ABRIL EN LOS LIBROS
Por José del Castillo Pichardo.
Este año se conmemora el 50 aniversario de la guerra civil del 65 y la subsiguiente ocupación norteamericana, uno de los acontecimientos de mayor repercusión en el desarrollo político, económico y demográfico del país, convertido entonces en foco especial de la atención internacional en el contexto de la Guerra Fría. Reanimada ésta en un Caribe tenso tras los episodios que involucraron a Cuba y Estados Unidos, como la invasión de Playa Girón en el 61 para derrocar a Castro y la Crisis de los Misiles Soviéticos en el 62. La reposición de Bosch y la Constitución del 63, objetivo que alentó el movimiento cívico militar del 24 de abril -incluyendo la fórmula Guzmán negociada en mayo bajo la misión Bundy como solución subsidiaria ante el impedimento de Bosch asumir la presidencia-, quedó frustrada por el despliegue de las fuerzas de infantería naval y aerotransportadas de EEUU el 28 de abril, so capa de salvar vidas y evitar la ocurrencia de una “segunda Cuba”.
Tras tortuosas negociaciones realizadas por una comisión de la OEA encabezada por el embajador Bunker –“el Rey del Mangoneo” le bautizó Patria-, precedidas por la Operación Limpieza en la zona norte de la ciudad e intercaladas con bombardeos de ablandamiento como los registrados el 15 y 16 de junio sobre la zona constitucionalista, se impuso la firma conciliatoria del Acta Institucional el 31 de agosto y la instalación en septiembre del gobierno provisional presidido por García Godoy con mandato de organizar elecciones en junio de 1966. Parte de los acuerdos, figuraba la reintegración a los cuarteles de los militares constitucionalistas, incumplida y trocada por la designación en cargos diplomáticos de los oficiales, envío a Chile de los cadetes de la Academia Batalla de las Carreras acogidos en la Escuela Militar, visa y empleo en EEUU para suboficiales –operación que dirigió oficiosamente Sacha Volman- y en el peor de los casos cancelación o liquidación.
De las elecciones del 66 emergería victorioso Balaguer, catapultado por la crisis desde su exilio newyorkino, quien plantaría su reinado durante 12 años duros. Orillando a la oposición o cooptándola, reprimiendo a los grupos radicalizados de la izquierda y del propio PRD, dominando la escena institucional –Ejecutivo, Congreso, Justicia y Ayuntamientos- a lo cual ayudó la política abstencionista del PRD. La Comisión Nacional de Desarrollo, un ente clave en la formulación de proyectos que se traducirían en políticas públicas, serviría como espacio de encuentro semanal de la presidencia con actores de la sociedad civil y el empresariado. El incentivo a las zonas francas, las zonas industriales locales, la minería, el turismo, la inversión en construcción de megaproyectos de infraestructura y de planes de vivienda, constituyeron un jalón modernizador, alcanzándose altas tasas de crecimiento del PIB. Complementado todo ello con asentamientos de la reforma agraria y políticas asistencialistas urbanas que retribuían en votos en las dos reelecciones logradas en el período.
Como resultado colateral, en la contraparte de esta historia, a partir de la experiencia frustratoria del 65/66, Bosch realizaría su periplo europeo radicándose en Benidorm y en París. Recorrería los antípodas geográficos e ideológicos (China, Vietnam del Norte, Cambodia, Yugoslavia, Rumanía), escribiría tesis como la de la dictadura con apoyo popular, el pentagonismo (de gran éxito editorial), así como importantes obras de interpretación histórica y sociológica sobre el Caribe y la República Dominicana. Ello, antes de retornar al país en 1970 para asumir el liderato de la oposición desde el PRD, esbozar los lineamientos de un nuevo modelo de partido y promover el Bloque de la Dignidad Nacional en 1973 para enfrentar a Balaguer, iniciativa abortada al agudizarse la división larvada en el seno del PRD que dio origen al PLD, potenciada por la guerrilla de Caracoles que cerró el ciclo vital del héroe de abril. A su vez, la izquierda más radical encarnada por el MPD y otros grupos sería diezmada en los 12 años, al igual que el wessinismo en las fuerzas armadas tras develarse el complot militar de principios del 71.
Coincidiendo con la reforma migratoria del 65 que enfatizó el principio de reunificación familiar en el otorgamiento de visado de residencia, el flujo migratorio de los dominicanos hacia los Estados Unidos y Puerto Rico se intensificaría vigorosamente tras la revolución de abril, en un movimiento incesante que nos ha convertido en una de las minorías de mayor crecimiento en los estados de la costa noreste. Base del peso que tienen las remesas en la economía dominicana, del aporte de medio millón de nacionales que retornan anualmente a vacacionar al país, así como del rol destacado que juegan los dominicanos en determinados nichos económicos y en actividades deportivas como el beisbol de grandes ligas.
Dada su importancia e impacto, sobre la revolución constitucionalista y la intervención norteamericana del 65 se ha escrito una gran cantidad de reportajes, artículos de opinión, libros testimoniales y analíticos, folletos panfletarios, tesis doctorales, compilaciones documentales, enfocados desde diferentes perspectivas. La literatura sobre la materia abunda, con una alta presencia de autores norteamericanos en razón de la significación que tuvo esta operación militar en las relaciones internacionales, particularmente interamericanas, y las críticas surgidas en el Congreso a la política de Johnson encabezadas por el senador William Fulbright, influyente presidente de la comisión de relaciones exteriores, y en la prensa liberal representada por los principales diarios de ese país.
En 1975 fui invitado a participar en un programa de actividades destinado a conmemorar esos acontecimientos y a pasar balance de los mismos 10 años después, celebrado en New York y Washington. Uno de cuyos eventos consistió en un seminario académico en New York University en el cual presenté ponencia evaluativa. Allí conocí a dos autores cuya lectura sobre estos hechos me había impactado poderosamente y que se convertirían desde entonces en entrañables amigos. Abraham Lowenthal, quien al momento de producirse los hechos del 65 se hallaba como pasante de Ford Foundation en la Asociación para el Desarrollo de Santiago, quien fuera estimulado por Jimmy Pastoriza para tomar como tema para su tesis doctoral sus vivencias dominicanas. Tarea que se impuso y concretó realizando múltiples entrevistas a los actores políticos y militares del conflicto, a diplomáticos y funcionarios internacionales, así como mediante la consulta de diversas fuentes documentales.
Abe tuvo acceso privilegiado –bajo reglas de confidencialidad- a material clasificado del gobierno norteamericano, que le permitió afincar su enfoque sobre el proceso de toma de decisiones, captando la dinámica burocrática entre las agencias y el personal que incide en la ejecución de la política exterior.
The Dominican Intervention
(1972) es un texto que conserva su vigencia, ahora reforzado por la desclasificación de fuentes, incluyendo las grabaciones de las llamadas telefónicas originadas desde o llegadas a la Casa Blanca bajo Johnson. En 1978, me reencontré con este académico singular en The Wilson Center for International Scholars, en Washington, donde pasé una temporada como invitado, cuando él dirigía el Latin American Program bajo la administración Carter. Allí conocí a algunos académicos que servían en el National Security Council: Zbigniew Brzezinski, Samuel Huntington y Robert Pastor. Así como al célebre George F. Kennan, destacado diplomático autor del long telegram que incidió en la formulación de la política de contención de Truman. A lo largo de 40 años hemos mantenido una renovada y fructífera relación.
El otro colega –un verdadero hermano- que me deparó ese evento fue José A. Moreno, quien había residido en Santo Domingo como sacerdote jesuita, de origen cubano y luego ciudadano norteamericano. Cuando estalló la revolución, José –junto a sus compañeros de misión sacerdotal Manolo Ortega y Tomás Marrero, ambos cubanos y de la Compañía de Jesús- se dedicó a realizar labores humanitarias en la zona de conflicto. Asistió en los hospitales en la zona norte durante la Operación Limpieza –una real carnicería-, distribuyó alimentos y medicinas en los barrios, localizando finalmente su base en la parroquia de San Miguel, desde donde le tocó vivir los episodios más álgidos de la guerra. Esto le permitió adoptar una perspectiva sociológica de observador participante. De este modo, al igual que Abe –quien había estudiado Ciencias Políticas mientras José Sociología-, reenfocó su trabajo de tesis pendiente, fruto de lo cual es el único estudio centrado en la estructura y funcionamiento de los comandos constitucionalistas. Unidades de combate formadas por civiles y militares, de movilidad flexible, que se convirtieron en piezas multiplicadoras del contingente constitucionalista.
Barrios in Arms: revolution in Santo Domingo fue editado por la Universidad de Pittsburgh en 1970 y en español por Tecnos en 1973, bajo el título El Pueblo en Armas: Revolución en Santo Domingo.
Con su autor me encontraría de nuevo en Pittsburgh, durante dos temporadas (1978 y 1990) que agoté en su universidad como académico invitado en trabajos de investigación, en conferencias en EEUU y en sus visitas a Dominicana. Miguel de Mena ha realizado una edición que se obtiene en Amazon y la Academia de la Historia se propone hacer lo propio.
Un tercer autor –veterano corresponsal de prensa internacional- que traté en 1975 en su hogar en Washington fue Tad Szulc, llevado por su hija Nicole. Cubrió para The New York Times la crisis del 65. Agudo y experimentado, había reportado el golpe a Perón, a Pérez Jiménez, la invasión a Cuba en el 61. Publicaría sendas biografías de Fidel y Juan Pablo II. Su Dominican Diary (1965) es una joya, recién editada por la Academia de Historia como Diario de la Guerra de Abril de 1965. No se la pierda.
Fuente : Tomado del Periódico Diario Libre / Artículo de la autoría de José del Castillo Pichardo. /18 de abril del 2015.
Imágenes de Nuestra Historia .
Por José del Castillo Pichardo.
Este año se conmemora el 50 aniversario de la guerra civil del 65 y la subsiguiente ocupación norteamericana, uno de los acontecimientos de mayor repercusión en el desarrollo político, económico y demográfico del país, convertido entonces en foco especial de la atención internacional en el contexto de la Guerra Fría. Reanimada ésta en un Caribe tenso tras los episodios que involucraron a Cuba y Estados Unidos, como la invasión de Playa Girón en el 61 para derrocar a Castro y la Crisis de los Misiles Soviéticos en el 62. La reposición de Bosch y la Constitución del 63, objetivo que alentó el movimiento cívico militar del 24 de abril -incluyendo la fórmula Guzmán negociada en mayo bajo la misión Bundy como solución subsidiaria ante el impedimento de Bosch asumir la presidencia-, quedó frustrada por el despliegue de las fuerzas de infantería naval y aerotransportadas de EEUU el 28 de abril, so capa de salvar vidas y evitar la ocurrencia de una “segunda Cuba”.
Tras tortuosas negociaciones realizadas por una comisión de la OEA encabezada por el embajador Bunker –“el Rey del Mangoneo” le bautizó Patria-, precedidas por la Operación Limpieza en la zona norte de la ciudad e intercaladas con bombardeos de ablandamiento como los registrados el 15 y 16 de junio sobre la zona constitucionalista, se impuso la firma conciliatoria del Acta Institucional el 31 de agosto y la instalación en septiembre del gobierno provisional presidido por García Godoy con mandato de organizar elecciones en junio de 1966. Parte de los acuerdos, figuraba la reintegración a los cuarteles de los militares constitucionalistas, incumplida y trocada por la designación en cargos diplomáticos de los oficiales, envío a Chile de los cadetes de la Academia Batalla de las Carreras acogidos en la Escuela Militar, visa y empleo en EEUU para suboficiales –operación que dirigió oficiosamente Sacha Volman- y en el peor de los casos cancelación o liquidación.
De las elecciones del 66 emergería victorioso Balaguer, catapultado por la crisis desde su exilio newyorkino, quien plantaría su reinado durante 12 años duros. Orillando a la oposición o cooptándola, reprimiendo a los grupos radicalizados de la izquierda y del propio PRD, dominando la escena institucional –Ejecutivo, Congreso, Justicia y Ayuntamientos- a lo cual ayudó la política abstencionista del PRD. La Comisión Nacional de Desarrollo, un ente clave en la formulación de proyectos que se traducirían en políticas públicas, serviría como espacio de encuentro semanal de la presidencia con actores de la sociedad civil y el empresariado. El incentivo a las zonas francas, las zonas industriales locales, la minería, el turismo, la inversión en construcción de megaproyectos de infraestructura y de planes de vivienda, constituyeron un jalón modernizador, alcanzándose altas tasas de crecimiento del PIB. Complementado todo ello con asentamientos de la reforma agraria y políticas asistencialistas urbanas que retribuían en votos en las dos reelecciones logradas en el período.
Como resultado colateral, en la contraparte de esta historia, a partir de la experiencia frustratoria del 65/66, Bosch realizaría su periplo europeo radicándose en Benidorm y en París. Recorrería los antípodas geográficos e ideológicos (China, Vietnam del Norte, Cambodia, Yugoslavia, Rumanía), escribiría tesis como la de la dictadura con apoyo popular, el pentagonismo (de gran éxito editorial), así como importantes obras de interpretación histórica y sociológica sobre el Caribe y la República Dominicana. Ello, antes de retornar al país en 1970 para asumir el liderato de la oposición desde el PRD, esbozar los lineamientos de un nuevo modelo de partido y promover el Bloque de la Dignidad Nacional en 1973 para enfrentar a Balaguer, iniciativa abortada al agudizarse la división larvada en el seno del PRD que dio origen al PLD, potenciada por la guerrilla de Caracoles que cerró el ciclo vital del héroe de abril. A su vez, la izquierda más radical encarnada por el MPD y otros grupos sería diezmada en los 12 años, al igual que el wessinismo en las fuerzas armadas tras develarse el complot militar de principios del 71.
Coincidiendo con la reforma migratoria del 65 que enfatizó el principio de reunificación familiar en el otorgamiento de visado de residencia, el flujo migratorio de los dominicanos hacia los Estados Unidos y Puerto Rico se intensificaría vigorosamente tras la revolución de abril, en un movimiento incesante que nos ha convertido en una de las minorías de mayor crecimiento en los estados de la costa noreste. Base del peso que tienen las remesas en la economía dominicana, del aporte de medio millón de nacionales que retornan anualmente a vacacionar al país, así como del rol destacado que juegan los dominicanos en determinados nichos económicos y en actividades deportivas como el beisbol de grandes ligas.
Dada su importancia e impacto, sobre la revolución constitucionalista y la intervención norteamericana del 65 se ha escrito una gran cantidad de reportajes, artículos de opinión, libros testimoniales y analíticos, folletos panfletarios, tesis doctorales, compilaciones documentales, enfocados desde diferentes perspectivas. La literatura sobre la materia abunda, con una alta presencia de autores norteamericanos en razón de la significación que tuvo esta operación militar en las relaciones internacionales, particularmente interamericanas, y las críticas surgidas en el Congreso a la política de Johnson encabezadas por el senador William Fulbright, influyente presidente de la comisión de relaciones exteriores, y en la prensa liberal representada por los principales diarios de ese país.
En 1975 fui invitado a participar en un programa de actividades destinado a conmemorar esos acontecimientos y a pasar balance de los mismos 10 años después, celebrado en New York y Washington. Uno de cuyos eventos consistió en un seminario académico en New York University en el cual presenté ponencia evaluativa. Allí conocí a dos autores cuya lectura sobre estos hechos me había impactado poderosamente y que se convertirían desde entonces en entrañables amigos. Abraham Lowenthal, quien al momento de producirse los hechos del 65 se hallaba como pasante de Ford Foundation en la Asociación para el Desarrollo de Santiago, quien fuera estimulado por Jimmy Pastoriza para tomar como tema para su tesis doctoral sus vivencias dominicanas. Tarea que se impuso y concretó realizando múltiples entrevistas a los actores políticos y militares del conflicto, a diplomáticos y funcionarios internacionales, así como mediante la consulta de diversas fuentes documentales.
Abe tuvo acceso privilegiado –bajo reglas de confidencialidad- a material clasificado del gobierno norteamericano, que le permitió afincar su enfoque sobre el proceso de toma de decisiones, captando la dinámica burocrática entre las agencias y el personal que incide en la ejecución de la política exterior.
The Dominican Intervention
(1972) es un texto que conserva su vigencia, ahora reforzado por la desclasificación de fuentes, incluyendo las grabaciones de las llamadas telefónicas originadas desde o llegadas a la Casa Blanca bajo Johnson. En 1978, me reencontré con este académico singular en The Wilson Center for International Scholars, en Washington, donde pasé una temporada como invitado, cuando él dirigía el Latin American Program bajo la administración Carter. Allí conocí a algunos académicos que servían en el National Security Council: Zbigniew Brzezinski, Samuel Huntington y Robert Pastor. Así como al célebre George F. Kennan, destacado diplomático autor del long telegram que incidió en la formulación de la política de contención de Truman. A lo largo de 40 años hemos mantenido una renovada y fructífera relación.
El otro colega –un verdadero hermano- que me deparó ese evento fue José A. Moreno, quien había residido en Santo Domingo como sacerdote jesuita, de origen cubano y luego ciudadano norteamericano. Cuando estalló la revolución, José –junto a sus compañeros de misión sacerdotal Manolo Ortega y Tomás Marrero, ambos cubanos y de la Compañía de Jesús- se dedicó a realizar labores humanitarias en la zona de conflicto. Asistió en los hospitales en la zona norte durante la Operación Limpieza –una real carnicería-, distribuyó alimentos y medicinas en los barrios, localizando finalmente su base en la parroquia de San Miguel, desde donde le tocó vivir los episodios más álgidos de la guerra. Esto le permitió adoptar una perspectiva sociológica de observador participante. De este modo, al igual que Abe –quien había estudiado Ciencias Políticas mientras José Sociología-, reenfocó su trabajo de tesis pendiente, fruto de lo cual es el único estudio centrado en la estructura y funcionamiento de los comandos constitucionalistas. Unidades de combate formadas por civiles y militares, de movilidad flexible, que se convirtieron en piezas multiplicadoras del contingente constitucionalista.
Barrios in Arms: revolution in Santo Domingo fue editado por la Universidad de Pittsburgh en 1970 y en español por Tecnos en 1973, bajo el título El Pueblo en Armas: Revolución en Santo Domingo.
Con su autor me encontraría de nuevo en Pittsburgh, durante dos temporadas (1978 y 1990) que agoté en su universidad como académico invitado en trabajos de investigación, en conferencias en EEUU y en sus visitas a Dominicana. Miguel de Mena ha realizado una edición que se obtiene en Amazon y la Academia de la Historia se propone hacer lo propio.
Un tercer autor –veterano corresponsal de prensa internacional- que traté en 1975 en su hogar en Washington fue Tad Szulc, llevado por su hija Nicole. Cubrió para The New York Times la crisis del 65. Agudo y experimentado, había reportado el golpe a Perón, a Pérez Jiménez, la invasión a Cuba en el 61. Publicaría sendas biografías de Fidel y Juan Pablo II. Su Dominican Diary (1965) es una joya, recién editada por la Academia de Historia como Diario de la Guerra de Abril de 1965. No se la pierda.
Fuente : Tomado del Periódico Diario Libre / Artículo de la autoría de José del Castillo Pichardo. /18 de abril del 2015.
Imágenes de Nuestra Historia .
No hay comentarios:
Publicar un comentario