Día 02/03/2012 - 13.58h
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Cuando el 8 de diciembre de 1961 Wilt Chamberlain (1936-1999) batió el récord de puntuación de la historia de la NBA con nada menos que 78 puntos contra Los Angeles Lakers, a Elgin Baylor le preguntaron si estaba molesto por haber perdido su estratosférica marca de 71: «No. Un día el tipo anotará 100 puntos», respondió indiferente.
Chamberlain no tardó ni tres meses en hacer realidad los vaticinios de su rival, que un año antes se había convertido en el primer jugador en la historia en superar los 70 puntos. Una hazaña tan solo alcanzada en 10 ocasiones en la mejor liga de baloncesto del mundo: Elgin Baylor (71 puntos en 1960), David Thompson(73 puntos en 1978), David Robinson (71 puntos en 1994) y Kobe Bryant (81 puntos en 2006). ¿Saben quién consiguió las seis restantes? Chamberlain, él solito, entre 1961 y 1963.
De aquellas marcas hubo una que destacó por encima de las demás: los 100 puntos conseguidos por Chamberlain el 2 de marzo de 1962 ante los New York Knicks, pulverizando su anterior registro en más de 20 puntos, en una cita de la que están a punto de cumplirse los 50 años.
Aquel día tan solo acudieron al Hersheypark Arena, en Pensilvania, unas 4.100 personas. Los Philadelphia Warriors en los que jugaba Chamberlain ya se habían clasificado para los «play-off» y el partido no tenía muchos alicientes. Ni tan siquiera fue televisado, por lo que aquellos pocos incautos ni se imaginaban que estaban a punto de ver uno de los partidos más memorables en la historia del baloncesto mundial.
Más de 50 puntos por partido
¿Podrían hoy Kevin Duran, Lebron James, Kevin Love o Blae Griffin meter 100 puntos en un partido? Parece imposible ni tan siquiera paraKobe Bryant, que ya en 2006 sorprendió al mundo llegando hasta esos 81. Pero aquel Chamberlain de los Warriors era quizá el jugador más dominante de la historia del baloncesto, promediando aquella temporada más de 50 puntos y 25,7 rebotes por partido, y encabezando dos rachas de 14 partidos seguidos anotando más de 40 puntos. Una brutalidad, en una época en la que ni tan siquiera existía el triple: «Es tal la facilidad de encestar de este jugador que llegó a cansar a sus seguidores, que no sentían emoción alguna en su juego, que le llevaba a realizar las más difíciles jugadas con la mayor sencillez», decía ABC en 1969.
Phil Jordan se quedó fuera por lesión, por lo que toda la responsabilidad de defender a Chamberlain recayó sobre Darrall Imhoff, un pívot blanco de 23 años y 2,08 metros de estatura al que conocían como de «Big D».
Pero nada pudo hacer contra un Chamberlain que dos años antes, con 24, había aterrizado en la NBA, procedente de los Harlem Globetrotters, para romper todos las marcas habidas y por haber: en su primera temporada en la NBA (1960) fue el máximo anotador de la liga (37,6 puntos y 27 rebotes por partido), el primer jugador de la historia en ser nombrado MVP y «Rookie» del año en la misma temporada y MVP del «All Star Game» (25 puntos y 27 rebotes), pasando su equipo de ser el peor de su división a poseer el segundo mejor récord de la historia de la liga.
23 puntos en un cuarto y el ceño fruncido
Los Warriors comenzaron el partido dominando, con 13-9 en los que todos los puntos de su equipo fueron de Chamberlain. Pero tal era su ambición que, cuando terminó el primer cuarto con 23 puntos en su haber, aún tenía el ceño fruncido. Quería más.
Los New York Knicks trataron de sacarle de sus casillas, intentando evitar por todos los medios que se cerrara en juego en torno a él y que no le llegaran balones. Pero no había manera. Sus 2,16 metros de estatura y su enorme calidad, que le posibilitaron jugar de base años atrás, propiciaron que al descanso (79-68) ya acumulara 41 puntos, más de la mitad de la anotación de su equipo.
Durante el descanso, el entrenador de los Warriors, Frank McGuire(1914-1994), que no tenía asegurada la victoria, insistió a sus jugadores en que siguieran dándole la bola a Chamberlain, y el público gritaba «¡dádsela a Wilt, dádsela a Wilt!» o «¡queremos 100!».
«Me estaba saliendo todo»
En el tercer cuarto, hubo momentos en los que Chamberlain tenía hasta dos o tres defensores encima con una defensa bastante sucia, y lo único que consiguieron es que se volviera loco, anotando otros 28 puntos en 12 minutos y poniendo a su equipo 21 por delante.
Wilt ya sumaba 69 puntos y tenía al alcance de la mano batir su propia marca de 78 puntos lograda tres meses antes. «Me estaba saliendo todo, no hacia mas que batir récord tras récord. Tuve la sensación de que estaba en racha», declararía tiempo después.
Al inicio del último cuarto, Imhoff había sido expulsado por faltas y los Knicks ya no tenían ninguna esperanza en ganar, por lo que centraron todos sus esfuerzos en que Chamberlain no les avergonzara con un nuevo récord de anotación personal. Aguantaban el balón durante largos periodos de tiempo en una época en la que eso no se penalizaba. «Parecían dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de detenerme», dijo.
A la búsqueda desesperada del punto 100
Wilt supero los 78 puntos cuando aún faltaban ocho minutos para el final. A falta de 2:30, sumaba 92. Después, a pesar del mal pase de Guy Rodgers, Wilt metió a tablero su punto 94. Una bandeja inmediatamente después puso su récord en 96 y, en la siguiente jugada, York Larese –un base que tan sólo jugó aquella temporada en la NBA– se cruzó la cancha corriendo hasta que lanzó un «alley oop» que Wilt no desaprovechó. Era el punto 98, quedaba 1:30 para el pitido final.
Después de 44 segundos caóticos en los que Chamberlain falló tres lanzamientos a la desesperada, consiguió irse de sus dos defensores y recibir un pase. Recibió la bola cerca del aro y, mientras caía, cuando aún restaban 46 segundos, la lanzó hacia el tablero y terminó entrando. Y la precidión de Baylor se hizo realidad, aúnque pareciera un sueño: «Un día el tipo anotará 100 puntos».
El estadio explotó y el público, fuera de sí, invadió la cancha. El partido tuvo que ser detenido durante nueve minutos hasta que la gente desalojó la cancha para poder disputar los últimos 46 segundos que quedaban, cerrando Chamberlain una estadísticas que no se ha vuelto repetir: 36 de 63 tiros de campo y, más sorprendente aún para un jugador con sus porcentajes, 28 de 32 tiros libres.
«No fue tan asombroso. Si no hubiera salido la noche anterior y hubiera dormido un poco más, podría haber llegado a los 140», sentenció. Pero jamás lo volvió a repetir… ni él, ni nadie.
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