lunes, 14 de julio de 2014

Eugenesia y racismo científico

castasamerica
Antropología
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Eugenesia y racismo científico

A propósito de Luis López de Mesa y el debate sobre la degeneración de las razas.

Este trabajo propone una aproximación a los discursos sobre la raza en Colombia que precedieron al llamado racismo científico del siglo XX, para luego acercarnos al pensamiento de Luis López de Mesa.
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En los siglos XVI y XVII España consolido su dominio en América sobre la idea de que existen “por naturaleza” razas superiores y razas inferiores; esta idea sirvió como legitimación científica del poder colonial europeo en los siglos posteriores, y a partir de dicha idea comienza a tejerse un discurso de “limpieza de sangre”. La limpieza de sangre aparece como el eje de construcción de subjetividades de los actores sociales en la sociedad colonial, es la puesta en escena de un imaginario de blancura desde un discurso racial de genealogía biológica y color de piel. Se da lugar entonces a un sistema de castas cuyo orden racial, sustentado por la limpieza de sangre, operó en los niveles político y militar, al tiempo que fue interiorizado en las conciencias, los deseos y los “habítus” de las personas, constituyendo de esta forma lo que Quijano ha denominado la colonialidad del poder [Cfr. Castro-Gómez S. 2005: 343]. De este modo, las elites criollas consolidaron su poder político y económico a partir de un ideario de pureza étnica sustentado por el discurso de limpieza de sangre, elaborando una clasificación de “razas” y una jerarquía de “castas”, según los grados de mestizaje de las personas; así pues, la raza blanca poseía en si todas las virtudes, mientras vicios y defectos se atribuían “por naturaleza” a las demás Razas y castas.
Para el siglo XVIII, comienza a perfilarse la idea de un determinismo geográfico basado en la autoridad científica que brinda la geografía. Durante todo el siglo XVIII la geografía gozó de gran popularidad en Europa y América. La corona española otorga un lugar privilegiado a la geografía en sus ambiciones geopolíticas, pues gracias a la geografía no sólo es posible medir y conocer los territorios sometidos, sino también levantar un mapa general de la población y de los recursos naturales en las colonias. La geografía se va perfilando como una ciencia con características propias, gracias a la invención de instrumentos que permiten medir con precisión los ángulos, las distancias, la posición de los planetas, el calor, la presión atmosférica y la altura de las montañas, hasta llegar a ser una ciencia con identidad propia, digna de ser incluida en los currículos académicos; es así como Diderot y D’Alembert sitúan la geografía en su lista de “ciencias propiamente dichas” publicada en la Enciclopedia, elevándola así a un rango similar al que tenían la física y la astronomía; a partir de este momento, la geografía traspasa un umbral y alcanza el estatus de discurso científico, con lo que se confiere autoridad al geógrafo y efectos de verdad a su discurso. Así pues, La corona española empieza a ver en la geografía, una valiosa herramienta de gobierno y no solo una actividad reservada para las élites aristocráticas.
Nuevo Reino de Granada
Mapa del Nuevo Reino de Granada. Jodocus Hondius (1680).
De este modo, durante el siglo XIX se ha establecido la idea de que para comprender las características físicas, morales y culturales de los hombres, no sólo hay que considerar el “carácter natural” de cada raza, sino también, el contexto geográfico y el entorno natural que habita.
En este contexto, el científico y geógrafo payanes, Francisco José de Caldas, afirma que existen razas que son intelectual y moralmente inmaduras., en razón de sus características físicas, tales como el tamaño del cerebro o el ángulo facial, y las características geográficas del lugar que habitan, especialmente el clima. Para ilustrar este punto, el sabio Caldas recurre al ejemplo que le ofrece la raza negra asegurando que al provenir de climas cálidos y poseer un cráneo pequeño, le resulta mucho más complejo que al hombre de raza blanca, superar el determinismo de la naturaleza, y le será mucho más difícil preferir la virtud al vicio. Por su parte, la raza blanca, posee todas las condiciones biológicas y geográficas para el cultivo de la inteligencia y la moral, por lo que, según Caldas, a ella corresponde “el imperio de la tierra”. Para aplicar estas ideas en la práctica, Caldas decide examinar el estado moral e intelectual de los habitantes de la Nueva Granada de acuerdo al entorno geográfico que habitan, y llega a la conclusión de que el negro que habita en las tierras calientes de nuestras costas tiene las siguientes características:
“Simple, sin talentos, solo se ocupa de los objetos presentes. Las imperiosas necesidades de la naturaleza son seguidas sin moderación y sin freno. Lascivo hasta la brutalidad, se entrega sin reserva al comercio de las mujeres. Estas, tal vez más licenciosas, hacen de rameras sin rubor y sin remordimientos. Ocioso, apenas conoce las comodidades de la vida, a pesar de poseer un país fértil [...] Vengativo, cruel, celoso con sus compatriotas, permite al Europeo el uso de su mujer y de sus hijas. Ñame, plátano, maíz, he aquí el objeto de sus trabajos y el producto de su miserable agricultura” (Caldas, 1942 [1808b]: 147).
Así pues, Caldas concluye que de nada sirve que el gobierno trate de implementar programas de educación para los negros en las costas, pues las condiciones geográficas y fisiológicas pesan demasiado en su capacidad de aprendizaje.
Ahora bien, el discurso de limpieza de sangre, la idea de la superioridad racial y el determinismo geográfico, encubren un proyecto eugenésico evidenciado en el legado colonial, que pesa sobre el imaginario colectivo, a la hora de construir imágenes de algunos sujetos de exclusión y que se manifiesta de forma directa en el denominado racismo científico del siglo XX, cuyos discursos buscaban mejorar la población y prevenir la propagación de los menos aptos.
Champán en el Rio Magdalena
Champán en el rio Magdalena. Aguatinta 26 x 33 cm. Ramón Torres Méndez (1860).
En este punto cabe recordar los prejuicios y supuestos que, desde la conquista, han ido construyendo las imágenes de alteridad encarnadas por los “indios”. En la construcción del imaginario inferiorizador sobre los “indios”, ocupan espacio importante adjetivos como “bárbaros”, “brutos”, o “salvajes”, entre otros, que fueron ampliamente utilizados por los cronistas, y que se siguen reproduciendo hasta nuestros días; estos adjetivos hacen parte del conjunto de representaciones que configuran, en el imaginario europeo, la figura del bárbaro del viejo mundo. Sin embargo, para los españoles, los “indios” tenían estigmas propios: idolatría, canibalismo, brujería, tratos con el demonio etc. [Cfr. Naranjo, J. 2013: 33]
En lo concerniente a los pueblos afro descendientes, la antropóloga colombiana Nina Susana de Friedemann sugiere dos conceptos para dar cuenta de la supresión y la caricaturización de la gente negra en la construcción de la colombianidad; estos conceptos son los de invisibilidad y estereotipia. Sobre el concepto de invisibilidad, Friedemann afirma:
“La invisibilidad que como estrategia de dominio se ha proyectado en tiempo y espacio a lo largo de casi cinco siglos […]. Se apoya en una negación de la actualidad y de la historia de los africanos negros y sus descendientes en América” [Friedemann, 1984: 510].
Por su parte, la estereotipia hace alusión a las imágenes caricaturizantes, descontextualizadas y simplificantes del negro:
“Imágenes pasionales más que racionales y menos científicas que reales, son las que aparecen cuandoquiera que la presencia del negro es visible en el análisis socioeconómico, en la narrativa histórico-cultural o en el relato literario” [Friedemann, 1984: 512].
Por último, como afirma Eduardo Restrepo:
“Tanto los negros como los indígenas encontraron que la Independencia no significó la supresión del pensamiento racializante que se expresaba en el período colonial en las prácticas de discriminación en lo que ha sido denominado la sociedad de castas (Jaramillo, 1963) con sus tecnologías de limpieza de sangre. Estas prácticas sirvieron de sedimento a la racialización de los cuerpos y las regiones hacia finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, que mantendrían subordinadas a la narrativa de la blancura o del mestizaje las presencias y trayectorias de indios y negros”.[Restrepo, E. 2010: 72]
Ahora bien, A finales del siglo XIX un nuevo tipo de intelectual comienza a ejercer la hegemonía del conocimiento, que durante casi todo el siglo había estado en manos de los hombres de letras, lexicógrafos, gramáticos, poetas y lingüistas, que se ocupa­ron de estudios filológicos y literarios y a los que Malcom Deas llama los “gramáticos”, mientras que Ángel Rama los identifica como habitantes de la “ciudad letrada”. Frente a este grupo estaba presente otro grupo de intelectuales, dispuesto a disputar dicha hegemonía; este grupo estaba conformado por representantes de nuevas disciplinas tales como la higiene, la psiquiatría, la biología y la criminología, para quienes las verdaderas ideas que debían marcar el destino del paísno debían ser las de las humanidades, sino las de las ciencias empíricas. De este modo, para la celebración del centenario de independencia, en 1910, los hombres de ciencia habían desplazado a los hombres de letras; a partir de entonces, es el discurso biológico el que determina y sustenta los postulados científicos sobre el tema de las razas. En este contexto tienen lugar los debates sobre las razas, en la segunda mitad del siglo XX.
Los problemas de la raza en Colombia
El 12 de octubre de 1920 apareció el libro Los problemas de la raza en Colombia, en el que el intelectual antioqueño Luis López de Mesa recopilaba una serie de conferencias dictadas por destacados intelectuales colombianos entre los meses de mayo y julio de ese año. Para ese momento, el médico Jiménez López había expuesto frecuentemente la necesidad de controlar los excesos y las pasiones enfermizas de la raza nacional para formar ciudadanos útiles y fue su tesis sobre la degeneración de la raza, lo que propició los llamados “debates alrededor de la degeneración de la raza”, tema central de la citada recopilación. El discurso biológico empezó a ejercer su influencia a través de la nueva ciencia de la eugenesia que buscaba mejorar la población y prevenir la propagación de los menos aptos. Es así como se empieza a considerar la herencia biológica, entre las principales causas que explican el atraso del país y los problemas de su población, tales como su tendencia a la criminalidad, la locura y la enfermedad. Los más destacados intelectuales y médicos colombianos, se reunieron con el objetivo de someter a discusión la tesis del doctor Miguel Jiménez López quien afirmaba que la población colombiana atravesaba un proceso de ‘degeneración’ a causa de la influencia negativa del medio ambiente en la zona tropical y de los ‘vicios’ o deterioro biológico heredado de los ancestros. Entre las figuras más prominentes del debate se encontraban:
  • Lucas Caballero: minimizaba la gravedad del problema y proponía como solución generalizar la enseñanza elemental.
  • Jorge Bejarano: para este higienista el problema no era de degeneración biológica, sino de hábitos alimenticios incorrectos sumados al chichismo y la falta de higiene, factores que transmitidos por herencia acusaban la debilidad racial de los colombianos.
  • Emilio Robledo Y Alfonso Castro: ambos médicos insistían en buscar las causas de la criminalidad y la locura en las enfermedades, el alcohol y la sífilis, y no en las razas.
  • Simón Araujo: atribuyó el problema a una política de educación errónea y a la pobreza de los habitantes del país que impedía su desarrollo.
  • Calixto Torres Umaña: expuso que la debilidad de la raza obedecía a factores biológicos.
Como vemos, no todos los participantes en el debate compartían la tesis de una raza degenerada, sin embargo, el debate se llevó en los términos propuestos por Jiménez López: la “medicalización” del debate racial a través del consenso de medidas como la higiene, la educación, la lucha antialcohólica y antivenérea.
Jefe Bora y otros miembros de la tribu. Fotografía por Jorge G. Mori
Jefe Bora y otros miembros de la tribu. Fotografía por Jorge G. Mori
Ahora bien, Luis López de Mesa tercio en el debate afirmando que las influencias raciales eran demasiado variadas como para hacer una generalización como la hecha por el doctor Jiménez López. López de Mesa consideraba que debía tenerse en cuenta no sólo el determinismo biológico-racial, sino también el determinismo geográfico; por esta razón, frente a la tesis general de la “degeneración de la raza”, el académico antioqueño pregunta: ¿cuáles razas y en qué climas? Para él, si bien es cierto que algunas razas se están degenerando en algunas regiones, no es menos cierto que otras razas en otras regiones muestran signos de gran vitalidad, y pone como ejemplo el caso del pueblo antioqueño formado por personas aptas para impulsar el país. En otras regiones, que López de Mesa ubica por debajo de los 1500 metros de altura, se hace necesario favorecer la llegada de inmigrantes, en especial alemanes, para que contribuyan a fortalecer la raza; de este modo, al aplicar esta política se lograría impulsar la productividad de la población racialmente más apta asegurando un brillante futuro para el país:
“El capital extranjero va llegando, y va llegando nueva sangre de inmigración, sobre todo alemana, cuyas virtudes domésticas darían entre nosotros óptimos frutos de selección.” [Lopez De M. L. 1920: 36]
Nevado del Tolima. Fotografía por Edgar Jimenez
Nevado del Tolima. Fotografía por Edgar Jimenez
López de Mesa no habla de degeneración, más bien prefiere referirse al problema en términos de depresión y debilidad, y advierte sobre otros peligros a los que urge prestarle atención inmediata. En la primera década del siglo XX Estados Unidos se convirtió en el referente clave para comparar a los países de Latinoamérica. La posición de Colombia respecto a los Estados Unidos fue algo paradójica, pues de una parte se reconocía al país del norte por su protagonismo a nivel mundial y se le admiraba por su transformación de colonia británica a potencia mundial; por otra parte, existía un clima de desconfianza y hostilidad hacia Norteamérica por su papel en la separación de panamá y por su intervención en otros países latinoamericanos como Cuba y Puerto Rico. En este contexto, López de Mesa advertía sobre la amenaza de los Estados Unidos a la soberanía nacional, identificando dicha amenaza con uno de los tres peligros mortales que debían enfrentar las razas de nuestro país:
“Ahora sí señores, oíd mis conclusiones sintéticas: En este momento hay en Colombia, de un lado: I. Una soterrada amenaza estadounidense de restringir nuestra soberanía nacional; II. Una insuficiencia de educación que hace de nuestro pueblo un niño incapaz de luchar victoriosamente por la vida; III. Escasez de recursos económicos para el desarrollo general del país y en especial para la higiene de la porción enfermiza de nuestro territorio. Del otro lado, grupos étnicos vigorosos todavía, y con espíritu inteligente y alerta, que a través de un siglo de vicisitudes están a punto de sacar avante la raza y la república. […] de ahí se desprende que no hay degeneración, pero sí peligros, y que esos peligros son de muerte”. [Lopez de M. L. 1920b: 144]
Ahora, uno de los problemas que impedían el ingreso del país en la modernidad, se encontraba en algunas instituciones como la iglesia, que impedían este proceso y en consecuencia impedían el progreso del país. Sobre este punto, López de Mesa considera que los cambios no deben ser inmediatos sino mas bien progresivos, de tal manera que los resultados de las metas propuestas den frutos a largo plazo, y destaca la necesidad de aprovechar para ese fin, una de las instituciones que se consideraba al servicio del aparato ideológico del estado: la escuela. Así pues, la escuela debería hacer parte de las herramientas utilizadas en una triple estrategia:
“¿Cómo corregir las instituciones que impiden el progreso? Por medio de la persuasión, […] Para entrar de lleno a la civilización contemporánea, los países latinoamericanos en general y Colombia en particular deberán desarrollar sus riquezas, fusionar sus razas y asimilar la técnica occidental”. [Cfr. Cataño, G. 2002: s/p]
De esta manera, el intelectual antioqueño centra su propuesta en propiciar las condiciones que permitan contar con una población instruida, además de facilitar como estrategia la inmigración de extranjeros que ayuden a lograr este objetivo. En este sentido, el estado colombiano tiene como obligación elaborar una política coherente con la situación del país, tomando medidas para favorecer la expansión de la educación en las aldeas colombianas, a lo que debe agregarse una fuerte política higiénica centrada en el mejoramiento de las viviendas, la alimentación, la lucha contra enfermedades que menguan a los individuos y sus descendientes, como el chichismo, la tuberculosis, la blenorragia, la sífilis, etc.; lo anterior, hacia parte de las preocupaciones comunes a todos aquellos que participaron en el debate sobre la degeneración de la raza, y cimentaron lo que años más tarde serían las políticas de Luis López de Mesa cuando estuvo al frente del Ministerio de Educación.
Representación de los mestizos a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX. Autor desconocido
Representación de los mestizos a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX. Anónimo.
Las ideas de López de Mesa se vieron reflejadas en la reforma educativa de López Pumarejo, a partir de 1935 año en que el antioqueño fue nombrado ministro de educación. Al frente del ministerio López de Mesa buscó continuar con la lucha contra el analfabetismo, y prohibió que se les diera trabajo a los niños menores de 14 años proclamando la educación como prioridad para los más pobres. Por otra parte, considerando que sin una alimentación y una higiene adecuada la reforma educativa sería inútil, conformó comisiones nacionales compuestas cada una por un médico, un dentista y un inspector escolar, para que visitaran las escuelas existentes en Colombia. Finalmente, en 1935, López de Mesa al frente del ministerio de educación nacional, creó las llamadas bibliotecas aldeanas, que constituyeron el primer esfuerzo por dotar de una biblioteca a los pequeños municipios del país, en un intento por difundir la cultura, aumentar la productividad en el trabajo, mejorar en salud, y estatizar la vida social.
Portada: Anónimo (siglo XVIII). Pintura de Castas con las 16 combinaciones. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, Mexico. Leyenda: 1. Español con India, Mestizo; 2. Mestizo con Española, Castizo; 3. Castizo con Española, Español; 4. Español con Mora, Mulato; 5. Mulato con Española, Morisca; 6. Morisco con Española, Chino; 7. Chino con India, Salta atrás; 8. Salta atras con Mulata, Lobo; 9. Lobo con China, Gíbaro (Jíbaro); 10. Gíbaro con Mulata, Albarazado; 11. Albarazado con Negra, Cambujo; 12. Cambujo con India, Sambiaga (Zambiaga); 13. Sambiago con Loba, Calpamulato; 14. Calpamulto con Cambuja, Tente en el aire; 15. Tente en el aire con Mulata, No te entiendo; 16. No te entiendo con India, Torna atrás.
Bibliografía
Caldas, Francisco José [1808]. Del influjo del clima sobre los seres organizados. En: Semanario del Nuevo Reino de Granada. Tomo i. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana 1942.
Castro-Gómez, S. (2005), La Hybris del Punto Cero. Ciencia, Raza e Ilustración en la Nueva Granada (1750-1816).  Bogotá, Ed. Pontificia Universidad Javeriana.
Cataño, Gonzalo, en: “Modernidad sin revolución”. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/credencial/9103.htm, septiembre de 2002.
Friedemann, Nina, (1984), Estudios de negros en la antropología colombiana. En: Jaime Arocha y Nina de Friedemann (eds.), Un    siglo de investigación social. Antropología en Colombia, Bogotá, Etno, pp. 507-572.
López de Mesa, Luis. “Segunda conferencia” en: Los problemas de la raza en Colombia, Bogotá, biblioteca de cultura. 1920 y “Tercera Conferencia”, en: Los problemas de la raza en Colombia, Bogotá, Biblioteca de Cultura. 1920.
Naranjo, Julián (2013) El mito de la `Raza Paisa´ o la Construcción de   una Identidad. En Revista de Humanidades Populares, Nº 6, México, Abril de 2013, Págs.: 29-39. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/133203840/Rev-Humanidades-6 Consultado el 21 de Mayo de 2013.
Restrepo, Eduardo (2010), ¿Quién imagina la independencia? a   propósito de la celebración del bicentenario en Colombia. En,      Revista Nómadas, Nº 33, Universidad Central, Bogotá, Octubre    de 2010, págs.: 69-77. Disponible aquí. Consultado el 20 de Mayo de 2013.
Flip

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