La soberanía al borde del pricipicio
La estrategia desembozada de los amigos de Haití, de los
organismos internacionales, de todas las oeneges habidas y por haber en
el mundo, es de abrumar y asediar a los dominicanos para que renunciemos
a los derechos soberanos, logrando borrar la frontera y se abran las
puertas a la indetenible y mísera inmigración ilegal de haitianos para
salvarlos de su exterminio en su devastado territorio.
A nivel internacional nos están acorralando para que se deje sin
efecto el plan regulador o el derecho de la naturalización de la
sentencia 168-13 para continuar como chivo sin ley, asimilando a una
poblada humana enferma e iletrada, que bien o que mal encuentra en el
país su alimentación, su salud y su educación, en perjuicio de los más
pobres dominicanos, y hasta su identificación que es hacia donde
presiona el gobierno vecino para que el país asuma su rol de
autentificar la nacionalidad de sus ciudadanos.
Ya el presidente Medina en Panamá habló y clamó al cielo y al mundo
que los dominicanos no podíamos asumir la pobreza de otro Estado, pues
con la nuestra era suficiente para sobrellevarla y mitigarla, pero el
mundo, con todas sus nomenclaturas institucionales y privadas, solo
pretenden exigirle a Dominicana que se olvide de la soberanía y asuma a
un país fallido como si fuera una ocupación a la inversa a la que
hicieron los haitianos con Boyer a la cabeza en 1822.
En aquel siglo XIX y sus primeros años, a los haitianos todavía les
quedaba algo de su prosperidad y poderío francés, y con su mente
buscando consolidarse, sus dirigentes militares de entonces soñaban y
avanzaban para ocupar el territorio oriental, de manera tal que se
apoderaron de unos cuatro mil kilómetros cuadrados, que al finalizar en
1844 con esa ocupación, los gobiernos dominicanos intentaron desde
entonces recuperarlos vanamente, hasta que en 1929 se accedió a darle la
posesión legal de lo que se había realizado a la fuerza, que por
incapacidad e indolencia dominicana de no hacer valer sus derechos, el
país perdió para siempre sus territorios de San Miguel de la Atalaya,
San Rafael, Hincha y Las Caobas.
Los dominicanos tenemos la culpa de que toda la presión
internacional, salvo honrosas excepciones, nos caiga encima ya que nos
gusta presumir del desarrollo que cada año experimenta la economía, de
la prosperidad y, lo que es peor, la exhibición militar anual que en
cualquier ocasión patriótica se aprovecha para mostrar un poderoso
estamento militar con hombres, armas, barcos, aviones y equipos de todos
los calibres, dejando la impresión en la opinión pública que somos un
país guerrero y que aún conserva toda la parafernalia a las que nos
acostumbró el dictador Trujillo en sus imponentes desfiles y exhibición
de equipos bélicos de última generación, aun cuando algunos fueran los
descartes de la II Guerra Mundial.
Las perspectivas para el país no son halagüeñas para defender nuestra
soberanía, por todos los medios van a intentar torcernos el pulso para
que cedamos abrirnos de todas partes para asimilar una inmigración
saturante y destructiva de los valores de la dominicanidad, por lo cual
debemos mantenernos en nuestra posición de defender a toda costa el
derecho de la inviolabilidad del territorio y hacer cumplir las leyes
migratorias, para que algo que lleva tantos años torcido, enderezarlo un
poco y organizar el país con normas de disciplina para el respeto y el
orden.
Por más de diez años, la diplomacia dominicana en sus relaciones con
Haití, fue de asumir una actitud de conformidad y claudicante de
nuestros derechos, ellos, que poseen una capacitada e inteligente
Cancillería, no desperdician ninguna oportunidad para hundirnos el
cuchillo hasta donde nos hiera, del racismo y xenofobia que tanto les
gusta a los organismos y gobiernos, incluso de los países negros del
Caribe, en donde los inmigrantes ilegales haitianos son detenidos y
deportados sumariamente, negándose a recibirlos, pretendiendo que ese es
un problema de los dominicanos, ya que al pregonar nuestro desarrollo,
nos hace pasibles de que todos crean que aquí hay recursos para todos
los que quieran venir, sin acordarse que debido a la corrupción política
y al lavado de dinero, tenemos elevados índices de pobreza y de
indigencia que nos coloca muy debajo de las otras naciones pobres
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