Ablación: eliminar una parte impura, garantizar la fidelidad, evitar la impotencia del marido… Causas y excusas de la tradición que esconden una carnicería que mantiene presas a las mujeres. Imagen tomada en Mauritania, 2008.
Según cifras de ACNUR, cada año, alrededor de 20.000 mujeres y niñas buscan asilo en la Unión Europea huyendo de sus países de origen dónde todavía se práctica la ablación. A día de hoy, más de 125 millones de mujeres y niñas en 29 países africanos y de Oriente Medio han sido objeto de la mutilación genital y 30 millones tienen el riesgo de sufrirla en la década que viene. La ablación se practica en la mayoría de los Estados de África, donde las comadronas juegan un papel esencial en la sociedad. Son las encargadas de velar por la salud de las futuras madres, pero también cumplen un rol vital en la permanencia de las prácticas tradicionales como la mutilación genital. Si bien es verdad, un informe de UNICEF revela que esta práctica se encuentra en declive en la mitad de esos países, pero más pronunciadamente en aquellos donde ya era poco común. Son Egipto, Sudán, Malí y Somalia donde la mutilación genital femenina está más extendida y donde los cambios son mínimos. Todavía, más del 95% de las mujeres pertenecientes a las etnias somali y kisii siguen siendo mutiladas.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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Solo tras muchos años de esfuerzo, de forma laboriosa y ardua, ellas van asentando sus derechos. Laos, 2010.
La República Democrática Popular Lao cuenta con una población de 6,26 millones de personas, donde el 80% vive en zonas rurales y el 60% tiene menos de 25 años. En 2012, el Índice de Desarrollo Humano, situó a Laos en el puesto 138 de 187. Sin embargo, el 70% de su población vive con menos de dos dólares al día. Respecto a los porcentajes de alfabetización de los adultos, la diferencia entre géneros es bastante pronunciada, un 63% para las mujeres y un 82 % para los hombres. Las mujeres y niñas que viven en zonas rurales y remotas de Laos configuran uno de los colectivos más desfavorecidos del país. Muchas llegan al final de su vida sin haber tenido jamás acceso a la educación. Esta desigualdad tiene sus consecuencias en el mundo laboral en el que no obtienen trabajos bien pagados tan fácilmente como los hombres. No obstante, las mujeres, en muchos casos, suponen el único medio de entrada de ingresos en los hogares.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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Un lugar donde la visión, su visión, su sumisión, les lleva a ver la vida desde una ventana cercenada de libertad y desprecio…ante la impasibilidad del resto del mundo.
Durante las últimas décadas la guerra ha sido la protagonista de la vida diaria de varias generaciones de afganos. No obstante, en los últimos diez años, la situación de las mujeres y niñas ha sufridociertas mejoras significativas: se han eliminado restricciones sobre el acceso de las mujeres a la educación y al trabajo; incluso, algunas obtuvieron puestos gubernamentales y, en 2009, se promulgó una ley prohibiendo la violencia contra las mujeres. Sin embargo, persisten problemas profundamente arraigados en la sociedad. En 2012, según cifras del Índice de Desarrollo Humano, Afganistán se clasificó entre los países más bajo, situándose en el lugar 175 de 187 países. Para las mujeres, el acceso a la educación sigue siendo más difícil que para los hombres, sólo el 13% de mujeres de más de quince años está alfabetizada, comparado con un 43% de los hombres. En 2012, el informe de la organización Save the Children sobre la “Situación de las madres en el mundo 2012”, el país se situó como el segundo peor del mundo para ser madre. Además, el 87% de las mujeres afganas continúa sufriendo violencia doméstica, ya sea física, sexual o psicológica, y cerca del 62% es víctima de cualquier forma de violencia, en un país donde las mujeres continúan sumisas al hombre.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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Un lugar donde estrechar la mano al diablo. El reino de las razones ocultas donde el agua no fue capaz de apagar el fuego y mucho menos sus causas. Con solo 10 años su diario se convirtió en la crónica de una guerra: Bosnia. Imagen tomada en España, 2013.
Esna llegó a España cuando era una niña huyendo del conflicto en su Bosnia natal junto a su familia. Este conflicto fue uno de los escenarios más trágicos del siglo XX dónde la violencia contra las mujeres fue sistemática. Según datos de Naciones Unidas, entre 20.000 a 50.000 bosnias fueron violadas durante la guerra, sobre todo en campos de violaciones, donde sufrían abusos sexuales en masa, de manera diaria, a manos de los soldados serbios. Años después, las mujeres de Bosnia continúan luchando. Nusreta Sivac matiene un combate ejemplar contra los crímenes ocurridos en el país, que junto con Jadranka Cigelj, logró que, en junio de 1995, la Corte Penal Internacional de la Haya reconociera la violación como crimen de guerra. No obstante, todavía queda mucho camino por recorrer, miles de mujeres continúan buscando que el Gobierno bosnio haga justicia por las atrocidades a las que fueron sometidas. Apenas cuarenta casos de violaciones han sido perseguidos desde el fin de la guerra y los culpables de tales crímenes siguen en libertad. La República Serbia no está respondiendo a las necesidades de las supervivientes de las violaciones masivas, llegando al extremo de ignorar el problema.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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La quema sistemática de casas y aldeas enteras, los asesinatos masivos y la limpieza étnica y religiosa han obligado a desplazarse a miles de personas. Nacida en el exilio, posiblemente, nunca conocerá la tierra de sus padres: Sudán. Refugiada reasentada en España, 2012.
Esta joven de origen sudanés fue reasentada en España junto a su familia en 2012. Huyeron de la guerra en Libia y encontraron refugio en el campo de Shousha, en Túnez, donde vivieron más de un año. Su padre, profesor de profesión en su Sudán natal, trata ahora de rehacer su vida en España y de aprender el idioma para, según información proporcionada por ACNUR: “conocer mejor a la gente española”. Para sus cinco hijas, el proceso de integración está siendo algo más fácil, aunque no está exento de dificultades, sobre todo por los problemas económicos a los que deben hacer frente. Sudán es un país que lleva décadas inmerso en un conflicto con Sudán del Sur. Según datos de la Agencia de Refugiados, la quema sistemática de casas y aldeas enteras, los asesinatos masivos y la limpieza étnica y religiosa han obligado a desplazarse a miles de personas que nacidas en el exilio, probablemente, nunca conozcan la tierra de sus progenitores. El 44% de la población del país vive con menos de 2 dólares al día y el 46,5% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, con un marcado contraste entre las zonas urbanas y rurales. Asimismo, apenas el 64% de la población está alfabetizada. Por lo tanto, Sudán continúa siendo uno de los países menos desarrollados del mundo.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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Millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares y miles han perdido la vida, víctimas de las catástrofes naturales. Haití, 2011.
En Haití, la violación ha sido utilizada con frecuencia como un instrumento de represión política y no fue, hasta 2005, que se criminalizó como delito. No obstante, la situación de las mujeres es todavía más inestable desde el devastador terremoto que sufrió el país en 2010 tras el cual decenas de miles de personas perdieron sus hogares y se vieron obligadas a vivir en campos para desplazados. Las duras condiciones de vida en estas ciudades improvisadas, han convertido en blanco de la violencia sexual a las mujeres y las niñas. En los primeros cincos meses desde el temblor, se declararon hasta 205 casos de violencia sexual, aunque, probablemente, el número real de víctimas de abuso sea significantemente mayor. Tres años después de la catástrofe, se estima que todavía medio millón de personas continúa viviendo en estos campos de refugiados.
Aunque queda mucho por hacer, algunas noticias revelan que la situación está cambiando en algunos centros de desplazados, donde militares y policías están mejorando la seguridad y las fuerzas de paz de Naciones Unidas están trabajando junto la Policía Nacional. No obstante, las autoridades haitianas tienen todavía mucho que hacer respecto a la vivienda, problema que sufre el país, incluso antes del terremoto.
©ACNUR/UNHCR/F.Magallón
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