Posted: 23 Aug 2013 09:19 AM PDT
\En un reciente libro el primatólogo Frans De Waal (1) señala que nuestra moral dista mucho de tener un origen filosófico o religioso y nos muestra que lo que hemos denominado moral es parte constitutiva del comportamiento social de los simios. De Waal clasifica esta moral en dos áreas: Una moral de “uno a uno” en que los simios esperan ser tratados de acuerdo a la jerarquía que ocupan dentro de un grupo, manifestando gratitud o actos de venganza según esto se concrete o no y la segunda area de tipo más general tiene que ver con una preocupación por el conjunto del grupo, que se materializa en actos como, tranquilizar a los otros o compartir alimento.
El biólogo Francisco Varela anteriormente ya había mencionado que los “primates superiores” son expertos en leer el lenguaje gestual de sus semejantes, exhibiendo una capacidad empática que permite la reciprocidad necesaria para la supervivencia del grupo, además afirma que los fenómenos de competencia son de “borde” y que la evolución seria la supervivencia del más apto para cooperar, como también lo indican estudios sobre el “dilema del prisionero aplicado” a chimpancés (2) De esta forma podemos ver qué tanto De Waal como Varela coinciden en que si bien existen intereses egoístas, estos pueden volverse inviables para la supervivencia de los simios y humanos, quienes han evolucionado en pequeños grupos y que volvieron el reconocimiento de las emociones en los demás una capacidad decisiva. Así puede apreciarse que tanto las tesis que señalan que el ser humano es intrínsecamente bueno o malo son erróneas. Los códigos morales predicados por filosofías y religiones son finalmente abstracciones de esta tendencia evolutiva y por lo mismo pueden ser su negación, ya que la empatía y la reciprocidad exigen una comprensión en tiempo presente de las necesidades o estados anímicos del otro y no un juicio previo, como el mismo Varela señalaba hay una moral automática, por ejemplo si veo a alguien a punto de caer en un hoyo no aparece ni Hobbes, Kant o Jesús, simplemente se comprende y se actúa en el sentido de empatizar con ese peligro o no. La extensión de esta moral de uno a uno, hacia las necesidades y estados afectivos del propio grupo pasa a ser también expedita, en la medida en que esta capacidad de empatía vuelve la mente un fenómeno colectivo del grupo que interactúa. Un hecho interesante es que los simios configuran manadas con “jerarquías” sin embargo, dentro de la naturaleza ese término no tiene el mismo sentido que nuestras concepciones sociales al respecto, ya que los animales se organizan de esta manera para efectos prácticos de supervivencia, en la medida en que no poseen repertorios comunicativos tan complejos como el lenguaje humano, por lo que en general deberíamos aspirar a un cultivo del dialogo que implique no negar la legitimidad del otro desde una organización horizontal de cada comunidad humana, esa sería la materialización de una sociedad deliberante y racional, en la medida que intereses egoístas no atentaran contra la supervivencia del grupo y que a su vez los intereses del grupo no socaven aquellas cosas que nos diferencian. Entender con el mismo tipo de capacidad empática los ritmos del ecosistema además aseguraría nuestro acoplamiento estructural en términos armoniosos de toda la organización económico-social, por lo que más que predicar el bien o el mal, pareciera que lo optimo seria suspender, por un momento, los juicios previos que tenemos sobre la realidad y comprenderla en tiempo presente, siendo conscientes de los condicionamientos sociales adheridos a esta tendencia evolutiva hacia la cooperación, que a su vez es la única que pareciera darnos garantías para la plena expresión de nuestras singularidades. Claramente ni los estados modernos ni el sistema económico capitalista son el terreno propicio para el cultivo de relaciones como las descritas, ya que exacerban la competencia para proveerse la supervivencia y una organización jerarquizada que ejecuta una imposición arbitraria de los comportamientos, de acuerdo a los intereses de la clase dominante de turno, un tipo de interacción que además nos pone en conflicto ,por sus ritmos y formas productivas, con el resto del ecosistema, por lo que finalmente la organización de la sociedad se funda en una racionalidad restringida a un contexto muy acotado, que es incapaz de ver la propia disarmonía que genera. Como se puede ver tanto el origen divino de la moral, como el discurso economicista, de que siempre nos movemos exclusivamente por maximizar los beneficios particulares, comienzan a convertirse en falacias que al ser ejecutadas ponen en riesgo nuestra propia supervivencia, por lo que se puede hablar de una organización social totalmente irracional, cuyo reflejo más irrisorio aparece en los estados contemporáneos convirtiendo los derechos humanos en una abstracción que sería muy bueno cumplir, pero que en la práctica, niegan en todo momento con su propia existencia, ya que ni la acumulación infinita de capital como la privatización de bienes comunes, de la que son guardianes, son compatibles con el respeto por la legitimidad del otro. (1) http://www.bbc.co.uk/mundo/ (2) http://www.bbc.co.uk/ Fuente: http://elvirusdelasubversion. |
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