no hay cálculo ni oráculo que impida que galopantemente el destructor que niega todo, haga de su “victoria” una “victoria” amoral que niega todos los valores y todos los ideales. Así las cosas, las fuerzas ciegas del destino cortan al tiempo en dos, y rasgan los límites entre el ahora y el después, y va cavando un hoyo negro donde sucumben todas las voluntades “libérrimas” y todas las pasiones, sin importar cuántos ojos desorbitados testimonien ese combate donde no participaron los que tenían la certidumbre de que agonizarían, por miedo a la tiranía, y a lo que vendrá.
Ya lo decía el periódico LA VERDAD, de los mocanos en 1910: “Cuando en igual forma contempla la conciencia, se lastima al ver bajo ese régimen de la tiranía, sumido un pueblo en la miseria, mientras escasos números de privilegiados o providenciales nadan en la opulencia; ver la justicia vendida, a la palabra embrallada, a la verdad proscrita, siendo crimen la virtud y coronado omnipotente el vicio; ver la pobreza convertida en delito y para el delator cargos y honores. Y en tanto que así se palpan las tinieblas en las interioridades del espíritu, el súbdito teme y tiembla, desespera y calla; porque bajo el régimen de la tiranía, no hay menos crimen en hablar que en hacer, y he aquí cómo se instituye por el miedo, el régimen de gobierno que implanta la tiranía, como también hace que sólidos lazos sujete a los súbditos a los pies de su tirano.” [5]
Dicen, que no es aconsejable reñir con la “Colmena Nacional”, y menos con quienes presumen de ostentar esa conmovedora noción de ser propietarios absolutos del panal. Todo intento que lleven a cabo los “pasivos” y “los inútiles zánganos” de apropiarse de ese panal, será abortado, y sus corazones reducidos al polvo, y sus gargantas condenadas al silencio. Pero hay quienes aspiran que la “Colmena Nacional” los escuche, para que decidan obtener sus servicios, porque de lo contrario perecerán como huérfanos de esas prodigiosas mieles, de esa servidumbre que se hace “cosa útil” para ellos, y así evitar ser aplastados por la fuerza de una supremacía económica o política que disuelve la supremacía del pensamiento.
Ya lo decía el periódico LA VERDAD, de los mocanos en 1910: “Las modernas como las antiguas tiranías, tienen al miedo como base fundamental; como sostén, al ejército subordinado vilmente a los bochornosos caprichos del Tirano; como medio, una religión impuesta por el terror, para que aleje de las verdades y permanentes concepciones de la vida; para que envolviendo a los espíritus en los desordenes, en las perplejidades, en las sombras y en los dolores, hagan difícil para el hombre, la solución del problema de su existencia por medio de la sencillez de los principios. Pero difieren esas tiranías entre sí, en un punto digno de estudio; cual es, el falso honor, la siempre tan decantada honorabilidad de los tiranos. Esta, al modo de trincheras formidables, defiende todas las causas desposeídas de virtud, todos los engaños, todas las convenciones y privilegios con que se atropellan de continuo a la verdad de la razón pura, y a las fuerzas justicieras de la conciencia permanente. El honor en las tiranías es, un falso honor, que identificado con el miedo, se hace resorte principal en los mecanismos de gobiernos […]”. [6]
Luchar contra la “Colmena Nacional”, y con los nuevos retoños de esaColmena que puedan surgir, -dicen los entendidos y estudiosos del sistema- que es un “esfuerzo sin sentido”. No obstante, de intenciones también se vive, más aun cuando se tiene la fiebre de que hay que desatar los nudos de un régimen que padece la enfermedad de advertir en todos a contrarios y opositores.
“… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional” no perciben la atmósfera nociva que traen ciertas prácticas del poder, y que van generando indignación en el pueblo; porque ellos, “los inútiles zánganos”, son frágiles aduladores hipotecados, afectados por el insomnio, inquietos en sus domicilios, “importantes” e impotentes mandaderos, reducidos evocadores de símbolos, excitadores angustiosos que no encuentran nada podrido a su alrededor, salvo a quienes no protegen o no aceptan la protección de la “Colmena Nacional”, olvidando que siempre hay una noche para la emboscada, para que la soledad se haga cómplice de ese dormir “tranquilo”, y que la noche se escape agitada por el amanecer que quiere llegar pronto.
Ya lo decía el periódico LA VERDAD, de los mocanos en 1910: “Ladepravación de costumbres se llamada entre los servidores de la tiranía,galantería; la adulación, saber vivir; la cobardía, prudencia; y la infamia,necesidad. A los pueblos, bajo el dominio de la tiranía, también se les corrompe por medio del lujo, y se les enseña desde temprano a que confundan en tal modo los nombres, que la multiplicación de los vicios hace ostensibles en sus organismos con el nombre que corresponde a las mismas virtudes profanas.
El fausto de los grandes que debería indignar y encender la cólera del pueblo, no hace más que cautivarle en la más estúpida y en la más profunda admiración. De ahí, que el principal cuidado del tirano sea propagar, animar y acariciar el lujo de quien a veces recibe mayores fuerzas que las que el ejército y el terror puedan proporcionarles. Una vez arraigada potentemente esa peste, ya no habrá tiempo para el renacimiento o existencia de la libertad ilustrada; porque el lujo contamina a la conciencia, y hace oscuro e incomprensibles los dominios puros de la razón sana, y las formas refinadas del sentimiento.
La educación en el terror, el ejército y el lujo, constituyen en nuestras tiranías las fuentes primordiales de donde emanan: el servilismo de los pueblos, y la decantada honorabilidad de los tiranos.” [7]
Al parecer “… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional” no se toman un tiempo de descanso para recordar aquel diálogo entre Sócrates y Calicles, en torno al “entendimiento de los asuntos del Estado”, y “quiénes son en tu concepto más poderosos y mejores respeto a qué”. Léanos este intercambio:
SÓCRATES.- Bueno. Pero ¿les corresponde gobernarse a sí mismos? ¿Gobiernan o son gobernados?
CALICLES.- ¿Qué quieres decir?
SÓCRATES.-Hablo del dominio ejercido por cada persona sobre sí mismo. ¿O tal vez no hay ninguna necesidad de dominarse a sí mismo, y sí de dominar a los demás?
CALICLES.- ¡Qué delicado eres! Llamas moderados a los simples.
SÓCRATES.- ¿Cómo? Nadie hay que no pueda advertir que no es eso lo que digo.
CALICLES.- Estás diciendo precisamente eso, Sócrates. Pues ¿cómo puede ser feliz un hombre esclavo de lo que quiera que sea? Pero lo hermoso y lo justo conforme a la naturaleza es lo que con toda sinceridad voy a decirte ahora: el que quiera vivir bien debe dejar que sus deseos alcancen la mayor intensidad y no reprimirlos, sino estar en condiciones adecuadas para acudir en ayuda de ellos, por grandes que sean, merced a su valor y a su inteligencia, y para saciarlos con los objetos a que sucesivamente aspiran. Ahora bien, esto no está al alcance de la mayoría de los hombres, y ahí está el origen de las censuras de que hacen objeto a los que obran así. Lo hacen movidos por la vergüenza, deseos de ocultar su propia impotencia, y afirman que la intemperancia es vergonzosa, como antes decía yo, para esclavizar a los hombres mejor dotados por la naturaleza, y, como no pueden dar satisfacción a sus pasiones, alaban la moderación y la justicia a causa de su falta de hombría.” [8]
Al inicio de la Era de Trujillo, llegaron, regresaron esos individuos alucinados que se reciclan en cada generación: “… los inútiles zánganos”, actuando como gimnastas, desdoblándose, sin escrúpulos, siendo insidiosos hipócritas, fingiendo ser elementos indispensables de la sociedad y para la sociedad, tratando de hacerse oír, haciendo conjeturas sobre cómo será esa edad de adultez de la Nación, de “democracia” recién estrenada, opinando sobre cosas entendidas como “razonables”, y sobre un sinnúmero de hechos políticos que iban a desarrollarse en cascada. Esperaban la invitación, o la promesa de ser invitados. Todos o muchos, a diario, procuraban su turno para ingresar a la “Colmena Nacional”. Al hacerse enfermos delirantes de esa miel, no escondían su emotividad ante el llamado, y se mostraban entonces como los más “íntegros” ciudadanos para atraer la confianza de ese conjunto de abejas íntimas, identificadas con sus despropósitos, que no padecen melancolía ni rebeldes ideales, ni deseos autodestructivos, sólo el violento impulso de reducir al mínimo a quien quiera reaccionar ante su absoluto dominio.
Los mocanos que tumbaran la “Colmena Nacional” lilisita del tirano Ulises Heureaux en 1899, tumbaron también la “Colmena Nacional” trujillista del tirano Rafael Leónidas Trujillo en 1961.
“… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional”, al parecer, desconocen que las abejas al ser invertebrados padecen de histerias colectivas, aun siendo el panal arquitectónicamente una obra –si se quiere-tribal, donde todas tienen responsabilidades, y cualquier interrupción a la rigidez del diseño de sus celdas, abre de inmediato las confrontaciones. Entonces el azar adquiere carácter de homicida, y toda “cosa” que se organizó allí, trae su autodestrucción, porque los cuadros, de la Colmena, caen en la emboscada del poco reparo que se hace cuando la soberbia explota en la víspera en que los odios, entre ellas, se hacen enormes muros.
A simple vista, en la “Colmena Nacional” se disputan demasiados egos, y los odios se encarnan visceralmente, y lo que fue fecundo de esa Colmenase hace vértigo, abismo, y una terrible pesadilla.
La mayor esclavitud a la cual somete la “Colmena Nacional” a los opuestos es, creándole una sombra que los persigue, aun cuando vayan a un desierto o al ostracismo. Esa sombra es la que le quita el libre albedrío a los que van detrás de los rayos del sol para descubrirse sin temores como parte de una colectividad que puede alimentarse sólo de la dignidad.
Quienes están dentro de la “Colmena Nacional”, valga la paradoja, corren la suerte de no conocer el claustro interior, ese espacio pequeño que no se sostiene con columnas portátiles sino con segundos de luz, porque no está a nivel de ningún peldaño ni se deja asediar desde afuera por quienes quieren subir a él para pretender esculpir efigies indignas de admirar. En elclaustro interior no se requiere de atuendos, no se estima de interés la fama, la celebridad, el espectáculo de las riquezas, ni los modos de vivir ni los oficios que se desempeñen con la aquiescencia de lo inmutable. Allí sólo es menester la virtud del conocimiento cuando se hermandad con la humanidad, porque no se es reo de honores, de laudos, de prerrogativas ni de las causas que ocasionan el odio, la envidia y la venganza.
La “Colmena Nacional” siempre está atenta a que se inscriban en sus celdas los nombres de nuevos adeptos, de doctos instruidos que corren la suerte de ser “inútiles zánganos”, al ser adoptados como “instructores” que actúan literalmente como “cabezas pensantes”, pero inclinando la cabeza ante los ritos y las prácticas de los despropósitos del poder, haciéndose fogosos defensores de lo que consideran un régimen “perfecto”. Así “los inútiles zánganos” conservan sus cargos a perpetuidad en la “Colmena Nacional”, por no hacer objeción alguna a las miserias individuales de los que dominan en la Colmena, porque consienten todas las encomiendas bajo su responsabilidad.
Durante casi dos siglos “… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional” han servido obedientemente a los enfermos de poder, a los que fruncen la frente, y dejan ver los pliegues de sus afanes de dominio, para que el reloj de arena no ser vierta cuando los vientos lleguen inminentemente con dirección hacia el sur, y muchos menos para que no formen ángulo alguno o cuadratura donde otros horizontes se dejen de contemplar.
“… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional” desarrollan una devoción estéril a lo largo de sus vidas en torno a lo que no han podido heredar: las mieles del panal, donde andan con sutilezas, practicando taimadamente lo nocivo y lo abusivo, la proeza del engaño, la ruindad de sus méritos, al cohabitar con las otras abejas que hallándose guarnecidas en la “Colmena Nacional” siempre serán parte de las ceremonias donde los rostros muestran sus distintos afeites, el vicio, las largas jornadas de aprendizajes de la depravación, las deslealtades, la insidia, la “ociosidad” preocupante al descansar de las labores de ajedrecista aprendidas para atar manos, conciencias, cuerpos y palabras.
“… los inútiles zánganos de la Colmena Nacional” tienen que aprender la cobardía, y dejarse asaltar por ella como una compañera impía que lo derrota y ultraja. Deliberadamente son lugartenientes de la Colmena, y caen en la trampa de ser mensajeros hostiles, negociadores en contumacia, artilleros que disparan desde murallas donde tienen escuadrones de alabarderos.
Cuídense de no ser parte de la “Colmena Nacional”, y menos aún “inútiles zánganos”, recordando lo que dijo la Maestra Ercilia Pepín: “Sólo una obra de verdadera evolución racional, puede flotar en lo alto los grandes ideales de reivindicación moral de estas sociedades: desterrando prejuicios, supersticiones, egoísmo y vanidades” [9], confiando, finalmente, que los mocanos no tengan que tumbar otra “Colmena Nacional”, ya que por cada siglo de existencia de la República, llevan dos tumbadas.
NOTAS
[1] Américo Lugo “Yo no creo en la riqueza, sino en la virtud” en Letras(Número 173, 30 de octubre de 1920): 13.
[2] “Discurso pronunciado por la Profesora Sta. Ercilia Pepín en la Escuela Normal de Santiago”, Febrero 25, 1913 en La Cuna de América (Tercera Época, Año IV, 28 de abril, 1913):526.
[3]LA VERDAD. Periódico defensor de los intereses de la región (Año I, Moca, República Dominicana, Octubre 2 de 1910, Núm. 20): 1.
[4] LA VERDAD. (Año I, Moca, República Dominicana, Octubre 16 de 1910, Núm. 21): 1
[5] LA VERDAD. (Año I, Moca, República Dominicana, Octubre 23 de 1910, Núm. 22): 1
[6] LA VERDAD. (Año I, Moca, República Dominicana, Noviembre 27 de 1910, Núm. 27): 1
[7] LA VERDAD. (Año I, Moca, República Dominicana, Diciembre 4 de 1910, Núm. 28): 1
[8] Platón, Gorgias (Buenos Aires: M. Aguilar, Editor, 1961): 110-111. [Escrita probablemente en 392-91 antes de J. C. Traducción del griego, introducción y notas de Francisco García Yague].
[9] “Discurso pronunciado por la Profesora Sta. Ercilia Pepín en la Escuela Normal de Santiago”, 526.
No hay comentarios:
Publicar un comentario