Las Expediciones de Junio de 1959,
1ra. Parte.
Este ensayo fue originalmente presentado con muy pocas páginas en el Curso contra el olvido. Hacia la
recuperación de la memoria histórica nacional, celebrado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el Museo Nacional de
Historia y Geografía el 7 de diciembre de 1990. Dos años después y un poco
ampliado fue publicado en la revista Estudios
Sociales, Año XXV, Nº 88, pp. 35-66, Santo Domingo, abril-junio de 1992.
Siete años más tarde, nuevamente ampliado y corregido, se publicó en la
desaparecida revista Ecos, Año
6, Nº 7, pp. 11-56, Santo Domingo, abril-junio de 1999, órgano del Instituto de
Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hoy se reedita en la
revista Clío por el hecho de
que un profesor de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo y antiguo director de su Instituto de Historia, ha
tenido el descaro de reproducir en su blog
“Notícialas históricas dominicanas” plagiándolas, partes de este ensay sin
señalar la fuente y, lógicamente, sin mi autorización.
.Emilio Cordero Michel
Miembro de Número,
presidente de la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Historia y
editor de esta revista.
Fuente; Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Núm.
177-04. Año 2009.
Las expediciones armadas de los exiliados anti trujillistas
constituyeron el sueño de todos los que combatieron al tirano desde el
exterior, y la esperanza de todos los que la combatieron desde el interior. Esa
fue una constante del exilio dominicano, a partir del fallido intento de Rafael
Estrella Ureña, en 1933, de realizar una incursión militar contra Trujillo
desde el puerto de El Mariel, cercano a la ciudad de La Habana (Cuba), y de los
fallidos intentos de Cayo Confites en 1957, de Luperón, en 1949, y de Manuel
Batista desde Miami, en 1958.
Las expediciones de junio 1959, aunque resultaron un fracaso militar
porque no alcanzaron sus objetivos tácticos ni estratégicos, por sus
características y proyecciones revolucionarias, así como por los efectos que
produjeron en la sociedad dominicana, fueron las más importantes de todas las
actividades de los exiliados, ya que marcaron el inicio del derrumbe definitivo
de la tiranía y el incremento de la lucha interna con la formación de un amplio
movimiento oposicionista que culminó con el ajusticiamiento de Trujillo. (Emilio
Cordero Michel. Movimientos sociales y políticos durante la Era de Trujillo.
Mimeografiado. Curso didáctico en UNAPEC. Santo Domingo,
1987, pp. 47-48.).
En efecto, el período coyuntural que se inició el 14 de junio de 1959 y
se extendió hasta el 30 de mayo de 1961, fue el más importante de la historia
del régimen de Trujillo, porque en él se resumió la crisis de la tiranía,
reflejo de su podredumbre y de la depresión económica que había comenzado en
1954, como una proyección de la crisis del capitalismo mundial. Ciertamente, en
el quinquenio 1955-1959 Trujillo tuvo que recurrir a la consecutiva y creciente
emisión de papel moneda “inorgánico” para adquirir la Compañía Eléctrica de
Santo Domingo (actual CDEE), para financiar los gastos de la llamada Feria de
la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, y para adquirir los ingenios que
integraban el desmantelado y saqueado Consejo Estatal del Azúcar (CEA). Esta
constante emisión de “inorgánicos” y la sustancial baja que se produjo en los
precios del azúcar, café y tabaco en los mercados internacionales durante los
años 1958 y 1959, restringieron el mercado interno y disminuyeron los ingresos
de la tiranía, precisamente cuando tuvo que enfrentar cuantiosos gastos
militares por el triunfo revolucionario de Fidel Castro en Cuba, y el temor a
los preparativos de las expediciones militares de 1959 que le obligaron a reforzar
el aparato represivo para controlar y aplastar el creciente movimiento
clandestino.
Toda esta situación afectó adversamente el comercio exterior al
producirse un déficit en la balanza de pagos que, al querer compensarlo
Trujillo con crecientes emisiones “inorgánicas”, agravó la crisis económica
que, al devenir en política e histórica de su régimen, concluyó con su derrumbe
final en 1961. (Bernardo Vega. Trujillo y el control financiero
Norteamericano. Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1990, pp.
599-610 passim.)
Situación internacional en el Caribe y el exilio
dominicano
La situación internacional en el Caribe incidió también, muy
marcadamente, en la crisis histórica del régimen de Trujillo, particularmente a
partir de los siguientes sucesos: primero, con el derrocamiento del dictador
Gustavo Rojas Pinilla de Colombia en mayo de 1957; segundo, con el
derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez de Venezuela a fines de enero,
de 1958; y tercero con la vergonzosa huida del tirano Fulgencio Batista, de
Cuba el 31 de diciembre de dicho año, ante el incontenible avance de los
revolucionarios de la Sierra Maestra comandados por Fidel Castro Ruz. Estos
acontecimientos políticos, muy en especial el triunfo de la Revolución Cubana
al despuntar el año de 1959, provocaron un radical cambio histórico en la
geopolítica caribeña, que enardeció los ánimos de los exiliados dominicanos,
dispersos y divididos, hasta alcanzar niveles de euforia al considerar próximo
el fin de Trujillo.
En febrero de 1958, siendo cabeza de la Junta de Gobierno de Venezuela
el contralmirante Wolfang Larrazábal, ligado por nexos familiares a los
dominicanos, se constituyó, con el apoyo de Acción Democrática (AD) de Rómulo
Betancourt, la Unión Patriótica Dominicana de Venezuela (UPD), que de inmediato
inició amplios contactos con otras organizaciones anti trujillistas con el
propósito de lograr la unidad de los exiliados dominicanos. El Frente Unido
Dominicano de Cuba que, a petición de la UPD de Venezuela, pasó a llamarse Unión
Patriótica Dominicana de Cuba, el Frente Unido Dominicano de Puerto Rico, el
Frente Dominicano de Nueva York, el Partido
Socialista Popular, el Frente Independiente Democrático de Venezuela y
la Unión Patriótica Dominicana de los Estados Unidos, acordaron celebrar un
congreso unitario en diciembre de dicho año; fecha que fue propuesta por el
desenlace que se veía venir en Cuba ante la ofensiva de las columnas
guerrilleras del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
El 7 de diciembre de 1958, aterrizó en el occidente de la Sierra Maestra
un avión C-46 cargado de armas y pertrechos bélicos, en especial ametralladoras
calibre 30 y 50, así como bazucas y explosivos enviados por la UPD de Venezuela
y Wolfgang Larrazábal, a Fidel Castro para el empuje final contra Batista. En
el avión iba también Manuel Urrutia, quien fue el primer Presidente de la Cuba
Revolucionaria, y Enrique Jiménez Moya con un mensaje de la UPD de Venezuela
firmado por el Dr. Francisco Castellanos, Rinaldo Santiago Pou, Cecilio Grullón
y Miguel Ángel Gómez Rodríguez, en el que le pidieron al Comandante en Jefe de
la Revolución Cubana ayuda para iniciar el entrenamiento militar en la Sierra
Maestra de un selecto grupo de dominicanos que, después del derrocamiento de
Batista, se lanzaría a combatir contra Trujillo. (Unión Patriótica Dominicana. “Carta al
Dr. Fidel Castro”. Caracas, 23 de noviembre de 1958. En Miguel Ángel Gómez
Rodríguez. “Génesis y holocausto de la invasión de junio de 1959”. Periódico Listín
Diario, Santo Domingo, 12 de junio de 1985, p. 6.)
Enrique Jiménez Moya fue incorporado al Ejército Rebelde con el rango de
teniente y, al quedar gravemente herido en el Combate de Maffo a finales de
diciembre de 1958, por su valeroso comportamiento se ganó el grado de capitán.
El triunfo revolucionario y la ascensión al poder de los combatientes de la
Sierra Maestra, llenos de mística y en medio de una contagiosa efervescencia
popular a nivel continental, sentaron las bases para la unidad –por primera vez
en 29 años– de la casi totalidad del exilio dominicano.
La Unión Patriótica de Venezuela y Cuba, el Frente Unido Dominicano de
Nueva York y de Puerto Rico, el Partido Socialista Popular, el Frente
Democrático de Venezuela y la Unión Patriótica Dominicana de los Estados
Unidos, correspondiendo a la invitación de la UPD de Venezuela, dieron a la
publicidad Declaración de La Habana, señalando que se habían unido para
derrocar a Trujillo; que compartirían las responsabilidades en la liberación
del pueblo dominicano, concluyendo con un llamado para que incrementara
organizadamente su lucha contra la tiranía, y un pedimento a los pueblos del
mundo en demanda de que le ofrecieran su fraternal solidaridad para alcanzar
los objetivos programados.( Movimiento de Liberación Dominicana (MLD). Declaración
de La Habana. 16 de marzo de 1959. Archivo de Emilio Cordero Michel).
(Véase Anexo 1).
Anexos
Nº 1. Declaración de La Habana
Correspondiendo a la invitación formulada por la Unión
Patriótica Dominicana de Venezuela, para dar a conocer el estado actual
de sus actividades contra la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo, las
organizaciones que suscriben, conscientes de su responsabilidad ante el pueblo
dominicano, declaran:
Primero: Que han convenido unificarse para luchar por el derrocamiento del
régimen oprobioso de Rafael Leónidas Trujillo.
Segundo: Que
reconocen el esfuerzo y la eficacia con que la Unión Patriótica Dominicana de
Venezuela ha conducido sus actividades contra la tiranía, hasta llevarla a su
etapa actual.
Tercero: Que logrado un entendimiento cabal sobre los fines propuestos, acuerdan
compartir con la Unión Patriótica Dominicana las responsabilidades inherentes a
esta gran cruzada por la liberación del pueblo dominicano.
La Unión Patriótica y las organizaciones asociadas a ellas en el
movimiento revolucionario dominicano, hacen un fervoroso llamamiento al pueblo
dominicano para que intensifique en forma organizada su lucha por el
derrocamiento de la tiranía de Trujillo, y piden a la vez a todos los pueblos
del mundo su solidaridad y colaboración más amplia en el empeño patriótico que
ellas alientan:
Unión Patriótica Dominicana de Venezuela
Frente Unido Dominicano de Puerto Rico
Frente Unido Dominicano de New York
Unión Patriótica Dominicana de Cuba
Partido Socialista Popular
Frente Independiente Democrático de Venezuela
Unión Patriótica Dominicana de los Estados Unidos de América”.
Nº 2. Programa mínimo del Movimiento de Liberación
Dominicana
I.- En el aspecto político:
Derrocar por todos los medios a su alcance el régimen de opresión y
sangre establecido en la República Dominicana por Rafael Leónidas Trujillo
desde al año 1930.
Establecer un gobierno provisional democrático revolucionario que en un
período máximo de dos años ponga en marcha el Programa de la Revolución y cree
las condiciones necesarias para que el pueblo dominicano pueda ejercer
libremente sus derechos políticos y sociales.
Convocar dentro de un término prudencial una Asamblea Constituyente,
elegida por medio del sufragio universal, directo y secreto, encargada de
elaborar la nueva Constitución de la
República, con sujeción a los principios que rigen la concepción de la
organización democrática del Estado, e inspirada en los postulados de la
justicia económica y social.
Derogar toda la legislación anti-democrática de la tiranía.
II.- En el aspecto social:
Implantar una amplia Reforma Agraria que garantice al campesino la
posesión de la tierra y le otorgue el derecho de propiedad correspondiente en
la proporción que determine la ley, de acuerdo con el principio que establece
la función social de la propiedad.
Reformar la Ley de Tierras, y depurar todos los títulos definitivos
otorgados por el Tribunal de Tierras que se obtuvieron por fraude o violencia.
Garantizar la libre organización de la clase obrera y campesina como
medio de defensa de sus intereses y reconocer el derecho de huelga como
instrumento de lucha del proletariado.
Iniciar una efectiva campaña de alfabetización y reformar integralmente
la enseñanza a fin de que la nueva escuela, desde la primaria hasta la
universitaria, sea la forjadora de una conciencia nacional avanzada y libre que
contribuya a darle impulso a los reclamos y derechos del pueblo.
Establecer un amplio sistema de seguridad social que ampare la niñez, la
ancianidad y el desempleo y ofrezca lo servicios imprescindibles para la
protección de la salud y una vivienda adecuadas
III.- En el aspecto económico:
Impulsar la economía en sus múltiples aspectos, fomentando el desarrollo
del mercado interno y el poder adquisitivo de la masa popular.
Desarrollar y proteger la industria nacional, mediante las instituciones
de crédito que organice el Gobierno Revolucionario y a través de las medidas
legales que se dicten
a ese fin.
Expropiar a favor del Estado todas las industrias y propiedades
adquiridas por el tirano, su familia u otras personales al amparo de la
tiranía, y reintegrar a sus legítimos dueños aquellas que hayan sido objeto de
despojo.
Revisar todas las concesiones hechas por la tiranía a favor de capitales
nacionales o extranjeros que sean lesivas al interés nacional.
Reformar el sistema tributario establecido por la tiranía, aboliendo los
impuestos antipopulares e innecesarios para el sostenimiento del Estado.
Desarrollar una política económica tendiente a asegurar las
posibilidades de trabajo a toda la población laboral.
IV.- En el aspecto internacional:
Respaldar el ejército continental de la democracia representativa y el
sistema de convivencia política y de mutua ayuda, especialmente entre los
países del Caribe y Centroamérica.
Fomentar las mejores relaciones con los demás pueblos, basadas en la
compresión y en el mutuo respeto que inspira la igualdad jurídica de los
Estados y la libre determinación de los pueblos”.
Nº 3. Manifiesto al Pueblo Dominicano
El Movimiento de Liberación Dominicana, culminación feliz de la labor
unitaria realizada por la Unión Patriótica Dominicana, el Frente Unido
Dominicano de Puerto Rico, el
Frente Independiente Democrático de Venezuela, el Frente Unido
Dominicano de Nueva York y el Partido Socialista Popular Dominicano, ha iniciado
una acción insurreccional para destruir la tiranía de Trujillo y crear un
régimen de democracia social, política y económica.
El hecho responde a un viejo anhelo. Desde que se inició en 1930 la
ignominiosa tiranía que oprime al país, el pueblo dominicano no ha cesado de
luchar contra ella. Cerrada la vía legal, esta lucha se expresó a través de
repetidos brotes subversivos de la resistencia cívica. Razones de diversa
índole impidieron que culminara en una victoria definitiva.
Pero ella contribuyó a acentuar el espíritu de rebeldía popular,
reafirmando en todos la conciencia de ideal revolucionario. Por eso, cada año
han ido aumentando las víctimas de la tiranía y ha sido mayor el número de
exiliados.
El movimiento iniciado traduce la voluntad del pueblo. A él se han unido
hombres valerosos y dignos que pudieron quebrar el cerco establecido por la
tiranía. Y a medida que se vaya extendiendo seguirán con seguridad las
incorporaciones.
A la postre, englobará a todos los hombres puros del país, aptos para la
lucha.
Doloroso es tener que recurrir a la violencia para cristalizar el noble
empeño que nos anima, pero no quedaba otro camino… El régimen de Trujillo,
nacido de la usurpación, creó, para consolidarse y mantenerse, un aparato
terrorista de proyecciones espantosas, nunca visto en América, y sobre su
criminal eficacia se ha sostenido. Ese régimen conculcó todas las libertades
públicas, aupó la escoria de la sociedad a las más altas posiciones, transformó
a la República en un feudo personal, ahogó las manifestaciones de la cultura y
sumió a la comunidad en la esclavitud. Él no ha respetado jamás los tratados y
las normas internacionales, ha utilizado el genocidio como método político y
proyectó el terror fuera de las fronteras del país. Frente a él, no cabe otro
instrumento de lucha que el de la fuerza. A ésta, pues, hemos recurrido,
interpretando el llamado de nuestro pueblo.
Nunca vivió este pueblo una época de mayor vergüenza y martirio que la
que se ha desenvuelto bajo la tétrica sombra de la tiranía de Trujillo. Los
bienes de las familias fueron pasando, uno tras otros, por obra del dolor y el
despojo, a la posesión del déspota. Todas las tierras fecundadas del país están
hoy, de hecho, en sus manos; suyas son las industrias más importantes; y el
comercio, cuando no es suyo, tiene que compartir con él sus utilidades. Ello
explica que el pueblo se haya unificado en el afán por destruirlo, y que esta
unidad desemboque hoy en la insurrección ya en desarrollo, garantizando su
victoria definitiva.
En armonía con esta realidad unitaria, la revolución que el Movimiento
de Liberación Dominicana auspicia se propone respetar los intereses de las
clases sociales lesionadas por la tiranía, con tal de que sean legítimos y
justos, e instaurar un Gobierno Provisional Revolucionario de naturaleza
democrática que organice la vida de la República a la luz de los ideales de
justicia que proclama la revolución y que laten
por dondequiera en esta hora de grandes transformaciones universales.
Es claro que la lucha contra la tiranía de Trujillo se extiende a sus
raíces. Nos proponemos, en consecuencia, iniciar en la República Dominicana una
nueva era histórica sobre la base de la reestructuración de las normas
jurídicas, políticas y económicas hoy vigentes, y del restablecimiento de los
principios y las costumbres morales que Trujillo ha quebrantado. Los primeros
pasos se encaminarán a reparar las iniquidades cometidas por la tiranía. Los
criminales al servicio de Trujillo recibirán el justo castigo. Se procederá a
la confiscación de los bienes del tirano, sus familiares y acólitos, por ser
producto del latrocinio sistemático de la riqueza pública y del despojo de la
riqueza privada.
Las víctimas de estos despojos
recibirán sus propiedades o indemnizaciones adecuadas, de acuerdo con el
interés nacional. Se realizará una amplia reforma tributaria y el desarrollo de
la economía será objeto de estímulo, de acuerdo con una planificación en
armonía con las condiciones productivas del país. Todas las clases sociales
gozarán de libertad de organización y se reconocerá el derecho de huelga. Una
vasta reforma agraria dará tierra y posibilidades económicas a las familias
campesinas carentes de propiedades agrícolas.
La realización de estos fines entrañará la transformación integral de
las condiciones de vida del pueblo; significará destruir una estructura
político-social injusta y corrompida y levantar sobre sus ruinas una realidad
nueva, estremecida de alientos justicieros; significará la superación
definitiva del cesarismo trujillista y de la servidumbre en que han vivido bajo
la tiranía las grandes masas campesinas y obreras; significará, en suma,
colocar las bases para que el hombre dominicano
pueda realizarse, libre de toda clase de coyundas, y para que la Patria
se levante sobre su propia dignidad sin la menor mengua de su soberanía.
Es obvio que el paso inicial y básico para le ejecución de tal obra es
el triunfo de la insurrección ya iniciada. Diversos focos insurreccionales se
han establecido en distintas zonas del país, y en ellos luchan, día y noche,
con alto espíritu de sacrificio, los soldados de la libertad y la justicia.
Hijos de la entraña del pueblo, a la totalidad del pueblo llaman para que se
incorpore a su lucha. Llaman a los hombres y mujeres dignos de todas las clases
sociales: al campesino, al obrero urbano, a los profesionales, a los
estudiantes, al comerciante, al clero dominicano probo, al empleado público y
privado y a los miembros de la Fuerzas Armadas cuyas manos no estén manchadas
por el robo y por el crimen.
No llaman, claro está, a los verdugos del pueblo, a los que han sembrado
la desolación y el luto en las familias, a los ladrones y pervertidores de la
conciencia. La revolución es obra del pueblo y se hace para el pueblo: ¡En ella
no caben los enemigos del pueblo!
Todos los países de América se hallan solidarizados con el movimiento en
marcha. Muchos de ellos, alentados por el mismo afán democrático y renovador
que hoy nos anima, liquidaron recientemente, con valentía admirable,
sangrientos regímenes de opresión y construyen hoy en forma ejemplar un
porvenir grandioso. Ellos nos tienden los brazos… En su seno generoso hemos
encontrado y seguiremos encontrando el apoyo moral necesario para precipitar y
asegurar el triunfo de nuestro propósito. No estamos, pues, solos en nuestra
lucha…
Nuestra América la comparte y ve en su culminación triunfal una victoria
americana Nuestro movimiento responde a los postulados unitarios y democráticos
de Bolívar, Luperón y Martí, enriquecidos por los aportes de las corrientes más
justicieras de la época. Él propugna, frente a la ya superada concepción de la
patria chica la tesis de la confederación de nuestras nacionalidades, como
exponente de la solidaridad que nace de su origen común, la similitud de sus
problemas y la identidad de sus destinos.
Para el logro de estos altos fines el pueblo dominicano ha tomado las
armas y con ellas lucha, fiel a la consigna de SER LIBRE o MORIR. Con la
cooperación de todos, la tiranía será aplastada. Para todos, la hora de
liberación ha llegado… Pronto habrán de cesar las lágrimas nacidas de la
explotación y el crimen. Quedarán atrás la espera interminable y las acciones
subversivas infructuosas.
Ante el asombro y la cobardía del tirano, el pueblo dominicano, que
conquistó a golpe de heroísmo su independencia y supo reconquistarla cada vez
que fue despojado de ella, se ha lanzado, con valor y tesón inquebrantables, a
la lucha por su libertad y su bienestar. Por la voluntad de ese pueblo
desaparecerán para siempre la humillación, el atropello, el robo y el crimen de
que ha sido víctima bajo la tiranía, florecerá de nuevo la cultura y hermanada
a la América democrática, la República Dominicana se encaminará hacia el
cumplimiento de sus altos destinos. Movimiento de Liberación Dominicana. Comité
Central Ejecutivo: Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón, Dr. Francisco J.
Castellanos, Dr. Luis Aquiles Mejía, Dr. Francisco Canto, Cecilio Grullón,
Comandante Enrique Jiménez Moya, Jefe del Ejército de Liberación Dominicana”.
Las
Expediciones de Junio de 1959, 2da Parte.
Este ensayo fue originalmente presentado con muy pocas páginas en el Curso contra el olvido. Hacia la
recuperación de la memoria histórica nacional, celebrado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el Museo Nacional de
Historia y Geografía el 7 de diciembre de 1990. Dos años después y un poco
ampliado fue publicado en la revista Estudios
Sociales, Año XXV, Nº 88, pp. 35-66, Santo Domingo, abril-junio de 1992.
Siete años más tarde, nuevamente ampliado y corregido, se publicó en la
desaparecida revista Ecos, Año
6, Nº 7, pp. 11-56, Santo Domingo, abril-junio de 1999, órgano del Instituto de
Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hoy se reedita en la
revista Clío por el hecho de
que un profesor de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo y antiguo director de su Instituto de Historia, ha
tenido el descaro de reproducir en su blog
“Notícialas históricas dominicanas” plagiándolas, partes de este ensay sin
señalar la fuente y, lógicamente, sin mi autorización
Emilio Cordero Michel
Miembro de Número,
presidente de la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Historia y
editor de esta revista.
Fuente; Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Núm.
177-04. Año 2009.
Integración del
Movimiento de Liberación Dominicana (MLD)
Después que
Fidel Castro inició a fines de enero de 1959 en la Universidad Central de
Venezuela (Caracas), la colecta pública de fondos para derrocar a Trujillo y de
comprometerse frente a los dirigentes de la UPD de Venezuela a prestarles todo
tipo de ayuda para pagar la deuda contraída por el pueblo cubano con Máximo
Gómez, el 29 de marzo, en La Habana, quedó constituido el Movimiento de
Liberación Dominicana (MLD) y su brazo armado, el Ejército de Liberación
Dominicana (ELD).
Las
organizaciones participantes fueron las enunciadas anteriormente, firmantes de
la Declaración de La Habana. El marxista Movimiento Popular Dominicano
no quiso integrarse al MLD por considerar que la lucha contra Trujillo había
que realizarla desde dentro del país y no desde el exilio. Ni el Partido
Revolucionario Dominicano, lidereado por Juan Bosch, ni Vanguardia
Revolucionaria Dominicana, dirigida por Horacio Julio Ornes Coiscou, ni muchos
otros pequeños grupos de tendencia marcadamente conservadora o derechista,
quisieron formar parte del MLD.
Es más, algunos
hicieron todo lo posible por denunciar y sabotear las Expediciones de Junio de
1959 bajo la acusación de estar controladas por los comunistas, como fueron los
casos de Luis Aquiles Mejía (MLD) y Angel Miolán (PRD), quienes el 26 y 29 de
junio, respectivamente, fueron a la Embajada de los Estados Unidos en Caracas a
hacer tales denuncias a fin de evitar una segunda Cuba, ante el primer
secretario de embajada, John M. Cates Jr., y los segundos secretarios de
embajada, Robert G. Cox y Sam Moskowitz, según consta en el despacho No. 5 de1
1º de julio de 1959 al Departamento de Estado
(Archivos Nacionales de los Estados
Unidos de América. Departamento de Estado (ANEU.DE.) Washington. Secciones
739.00/0; 739.00/2; 739.00/3; 739.00/4; 739.00/5; 739.00/7; 739.00/12 y
739/00/W (7). Agradezco al Lic. Bernardo Vega Boyrie haberme gentilmente
facilitado el acceso a esa información microfilmada de los archivos de
Washington que guarda en su biblioteca)
El MLD fue un
frente político pluralista, que aglutinó a lo más sano y valioso del exilio,
hombres de diversas ideologías y de diferentes clases sociales, caracterizados
por un elemento y objetivo comunes: su anti trujillismo y la patriótica
decisión de liberar al pueblo dominicano de la tiranía que lo oprimía.
Programa Mínimo del MLD y Manifiesto al Pueblo Dominicano
El Comité
Central Ejecutivo del MLD se encargó de redactar el Programa Mínimo de
Liberación Nacional y el Manifiesto al Pueblo Dominicano, que se harían del
conocimiento de todos los dominicanos, fuera y dentro del país, por diferentes
medios de comunicación.
Dicho programa,
como se desprende de su nombre, contenía los puntos mínimos que unían a los
exiliados de las diferentes tendencias políticas e ideológicas, así como los
objetivos de la revolución que se iniciaría con la lucha armada contra la
tiranía. Su contenido era revolucionario porque perseguía conquistas enmarcadas
dentro de la liberación del pueblo dominicano, al propugnar abiertamente por el
derrumbamiento del régimen trujillista, y la implantación de una serie de
medidas económicas, sociales, políticas e internacionales de puro corte
democrático-burgués, muchas de las cuales, todavía en nuestros días no han
podido alcanzarse.
En su esencia,
el Programa Mínimo planteaba la liberación nacional, por la que tantos pueblos
han estado luchando desde la conclusión de la II Guerra Mundial y,
particularmente, a partir de la Conferencia de Bandung de 1955. Esto así,
porque liquidar los monopolios trujillistas y de capital extranjero, reformar
el sistema tributario, implantar una profunda reforma agraria que beneficiara
al campesinado, elevar el nivel cultural de la población, establecer un sistema
de seguridad social que abarcara a los sectores populares, desarrollar una
política económica de empleo total, fortalecer la independencia nacional y
aplicar una política internacional independiente, basada en el mantenimiento y
robustecimiento de relaciones amistosas y en pie de igualdad con todos los
países del mundo, encarnaban objetivos verdaderamente democráticos.
El Ejército de Liberación Dominicana (ELD)
A mediados de marzo de 1959, en una finca ganadera de un batistiano
confiscada por el Gobierno Revolucionario Cubano llamada Rancho Mil Cumbres,
ubicada en la Cordillera de los Órganos, cerca de la población Diego Núñez, en
la Provincia de Pinar del Río, se concentraron los integrantes del Ejército de
Liberación Dominicana (ELD) y, de inmediato, comenzó el entrenamiento militar
de unos 261 combatientes: 211 dominicanos, 20 cubanos, 13 venezolanos, 9
puertorriqueños, 3 norteamericanos, 3 españoles, 1 guatemalteco y 1
nicaragüense, de los cuales no todos arribaron a tierra dominicana.
Había, además, 4 compatriotas en calidad de combatientes: Dominicana
Perozo, hermana de Manuel de Js. Perozo (Masú), quien vino por Estero
Hondo, perteneciente a la familia mártir de Santiago; Dulce Díaz, igualmente de
Santiago; Betty Rodríguez, de Bonao; y Linda Ortiz, de Santo Domingo. Estas 4
mujeres, además de entrenarse como cualquier otro miembro del ELD, lavaban la
ropa de los expedicionarios, cocinaban para toda la tropa, hacían la limpieza
de las “chabolas” en que dormían los integrantes del ELD y fungían de
enfermeras.
Al acercarse la fecha de la salida de los expedicionarios, fueron
trasladadas a La Habana con el pretexto de recibir en tratamiento
en primeros auxilios, para evitar su participación y
desligarlas de los planes bélicos.11
Con los 261 combatientes,
se formaron 5 pelotones de 50 hombres cada uno, subdivididos a su vez en 5
escuadras de 10 guerrilleros cada pelotón. Estos fueron: el Juan Pablo Duarte, el
Máximo Gómez, el Gregorio Luperón, el José Martí y el Simón Bolívar que,
durante los entrenamientos, estuvieron bajo la dirección de veteranos cubanos
de las campañas guerrilleras de la Sierra Maestra.
El rudo
entrenamiento a que fueron sometidos perseguía endurecerlos en marchas y contramarchas
diurnas y nocturnas, orientación con brújula, enseñanza de elementos de táctica
de guerra irregular de montañas, esto es, guerrillera; manejo de armas y
prácticas de tiro al blanco con fusiles Springfield, FAL, Garand, Browning
Automatic Rifle (BAR), carabinas Cristóbal, carabinas Garand, M-1 y M-2, ametralladoras
calibres 50, 30 y de mano Thompson 45; uso de explosivos; minas; granadas de
mano; confección de “trampas para bobos”, comunicaciones,
etc.
El objetivo
inmediato era el de preparar la tropa, lo más rápidamente posible, para que
pudiera estar en condiciones de combatir contra el ejército de Trujillo en los
frentes que se abrirían en las zonas montañosas del territorio dominicano, particularmente
en las Cordillera Central. Una vez allí, siguiendo el patrón de referencia del
reciente triunfo cubano, se comenzaría a crear la base social guerrillera, la
incorporación del campesinado, de los sectores anti trujillistas populares y de
las mismas fuerzas armadas que se suponía se les unirían en las montañas.
La táctica y
estrategia militares, basadas en la concepción foquita, estaban inspiradas en el
romanticismo pequeñoburgués, democrático y populista del castrismo,12 experiencia
que se intentó calcar sin tener en consideración las enormes diferencias en los
procesos históricos de los pueblos cubano y dominicano durante los años
1930-1960, y que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio contó, en todo
momento, con un eficaz apoyo revolucionario interno. Por eso mismo, el planteamiento
de que el foco guerrillero crearía las condiciones revolucionarias dominicanas,
sin contar con el más mínimo contacto con núcleos de la oposición interna (que
los había dispersos), aseguraba de antemano el fracaso militar de las expediciones.
Siguiendo esa
concepción, originalmente se planeó atacar a Trujillo por 6 lugares distintos; 2
incursiones aéreas en aviones C-46 por San Juan de la Maguana y Constanza, que
servirían de diversión para garantizar 4 desembarcos marítimos que se harían
desde lanchas rápidas de asalto inglesas, por 2 puntos de la costa del norte y
2 por la del sur. Por varias dificultades este proyecto tuvo que ser cambiado
al conseguirse sólo un avión C-46 y modificarse los planes tácticos: se haría
un desembarco aéreo por San Juan de la Maguana o Constanza y dos marítimos; uno
por Sosúa y otro por La Isabela. Los tres serían concomitantes para obligar a
Trujillo a dispersar sus fuerzas en tres frentes y evitar que concentrara su
poderío bélico contra un solo grupo. Los dos grupos que desembarcarían por la
costa norte deberían converger hacia el macizo central para unirse al de la
expedición aérea y, en caso de no ser posible, asentarse y consolidarse en la
Cordillera Septentrional, cercana a Puerto Plata y al Valle del Cibao, zonas en
las que existía un mayor sentimiento anti trujillista.
Naturalmente,
estos planes tácticos debían realizarse con la mayor discreción para poder
sorprender a Trujillo. Sin embargo, el secreto no primó en 1959, como tampoco
con el intento de Manuel Batista en 1958; de Luperón en 1949, ni de Cayo
Confites, en 1957, y en Nueva York, Caracas, Puerto Rico y La Habana, se
hablaba por los codos de los preparativos militares.
Los que partían
hacia La Habana a enrolarse al ELD para iniciar el entrenamiento militar, lo
hacían de manera descubierta y hasta con orgullosa indiscreción. Trujillo, a
través del SIM, de sus agentes no incorporados a ese servicio, del Departamento
de Estado de los Estados Unidos y de comandantes cubanos vendidos y ya en
franca conspiración contra la Revolución Cubana, estaba al tanto de todo. En
efecto, ya desde el mes de abril, Trujillo conocía todos los planes, los
nombres de los que se entrenaban y hasta tenía algunas fotografías tomadas en
Mil Cumbres.
De ello se
encargaban de informarle las siguientes personas: El comandante Pedro Díaz
Lanz, jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria de Cuba, ya vendido al tirano y a
punto de traicionar a Castro; los comandantes William Morgan y Eloy Gutiérrez Menoyo,
los llamados “come vacas del Escambray”, igualmente en contacto con Trujillo y
planeando la invasión de opereta de Trinidad, fusilado el primero y apresado el
segundo, luego de desembarcar en Cuba desde nuestro país; un dominicano de apellido
Almonte, un tipo grueso y corpulento, quien constantemente fingía estar enfermo
en los entrenamientos de Mil Cumbres;13 los aventureros griegos.
Stelio Bellelis
y Constantin Theodorakis, quienes ya el 8 de abril de 1959 habían informado al
Primer Secretario de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana, John L. Topping
y al periodista de la Columbia Broadcasting System (CBS), Stuart Novins, que
dentro de pocas semanas saldría una expedición hacia República Dominicana en
dos naves, en las que ellos irían.
Dicho Stelio
Bellelis fue el capitán del yate Carmen Elsa y el causante del trágico
drama en que concluyeron los desembarcos de Maimón y Estero Hondo, seis
días después del de Constanza por lo que se rumoró en Cuba que ambos
fueron fusilados; Tomás Reyes Cerda, agente del SIM, de quien dijo su
jefe, el coronel Johnny Abbes García a Ramfis Trujillo, luego de
interrogar prisionero a Delio Gómez Ochoa a mediados de julio, en el
despacho del Estado Mayor de la Base Aérea de San Isidro:
“General, ¿Usted
no sabe que el espía mío parece que me lo fusiló Fidel? El general levantó la
vista hacia él y pareció no haber oído las palabras de Abbes. ¿Cómo?
–preguntó-. Digo que parece que Fidel me fusiló mi hombre… a Reyes Cerda”.
Reyes Cerda no
fue fusilado, sino sólo detenido por algún tiempo y luego volvió a residir en
el país para convertirse en periodista vocero de la oligarquía fascistoide y
clerical que se opuso al Gobierno Constitucional de Juan Bosch.
Sin lugar a
dudas, hubo otros muchos informantes, incluso entre los que participaron en los entrenamientos y, a
última hora, el 7 de junio, decidieron en Cienaguillas, cerca de Holguín, no formar
parte de las expediciones. Tan infiltrado tenía Trujillo el ELD, que el jefe del SIM vivía
informándole fechas en que ocurrirían los desembarcos. Lógicamente, el tirano
se preparaba, acuartelaba soldados, movilizaba tropas. El que lea las Memorias
de Cesar A. Saillant Valverde comprenderá el estado de alerta en que estaba
Trujillo, en base a las informaciones constantes que recibía por muy diversos
canales.
Quien igualmente
consulte los documentos de los Archivos Nacionales de los Estados Unidos, podrá
comprobar que, desde el 30 de diciembre de 1958, el embajador Farland informaba
al Departamento de Estado que Trujillo tenía conocimiento de que dos semanas
antes Castro había concertado los planes preliminares con la UPD y Enrique Jiménez
Moya para organizar una expedición para derrocarlo.16 Puesto que Trujillo tenía
agentes cabilderos y protectores en Washington y todavía no había sido
desahuciado por el Departamento de Estado, esas informaciones le fueron transmitidas.
Las Expediciones de Junio de 1959
Al iniciarse el mes de junio, se
consideró que el entrenamiento era suficiente para poder iniciar la lucha
armada del ELD. En la mañana del día 5,243 expedicionarios abandonaron el Campamento
de Mil Cumbres y, en autobuses, se dirigieron hacia Holguín, en Oriente, a más
de 1,000 kilómetros de distancia. Después de varias detenciones por
desperfectos en los vehículos, el día 7 llegaron a un nuevo campamento, ubicado
al pie de la Sierra Maestra, llamado Cienaguillas.
En dicho lugar
se seleccionaron los que vendrían por los diferentes puntos y 20 integrantes
del ELD se quedaron por enfermedad o decisión de no participar en las
expediciones, con lo que la fuerza expedicionaria quedó reducida en un 8%. Conforme
a los nuevos objetivos tácticos, en dicho campamento se dividieron los 3 grupos
que vendrían por las vías aérea y marítima y se entregó a los expedicionarios
fusiles FAL, Garand, carabinas Cristóbal, carabinas Garand M-2, ametralladoras
cal. 30 y 50, bazucas, morteros 3, abundantes proyectiles, granadas de mano,
minas, explosivos, equipos de comunicaciones y alimentos para 5 días. El plan
era crear frentes simultáneos: uno en el
macizo central, con su punto de infiltración aérea por San Juan de la Maguana o
Constanza, y 2 marítimos en los yates Carmen Elsa y Tínima, a
ambos lados de Puerto Plata, con desembarcos en La Isabela y Sosúa para infiltrarse
y asentarse en la Cordillera Septentrional.
Era fundamental
la sorpresa y simultaneidad, debido a que el momento más difícil y peligroso
para la expedición era el de la aproximación y desembarco por la amenaza de la
detección y ataque con aviación y/o artillería. Por ello, las primeras horas serían
las decisivas, ya que, una vez en tierra e internados en los montes y montañas
cercanos, la aviación, la artillería y los blindados serían poco efectivos, y
sólo se combatiría contra la infantería, cuando se considerara necesario.
La expedición
aérea, en un C-46 camuflado con las insignias de la Aviación Militar Dominicana
(AMD), estaba bajo el mando de Enrique Jiménez Moya, comandante de la expedición,
y su segundo era el comandante Delio Gómez Ochoa; la del yate Carmen Elsa,
estaba comandada por el Dr. José Horacio Rodríguez Vázquez, secundado por el Dr. Virgilio
Maynardi Reyna; y la del Tínima, estaba bajo el mando de Rafael Campos
Navarro, secundado por Víctor Manuel Maynardi Reyna (Silín).
Puesto que los
yates eran rápidos y podrían cubrir la distancia a navegar en pocas horas, al
atardecer del día 13, desde el fondeadero de La Chiva, frente al Central
Preston, en la Bahía de Nipe (en el mismo lugar en el que se concentraron los integrantes
de la frustrada expedición Cayo Confites en 1947), zarparon el Carmen Elsa con
121 expedicionarios y el Tínima con 48. El primer yate estaba
capitaneado por el ya mencionado Bellelis secundado por Theodorakis, mientras
el segundo lo estaba por el español Francisco Martín Fernández. Ambos yates habían
sufrido modificaciones para permitir el emplazamiento en proa y popa de
ametralladoras cal. 50 y 30.
A poco de
zarpar, ya oscuro, Stelio Bellelis puso en peligro la expedición, porque con
una torpe maniobra casi chocó con el Tínima. Habían comenzado los
inconvenientes y sabotajes de la expedición marítima.
El plan era
aproximarse a Puerto Plata desde el oeste, navegando a unas 60 millas al norte
de las costas dominicanas, a fin de evitar la detección por las patrullas
aéreas y navales de Trujillo. Pero los inconvenientes aumentaron esa misma noche:
el Carmen Elsa se separó del Tínima, su timón se descompuso, los
alimentos estaban dañados, el oleaje mareó a los expedicionarios. Se reparó el
timón, se rellenaron los tanques de combustible e, inexplicablemente, Bellelis
ordenó lanzar al mar el sobrante.
Luego el yate
navegó en círculos, alejándose de las costas dominicanas, por lo que, ya al
amanecer, no se pudo tocar tierra como estaba previsto, antes de la salida del
sol del día 15. Mientras
tanto, el Tínima, aislado del Carmen Elsa y por tener su
comandante Rafael Campos Navarro órdenes expresas de no realizar desembarco
alguno sin estar acompañado del Carmen Elsa, viró el rumbo hacia el
oeste y se refugió, primero, en uno de los cayos de Gran Inagua y, luego, en
una ensenada cercana a Baracoa, en el oriente cubano.
Expedición de Constanza
El 14 de junio, a las 3 de la tarde, partieron en El
Aguacate, en el camuflado C-46, los 54 integrantes de la expedición aérea que
serviría de movimiento de diversión a las expediciones marítimas que deberían
realizarse en la madrugada del siguiente día. El avión, bajo el mando del
piloto venezolano Julio César Rodríguez y asesorado por Juan de Dios Ventura Simó
(piloto de la AMD que dos meses antes desertó con un avión a chorro Vampiro y
se unió a los anti trujillistas), recomendó no tomar tierra en San Juan de la
Maguana porque por ser la pista muy corta, obligaba hacer un aterrizaje “de barriga”,
lo que constituía grave peligro por el gran peso que transportaba y los
explosivos que cargaba y porque, además, no permitiría el regreso de la
aeronave a su punto de partida.
Se
acababa de ejecutar la primera modificación a los planes tácticos de la
penetración a territorio dominicano. Se escogió, por lo tanto, a Constanza
aunque se sabía que allí había una fuerte guarnición militar y mercenarios de
la Legión Extranjera Anticomunista. Al atardecer, el C-46 sobrevoló Constanza,
y a las 6:25 p.m. aterrizó sin contratiempos.
El desembarco, al final de la pista, comenzó a ejecutarse deslizándose
los expedicionarios por un tablón, pero éste cayó a tierra por las vibraciones
y el viento de los 2 motores acelerados al máximo, por lo que tuvieron que
lanzarse desde una altura de más de 3 metros con
mochilas sobrecargadas y equipos bélicos
en
las espaldas. Por eso, algunos sufrieron ligeras lesiones en
los tobillos y no pudieron ser desembarcadas las bazucas, minas,
explosivos y el equipo portátil de radiotransmisión ante la
aproximación de una patrulla motorizada de la AMD que venía
a indagar lo que ocurría.
Hubo un ligero
encuentro con dicha patrulla, en el que murieron un oficial y varios soldados;
los expedicionarios saltaron una cerca de alambre de púas y se dividieron, inconscientemente,
en dos grupos: uno con 34 expedicionario
al mando del comandante Enrique Jiménez Moya; otro de 20, comandado por
Delio Gómez Ochoa. El primero tomó el rumbo hacia El Río y Tireo, al norte,
zonas muy pobladas y con vías de comunicación, mientras el segundo buscó la
zona de Los Botados, hacia el sureste, donde la densidad de población era
bajísima y muy escasa las fuentes de suministros alimenticios.
Los integrantes
de ambos grupos jamás volvieron a encontrarse, a menos que fuera siendo
prisioneros en San Isidro o en las cámaras de tortura de La 40 y El 9. Ramfis
Trujillo, jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Aire, Mar y
Tierra, creyó que con sus oficiales y poderosa aviación desvertebraría la
expedición en menos de 24 horas, y que la limpieza y exterminio final los harían
sus compañías de fusileros, las tropas regulares del Ejército, la Legión
Extranjera Anticomunista y los llamados “Cocuyos de la Cordillera”. Por ello,
desde tempranas horas de la mañana del día 15, escuadrillas de cazas P-51
(Mustang), de cazabombarderos a chorro Vampiro, P-47 (Thunderbolt) y Curtiss
AT-6 comenzaron a saturar con metralla, bombas incendiarias de napalm y de
fragmentación de 500 kgs. Todas las montañas aledañas al aeropuerto, en las que
se supuso estarían los expedicionarios.
Aquello fue un
verdadero infierno de metralla y fuego, en el que murieron también docenas de
campesinos. Sin embargo, ni en esa ocasión ni en las posteriores en que Ramfis
Trujillo empleó su poderío aéreo, hubo bajas entre los expedicionarios.
Él mismo lo confiesa en sus
megalómanas
Memorias, al afirmar
que:
“La aviación, a
pesar de que bombardeó, no tuvo efectividad, ya que no se atacaba un blanco
definido sino un pequeño grupo que había sido avistado en las inmediaciones de
donde se atacaba, pero sí fue muy efectiva psicológicamente”.( Trujillo Martínez, Rafael (Ramfis). Memorias
de las Expediciones de Junio de 1959. Inconclusas e inéditas. Tomadas taquigráficamente
por César A. Saillant Valverde y corregidas
a mano por su autor. Santo Domingo. s/f. Dictadas a partir de
mediados del año 1959, p. 23.)
Quizás el efecto
más importante de esos brutales y permanentes bombardeos y ametrallamientos
aéreos fue que el grupo de Jiménez Moya comenzó a dividirse y a perder volumen
de fuego. De este grupo, se escindió uno comandado por el capitán cubano Ramón
López (Nene), que marchó en forma paralela hacia el norte, y luego de su
muerte, algunos de sus integrantes llegaron hasta El Corocito, cerca de
Jarabacoa.
El día 16, después del combate de
La Guamita, Jiménez Moya sufrió otra división: José A. Batista (Chefito)
se desprendió con 9 más hacia el Noreste, hacia Los Chicharrones. Al día siguiente,
el 17, Rafael Tomás Perelló cayó prisionero al descomponérsele el fusil FAL.
Interrogado en San Isidro, y luego torturado en La 40, confirmó a Ramfis dos
cosas:
1. Que se habían realizado 2 desembarcos
marítimos por la costa norte, conforme a los planes tácticos (y que no habían
ocurrido todavía), noticia que el hijo del tirano conocía porque se había
encontrado la mochila de Enrique Jiménez Moya con planos, claves, etc. que así
lo indicaban; y
2. Que Ventura
Simó había venido en la expedición por Constanza. Este patriota, que se separó
solo del grupo del capitán López, cometió la ingenuidad de someterse, cansado,
hambriento y con los pies hinchados, a unos campesinos de La Cotorra que lo
entregaron a las tropas trujillistas. Transportado a la Base Aérea de San
Isidro, sufrió inimaginables torturas, después que Ramfis hizo con él la
grotesca y dolorosa farsa de presentarlo ante la televisión y el cuerpo
diplomático como un héroe y de haber expresado, cínica y vulgarmente:
“Que Ventura
Simó tenía 3 veces cojones: por traicionarlo e irse el exilio a unirse con sus
enemigos; por haber regresado; y por haberse dejado coger vivo”( Saillant. Memorias…, p. 333).
El día 19,
Enrique Jiménez Moya fue muerto cerca de El Río y su grupo dejó de constituir
amenaza miliar alguna; los escasísimos expedicionarios que no murieron en
emboscadas o quedaron heridos y rematados por el
Ejército al ser encontrados, se rindieron por hambre y cansancio. Prisioneros,
algunos fueron fusilados en el aeropuerto de Constanza, y los demás trasladados
a la Base Aérea de San Isidro, donde corrieron peor suerte.
El grupo de
Delio Gómez Ochoa se mantuvo intacto por varios días en permanente movimiento,
internándose con rumbo sureste hacia El Convenio y causando algunas bajas al
Ejército. El día 17 tuvo la primera baja y el consiguiente bombardeo sobre la
zona en que había estado el día anterior.
El grupo se
inmovilizó por 5 días en Los Naranjos y luego continuó marcha hacia el este, en
busca de comida, por los lados de El Botado. El 28, los expedicionarios
comieron vainitas verdes. El 30 fueron detectados, cercados y atacados por
descuidos de los dos postas; el grupo tuvo un herido que fue dejado atrás, al
que remataron las tropas trujillistas.
Tras este
combate, el grupo se dispersó totalmente: Delio Gómez Ochoa quedó con 10 expedicionarios;
Juan E. Puigsubirá (Johnny) con 2 más; el capitán cubano José Luis
Calleja con otros dos; Mayobanex Vargas quedó aislado y tomó el rumbo hacia los
predios de su padre. El 1ro. de julio, el hambre obligó a Delio Gómez Ochoa a
procurar comida con un campesino que lo engañó y llevó a una emboscada, en la
que cayeron prisioneros Miguel Ángel Feliú (Miguelucho), participante en
las expediciones de Cayo Confite y Luperón, y dos más que fueron llevados a
Constanza y fusilados por el general Mélido Marte en el aeropuerto.
El 3 de julio,
Mayobanex Vargas llegó a la finca de su padre y se entregó al general Juan
Tomás Díaz. Ese mismo día, el grupo de Delio Gómez Ochoa fue nuevamente
emboscado en un conuco en el que buscaban comida; Rinaldo Santiago Pou quedó
herido y fue rematado; Gonzalo Almonte Pacheco quedó aislado y fue apresado. El
pequeño grupo de Johnny Pugsubirá fue apresado: a él lo ejecutaron en el
lugar, y a los otros 2 compañeros los trasladaron a la Base Aérea de San
Isidro.
Gómez Ochoa quedó
solamente con 5 expedicionarios inició una marcha paralela hacia el oeste, en búsqueda
de comida por los lugares en que había estado días antes. El 10de julio, Poncio
Pou Saleta y Medardo García Germán, tras negociaciones con un sacerdote, se
rindieron. Al día siguiente, 11 de julio, Delio Gómez Ochoa, Frank López y
Pablito Mirabal, descubiertos por perros sabuesos, igualmente se rindieron ante
la seguridad de que se respetarían sus vidas.
Había concluido
el frente de Constanza, luego de 27 días de asedio por las tropas trujillistas
y, lo que es peor aún, en mortal lucha por la búsqueda de alimentos. En ese
momento había 7 expedicionarios sobrevivientes que quedaron reducidos a 6, cuando
el teniente cubano Frank Eberto López fue obligado a llevar al ejército a
buscar armas y municiones que había dejado enterradas en las montañas. Puesto
que estaba en esa tarea y no pudo ser presentado a la prensa internacional
junto a sus otros compañeros, Ramfis Trujillo ordenó que fuera torturado y
asesinado. Los 6 sobrevivientes de la gesta de Constanza fueron: Delio Gómez
Ochoa, Poncio Pou Saleta, Mayobanex Vargas, Francisco Medardo Germán, Pablito
Mirabal y Gonzalo Almonte Pacheco (luego asesinado en La 40 al ser re apresado tras
su indulto en febrero de 1960).
El siguiente
cuadro, elaborado en base a las investigaciones hechas por Anselmo Brache,
Batista, publicadas en su obra Constanza, Maimón y Estero Hondo. Testimonios
e investigaciones sobre los acontecimientos, muestra las bajas que
tuvo el ELD en el frente de Constanza y el destino de los heridos y prisioneros:
Expedicionarios muertos del frente de Constanza (Anselmo Brache B. Constanza, Maimón y
Estero hondo. (Testimonios e investigaciones sobre los acontecimientos), 2da.
edición. Santo Domingo,Editora Taller, 1985. pp. 73-143.
2 compañías de
fusileros de la AMD
(Una de ellas
bajo entrenamiento)............................ 290 hombres
2 compañías de
tropas del Ejército........................... 300”
Integrantes de
la Legión Extranjera.......................... 600 ”
Subtotal……………………...…………….............
1,190”
Fusileros de la
AMD y el Ejército........ 2,500”
“Cocuyos de la
Cordillera” y campesinos guías....... 600”
Total………………………………….…….….......
4,290”
Aviones de la
AMD:
Escuadrón de
Caza Ramfis (Mustang P-51)............. 52 aeronaves
Escuadrón de
cazabombarderos.................................
(Vampiros y
Thunderbolt P-47)……........................ 44”
Bombarderos
(B-25, B-26 y Mosquitos)…............... 8”
De entrenamiento
(Curtiss AT-6).............................. 10”
Helicópteros………………………………..............
6 ”
(C-46 y C-47)
incluyendo los de la CDA................. 14”
Pequeños
monomotores y bimotores para la
Observación……………………............................
8 ”
Total……………………………………..................
140”
Resumiendo: En
Constanza, solamente el 19% de los expedicionarios murió en combate, y el
restante 81% fue hecho prisionero, entre los que el 9% fue rematado en el lugar
de la captura por estar heridos; 24% de los prisioneros fue fusilado en el
aeropuerto de Constanza o en el sitio de apresamiento; 37% fue llevado ileso a
la Base Aérea de San Isidro, torturado en La 40 y El 9, y fusilado en el Centro
de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), sin conocerse el porcentaje de los
que murieron sufriendo torturas; y el 11% sobrevivió esta trágica experiencia.
Las cifras demuestran la criminal saña de la tiranía que fue más bárbara aún en
Maimón y Estero Hondo.
En el frente de Constanza, el régimen trujillista
opuso a los 54 expedicionarios el Las Expediciones de Junio de 1959, 3ra. Parte.
Este ensayo fue originalmente presentado con muy pocas páginas en el Curso contra el olvido. Hacia la
recuperación de la memoria histórica nacional, celebrado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el Museo Nacional de
Historia y Geografía el 7 de diciembre de 1990. Dos años después y un poco
ampliado fue publicado en la revista Estudios
Sociales, Año XXV, Nº 88, pp. 35-66, Santo Domingo, abril-junio de 1992.
Siete años más tarde, nuevamente ampliado y corregido, se publicó en la
desaparecida revista Ecos, Año
6, Nº 7, pp. 11-56, Santo Domingo, abril-junio de 1999, órgano del Instituto de
Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hoy se reedita en la
revista Clío por el hecho de
que un profesor de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo y antiguo director de su Instituto de Historia, ha
tenido el descaro de reproducir en su blog
“Notícialas históricas dominicanas” plagiándolas, partes de este ensay sin
señalar la fuente y, lógicamente, sin mi autorización
Emilio Cordero Michel
Miembro de Número,
presidente de la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Historia y
editor de esta revista.
Fuente; Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Núm.
177-04. Año 2009.
Expediciones
marítimas
De las
expediciones a la costa norte existe escasísima información, mucho menos que
sobre la de Constanza. Las causas de ello son varias, siendo las más
importantes la inexistencia de sobrevivientes y la no aparición de Diario
alguno de los 144 expedicionarios. Aunque es seguro que muchos de ellos
escribieron sus experiencias, Ramfis Trujillo guardó algunos y ordenó destruir
otros, así como los documentos personales de todos los expedicionarios, salvo
los que el régimen consideró necesarios conservar para utilizarlos con fines
propagandísticos, como ocurrió con los Diarios de Chefito Batista, Johnny
Puigsubirá, el internacionalista venezolano Edwin Ermini y el comandante cubano
Delio Gómez Ochoa, del Frente de Constanza, así como de algunos militares del
Ejército Revolucionario Cubano.
No obstante esas
dificultades, Anselmo Brache, basado en los datos de algunos expedicionarios
que por enfermedad fueron sacados del Carmen Elsa y trasladados a Cuba por
buques de guerra de ese país, del Dr. José Augusto Puig, Abraham Watts de la
Rosa y de muchos militares que le pasaron informaciones, ha estado
reconstruyendo, con paciencia de hormiga, lo ocurrido en esos dos gloriosos frentes
de lucha. De su citada obra y de comunicaciones personales que me ha ofrecido y
que yo he podido obtener, he podido estructurar lo que a continuación expreso.
Luego
de la separación de los yates Carmen Elsa y Tínima en la oscura noche del 13 de
junio, y después que este último retornó a Cuba, los expedicionarios que tenían
proyectado desembarcar por Sosúa vivieron por 3 agotadores días una verdadera
pesadilla orwelliana. Rotura del timón, agotamiento del combustible, de los
alimentos y del agua, navegación al garete con mar gruesa, mareos, vómitos y
deshidratación de casi todos los navegantes, situación que se agravó con el
sofocante calor y el hacinamiento de 121 hombres bajo la cubierta de la pequeña
nave. Hay que imaginar cómo se sentían esos patriotas: angustiados y temerosos
de que el yate fuer detectado flotando como un tronco en el océano y destruido
por la aviación o marina trujillistas; desesperados por estar aislados de los
demás compañeros a quienes imaginaban combatiendo en Constanza y La Isabela sin
su apoyo; frustrados por no haber podido cumplir su misión; en definitiva, el
Carmen Elsa se convirtió en una especie de infierno flotante.
Ante
esta situación, el comandante José Horacio Rodríguez decidió correr el riesgo
de romper el silencio y pedir socorro por radio a la dirección del MLD en La
Habana y por casualidad, un radioaficionado recibió el mensaje. El MLD lo
informó a la Marina de Guerra Cubana que envió para el rescate a tres fragatas:
Martí, Maceo y Máximo Gómez, que tenían el nombre clave de Picúa, Tintorera y
Tiburón. En la madrugada del día 17, el Carmen Elsa fue rescatado y remolcado
por la fragata Maceo hasta uno de los cayos de Gran Inagua. Allí se repararon
los motores, se repusieron un poco los expedicionarios, se reaprovisionó el
yate de combustible, agua potable y galletas de soda.
En
cierto momento, en que el comandante de la fragata Maceo señaló que tenía
instrucciones de llevarlos a territorio cubano en caso de que por la
deshidratación y debilidad de los expedicionarios se decidiera no realizar el
desembarco por no estar en condiciones físicas para combatir y, además, porque
el factor sorpresa de los desembarcos simultáneos había desaparecido, por lo
que Trujillo estaría alertado esperando la expedición, José Cordero Michel
arengó a la tropa diciéndole:
“No.
Vamos a abonar con nuestra sangre las playas de la República Dominicana. En esa
sangre, estoy seguro que germinará el árbol de la libertad”. (Espaillat Rodríguez, José. “La lucha
del pueblo no ha cesado en 50 años”. Conferencia pronunciada el 14 de junio de
1973, publicada por el periódico La Noticia, Santo Domingo, 26 y 27 de junio,
pp. 14-15.)
En
términos más o menos parecidos se manifestó Cesar Federico Larancuent, quien
insistió en que: “Era necesario continuar, regar con nuestra sangre las playas
de Quisqueya y encender la antorcha de la libertad”. (Brache. Ob. cit., p. 212.)
Los
expedicionarios se sintieron más animados. El comandante José Horacio Rodríguez
ordenó trasladar a la fragata Maceo a 24 hombres deshidratados y enfermos que
no estaban en condiciones de combatir, así como al Dr. Danilo Estrada para que
fuera a La Habana a informar de todo lo sucedido al Comité Central Ejecutivo
del Movimiento de Liberación Dominicana y se incorporara al segundo campamento que
se organizaba en Madruga. En total, de los 121 expedicionarios quedaron en el
Carmen Elsa 96.
En
ese momento apareció el Tínima, cuyos expedicionarios nada sabían de las
dificultades del Carmen Elsa. Sin pérdida de tiempo se decidió partir hacia las
costas dominicanas; determinación difícil y valerosa, porque ya el factor
sorpresa había desaparecido y los expedicionarios del Carmen Elsa no estaban
físicamente en condiciones óptimas para enfrentar lo que les esperaba. El
patriotismo y el desprendimiento primaron sobre todas las cosas y el espíritu
de sacrificio se convirtió en una especie de obsesión colectiva. Según
aseveración del Dr. Virgilio Maynardi Reyna, uno de los deshidratados
trasladados a la fragata cubana Maceo, sus compañeros “Decidieron emocionados
proseguir la invasión sabiendo que iban a morir. Querían morir”. (23. Lora. Ob. cit., p. 5.)
Al
partir, el timonel del Carmen Elsa, el griego Stelio Bellelis, embistió a la
fragata cubana Maceo con tan torpe maniobra que el yate casi zozobró. Estuvo a
punto de ser muerto por más de un expedicionario, pero el comandante José
Horacio Rodríguez lo apresó, lo entregó al capitán de la fragata, junto a su
asistente Constantin Theodorakis, y puso el timón en manos del antiguo
guardiamarina José Mesón. Los dos yates, convoyados por las fragatas cubanas,
navegaron hacia el este hasta las 5 de la tarde cuando se detuvieron por más de
una hora para recibir comida caliente de las fragatas cubanas.
Se reinició la navegación hasta las costas
dominicanas y, a unas 60 millas al noroeste de Puerto Plata, los buques cubanos
viraron y regresaron. Era cerca de la media noche del 19 de junio, y los dos
yates se dirigieron hacia los nuevos lugares de desembarco: el Tínima hacia
Estero Hondo y el Carmen Elsa hacia Maimón, ya que resultaba sumamente
arriesgado hacerlo en los objetivos primarios (La Isabela y Sosúa), porque la
distancia los hubiera obligado a navegar en pleno día.
Maimón
Cuando
el yate Carmen Elsa se aproximaba a la Bahía de Maimón, al amanecer del día 20,
el guardacostas CG-101 que patrullaba la zona navegando de este a oeste lo
detectó. Se le acercó e hizo un disparo para que se detuviera. El timonel Mesón
aumentó la velocidad, y de inmediato se entabló un breve combate naval; el
CG-101 disparaba con dos armas de fuego rápido (un cañón antiaéreo de 30 mm. Y
una ametralladora cal. 50), y los expedicionarios respondían al fuego con una
ametralladora 50, emplazada en la proa, y fusiles FAL. Las ráfagas del Carmen
Elsa produjeron 3 bajas en el guardacostas y la rotura del cable del timón,
justo en el momento en que sus dos armas automáticas se trabaron.
El guardacostas avisó por radio a la Base
Aérea de San Isidro que estaba siendo atacado y desde allí le informaron que en
más de 5 minutos los aviones de la Fuerza Aérea Dominicana (AMD) estarían en la
zona. El yate se acercó más a tierra, cruzó la Bahía de Maimón y, buscando la
protección tras unos acantilados, enfiló hacia la pequeña rada de La Pava o el
Bufeadero, donde el timonel Mesón lo encalló en la arena. Comenzó un
precipitado desembarco, porque cercano había un puesto de guardia del Ejército,
y cuando las dos terceras partes de los expedicionarios iniciaban el ascenso de
las laderas circundantes, llegó una escuadrilla de cazas P-51, que comenzó a
ametrallar y bombardear al Carmen Elsa. Al rato arribó otra escuadrilla de
aviones a chorro Vampiro, otras de P-51 y P-47 y la corbeta C-105, que asolaron
con metralla, cohetes y bombas incendiarias de napalm y fragmentarias de 500
kgs. Toda la zona del desembarco, destruyendo el yate. A esta saturación de
fuego igualmente se unió, poco después del mediodía, el destructor D-101, buque
de insignia de la Marina de Guerra.
Algunos
expedicionarios murieron en la playa o ascendiendo las laderas que llevaban a
la finca ganadera La Catherine y al peñón de Las Dos Hermanas; otros quedaron
heridos leves o de gravedad, como el comandante José Horacio Rodríguez. Unos 40
expedicionarios se parapetaron entre las cavidades de Las Dos Hermanas y
montaron 2 ametralladoras calibre 50 y 30. Ya a media mañana habían llegado la
artillería y los blindados, que se unieron al concierto de fuego contra los
expedicionarios. Allí se combatió por 3 días seguidos sin que los constantes
ametrallamientos, lanzamientos de cohetes y bombardeos aéreos, ni la saturación
artillera, de morteros, de tanques y de fusilería arredrara a los
expedicionarios: habían venido a morir y sólo dejaron de disparar cuando se les
acabó el parque. Algunos murieron durante esos 3 días de fuego infernal,
poquísimos quedaron heridos y muchos fueron hechos prisioneros, llevados a
Santiago y desde allí transportados por avión a la Base Aérea de San Isidro.
La
ferocidad de los bombarderos de la AMD fue tal, que todas las rocas de la zona
quedaron calcinadas, y los árboles, matojos y pastos fueron reducidos a
cenizas. Incluso una escuadrilla llegó a ametrallar y bombardear el poblado y
la playa de Sosúa, según consta en el Despacho Semanal No. 50del embajador de
los Estados Unidos, Joseph Farland, fechadoel 31 de julio de 1959, en el que
participó al Departamento de Estado que el jefe del MAAG, en un viaje que
realizó a Sosúa, confirmó que había sido ametrallada y bombardeada durante las
expediciones de junio, pudiendo observar los daños causados por las bombas, así
como fragmentos de las mismas.24 En comunicación anterior, de Harry Lofton,
segundo secretario de la Embajada de los EUA, se informó, con amplitud de
detalles y declaraciones de testigos, el ametrallamiento y bombardeo de dicha
población y playa (ANEU. DE. 739.00/7-859. Despacho Nº 16, del 9 de julio de
1959)
.Altamira,
El Cupey, La Tasajera, Río Grande, El Mamey y otros lugares al sur de Maimón,
pero la persecución, el hambre y el agotamiento físico los fue debilitando
hasta dejarlos exhaustos y ser aprisionados; otros, los menos, cayeron en
emboscadas y murieron en combate. Todavía a finales de agosto y mediados de
septiembre, en el llamado Cafetal de Ventura, por la Loma de La Tasajera, al
noreste de El Mamey, quedaban 6 expedicionarios, que fueron muertos en emboscadas,
apresados y fusilados en el lugar.
La
resistencia efectiva de los expedicionarios de Maimón fue de apenas 72 horas y,
a pesar de los continuos y feroces ataques trujillistas, el número de los
caídos en combate fue reducido, de apenas 36, equivalente al 38% de total. La
mayoría de los 96 expedicionarios, unos 60, equivalentes al 62%, fue hecha
prisionera, heridos o ilesos, rematados o fusilados en el lugar o en la Base
Aérea de San Isidro.
Estero Hondo
El
yate Tínima entró sin dificultades a Estero Hondo, y 47 de los 48
expedicionarios desembarcaron tranquilamente por Punta Rusia (el comandante
José Antonio Campos Navarro había caído al mar cuando, todavía oscuro, revisaba
la popa del yate; al no poder ser rescatado, se ahogó). Un pecador, llamado
Severino Rodríguez, estaba con su hijo en una yola en las afueras de la
Ensenada de Estero Hondo al acercarse el Tínima, vio llegar a los
expedicionarios y los ayudó a desembarcar, según declaró a un periodista que lo
entrevistó (A. Biaggi. “En Estero
Hondo”. Entrevista publicada en la Sección Tours. Periódico Hoy. Santo Domingo,
1º de marzo de 1989, p.1.)
El
Tínima no fue hundido por la AMD, como
publicó el régimen al anunciar el fracaso de las expediciones de junio, sino
que fue mandado a hundir por Ramfis Trujillo para publicar una foto aérea del
mismo y señalar la eficiencia de la aviación. El propio hijo de tirano aseguró
que: “Desmontaron prácticamente todo el material en un bote, al igual que
desembarcaron todos sus ocupantes”.
(Trujillo Martínez. Memorias, p. 39-A)
Más
aún, el embajador Farland en su Despacho Semanal No. 22 al Departamento de
Estado, fechado 10 de julio de 1959, afirmó que: “El yate Tínima fue sacado a
flote y remolcado al puerto de Santo Domingo, donde el agregado naval lo visitó
y lo encontró en perfecto estado; que sólo tenía 30 pequeñas perforaciones de
balas y tenía 2 emplazamientos para ametralladoras 50 en la proa y popa, armas
que le fueron enseñadas en San Isidro” (ANEU.
DE. 739.00 (W)/7-105.)
Después
de desembarcar, los expedicionarios se dividieron en 2 grupos: uno marchó hacia
unos acantilados, en los que hay muchas cuevas; y otro se dirigió por el llano,
hacia las cercanas lomas de la Cordillera Septentrional. Después de las 8 de la
mañana, y mientras volaban de Dajabón a Maimón, dos pilotos de aviones P-51
detectaron el Tínima y dieron la alarma. De inmediato la aviación sobrevoló el
lugar y comenzó a ametrallar y bombardear. La fragata F-103 también llegó y
bombardeó los acantilados. Arribaron fuerzas militares de Mao, Guayubín, Santiago,
Moca, Santiago Rodríguez, Monte Cristi y Dajabón, así como baterías de
artillería, compañías de morteros y varios pelotones de tanques y carros de
asalto. Se repitió en Estero Hondo el incesante y feroz bombardeo contra
expedicionarios parapetados tras los acantilados, y durante todo el día 20
resistieron, aunque sufrieron algunas bajas. El grupo que tomó rumbo sur por el
llano, chocó con el ejército en El Papayo y hubo muertos y heridos de ambos
lados.
Al
anochecer, había más de 3,000 soldados en la zona. Ya avanzada la noche, los
expedicionarios que estaban en los acantilados rompieron el cerco y al día
siguiente se desplazaron en pequeños grupos hacia el suroeste, el sur franco y
el sureste, tratando de cruzar la carretera Santiago-Monte Cristi y el Yaque
del Norte para internarse en la vertiente norte de la Cordillera Central. El
Ejército comenzó a asesinar campesinos para aterrorizarlos y evitar que
ayudasen a los expedicionarios.
Muchos
cruzaron la carretera entre Villa Elisa, Hatillo Palma y Jaibón; algunos
cayeron prisioneros y otros decidieron no entregarse y volarse con granadas de
mano. Los días 28 y 30 de junio el Ejército hizo varios prisioneros, y el 3 de
julio 3 expedicionarios fueron apresados cerca de Santiago Rodríguez. El frente de Estero Hondo, aunque no sufrió
la rudeza de los bombardeos y ametrallamientos en el momento del desembarco,
como ocurrió en Maimón, tuvo una gran desventaja: el terreno era llano, lo que
permitió que el Ejército los cercara con mayor facilidad, era sumamente árido y
la gran sequía de la Línea Noroeste dificultó enormemente la obtención de agua.
Esa
situación, además de la falta de comida y el agotamiento físico, determinó que
los 48 expedicionarios fueran sometidos y apresados en apenas 2 semanas Las
bajas en combates de los expedicionarios de la costa norte fueron reducidas, si
se toma en consideración el tipo de terreno llano que dificultaba el
ocultamiento y el masivo empleo de artillería y blindados por el régimen,
particularmente en Estero Hondo. Al igual que en Constanza, la mayoría fue
apresada y exterminada en el lugar de la detención o en la Base Aérea de San
Isidro. El siguiente cuadro evidencia esta aseveración:
Expedicionarios
muertos en los frentes de Maimón y Estero Hondo
De
144 expedicionarios que desembarcaron por Maimón y Estero Hondo, la tercera
parte (33%) murió en combate; el 19% fue apresado con heridas y rematados en el
lugar; 11% cayó prisionero y fue fusilado o ahorcado (caso de Juan Batista
Almonte, quien llegó a Santiago y un cuñado lo denunció, por lo que fue colgado
de un árbol junto al campesino que lo escondió y facilitó ropas); y el restante
36% llegó ileso a San Isidro, donde, después de torturarlos, fueron fusilados
Los efectivos militares que enfrentaron
a los expedicionarios de Maimón y Estero Hondo fueron:
5
compañías de fusileros de la AMD (Una de ellas bajo
entrenamiento)……………......…720 hombres
Varias
compañías y pelotones del Ejército de Puerto Plata, Santiago, Moca, Mao,
Santiago Rodríguez, Guayubín, Monte Cristo y Dajabón………………….. 3,400”
Mercenarios
de la Legión Extranjera basada en el Estadio Cibao, en
Santiago……………………...….650”
De
armas auxiliares, artilleros, tanquistas, de Comunicaciones, marinos de buques
de guerra....… 776” Total
El
equipo bélico utilizado por Trujillo fue: 4 compañías de morteros de 120 mm., 4
baterías de artillería; varios pelotones de tanques y carros de asalto, todos
los pilotos de la AMD con sus respectivos aviones (menos 6 que se accidentaron
y 2 que murieron: 1 en Jacmel, en un Vampiro, y otro por la Beata, en un AT-6)
y 3 buques de la Marina de Guerra: D-101, F-103 y GC-101.31
Es
decir, que de los 198 expedicionarios que llegaron el 14 y el 20 de junio, menos de la tercera
parte (29%) murieron en acciones de guerra; menos de la quinta parte (16%)
fueron apresados estando heridos y rematados en el lugar; un poco más de la
décima parte (15%) fueron apresados ilesos y fusilados en el lugar de la
rendición; casi la mitad (40%) llegaron ilesos a la Base Aérea de San Isidro
luego de ser apresados y un poco más de la tercera parte (36%) fueron
triturados en las cámaras de tortura y los que resistieron, finalmente
masacrados en el CEFA ante pelotones de ejecución. Quedaron solamente 6 con
vida, equivalentes al 3% y, un total de 97% murió heroicamente. Las bajas del
régimen no se conocen con certeza, ya que Ramfis Trujillo las redujo muy
substancialmente y solamente se conocen como oficiales las siguientes:32
Estas
cifras, indudablemente incompletas, evidencian una muy desigual relación entre
muertos y heridos al superar los primeros a los segundos; situación que rara
vez ocurre en acciones de guerra auténticas, en las que los muertos en combate
regularmente representan del 15% al 30% de los heridos. Es de presumir que los
muertos militares del régimen debieron ser entre 60 y 85, los heridos
sobrepasaron los 140.
Tampoco
se sabe cuántos campesinos murieron en los indiscriminados ametrallamientos y
bombardeos, ni el número de los asesinados por las tropas para implantar el
terror por no haber informado su presencia. Igualmente se desconoce cuántos
fueron muertos por los expedicionarios por ir al frente de las patrullas
militares fungiendo de guías, salvo 2 “milicianos” que figuran como bajas: 1
muerto y otro herido.33 Sin embargo, personas bien enteradas afirman que entre
75 y 90 campesinos murieron en Constanza y en las zonas aledañas a Maimón y
Estero Hondo, sin que hubiera, naturalmente, ningún herido. Saillant, sin
ofrecer guarismo alguno, afirma que: “Muchísimos civiles sí murieron,
especialmente como ejemplo, por la más mínima sospecha de colaboracionismo”.
Los
gastos militares del régimen fueron asombrosos, porque se consumieron
cantidades fabulosas de material bélico, y el propio Ramfis Trujillo evaluó las
pérdidas y gastos en cerca de 50 millones de dólares; material que hubo que
reponer de inmediato, porque el tirano esperaba nuevas expediciones de
exiliados. Ahora bien, desde el punto de vista de la economía global, ¿Cuánto
representaron para el régimen las expediciones de junio de 1959? No se sabe con
certeza, porque Trujillo invirtió de su propio peculio para rearmarse. Sin
embargo, se ha especulado que los gastos y pérdidas del país excedieron en
dicho año los 120 millones de dólares; sangría que, como señalé al comienzo de
este trabajo, inició la crisis histórica y el resquebrajamiento de la tiranía.
Final
de los expedicionarios. Prisioneros en San Isidro Cuando Rafael Tomás Perelló,
primer prisionero tomado en Constanza llegó a la Jefatura del Estado Mayor de
la AMD en la Base Aérea de San Isidro el
día 17 de junio, Ramfis Trujillo decidió que no debía quedar con vida ninguno
de los expedicionarios. Para tales fines, instruyó que no quería heridos, que
éstos debían ser rematados en el sitio mismo de su apresamiento y que todos los
ilesos fueran remitidos a la Base Aérea de San Isidro, donde serían pasados por
las armas. Para justificar su bestialidad, dijo con increíble crueldad: “Los
fusilo para dar un ejemplo a las Fuerzas Armadas, pero primero los hago
torturar para dar un ejemplo a mis amigos de lo que les espera si algún día me
traicionan”.35 Se inició el calvario de los 78 expedicionarios llevados ilesos
al despacho del general Fernando Sánchez (Tuntín), Jefe de Estado Mayor de la
AMD, donde personalmente Ramfis Trujillo: “Cínicamente cruel, fue siempre el
primero en interrogarlos; sus interrogatorios estaban llenos de burlas y
dolorosos sarcasmos. Después los entregaba a los perros de presa –Abbes, Báez y
Balcácer– quienes desaparecían con ellos rumbo a los tenebrosos infiernos de La
Cuarenta y El Nueve. Ya en el curso de la noche, salían Ramfis, Luis José y
Sánchez Rubirosa, camino de aquellas mazamorras a contemplar, hasta la
madrugada, cómo eran torturados los prisioneros, e incluso a torturarlos ellos
mismos también, y luego en el curso del día, función en el 35. Saillant. Carta
al Director de El Caribe. Santo Domingo, Parte IV, 21 de julio Centro de
Enseñanza con asistencia, en el palco de honor, de Ramfis y sus amigos para
contemplar los fusilamientos”.36 Los amigos de Ramfis que golpeaban, torturaban
y contemplaban los fusilamientos de los prisioneros eran:
Fernando
Sánchez (Tuntín), Gilberto Sánchez Rubirosa (Pirulo), Luis José León Estévez
(Pechito), Evangelista Cabrera, César Báez, Juan Cambiaso Pimentel (Molusco),
Octavio Balcácer, V Víctor Sued y otros varios que han muerto, como uno de los
hermanos de León Estévez, Máximo Bonetti Burgos (Mozo), Johnny Abbes García,
etc…37
Los
fusilamientos los realizaban los cadetes de la Academia Miliar Batalla de Las
Carreras, los oficiales de la AMD, del Ejército, los amigos de Ramfis y los
soldados. A los prisioneros les disparaban, regularmente, con carabinas
Cristóbal, y era obligación de cada uno de los integrantes de pelotón de
ejecución vaciar un cargador, en ráfagas de 20 proyectiles. La forma de morir
de los expedicionarios fue heroica. El agregado cultural de la Embajada de
España, José Luis Herrero, informó al segundo secretario de la Embajada de los
Estados Unidos John D. Barfield, quien a su vez pasó la información al
Departamento de Estado en el Despacho No. 5, del 1ro. de julio de 1959, que un
capellán cubano, que había estado en el Ejército de Batista, le había
manifestado que:
“Casi
todos los fusilados recibieron los últimos ritos católicos (…) y que los
rebeldes se comportaron con calma y valor asombrosos al encarar la muerte”.
Conclusiones
A
pesar de que no se conoce a cabalidad la verdadera extracción social de los
expedicionarios y de que Anselmo Brache, en su citada obra, ofrece datos de
algunos dominicanos, pero no de todos y mucho menos de los extranjeros, podría
asegurar que la mayoría de ellos pertenecían a la pequeña burguesía en sus tres
sectores: alta, media y baja; que algunos eran obreros, bien porque se
desempeñaran como tales en nuestro país antes de marcharse al extranjero, bien
porque el exilio los obligó a vender sus fuerzas de trabajo; y uno que otro
provenía de la burguesía tradicional: agraria, comercial e industrial.39 Sus
nacionalidades las he podido clasificar de la siguiente Nacionalidad Número Por
ciento
Dominicanos
151 % 76.3, Cubanos 22 %11.1,
Venezolanos 13 % 6.6, Puertorriqueños 5 % 2.5,
Españoles
2 % 1.0, Estadounidenses 2 % 1.0, Guatemalteco 1 % 0.5, No identificado 2 %
1.0, Total 198 %100.039
MLD. Archivo, 1959-1960; Brache. Ob. cit., pp. 167-218;
“Aniana Vargas. Recuerda
expediciones de Constanza Maimón y Estero Hondo”. Entrevista hecha por la
redactora Nexcy D’León. Periódico Listín Diario, Santo Domingo. 11 de junio de
1990, p. 9-C.
La
concepción foquita que arropó a casi todos los dominicanos que nos
encontrábamos fuera del país; el subjetivismo pequeño-burgués que dominó al
eufórico exilio dominicano con el triunfo de la Revolución Cubana y la
inconcebible falta de contactos con la resistencia interna constituyeron las
causas primarias que determinaron que las expediciones fueran aplastadas desde
sus primeros momentos, más que por el poderío bélico de Trujillo. Ese foquismo
demostró, por otro lado, que los exiliados estaban totalmente desconectados de
los sectores anti trujillistas del país y que, a pesar de que algunos
expedicionarios los señalaron con claridad, el contagioso romanticismo
pequeño-burgués predominó sobre el sereno juicio dialéctico.
El
caso más notable fue el de mi hermano José Cordero Michel, quien al dictar una
serie de conferencias en la Universidad de Puerto Rico, en el mes de febrero
del año 1959, vaticinó: “Es indudable que en la actualidad se prepara una
acción desde el exterior contra la dictadura trujillista, apoyada en la marea
democrática que monta en el Caribe. Muchos políticos no le dan más de seis
meses de vida a la Era de Trujillo.
Pero
cualquier tentativa de invasión que no encuentre en el interior del país un
ejército político capaz de transformarse rápidamente en un ejército militar,
tiene pocas probabilidades de éxito. Todo triunfo dependerá, fundamentalmente,
no de la fuerza del exilio, sino del grado de conciencia revolucionaria de las
masas en el interior del país. En la actualidad, aunque progresando, ella es
aún muy débil”( José Cordero Michel.
Análisis de la Era de Trujillo (Informe sobre la República Dominicana, 1959),
6a. edición. Santo Domingo, Editora de la UASD, 1989. p. 44.
Luego
de escribir ese certero y lapidario párrafo, olvidando lo que su lógico
razonamiento marxista le llevaba a admitir como valedero, que cualquier lucha
aislada de las masas no garantiza triunfo revolucionario alguno, sino su
fracaso; José Cordero Michel se fue a Cuba, se enroló en el Ejército de
Liberación Dominicana, desembarcó por Maimón, cayó prisionero, fue torturado y
fusilado en el Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA). Se inmoló
junto a 191 compañeros más que, sabiendo que venían a morir, con su sangre
generosa abonaron la tierra la tierra dominicana para que en ella germinara y
creciera el árbol de la libertad.
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Vega Boyrie,
Bernardo.
Trujillo y el control financiero norteamericano. Santo Domingo, Fundación
Cultural Dominicana, 1990.
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