El hallazgo de los barcos de Calígula
Calígula es uno de los emperadores romanos que más interés han despertado siempre por las historias acerca de su crueldad, sobre todo las contadas por su biógrafo Suetonio. Pero también era un gran amante del mar, y por eso es que mandó construir dos barcos “incomparables”. Algunos estudiosos dicen que intentaba reproducir los barcos helenísticos ptolemaicos: éstos eran simplemente barcos de recreo, pero de dimensiones increíbles. El mayor de estos barcos era el llamado Siracusa, construido en el 200 d. C.; con 80 metros de eslora, tenía gimnasio, biblioteca, un templo a Afrodita… era un palacio flotante.
Calígula pretendió imitar e incluso superar estos barcos, y para ello encargó a sus arquitectos navales la construcción de unos barcos de 70 metros de eslora y 20 de manga (como dos canchas de tenis). Se construyeron a orillas del Lago Nemi, a 24 km al Sur de Roma. Este lago era conocido como el espejo de Diana, allí había un templo dedicado a la diosa y allí Calígula poseía una villa palaciega.
Pero los barcos eran más que una villa, eran auténticos palacios flotantes: suelos de mármol y mosaico, agua corriente, baño en al menos uno de los barcos, tejados dorados, un templo dedicado a Diana y cañerías de arcilla para calentar el suelo del barco (el mismo sistema que en las termas romanas)…
Después de haber gastado inmensas cantidades de dinero público romano en su construcción, los barcos fueron abandonados tras el asesinato de Calígula por su guardia pretoriana en el año 41 d. C., cuatro años de haber sido coronado emperador.
En 1446 se habló por primera vez de este tema. Lo hizo el Cardenal Prospero Colonna, que llevó expertos de Génova hasta Roma para sacar piezas. Alberti construyó unos ganchos para ello y, aunque recuperaron algunas cosas, no se hizo más que dañar la estructura de los barcos.
Tras otro intento de Francesco de Marchi en 1535 (con un rudimentario traje de buceo basado en una esfera de madera y unos aros de metal que protegían la parte superior de su cuerpo) que también resultó fallido, no fue hasta 1827 que se planteó de nuevo recuperar piezas u objetos del fondo del lago. En esa ocasión, Annesio Fusconi bajó usando una campana basada en el diseño de Halley, con capacidad para ocho buzos.
A partir de 1895, cuando se localizó la situación exacta de los barcos (a 20 metros de profundidad y 180 de la costa), empezó el auténtico plan para reflotar los barcos, después de que Eliseo Borghi extrajera varios objetos, como el cabezal de un timón, tejas de cobre, columnas, etc.
El ingeniero Malfatti planeó drenar parcialmente el lago por medio de un túnel que había sido construido en tiempos anteriores al propio Calígula en la ladera de la montaña. Este plan se llevaría a cabo 30 años después con el apoyo de Mussolini, que se lo tomó como una cuestión de orgullo nacional. (Mussolini patrocinó excavaciones para usar la arqueología y el Imperio Romano como arma política). El 20 de octubre de 1928 empezaron las obras, y en marzo del año siguiente el nivel del lago ya había bajado 4 metros. Ese mismo mes, el día 28 (con un nivel de -5’52 metros), surgió el primer barco, cuyas dimensiones, 71’2 metros de eslora y 20 de manga, lo convertían en uno de los barcos más grandes de la antigüedad. La segunda nave emergió el 10 de junio de 1931, y medía 73 metros de eslora y 14’4 de manga.
Una de las mayores sorpresas de los arqueólogos fue la propia construcción de los barcos, asícomo los mecanismos y tecnologías utilizados, que eran muy avanzados y no se encontraban en ningún otro sitio. Incluso el ancla, de más de 2 metros y con brazos movibles, era revolucionario en su diseño. Los barcos estaban increíblemente bien conservados, y los objetos que había en ellos no dejaba de sorprender, ya sea por su novedad o por su perfecta ejecución: cabezas de bronce de animales para amarrar los barcos más pequeños, una llave para controlar el flujo de agua, o una plataforma con rodamientos, cuya invención hasta entonces se había atribuido a Leonardo da Vinci.
Tras reflotar los dos barcos, se erigió un museo a orillas del lago para poder albergarlos. La alegría del descubrimiento duró poco, porque 15 años después, el 31 de mayo de 1944, fueron destruidos casi completamente por el ejército aliado en la II Guerra Mundial.
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