EN BUSCA DE LA
CIUDAD PERDIDA DE LA ATLÁNTIDA:
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Era una tierra ubérrima, bendecida por una
vegetación exuberante y por la existencia de valiosos yacimientos
minerales, entre ellos los de plata y de oro. Su pueblo gozaba de un
alto nivel científico y cultural. El nombre de ese fabuloso reino y de
su gran ciudad es Atlántida.
La única descripción de la Atlántida que
nos ha dejado la antigüedad es obra del filósofo griego Platón, y data
de 347 a. de C. Pero ni siquiera Platón es un testigo de primera mano;
el filósofo no hizo más que repetir los relatos escritos por un viajero
ateniense,
Solón, quien a su vez repetía lo que había nido contar a los
sacerdotes egipcios.
La historia narrada por Platón indica que
la Atlántida era una gran nación, pero que entró en un periodo de
decadencia; su pueblo, entonces, cayó en abominables formas de
corrupción y se mereció mal un terrible castigo. «En un día y una
noche», la isla entera, de 560 kilómetro de anchura, fue destruida por
una catástrofe de magnitud incomparablemente mayor que todas las
conocidas.
La isla fue destrozada por una explosión
volcánica a la que siguió un maremoto; en veinticuatro horas desapareció
bajo el mar. Platón situaba ese trágico momento de la historia de la
Atlántida en un periodo que hoy podemos fechar en 9600 antes de la era
cristiana.
Esto permitirla localizar la isla en algún
lugar del océano Atlántico; pero esta teoría, afirman los geólogos, no
puede ser correcta, porque en el lecho del Atlántico no existe ninguna
masa terrestre susceptible de haber sido alguna vez la isla de Platón
¿Significa esto que Platón utilizaba datos erróneos?
O que simplemente Inventó toda la
historia, como una fábula moralizadora? Todo parece indicar que la
narración épica de Platón tiene sólidas apoyaturas en una realidad
histórica, a pesar de que sus datos sobre cronología y geografía de la
Atlántida fuesen erróneos. De cualquier manera, la isla perdida
constituye un enigma que durante siglos ha intrigado a los hombres.
Éstas son algunas de ellas:
Atlántico central. A lo largo del fondo
marino del Atlántico norte y sur, se extiende un vasto dorsal en forma
de 8, desde Islandia hasta la isla de Tristán da Cunha. Algunos
sugieren que las partes más altas de esta cadena montañosa, sobre todo
las de alrededor del arco de las Azores, estuvieron alguna vez por
encima del nivel del mar, formando la tierra de Atlántida.
América del Norte.
El interés público por
el reino perdido de la Atlántida si reavivó tan pronto como Cristóbal
Colón regresó a Europa con sus relato!, acerca de las tierras del otro
lado del océano. El filósofo inglés Francis Bacón relacionó íntimamente
la leyenda y la realidad histórica en su obra La Nueva Atlántida. Por su
parte, el historiador John Sevain dejó escrito: «Se puede tener
que en un tiempo América formó parte de esa gran región que Platón Mié
la isla Atlántida, y que los monarcas de esa isla mantenían relaciones
comerciales con los pueblos de Europa y África.»
Los puentes
continentales. Se han propuesto diversas teorías acerca de
puentes continentales que, en tiempos remotos, pueden haber vinculado
África con América del Sur, o Europa —a través de las Islas Británicas,
Islandia y Orodrilandia— con América del Norte. El
mar de los Sargazos. La palabra portuguesa sargoso designa
a una alga flotante; esas algas constituyen, precisamente, el mar de los
Sargazos. Durante mucho tiempo, los marineros creyeron que las algas
cubrían bajíos; éstos podrían haber sido alguna vez la Atlántida
hundida. Pero no hay bajíos debajo te los sargazos: el mar tiene allí
456 metros de profundidad media.
Las islas Scilly.
Los historiadores fenicios, griegos y romanos coinciden en referirse a
ciertas «islas de estaño”, situadas cerca de las costas británicas. Esas
islas existen realmente, a la altura de Cornualles, y constituyen
los únicos centros. Pero no tienen parentesco alguno con la exuberante
isla descrita por Platón.
Bimini.
Cayce agregó que la Atlántida fue destruida por una explosión
atómica, ya que sus habitantes dominaban la ciencia de la fisión
nuclear. El vidente americano situó geográficamente la Atlántida en la
isla de Bimini septentrional, pequeña integrante de las Bahamas, y
pronosticó que en 1968 o 1969 «podrían descubrirse algunos aspectos de
los antiguos templos» de la civilización perdida.
Sin embargo, en 1968, un veterano zoólogo
y experto buzo americano, el doctor J. Manson Valentine,
descubrió bajo el mar, a la altura de la costa de Bimini septentrional,
una extraña estructura pétrea. El muro principal de alrededor de 600
kilómetros de longitud, estaba construido con inmensos bloques de
piedra, de más de cinco metros cuadrados cada uno.
Las expediciones posteriores —y hubo muchas— apoyaron y refutaron, alternativamente, las conclusiones del doctor Valentine. Estas conclusiones, en lo fundamental, decían que la estructura pétrea era un puerto construido por el hombre. Una nueva Atlántida ha sido desechada-»
Las expediciones posteriores —y hubo muchas— apoyaron y refutaron, alternativamente, las conclusiones del doctor Valentine. Estas conclusiones, en lo fundamental, decían que la estructura pétrea era un puerto construido por el hombre. Una nueva Atlántida ha sido desechada-»
Sin embargo, las dos últimas expediciones
americanas a Bimini, realizadas en 1975 y 1977, regresaron con hallazgos
que inducen a conclusiones muy diferentes. A pesar de todo, el lugar más
probable donde tal vez haya existido alguna vez la Atlántida, entre los
numerosos sitios que se han propuesto, no está en el Caribe. En la
actualidad, muchos arqueólogos creen que Platón cometió dos errores de
bulto, en su descripción de la isla perdida.
Sin embargo, hoy sabemos que alrededor de
esa fecha el centro de la isla de Minos de Kalliste —que se
conoce actualmente como Santorín y está a mitad de camino entre
Creta y Grecia continental— estalló por obra de una erupción volcánica
de incalculable poder destructivo. El cráter abierto en medio de la isla
fue cubierto de inmediato por el mar. Los arqueólogos excavan en
la actualidad los depósitos de ceniza volcánica, de 30 metros de
profundidad, que cubren lo que una vez fuera la fabulosa isla descrita
por Platón.
El cráter lanzó al aire roca fundida y
vomitó ceniza y piedra pómez sobre las embarcaciones hacinadas; la gente
de los barcos, imposibilitada de escapar, sufrió una muerte lenta,
horrible, mientras el torrente de lava ardiente crecía hacía
irrespirable la atmósfera. Para algunos, la agonía terminó con la
llegada de una ola gigantesca, tal vez de 60 metros de altura, que
Sarrió la isla y destrozó las embarcaciones.
La enorme ola, que viajaba a más de 240
kilómetros por hora, alcanzó pronto Creta, corazón del imperio minoico;
el agua arrasó todas las ciudades y aldeas a lo largo de la costa
septentrional y destruyó el puerto que abastecía a la capital, Knossos.
La lluvia de cenizas abarcó un área de más de 16.000 kilómetros
cuadrados. Hoy, cuando figura en los mapas con el nombre de Santorín, la
isla aparece dividida en fragmentos y desolada bajo una estéril capa de
cenizas; en realidad, se ha convertido en un grupo de pequeñas islas:
las dos principales, Thesa y Therasia, se caracterizan por sus
inaccesibles acantilados, de 300 metros de altura; está” divididas por
una vía de agua de doce kilómetros de ancho, qué en algunos tramos tiene
300 metros de profundidad.
El agua del mar ha cubierto la caldera, el
corazón muerto del volcán, formada cuando la roca fundida se enfrió y se
desplomó. Están constituidos por rocas de lava negra, y a de ellos se
elevan perezosas columnas de humo: pálido pero amenazas recuerdo del
cataclismo que tal vez destruyó el legendario reino de Atlántida.
La Atlántida de Platón: En el centro de la Isla (Atlántida) extendiese una llanura, reputada como la más bella y fértil de todas las llanuras. Alrededor de la colina, como medas de cano, aparecían dos anillos de tierra, rodeados de tres anillos de mar. En el centro de la colina estaba situado un santuario consagrado a Poseidón ya Cleito; rodeaba al templo un muro de oro, que estaba vedado traspasar. Todo esto producía en abundancia aquella; isla santificada, cuando aún estaba bajo el sol.
Otro templo, dedicado sólo a Poseidón, estaba hecho
enteramente de plata excepto las estatuas, que eran de oro. Dos fuentes,
una cálida y otra fría, proveían a la isla de ilimitadas cantidades de
agua; junto a ella se habían construido cálidas termas, destinadas a los
reyes y a los plebeyos, a las mujeres y a los caballos.
En los anillos
exteriores de tierra se asentaban los astilleros y los puertos, rodeados
por un muro denso de edificios, de casas. De esta área, donde vivía una
población muy numerosa, surgía un constante estrépito de voces y ruidos,
durante e día tanto como durante la noche. Más allá se extendían las
llanuras donde alcanzaban la perfección esas aromáticas sustancias que
también hoy produce la tierra y están hechas ya de raíces, ya de hierbas
de árboles, flores o frutos. Todo esto producía en abundancia aquella;
isla santificada, cuando aún estaba bajo el sol. Critias
y Timeo, de Platón
El resurgimiento
de la Atlántida
El adivino y curandero americano Edgar Cayce (1877-1945) profetizó en junio de 1940 que la Atlántida reaparecería pronto: «Poseidia será una de las primeras zonas de la Atlántida que resurgirán. Se espera que ocurra en el 68 o 69. No falta mucho.»
El adivino y curandero americano Edgar Cayce (1877-1945) profetizó en junio de 1940 que la Atlántida reaparecería pronto: «Poseidia será una de las primeras zonas de la Atlántida que resurgirán. Se espera que ocurra en el 68 o 69. No falta mucho.»
Llegó incluso a concretar el sitio: en las
Bahamas. Por una extraordinaria coincidencia, unos aviadores
fotografiaron en 1968 lo que parecían ser edificios hundidos frente a la
costa de Bimini del Norte, en las Bahamas.
Las exploraciones submarinas han revelado
la existencia de formaciones rocosas parecidas a anchas calles
empedradas en el fondo del mar, y también se han mencionado murallas
ciclópeas, pirámides y círculos de piedra. Hasta el momento, no existen
pruebas tangibles de estas descripciones.
Por cierto, es ésta una zona adecuada para
buscar la Atlántida. Hace mucho que se cree que el mar de los Sargazos,
al otro lado de las Bahamas, era los «bajíos innavegables» que quedaron
tras el hundimiento de la Atlántida de Platón. Pero durante siglos se ha
hablado asimismo de «calles» y «murallas» sumergidas a lo largo de la
costa atlántica europea, como supuestas pruebas de la veracidad de las
leyendas acerca de «ciudades hundidas».
De hecho, todo lo que se parezca a una
estructura artificial acaba siendo relacionado, tarde o temprano, con la
idea de una «ciudad sumergida». El tremendo impacto de la Atlántida de
Platón tiene mucho que ver al respecto.
EL PADRE DE LA ATLANTOLOGIA
El escritor, investigador y político estadounidense Ignatiys Donnelly (1831-1901) fue, con mayor propiedad que cualquier otro , quien resucitó el interés por la Su obra La Atlántida: el mundo antidiluviano, publicada en 188B, se convirtió en la «biblia» de todos los que creían en el continente perdido. La tesis de Donnelly parecía explicar misterios tales como las similitudes entre las culturas precolombinas y la civilización del antiguo Egipto, la misteriosa migración de las anguilas y los orígenes del pueblo vasco, Donnelly consiguió desencadenar una controversia tan fuerte y duradera que sólo la Ciencia y la tecnología modernas ten podido desmentir muchas de sus afirmaciones |
REINA DE LOS OCULTISTAS
Helena Blavatsky (1831-18911. espiritista rusa y cofundadora de la Sociedad Teosófica, a quien muchos consideran una charlatana. Para ella su corte de ocultistas la Atlántida y Lemuria eran hechos perfectamente establecidos.
Madame Blavatsky sostenía que la Atlántida estuvo en el
Atlántico Norte, y que sus pobladores fueron una raza muy
civilizada, la cuarta «raza raíz» de la humanidad
descendientes de los lemurianos. Los seres humanos actuales
seríamos la quinta «raza raíz», que pronto
evolucionará, por valimiento de los estadounidenses, hasta
que se origine 1a sexta «raza raíz». Con el tiempo la
última surgirá en América del Sur.
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EL
HOMBRE QUE SOÑÓ CON LA ATLÁNTIDA
El fotógrafo estadounidense Edgar Cayce (1877-1945), que se convirtió en curandero, profeta y clarividente. En sus frecuentes trances, tuvo sueños y visiones de la Atlántida y su avanzada civilización.
Cayce creía que los atlantes
habían dominado la energía atómica y el vuelo, pero su
brillante civilización acabó siendo destruida en tres
catástrofes nucleares: la primera, 50.000 años a.C, y la
última, 10.000 a.C, Muchos atlantes que supieron advertir;
la catástrofe habrían huido con anterioridad a Egipto y
Am
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