Algunos analistas opinan que el dominicano común perdió la capacidad de asombrarse ante las constantes mentiras externadas por los funcionarios. Pero no.
El martes 1 de noviembre de 2005, siete años atrás, el ingeniero Diandino Peña declaró al vespertino El Nacional que la primera línea del Metro de Santo Domingo costaría sólo 195 millones de dólares. Al final, la suma a pagar por esta obra será de mil quinientos millones de dólares, es decir, ocho veces más de lo anticipado cuando quería convencer a la ciudadanía de las bondades del proyecto.
Y de aquellos 400 mil pasajeros que, aseguraba el “alter ego” presidencial, disfrutarían de las bondades del Metro, sólo 25 mil logran hacer su viaje de ida y vuelta cada día. Asimismo, dijo que cada estación del Metro tendría su propia fuente de energía y plantas eléctricas de emergencia. De esta manera no aumentarían los apagones. Vulgar mentira que la práctica ha demostrado como un engaño premeditado. El plan manipulador aseguró que “las instalaciones del Centro Olímpico no serían mutiladas por la construcción del Metro”. La realidad ha demostrado que muy poco queda de aquel pulmón de la ciudad, desmantelado alevosamente por sus cuatro puntos cardinales. Para tratar de que la población aceptara esta aventura corruptora, uno de los sueños del presidente Leonel Fernández, Peña dijo que “el Metro ahorraría al país entre 150 y 200 millones de dólares en materia de transporte”. Tras haber pronosticado que el Metro sería un negocio rentable, luego de más de tres años de servicio, su operación se ha evidenciado como un gran fracaso. Hoy el subsidio gubernamental es de más del 90% de lo que se ha gastado y se gastará. Esto sucede, no porque se hayan equivocado en sus estimados, sino porque, desde el principio, se organizaron para engañar a la población. Ese proyecto ha sido fuente de enriquecimiento súbito de los funcionarios que respaldan el plan de perpetuación en el poder del presidente Leonel Fernández. Ahora, en 2012, algunos analistas opinan que el dominicano común perdió la capacidad de asombrarse ante las constantes mentiras externadas por los funcionarios. Pero no. Cada día nos sorprenden con más y más falsedades, lo cual lleva a poner en duda su sanidad mental al tiempo que evidencia mucha perversidad. Luego de un ligero descanso ante la opinión pública, el ingeniero Diandino Peña vuelve a la carga mediática con un renovado cinismo que espanta. Resurge con “la construcción de un sistema de tren de carga y de pasajeros que uniría a Santo Domingo con la región del Cibao”. Saca de su chistera de prestidigitador “una empresa francesa con más de 100 años de experiencia cuyo estudio garantiza una tasa interna de retorno que garantiza el interés de la banca multilateral en el proyecto”. Sin pestañear siquiera, el “Anselmo Paulino de la modernidad” explica que, “dada su rentabilidad el sistema de transportación y movilización de cargas y pasajeros ha sido concebido para ser ejecutado bajo el mecanismo de concesión”. Y como si el cinismo anterior fuera poco, cual pajuil vanidoso, se jacta de haber “cumplido la responsabilidad de darle solución al problema de la movilidad pública en el casco metropolitano de Santo Domingo”. ¡Qué cara más dura! Evidencias sobran para demostrar que el tránsito de la capital ha empeorado severamente al tiempo que sus gestores se han enriquecido brutalmente. Vale la pena preguntar: ¿No fueron esos los mismos criterios mentirosos utilizados para engañar la opinión pública cuando iniciaron la construcción del Metro, aún en contra de la opinión del Consejo Económico, Social e Institucional (CESI) y toda la opinión pública nacional? Ante tanto cinismo, habría que desgranar este proyecto de tren interurbano para esclarecer cuánto hay aquí de alucinación y cuánto de perversidad. Y la mejor fuente de datos para el diagnóstico está en las propias declaraciones de los ocho años recientes en torno al Metro, las que tipifican a Diandino Peña como el más enriquecido del grupo corporativo llamado Partido de la Liberación Dominicana. No en balde fue formado en la otrora influyente y corrupta oficina de ingenieros de la presidencia de Joaquín Balaguer. Por suerte contamos con colecciones de la prensa diaria para recordarnos que, contrario a lo que decía Juan Bosch, sus discípulos están dispuestos a morir con la mentira en sus labios, aunque con inmensas fortunas mal habidas. |
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