No
hubo tal Batalla del Santo Cerro, lo que aconteció fue un exterminio de aborígenes, en las inmediaciones
del pueblo de Esperanza, línea noroeste.
La Concepción de La
Vega, por su condición de ser el primer pueblo donde el colonizador
europeo sentó su base para su proyecto colonialista en
América, y debido a los atributos que le brindaba la naturaleza en el fértil
valle del cacicazgo de Magua, el cual exclamó Cristobal Colón, “ es la
tierra más bella que ojos humanos hayan visto”,
al quedar impresionado de la maravilloso del paisaje que se bridaba a su pies al ser contemplado desde la altura de un
cerro, que hoy gracia a la leyenda mal
intencionada y llena de errores histórico, donde se sitúa la célebre batalla de La Vega, entre los aborígenes, que negaban a ser sometido a la
esclavitud por los verdugos, el acto de
verdadero nacionalismo y de lucha
por la libertad del ser humano, en América.
Estos
acontecimientos bélicos entre las
fuerzas imperiales española y los
nativos aborígenes, del Cibao,
aún no se registran como primicias
por que cada acto de nuestra
histórica precolombina, y colonial está escrito por gente interesada que consideraron al nativo como cosas no como
seres humanos, y al ser infieles, no eran considerado, como humano, si no
animales, seres que no se le
podía considerar y que ellos los conquistadores, podrían disponer de su vida
al momento que quisieran y es ahí
el trato como esclavo de la más ínfima
categoría que se le dispenso
Al plantar la Cruz, el
cerro, que dominaba el valle, Colón, tomo dos lanzas y forma la cruz, no, que tomo
dos varas del árbol del níspero,
fueron dos lanzas. Es innegable
la fe en la divinidad que el descubridor del Nuevo Mundo tenía con
una gran fe en el Todopoderoso, pero
un clérigo.
En lo relacionado a la
batalla entre aborígenes y españoles, por situaciones
geográficas y de movilidad militar era imposible que las tropas española se movilizaran en dos jornadas
desde la Isabela hasta el mismo centro del Cibao, al pie del cerro
donde fue edificada la Fortaleza La
Concepción y la Villa del mismo nombre. Cuando Las Casas, dice que es el combate se escenificaron
a dos días, la interrogante es ¿se
podía recorrer esa distancia en ese tiempo
a pies y con un ejército, por caminos
y territorios hostiles, propicio de embocadas?
El mito de que la
Virgen de Nuestra Señora de la Mercedes, se le apareciera a los españoles
y que las lanzas y flechas lanzadas por los aborígenes se le
revertieran, es una quimera, fruto de la mente enfermiza de un clérigo
fanático que quizá
por debilidad vio visiones y soñó esta
abarracaron historiada. Que
una divinidad fuese cómplice del exterminio de una raza que
luchaba por no ser sometida a la esclavitud.
La esta parte de la
historia debe ser analizada hoy en
día, los
historiadores no se pueden seguir
prestando a esta barbaridad, el daño que
se le ha hecho y se le hará a las generaciones venideras cuando raspasen los textos de la historia del descreimiento, la colonización y
el extermino de la raza aborigen de
Quisqueya, será incalculable debe decir
como algunos lo han hecho que no fue en lo
que hoy es el Santo Cerro, de la
Concepción de La Vega,
Sobre esta batalla,
llamada erróneamente del Santo Cerró. J. Inchaustegui, Tomo I, de la Historia
Dominicana, 1955 dice, y citamos
“Los aborígenes, deseosos de
liberar a Caonabo, e instigados por los
hermanos de del cacique, se reunieron en número de 100,000,( Las Casas, exagera
en la cantidad de combatientes aborígenes), según Las Casas, sigue diciendo el historiador
dominicano, al mando de Maniocaotex, subalterno de Guarionex. El
Almirante decidido a salir a combatirlo y cuando había muchos enfermos, inútiles para la lucha,
partió de la Isabela el 24 de marzo de
1495, al frente de 200 hombres y 20
jinetes, acompañado del aliado Guacanagarix y sus gentes al Valle de La Vega
Real. Dos días después se produjo el choque bélico, en la proximidades de lo
que hoy es la ciudad de Esperanza, en la
línea noroeste, en territorio de
Guarionex”.
Al decir que fue un extermino de una raza, no
remontamos a lo que expresa en
historiador, Washington Irving, en su
obra Vida y Viaje de Cristobal Colón,
publicada, por Gaspar y Roig, Editores, Madrid 1852. Y reedición en Santo
Domingo, 1974, pág. 316 y sig. “las balas de los arcabuces hacían morder la
tierra a muchos guerreros y relampagueaban, al parecer por las selvas los rayos
del cielo, retumbando en ellas
espantosos truenos. Alonso de Ojeda cargó impetuosamente el centro del
ejército a la cabeza de su caballería, penetrando con lanza y sable por entre
los indios, los caballos atropellaban a los desnudos y amedrantados
combatientes. Los perros de presas se soltaron y precipitándose sobre los
salvajes con sanguinaria furia, le tomaban de
la garganta, lo derribaban, los arrastraban y les hacían pedazos. Los indios, no
acostumbrados a grandes cuadrúpedos de ninguna especies, se chorizaban al verse
perseguidos por aquellos animales tan
feroces. ¿ Qué resistencia podía oponer una multitud desnuda, tímida, exenta de disciplinas, sin más armas
que clavas, fechas y dardos de madera, a soldados
cubierto de acero, provistos de arnas de hierro y fuego y
ayudados por monstruos feroces, cuya
sola presencia cubría de terror el corazón
de las más fuertes”
En esta acción produjo
una gran cantidad de muerto por parte de
los aborígenes, con ella se inicia y
decide a favor de los españoles la conquista militar del Cibao. Esclavizándose, además gran cantidad de indios, lo que fueron enviado como esclavo a España, en cuatro
navíos al mando de Antonio de Torres.
Lo que es evidente que la cruz nada tuvo que ver con la
batalla que se ha llamada “Batalla de La Vega Real”, que erróneamente se conoce como “Batalla del Santo Cerro”
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